Historia de una ida y de una vuelta (parte I: Venecia)

Aug 04, 2012 22:50

En lo que a viajes se refiere, he sido una persona muy afortunada.

La primera vez que salí fuera de España tenía 18 años y fuimos a Praga, Viena y Budapest en el viaje de fin de curso de COU. Volví total y absolutamente enamorada de Praga.

Y digo que soy afortunada porque, desde entonces, he salido al extranjero varias veces más, y tengo otras ciudades de las que sin duda puedo decir que también me he enamorado.

París. Brujas. La decadente Lisboa. Edimburgo, de cuento de hadas. La luz y los canales de Amsterdam.

Ahora ha tocado Italia, con la mejor compañía que una viajera podría querer (m_enia ♥), con su luz y sus viñedos, con su gente adorable y sus ciudades cargadas de siglos de historia. Pero como contarlo todo en un solo post sería total y absolutamente imposible, vamos por partes.

Primero llegada a Madrid. He visto en persona a m_enia tres veces desde que nos conocemos, y ésta era la primera que era ella que me esperaba en vez de al revés (ya hemos quedado que tenemos que empatar en eso porque también será ella la que me vaya a recibir cuando viaje a Buenos Aires).

(Y qué bonitos son los reencuentros con los viejos amigos, ¿no?)

Después, Venecia.





Lo primero que me viene a la cabeza al pensar en Venecia son dos cosas: calor y color. Calor porque puedo decir, sin temor a equivocarme, que jamás en mi vida lo he pasado peor con la temperatura. Ese calor pegajoso, agobiante, que a ratos no te deja pensar y que casi te obliga a arrastrarte por las calles.

Color por los canales, los palacetes (algunos con la pintura desconchada, pero no por ello menos bonitos), las terrazas cargadas de flores, las decenas de sitios fabulantásticos para comer al lado del agua.



Venecia es hermosa de día, incluso con el calor, pero casi lo es más por la noche, cuando una buena parte de los visitantes ya se han retirado (tiene muchísimo turismo de crucero que no hace noche en la ciudad) y puedes pasear por la Plaza de San Marcos, tomando un helado tranquilamente mientras en las terrazas de las cafeterías te encuentras pequeñas orquestas tocando canciones de ahora y de siempre.



Diría que subir al Campanile es imprescindible. Por suerte para nosotras y nuestro agotamiento por el calor tenía ascensor, así que solo tuvimos que aguantar una cola de unos cinco minutos antes de subir cien metros que te regalan una vista fabulosa de la ciudad. Impagable.



Nuestra visita al Palacio Ducal fue la que más tiempo nos tuvo haciendo cola. No íbamos con las entradas pre-reservadas así que nos tocó esperar en la cola junto con el resto de los mortales durante unos buenos cuarenta minutos que empleamos en revisar itinerarios de las próximas visitas mientras agotábamos (o más bien yo agotaba) las reservas de agua embotellada de la ciudad. La espera mereció la pena; el Palacio Ducal es espectacular por dentro y por fuera. Tiene una de las escalinatas interiores más bonitas que he visto nunca, y en el patio exterior tiene, bueno, esto:



(me defiendo anticipadamente y digo que la petición de zoom a los cuartos traseros fue solicitada por m_enia. No hagáis caso si dice otra cosa)



También anduvimos por la parte de la prisión del Palacio Ducal, con sus celdas pequeñas y sus puestas tamaño liliputiense. Y, por supuesto, anduvimos por el puente de los Suspiros, oscuro y húmedo pero con vistas fabulosas:



Tengo que reconocer que fuimos un poco inocentes con el tema del transporte. El primer día pagamos 29,90€ por un bono de 48 horas para el vaporetto, ya que nos habían dicho que nos compensaban porque era muy caro (cerca de 7€ el viaje individual). Si hubiéramos sabido que no hay nadie que te pida el billete, ni tornos por los que te veas obligada a pasarlo para poder acceder, igual nos lo habríamos pensado. El último día ya nos rebelamos y decidimos no pagar el billete de autobús que nos llevó a la estación de trenes, a pesar de que en el propio autobús había un cartel en plan "Por favor, colabore con el mantenimiento del transporte público". Mire usté, que colaboren los lugareños, que a mí ya me han timado.

Aunque tengo que decir, pocas cosas las disfruté más que los viajes por el vaporetto arriba y abajo del Gran Canal.



También viajamos a Murano, donde compramos unas cuantas cosas de recuerdo que sirvieron para hacerme sufrir pensando que me iba a pasar de peso con la maleta (de hecho me pasé; iba con 11,5kg y en Ryanair solo te admiten 10 en equipaje de mano; por suerte no les dio por comprobarlo). Otro vaporetto para San Giorgio Maggiore, islita que queda a un paseo de un par de minutos y en la que tomamos un té helado que nos supo a gloria después de tanto calor y tanta caminata.

Aparte, datos aleatorios:

- He tenido que escoger mucho las fotos que poner para no saturar los posts, y cuando digo mucho, digo muchísimo: me he vuelto a Salamanca con la cifra record de 1100 fotos más las más de 900 de m_enia. Por testimonio gráfico que no quede.
- Cuando nos bajamos de nuestro autobús en la Piazzale Roma vimos un cartel que decía "A San Marcos". Y claro, para allá enfilamos. Anduvimos durante, literlamente, HORAS antes de darnos cuenta que podíamos haber cogido un vaporetto que nos llevara hasta el centro. Cuando nos enteramos de nuestro despiste cogimos vaporetto en la parada del Puente del Rialto e hicimos el resto del camino en barca. Pero el callejeo fue bonito, todo hay que decirlo.
- Nuestra primera comida italiana, pizza margarita. La comimos tan felizmente en un restaurante pequeñito pero cuco que, lo más importante, tenía aire acondicionado.
- En Venecia te cobran por todo. Y cuando digo por todo, es por todo. Por ejemplo, si tienes que pagar por entrar en una iglesia probablemente tengas que pagar aparte para subir al campanario. Y no es nada, nada barato.
- El no haber muerto deshidratada se lo tengo que agradecer a aguas San Benedetto, a los granizados de naranja, al aire ultra-acondicionado de la oficina de Turismo y a las calles pequeñitas que había tras la Plaza San Marcos y por las que se podía pasear sin sufrir un golpe de calor.
- Pero lo mejor de todo, sin duda, esto:



Y es que no hay nada más bonito que viajar con una amiga con la que compartir tantas cosas preciosas. (m_enia, ya sabes, el Perito Moreno para la próxima)

Esto es todo, de momento. Podría decir muchas más cosas de la ciudad, que es preciosa e increíblemente acogedora, pero la mejor recomendación que os puedo hacer es que vayáis (preferiblemente en primavera, cuando el calor no os dé ganas de tiraros al Canal) y llevaos a alguien con quien compartirlo, que de verdad merece la pena.

Para la próxima, nuestro enamoramiento gigante de Florencia y la Toscana. Esa tierra maravillosa.

mis amigos por encima de todas las cosas, viajes, yo y mi ego, fotos

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