OLYMPIANS SPIN-OFF : COSAS DE NIÑOS

Sep 18, 2011 21:05


AVISO: Que esto es totalmente atemporal y quizá OoC. Sobre aviso no hay engaño, ni reclamo xD Solamente fue para divertirme, así que nadie entre en pánico por los resultados, porque esto simplemente es un spin-off del universo “Olympics”




█ COSAS DE NIÑOS █
(porque no sólo los pequeñines las hacen)


Ya era el sexto llamado que tenían en cuatro semanas. Y Licaón estaba BASTANTE cansado de ir a la oficina de la directora porque los gemelos no se quedaban quietos. ¿Por qué no podían ser como Niké, que era buena niña? Mejor promedio del último año de la primaria Olímpica, una pequeña estrella en ascenso… no. Los gemelos simplemente tenían que estar por fuera de la línea y ser rebeldes, caprichosos, dañinos y destructivos.

O al menos, en esas palabras lo puso la directora.

Atenea estaba un poco enojada con la susodicha mujer, por un lado, porque ésta se había atrevido a calificar así a sus niños (pero, claro, ella sabía mejor que nadie lo terribles que los gemelos podían ser, porque lo vivía diariamente en casa y sin descansos), y se estaba cuestionando el que esa persona siguiera en el puesto.

-Pero si la has escogido tú misma para ser directora del instituto, ¿De qué hablas? -le había dicho Licaón la otra vez, cuando estaban debatiendo el asunto- Deberíamos pedirle a Hefesto que desarrolle para ellos algún tipo de sedativo que los aplaque un poco, un día de éstos van a destrozar la casa. -

- ¡No voy a drogar a mis hijos! -se había levantado la Diosa, molesta.

-Está bien, sólo decía, porque algunas veces yo me tomo una pastilla y… -

-NADA.DE.DROGAS. -

-Bueno, bueno. -él había alzado las manos, defendiéndose- Ya entendí. Pero algo hay que hacer con ellos, tienen dos años y ya se llevan el mundo por delante. ¿Qué va a pasar cuando sean adolescentes? -

Cualquiera que fuera lo suficientemente paranoico podía llegar a pensar que esos dos eran el arquetipo de pequeños semidioses destructivos, diablillos de siete suelas, pero no era tan grave. Si algo no dudaba su padre, es que esos mocosos iban a hacer grandes cosas; el problema era que Ayron y Thorfinn eran sumamente inquietos y su hiperactividad creciente no hacía más que acarrear inconvenientes.

Por ejemplo, no podían salir con ellos a hacer compras, porque se querían llevar todo o rompían cosas. Desde que aprendieron a caminar, a los seis meses de vida (los bebés como ellos, hijos de un licántropo y semidioses, además, se desarrollaban muy rápido; y para tener dos años, los gemelos ya se veían como niños de casi cuatro), no paraban de hacer estragos; tocaban lo que no tenían que tocar, querían agarrarlo todo, correteaban por todas partes, no obedecían los comandos de su madre… al único que escuchaban era a Licaón, pero sólo cuando éste sacaba su personalidad más Alfa para someterlos. Un gruñido, una mirada o una seña de dientes bastaba, pero él no quería que sus hijos crecieran aterrorizados.

Así que, estaban en un dilema.

Ese día, a la hora del almuerzo, se reunieron en la calle para ir al edificio de la Guardería Olímpica. Frosy, como maestra de los pequeños, les había dicho que en verdad no eran malos niños, sólo… muy activos e inquietos. Y un poco difíciles de manejar, pero no malos. Ella los recibió en la salita antes de que fueran con la directora, con una sonrisa grande, y les pidió que se sentaran cerca de su escritorio. Detrás del cristal de la pequeña oficina, se podía ver a los niños jugando. Fue fácil identificar a los gemelos: estaban en el fuerte de gomaespuma, defendiendo la posición. Era interesante ver cómo aún siendo tan pequeños, ya tenían una idea muy clara de lo que era la guerra. O el intento de ella. Ayron defendía el puente, y Thorfinn, desde una ventana, lanzaba bolas de goma a los otros niños, apoyado por sus primos lobos.

