Reto semanal

Aug 15, 2008 22:20

Aquél callejón era lo único que le ayudaba a superar su tristeza en aquellos días. El 31 de julio se acercaba peligrosamente y la única manera para Harry de mantenerse impasible antes sus tíos, era pasar la tarde en aquél lugar tan oscuro.

Pero, ¿por qué tanta tristeza en aquella época? El nombrado día era su décimo cumpleaños y, a excepción de sus tíos y la Señora Figg, siempre lo pasaba solo. Para su mala suerte, su fastidiosa memoria le recordaba todo el tiempo que no tenía padres, y que, para fastidiar más la cosa, también se empeñaba en negarle una imagen de ellos.

Por eso siempre llegaba a ese lúgubre lugar. El muchacho sabía mejor que nadie que sus tíos, los Dursley, no le querían en su casa del número 4 de Privet Drive y, él, tampoco lo deseaba  con mucho entusiasmo. Y también sabía que verlo con cara de amargura supondría que ellos estuvieran extremadamente felices durante unos días y que su primo Duddley le incordiara más de lo normal.

El cubo de la basura, los gatos abandonados, la humedad del ambiente, la oscuridad del lugar, las ratas que pasaban, las telarañas en las esquinas, los cartones de algún vagabundo, el olor de las alcantarillas; todo eso y más hacía que a Harry le invadiera una profunda tranquilidad.

Aunque el lugar no podía presumir de tener una higiene decente, si que podía hacerlo de poseer una tranquilidad abrumadora; nadie solía pasar por aquél sucio lugar, sin tener presente a Harry, claro.

No podía entretenerse mucho en aquél sitio maquiavélico, pues su indeseable familia sólo le dejaba salir de casa para “visitar” a la anciana señora Figg cuando ellos no estaban o para mandarle algún recado sin importancia, el cual no incluía mantener un trato social muy grande; los Dursley no querían que los vecinos se enterasen de la existencia del chico.

Ya sólo quedaba dejar su tranquilidad y caminar, lentamente, hacia Privet Drive.

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