― Saca a Sam de aquí ahora, antes de que Lilith aparezca.
Castiel lo mira, sabía que una cosa así pasaría. No quiere ver su rostro cuando se lo diga, no quiere... Porque duele tanto ver sufrir a Dean.
― Es una profecía, no puedo interferir.
Dean se siente enojado, pero hay algo más, hay un dolor en el pecho, como un agujero negro que se abre dentro de él y que se está acostumbrando demasiado a sentir. La muerte de su padre por su culpa, sentir a Sammy morir en los brazos sin poder hacer nada más que condenarse, todo lo que tuvo que hacer en el infierno y que aún le hace despertar con pesadillas; y a pesar de todo eso, Castiel pensaba que era fuerte, pensaba que él podría lograr acabar con todo esto, si no tiene esa confianza no tiene nada, porque ahora Sam no confía en él, porque ya no tiene nada, sólo ese ángel que supuestamente lo acompaña y cree en él. Por eso se siente abandonado, a la deriva, si Cass no lo ayuda con esto, todo a lo que se ha aferrado estos últimos meses, ha sido igual a nada.
―Me has probado y me has arrojado de cualquier manera. Y nunca he pedido nada. Ni una maldita cosa, pero ahora estoy pidiendo, necesito tu ayuda... por favor ―dice Dean.
―Lo que estás pidiendo es...no está en mi mano hacerlo ―susurra Castiel.
Duele pronunciar cada una de esas palabras. Está desesperado, busca soluciones en su mente, pero ésta se niega a ayudar. Le recita una y otra vez las ordenes de su padre y de sus superiores, todas las leyes de lo que está escrito en los cielos.
Mastica cada palabra, hasta que todas salen de su boca y el rostro de Dean se convierte más y más, desfigurando sus facciones, la frustración tomando posesión de él.
El mayor de los Winchester no puede evitar todo ese sarcasmo venenoso que aparece de pronto, como si tuviera la necesidad urgente de burlarse de Castiel y de todas sus putas leyes divinas que lo amarran y lo atan, y no lo dejan actuar, siente que su ángel desde hace un tiempo actúa con miedo, porque aunque ninguno de los dos lo haya dicho aún, sabe que Cass es suyo, le guste o no.
― ¿Por qué? ¿Porque es una profecía divina?
―Sí.
Es lo único que se le ocurre decir. Su cerebro no responde. Se siente tan atado, tan usado, tirado por dos poderosas fuerzas. Su padre… y al humano al que ha comenzado a querer, aunque no se lo quiera reconocer a sí mismo.
Dean se enfada porque no se ha esperado una respuesta, estaba siendo irónico, pero ese puto ángel no entiende nada, nunca ha entendido nada, ni siquiera intenta evitar gritarle.
― ¿Así que se supone que simplemente nos sentamos y esperamos que ocurra?
―Lo siento.
Lo dice sinceramente. Agacha la mirada porque la vergüenza invade su organismo. Siente algo frío recorrerle de pies a cabeza cuando Dean lo mira con ira. Como si todo fuera su culpa.
En el fondo, Castiel quiere sentirse así, porque es un sentimiento de Dean para él.
Porque simplemente a veces desea que Dean lo vea más allá de la misión que comparten. No sabe cómo se llama eso que lo atormenta de vez en cuando, como cuando esos ojos que han visto tantas cosas se cruzan con los suyos, que han visto crecer a los humanos desde tiempos memoriales.
Ojalá ese cuerpo que él habita le diera las respuestas alguna vez...
Dean esta anonadado, ¿De verdad piensa que le va a creer? ¿Qué es tan estúpido como para pensar que es cierto que lo siente? Si lo sintiera haría algo el muy hijo de puta, no se quedaría sentado haciendo nada.
― ¡Que te jodan! ¡A ti y a tu misión! ¡A tu Dios! ―pronuncia las palabras roto, está deshecho por dentro, no entiende por qué Cass le hace esto, a él, a él que ha confiado en este ángel hijo de puta y que ha creído todo lo que ha dicho, cuando a lo mejor no debería. ― Si no me ayudas ahora, cuando llegue el momento en que me necesites, no te molestes en llamar a la puerta.
Tiene todas las intenciones de irse, de hecho eso es lo que va a hacer, se gira porque no quiere volver a ver a Castiel, no quiere sentirse una puta marioneta que hace todo lo que le ordenan, si Cass necesita ayuda, que esta vez se las apañe solo.