Frosy tenía el privilegio de ser la maestra de nivel inicial de los bebés más famosos del panteón; tenía a su cargo no sólo a los hijos de Atenea, sino también a los de los más importantes Dioses, y a varios jóvenes lobitos de la manada de Acontes. Claro, todos quisieron que Frosy los cuidara después de que Atenea la recomendó con medio mundo. Ahora que casi todos los Doce Grandes tenían uno, dos o tres hijos, el panteón estaba floreciendo a la vida una vez más y empezaba a desarrollarse con nuevas ramas, que según el Oráculo de Delfos, serían los precursores de muchísimas leyendas por venir.

Es que fue un suceso como nunca antes se vio: después de muchos años de estancamiento, los Olímpicos parecían haber vuelto a la vida, desde que Atenea se emparejó y tuvo su primera hija. De pronto, las bodas y los nacimientos proliferaron por todas partes, y hubo mucha alegría para superar los tiempos oscuros en los que hasta los mismos Dioses tuvieron miedo de desaparecer. Finalmente olvidaron sus tristezas y sus temores, y se dedicaron a vivir, una vez más. Y era bueno ver que su mundo prosperaba, se adaptaba al cambio, y evolucionaba otra vez.

Así que Atenea se sentó primero, en la oficina de Frosy, mientras Licaón se quedó de pie al lado del cristal, mirando lo que hacían los niños.

-Entonces, Frosy… ¿Qué pasa? ¿Qué hicieron esta vez? -preguntó la madre, angustiada.

La joven vulcánica rió, de buen humor.

-Son niños, Ati, no pueden haber hecho nada malo. No saben lo que hacen, por eso los perdonamos siempre. -le respondió Frosy, con una sonrisa amena, mientras preparaba té en unas tacitas muy bellas que la Diosa Sol le había regalado para su cumpleaños- Sólo quiero que hablemos un poco… últimamente, Thorfinn está algo decaído, no se lleva bien con los otros niños. ¿Sabes? Los gemelos siempre han sido muy inquietos pero son sociables, y no les cuesta hacer amigos; son como los pequeños ídolos de sus amigos. Nunca los vi pelearse con otros niños. Hace un rato, Thorfinn empujó a Leyra y ya sabes cómo es ella; valkiria de ley. Ella lo empujó de vuelta, y se pusieron a pelear. Macaria y Melinoe trataron de separarlos, pero fue inútil. Luego se metió Raleigh, y… se terminó la pelea. -

Atenea asintió con la cabeza, entendiendo el punto.

Raleigh era el primogénito varón de su tía Hestia, y el marido de ésta, Heimdall. El pequeño tenía cinco años y era bastante grande, suficiente como para proteger a su prima Leyra, la hija de Prometeo y Skadi. Macaria y Melinoe, por otro lado, eran las gemelas hijas de Perséfone y Hades. Ellas dos estaban muy influenciadas por el carácter pasivo de su hermano mayor, Plutus, por lo que era muy común que quisieran evitar la violencia cuando se ponían de acuerdo en algo.

Licaón se sonrió del medio lado donde Atenea no lo podía ver, imaginando lo que había sucedido a partir del relato de Frosy.

-Pero hay más, ¿No, Frosy? -preguntó, sin volverse a mirarlas.

La aludida suspiró, y presentó a Atenea el té tibio.

-Después de eso, Hayabusa dio el grito de guerra y se armó la hecatombe. -lo resumió, en lo que recordaba a la hija de Hermes, la pequeña halconesa alada, saltando desde lo alto del armario de los juguetes- No sabía qué hacer para detenerlos. De un simple pleito que ni sé cómo empezó, de pronto era todos contra todos. Y se lanzaban cosas, gritaban, se empujaban. No me escuchaban. -

Atenea puso cara de situación, de inmediato. No había notado que Thorfinn estuviera actuando distinto, o que se sintiera mal por algo. Es decir, ¡Ella era una buena madre! Y si no se había dado cuenta, ¡Cuánta angustia sentiría! No podía permitirse que algo sobre sus preciados bebés se le pasara por alto. Miró un momento a Licaón, pero éste seguía concentrado en examinar el juego de los pequeños.

-… ¿Y entonces, qué hiciste? -

Frosy se encogió de hombros.

