(no subject)

Oct 29, 2007 14:27

Yo ejercía entonces la medicina en Argentina. Una tarde me trajeron un niño descalabrado: se había caído por el precipicio de un cerro. Cuando, para revisarlo, le quité el poncho, vi dos alas. Las examiné: estaban sanos.

Apenas el niño pudo hablar, le pregunté: “¿Porque no volaste, m'hijo, al sentirte caer?”

“¿Volar?”, me dijo, “¿Volar, para que la gente se ría de mi?”

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both by Enrique Anderson Imbert
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Enrique Anderson Imbert

Sala de espera (publicado en EI gato de Cheshire, 1965)

Costa y Wright roban una casa. Costa asesina a Wright y se queda

con la valija llena de joyas y dinero. Va a la esta­ción para escaparse

en el primer tren. En la sala de espera una señora se le sienta a la

izquierda y le da conversación. Fastidiado, Costa finge con un bostezo

que tiene sueño y que se dispone a dormir, pero oye que la señora, como

si no se hubiera dado cuenta, sigue conversando. Abre en­tonces los ojos

y ve, sentado, a la derecha, el fantasma de Wright. La senora atraviesa a

Costa de lado a lado con su mirada y dirige su charla al fantasma, quien

contesta con gestos de simpatía. Cuando llega el tren Costa quiere

le­vantarse, pero no puede. Está paralizado, mudo; y observa atónito cómo

el fantasma agarra tranquilamente la valija y se aleja con la señora hacia el

andén, ahora hablando y riéndose. Suben y el tren parte. Costa los sigue

con la vista. Viene un peón y se pone a limpiar la sala de espera, que ha

quedado completamente desierta. Pasa la aspira­dora por el asiento donde

está Costa, invisible.
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