No puede dejar que se vaya, no puede. Siente un impulso, algo dentro de él le dice que lo llame... Y algo que le ha enseñado Dean este último tiempo, es a obedecer esos repentinos impulsos, que parecen salvar la situación más insostenible.
― ¡Dean!
Y su voz suena más baja de lo que él quería. Pero parece ser suficiente para Dean, porque se gira, aunque aún sigue enojado.
Su cara es todo lo que necesita, ya sabe qué hacer. Tiene respuestas para Dean, espera que éste comprenda... y recupere la fe.
― ¿Qué?― le gruñe, ya no le interesa lo que sea que quiera, pero no puede evitar quedarse a escucharlo, no se puede resistir a Castiel, aunque aún no lo procese así.
Castiel tiene que ser cauteloso, escoger sus palabras adecuadamente. Pero no puede evitar pensar en que Dean a pesar de todo, confía en él. Está enfadado, pero confía... Y eso lo hace feliz.
― Debes entender por qué no puedo intervenir. Los profetas son muy especiales, están protegidos...
― Eso lo pillo ―. Se siente idiota al estar ahí escuchando justificaciones que no le sirven, él quiere soluciones para poder salvar a Sammy, no idiotas disculpas de un ángel sin suficiente carácter para decidir por sí mismo.
Sigue explicando, esperando que Dean capte pronto su idea.
― Si algo amenaza a un profeta, lo que sea, aparecerá un arcángel para destruir esa amenaza. Los arcángeles son absolutamente feroces, son el arma más terrorífica del cielo...
Lo mira intensamente, repitiéndose como un mantra "¡entiende Dean!".
― ¿Y los arcángeles están ligados a los profetas?― Es como si de pronto hubiera una luz en el camino, ¿en verdad Castiel le está tratando de decir lo que él cree?, porque si es así quiere compensarlo con las mejores cosas del mundo, darle las gracias a mordiscos toda una noche, alto ahí, ¿de verdad está pensando eso?, seguro es la adrenalina de saber que puede haber un camino, porque si no, no se lo explica.
― Sí.
Espera que entienda... por favor.
― Entonces, si un profeta estuviera en la misma habitación que un demonio... ― Si es eso, eso es lo que Castiel quiere decirle. De pronto vuelve a sentir la capacidad de salvar a su hermano aunque éste no quiera ser salvado, piensa en cómo convencer a Chuck para que lo acompañe, y entonces Lilith verá lo que es meterse con un Winchester. Dean no puede estar más feliz, irradia una energía que hace mucho tiempo parecía no poseer.
― Entonces la más terrible ira del cielo caería sobre ese demonio. Entonces entiendes... ¿por qué no puedo ayudar?
Espera que sí. Por el rostro de Dean, comprende que éste ha entendido a la perfección. Dean le sonríe. No ha visto nada más... ¿cómo definirlo? No lo sabe, evita mirar hacia él, en parte porque sabe que esta rompiendo reglas, pero por otro lado, porque no soporta estar así de cerca y no poder hacer nada más...
¿Hacer más de qué? Eso Castiel tampoco lo sabe, lo único que llega hasta su mente en momentos así es que de esto es sobre lo que Anna le hablaba y no puede evitar sentirse un traidor, pero tampoco puede evitar querer a Dean.
― Gracias, Cass ― Dean entiende, claro que entiende, y como le gustaría poder hacer algo más, decir algo más por Cass, pero no hay tiempo, quizás después le rece de verdad, para agradecerle en serio, seguro que eso le gustaría al ángel, pero ahora no puede pensar mucho en eso, tiene que pensar en Sammy, su hermano, su sangre, por eso se gira y se va rápido, sin quedarse a escuchar una palabra más.
― Buena suerte― susurra Cass.
Dean se va sin más palabras. A Castiel le gusta ser de utilidad, pero le hubiese gustado que Dean se quedara un par de minutos ahí, con él.
No sabe por qué, pero se siente solo en ese momento. La gran sonrisa de Dean debería bastar... él nunca pide recompensa, pero en este caso se siente totalmente fuera de lugar, queriendo cosas que un ángel no debería pedir.
Pero en el fondo sabe que Dean nunca estará así para él, porque él no es nada más que una ayuda para lo que se les viene encima. Y ese corazón humano se agita y se aprieta más que nunca...
Y Castiel desaparece en la oscuridad.
Saludos a tod@s