-Nada. No puedo usar mis poderes con ellos, no quiero lastimarlos. Así que lo más pedagógico que podía hacer por ellos era dejarlos seguir, hasta que se calmaran. ¿Y sabes qué pasó? Al cabo de un rato, me di cuenta de que ya nadie gritaba ni lloraba, sino que se estaban riendo. Todos ellos. Se lanzaban cosas y se reían, se empujaban unos a otros, y reían… -continuó la joven vulcánica, mientras revolvía su té- Estaban jugando. Sí, habían destrozado muchas cosas, se habían ensuciado y se habían pegado un poco, pero estaban jugando. -

Atenea negó con la cabeza, horrorizada.

-No entiendo, ¿Qué pasó? -tuvo que preguntar, descolocada.

-Creo que yo sé lo que pasa. -dijo Licaón, y señaló hacia el cristal.

La Diosa de la Sabiduría y la Guerra se levantó de la silla, y fue hasta él. Su marido le pasó el brazo sobre los hombros y la atrajo contra su cuerpo, para que viera lo que él estaba viendo. La madre puso cara de horror cuando vio que Ayron se lanzaba desde una pila de cubos de plástico sobre Raleigh, y los dos se ponían a rodar sobre la alfombra de hule, tironeándose la ropa. Pero se reían, y jugaban. Más allá, Leyra tiraba flechas de plástico a Hayabusa, y la chiquilla a su vez le arrojaba con bloques de colores. Se mataban de risa. Aprovechando el alboroto, Macaria y Melinoe se cubrieron con una capa negra y entraron corriendo al fuerte de juguete, para sacar a Ayron de las piernas. Un delirio. Ayron se reía a carcajadas, pero las dos niñas tomaron control del fuerte y se encerraron dentro. De alguna manera, lograron echar a los tres pequeños licántropos que estuvieron haciendo de apoyo para los otros gemelos.

-… ahora, mira esto. -dijo el lobo, divertido.

Atenea lo miró como si hubiera enloquecido. ¡Los niños hacían un desastre!

Pero miró, como él le indicó. Hayabusa los organizó a todos, y los que se quedaron fuera del fuerte corrieron por toda la salita buscando cosas con qué hacerse armaduras. A los pocos segundos, ya estaban empujando la puerta del fuerte y las gemelas les arrojaban pelotas de goma desde arriba. Los niños se caían, rodaban por el piso, y se reían a carcajadas. En eso, Leyra cayó mal y se dobló la manito dolorosamente. De inmediato, su primo abandonó el juego y fue a buscarla. Los lobitos dejaron de lanzar cosas hacia arriba y se quedaron muy quietos, cuando se oyó el llanto. Ayron y Thorfinn se sacaron los cascos hechos con baldes de playa de plástico, y se quedaron mirando, con los rastrillitos que fungían de horquillas en las manos. Las otras gemelas abrieron la puerta del fuerte y salieron corriendo, a socorrer a su amiguita.

De pronto, toda la batalla se detuvo en seco.

A la única que no le gustó mucho que nadie siguiera jugando fue a Hayabusa, la pequeña era un poco bélica y rebelde también.
El sonido del llanto los reunió, y entre todos calmaron a la adolorida Leyra. Raleigh le tomó la otra mano y la llevó hasta la oficina de la maestra. Frosy salió y se sentó con la niña en un banquito rojo, y todos sus pupilos la rodearon de inmediato, para escuchar la canción que ella iba a cantar. Y en pocos minutos, estaban sentados y tranquilos, y Leyra sorbía sus lágrimas con la cara contraída de molestia, aunque ya no le dolía nada.

Atenea y Licaón se quedaron dentro de la oficina, observando.

-… de acuerdo, ¿Qué está pasando, genio? Porque no entiendo. -dijo ella.

