Ocho: Muérdago
La charla había terminado entre risas y costumbres tradicionales de cada país. Trataban el tema de los muérdagos cuando Alfred soltó un dato que podría haber sido irrelevante.
-Cuando era niño, Arthur me contaba que si dos personas que se aman de verdad se besan bajo un muérdago, serán felices. Claro que, viniendo de él… -la voz americana desapareció por completo dentro de la mente de Iván; se había trabado en la primera parte de la frase.
-Qué tradición más alocada, aunque es tierna de algún modo e impulsa a la paz.
-¿Paz? ¡Seguro! ¡Ese viejo pervertido simplemente quería besar chicas lindas en la noche Navideña! No sé de qué se queja de Francis. Si son iguales. -jugaba con su copa embebida en coke. El ruso era el único que estaba tomando alcohol.
Rió. Y mucho, porque Alfred, con su sinceridad de niño, había dicho la verdad.
Pensó que era por el efecto del alcohol, pero no importaba; estaba acostumbrado a lidiar con borrachos. Que Iván simplemente estuviera riendo, y fuerte, no era nada comparado con lo que había vivido con el inglés.
Decidió acompañarlo en la risa. El reloj marcaba las dos de la madrugada.
Se aprovechó de los efectos del alcohol y se lo propuso.
-¿No quieres sacarte una foto debajo de un muérdago? Pienso que sería muy gracioso.
La respuesta fue rápida y en un tono filoso. Claramente se había puesto nervioso una vez más y la pregunta de Braginsky le había dado en el flanco débil.
-Sólo si tú te sacas una igual después.
Su mente alcoholizada apenas voló para responderle.
-Y lo haré sólo si después de esas dos fotografías nos tomamos una los dos. Muérdagos y todo eso.
-… Ok, como quieras. -se puso de pie y se dirigió hacia la chimenea, en donde varios de ellos, ninguno apócrifo, colgaban como adorno. Sacó uno para colocárselo en su cabeza y posar para la cámara del celular ruso, una sonrisa apenas, una pose vaga pero una escena suficiente como para poner el corazón de cualquiera a saltar.
-Listo. -le dijo, e inmediatamente la guardó en la memoria junto a la anterior.
-Parece que disfrutas de la fotografía. -le pasaba el muérdago para que fuera su turno de posar ante la lente yanqui del Blackberry.
-Es que Rusia es prácticamente blanca en estas épocas. No hay mucho para ver salvo la combinación blanco y rojo de la Plaza Roja. Todo es blanco, descolorido. -respondió con cierto dejo de aburrimiento en su voz. Pero él iba a tratar de responderle todo al americano, todo para dejarlo satisfecho y que no se olvidara de esa Navidad tan especial.
-Ok, sonríe.
Apuntó la lente y sacó la fotografía. Un Iván sonriendo cálidamente, con un muérdago en su cabeza y posando naturalmente, su bufanda cayendo con gracia por el largo torso hacían una imagen para Vogue. Esbozó una sonrisa porque era solamente de él esa fotografía, de nadie más.
-Y ahora, ambos.
Debió aceptar que se sentía incómodo con un muérdago entre su cabeza y la de Iván. Pero más embarazoso se sentiría luego.
Apretó el disparador y en una milésima de segundo, el ruso le dio un beso en la mejilla.
La reacción fue inmediata: se alejó como si de un fantasma se tratase.
-… I-Iván… -tartamudeó, una mano sobre la mejilla besada como si le ardiera.
Recibió una sonrisa cálida como respuesta.
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Notas de la autora:
Ya octava entrega de esta tabla... Wow, quién iba a pensarlo, les juro que creí que lo finalizaría cerca de mitad de año.
Bueno... Es una de mis partes favoritas. Yo sabía de la tradición del muérdago, y no sé si quedó muy OOC, pero debía escribirlo de esta forma... Ains, Russiamerica me parece muy tierno ♥
Espero que les esté gustando, de verdad. Pongo todo mi esfuerzo en esto.
Nos leemos~♥