-Bueno, es lógico, amor. Son hijos de Dioses, la mayoría de ellos, guerreros. Lo llevan en la sangre. -explicó él, con tono complaciente, mientras le frotaba el brazo a su mujer- No vas a matar miles de años de instinto bélico en sus sangres metiéndolos en una guardería del siglo XXI. Están jugando, solamente. Si nadie les deja pelear, ensuciarse, correr libremente y sacar de adentro toda esa energía guerrera, dudo que puedan crecer realmente sanos. ¿Por qué crees que quiero que los chicos jueguen conmigo, y dejen salir su lado animal? Porque reprimirlo es peor, y eso ya lo has entendido bien. Y a mí me ha parecido muy divertido e ingenioso su juego, para una pila de mocosos de menos de cinco años. -

Atenea apoyó la cabeza en el hombro de él, suavemente. Hizo un puchero.

-… pero no me gusta que sean violentos unos con otros. -

-No estaban siendo violentos, ¿No ves? Si hubiera sido verdadera violencia, habrían terminado todos llorando. Leyra pisó mal y se cayó, y se lastimó la mano. Y los otros fueron a ver qué le pasaba. -continuó Licaón, con paciencia- Es sólo un juego. Creo que la directora no ha visto esto, por eso dice que nuestros hijos son incontrolables. -

-Incontrolables, no. Los llamó “dañinos y destructivos”. -

-Ya sé, ya sé… -él puso los ojos en blanco- Pero nosotros sabemos que los gemelos no son nada de eso. Y ahora tenemos pruebas para demostrarle que no pasa nada malo aquí. -

En ese momento, la puerta de la oficina se abrió y entraron varias personas, que venían hablando entre sí. Éstos se sorprendieron un poco de ver a Atenea y Licaón ahí, pero todos se saludaron y se pusieron a hablar amenamente sobre lo que estaba pasando más allá, con Frosy; eran los padres de los otros pequeños, que venían por ellos. Ya era la hora del almuerzo y el turno había llegado a su fin.

-Pero, hay que ver que Leyra es una chica dura. Seguro fue un golpazo. -dijo Prometeo, pegado al cristal. Cuando su hija lo miró, él le hizo una seña con la mano abierta y la pequeña gritó y pataleó, pidiendo que la soltaran. Frosy la dejó ir y la niña entró como un huracán a la oficina, a tirarse a los brazos de su padre. Prometeo se rió y la levantó contra su pecho- ¡Eh, que me has extrañado! -

Los otros niños se dieron cuenta de que sus padres ya estaban allí, por lo que se levantaron rápidamente de la alfombra de hule y tras darle un beso de despedida a la maestra, fueron a buscar a sus familiares. Licaón pasó revista por todos los presentes y se dio cuenta de que sólo eran hombres. Prometeo, Hades, Hermes y Heimdall, y Acontes, que había pasado por sus nietos. El que no encajaba mucho allí era Zeus, precisamente…

-Oigan, ¿Y las madres de estas criaturas? -dijo el lobo, con una risita.

Los seis lo miraron como si no entendieran el sentido secreto de la pregunta.

-Bueno, nos dividimos las tareas: ella fue a buscar a Plutus a su clase de Matemáticas. Dijo que podíamos hacer más rápido y así tener unos minutos más para almorzar todos juntos. -dijo Hades, algo atosigado por sus dos hijas que se le habían abrazado a las piernas y no lo dejaban moverse: le hablaban las dos al mismo tiempo, reclamando su atención. El Señor del Inframundo palmeó las cabezas de sus niñas y le regaló a Atenea una sonrisa llena de amor- Sissy es tan lista… -

-Ah, ¡Hola! Matty no puede salir del templo. -dijo Hermes, con una sonrisa sarcástica. Su hija apareció en la puerta y al llegar a él, pretendió darle una patada ninja en la pantorrilla, pero el joven fue más rápido y la detuvo poniéndole una mano sobre la cabeza, para que no lo alcanzara- ¡Ajá! ¡Esta vez no me tomarás desprevenido, pequeña! -

-Hestia quería venir, pero entonces llegó Himeneo y se pusieron con no sé qué de la boda de otro Dios. Esta primavera, todas las fechas están tomadas y ella tiene muchísimo trabajo con las ceremonias y recepciones. -explicó Heimdall, en lo que cargaba a su muchachito sobre los hombros, de esa forma que el niño más adoraba.

Acontes se encogió de hombros, rodeado de pequeños licántropos que se agarraban a su ropa y lo miraban con admiración; y simplemente contestó:

-Estaba en el pueblo, así que podía venir por ellos. A sus padres les parecerá todo un honor. -

-Yo siempre vengo a recoger a mi hija, ¿No, Ati? -dijo Prometeo.

-Claro, nos vemos todos los días. -repuso la aludida, contenta.

Licaón entrecerró un poco los ojos, y luego se volvió hacia su suegro, con cierta irritación. Después de mirarlo un momento, como esperando que el otro respondiera la pregunta también, el Rey de los Dioses se encogió de hombros y soltó, con tono orgulloso:

- ¿Qué? -

-Nada, aún me pregunto qué pito toca usted en todo esto. -dijo Licaón.

Atenea le pellizcó la espalda, por debajo de la ropa, y el licántropo dio un salto. Cierto, cierto. Estaban trabajando para superar el odio que se tenían mutuamente, por lo que ser amables con el otro era el primer paso. Zeus soltó un suspiro y se agachó para recibir a sus nietos, Ayron y Thorfinn fueron a saludarle a él primero porque traía unos regalos para darles. Abrazó a los niños y les dio unas pequeñas cajitas bien envueltas. Los gemelos le volvieron a abrazar y luego corrieron donde sus padres, emocionados. Licaón recogió a Thorfinn en sus brazos, y Atenea a Ayron; y luego escucharon la voz de Zeus, que les contestó:

-De vez en cuando vengo a ver a mis nietos. -

Licaón sonrió apenas, aunque no quería, y asintió con la cabeza.

-Bueno es saberlo. Los niños preguntan por usted. -

-… ¿Lo hacen? -Zeus parecía bastante sorprendido de enterarse.

-Papi, ¿Podemos visitar al abuelo el fin de semana? -preguntó Thorfinn, con sus grandes ojos azules llenos de ilusión.

El niño sostenía en las manos el regalito que le habían dado. Licaón sintió la presión, porque no sólo Zeus lo estaba mirando con la vista muy fija, sino también todos los otros, y su esposa.

- ¡Sí, papi, queremos visitar al abuelo! -dijo Ayron, desde el abrazo de su madre.

Tras pensarlo un segundo, Licaón sintió la mano de Atenea subiendo por su espalda y fue todo el incentivo que precisó para terminar de decidirlo. Si no decía que sí, ella sería probablemente la más resentida de todos, porque de verdad quería que Licaón dejara atrás el altercado que los había enemistado, hacía ya miles de años. Más que todo, ella deseaba que limaran asperezas por los niños, porque Niké respetaba mucho a su abuelo y los gemelos le querían también. El lobo carraspeó, y le hizo a su suegro un pequeño asentimiento con la cabeza.

-Sí, ¿Por qué no? Es buena idea. Pasar unos días con… el abuelo. -aceptó, y la presión de la expectativa general se desvaneció en un tris.

Es que su resentimiento hacia ese hombre era un capricho, ya.

Después de tres mil años, era la sombra de un pleito lo que quedaba entre ellos. Y cada vez que se veían, peleaban por niñerías. En ese momento preciso, Licaón deseó que su problema fuera tan fácil de resolver como el de los niños, que se empujaban unos a otros en juego, y se divertían haciéndolo. Era simple como eso, pero a la vez, tan difícil.

-Bien, Frosy, ¿Nos llevas con la directora? -dijo Atenea, dirigiéndose a la maestra- Queremos hablar sobre los gemelos, si es absolutamente necesario. -

La hija de Hefesto sonrió y guió a todos los padres y sus retoños hacia el pasillo, para luego irse con Atenea y Licaón por otro camino. Llegaron ante una oficina, y en lo que Frosy los presentaba con la directora otra vez, ellos dos se miraron y se sonrieron.

-… ¿Qué le vas a decir? -preguntó Licaón, curioso.

Atenea simplemente sonrió, y le besó la mejilla cariñosamente.

-… que son cosas de niños, amor. Que no lo tome tan seriamente. -

█ FIN █
¿So? Jajaja es probable que no se entienda bien... pero bueno, creo que sólo Esciam y yo sabemos de qué va todo esto. Pronto, espero, podremos subir la historia madre de la cual se han desprendido todos estos maravillosos momentos :) ¡Mucha suerte, amigos y amigas!

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