Inglaterra, en venta

Dec 21, 2009 17:49



Inglaterra, en venta

AlfredxArthur

FrancisxArthur

21 de diciembre de 2009


Arthur fue a cambiarse de ropa. La noche era fría y no era muy conveniente tener las piernas descubiertas, además Francia estaba lleno de pervertidos y no quería verse envuelto en un embarazoso malentendido. Se puso unos jeans azules y una playera del mismo color que quedó oculta cuando se colocó una chamarra negra. Alfred, por su parte, recuperó su chamarra de aviador que había quedado guardada desde la noche anterior.

Sin llevar nada más que dinero, salieron del palacio, quedándose plantados afuera unos segundos.

-Muy bien…- habló América, aspirando hondo un poco de aire fresco- Es hora, Inglaterra.

El ojiverde, a su lado y mirando los jardines bellamente iluminados, asintió.

-¡Es hora!-repitió el otro, subiendo demasiado el tono de voz.

-¡Ya te oí, idiota, no grites!- repitió enfadado el inglés, volteando a verlo con cara de pocos amigos, descubriendo que el otro tenía la mano extendida y sonreía de oreja a oreja, esperando algo. El chico se le quedó viendo con cara de confusión y América rió.

-Me tienes que dar la mano, Iggy- explicó-. Los enamorados que se escapan siempre van tomados de la mano en mis películas.

Con una expresión de asco en la cara, y sonrojado hasta las orejas, el otro lo apartó de un manotazo.

-No seas idiota, América. Nosotros no somos “dos enamorados que se escapan”- corrigió, poniendo un especial énfasis de sarcasmo en su última frase-. Si estamos haciendo esto, es por mi beneficio y punto.

-Si bueno, como quieras- contestó el otro, tomándolo de la mano a la fuerza y empezando a caminar, llevándoselo casi a rastras. El inglés chilló, pataleó e insultó durante los 40 minutos que tardaron en salir por completo de los terrenos del palacio, a hurtadillas, pero el ojiazul no lo soltó ni un segundo.  El peor momento fue cuando tuvieron que saltar una rejilla de metal, el único obstáculo que los separaba de la calle, y  que al momento de cruzar, salieron con el cuerpo lleno de raspones.

Apenas tuvieron un pie en la calle, se echaron a correr, sin voltear hacía atrás ni un segundo. América aún sujetaba a Inglaterra de la mano y lo obligaba a continuar cuando el mayor aminoraba el paso un poco. Cuando consideraron estar lo suficientemente alejados de la “zona de peligro”, después de correr por más de diez minutos, se detuvieron bruscamente. A ambos les dolían las costillas y respiraban con dificultad entre los jadeos provocados por el esfuerzo.

-¿Y… ahora… qué?-preguntó el ojiverde, sosteniéndose el costado para aminorar el dolor.

Alfred, que parecía haber estado esperando esa pregunta desde hace mucho, se recuperó milagrosamente mientras unos brillitos aparecieron de la nada alrededor suyo.

-¡Nos iremos en autobús, por supuesto!- exclamó, sonriendo de oreja a oreja y señalando hacía el horizonte, mientras los brillitos cobraban tal intensidad que podían haber cegado a cualquiera.

Menos a Inglaterra.

-¡ERES UN IMBÉCIL!- chilló- ¿Irnos en autobús? Dios mío, América ¡Derrochas ingenio!- agregó sarcásticamente- ¡De haber sabido tu grandioso plan desde un inicio, me hubiera quedado en el Palacio!

El americano estaba a punto de contestarle a gritos también, cuando un sonoro gruñido salió de sus estómagos, que reclamaban la falta de alimento, cortando la atmósfera por completo.

-¡NO!- exclamó Inglaterra, adelantándose al otro, que había abierto la boca para decir que tenían que comer algo-. No sabemos donde está el wine bastard y no pienso perder tiempo comprando comida…-

-Awww ¡P-pero podemos pasar a comprar algo rapidito!-

-¡Ya te dije que no!- bufó el inglés, pero un nuevo gruñido, aún más fuerte que el anterior, escapó de su estómago haciéndolo sonrojar levemente. Alfred lo vio como una sonrisita tonta- ¡Está bien, comeremos algo en la central de autobuses!-

-¡Ajá! ¡Entonces no te parece mala idea escapar en autobús!-

-¡Cállate idiota y ponte a caminar!-

***

Francia, por alguna razón del destino que beneficiaba a los dos “fugitivos”, no quiso regresar directamente al Palacio. Apagó su teléfono móvil y entró al primero bar decente que encontró en el camino.

Acompañado de una botella de aguardiente, veía con desgano algún punto indefinido del local, sentado desde la barra. La cabeza le dolía y le daba vueltas por culpa, en parte, del licor que había estado bebiendo, aunque atribuía más el punzante dolor en las sienes a la discusión con el idiota de su jefe, pero no le importaba. Después de todo lo que había pasado, tenía ganas de mandar todo al diablo y dejar su mente en blanco.

Nunca, en cuestiones de romance, le salía nada bien. Al menos no en el romance que de verdad pocas veces deseaba tener, por que eso de dar y recibir amor carnal siempre se le había dado con una facilidad bastante impresionante. Lo que le parecía una cruel ironía, pensó mientras sonreía amargamente, es que aquel que quería ahora, había matado a su amor anterior.

***

Inglaterra y América tardaron unos veinte minutos en llegar a la terminal de autobuses, después de haber pedido indicaciones durante un buen rato. La sala de espera estaba abarrotada de gente, mucha de la cual eran turistas con cara de sueño, que trataba inútilmente de echarse una diminuta siesta (Con el equipaje sobre las rodillas, para evitar cualquier hurto) en lo que daba la hora de salida de su camión. Nuevos y sonoros gruñido escaparon desde sus estómagos, que imploraban por un poco de comida, los hizo sonrojarse levemente.

Ambos se morían de hambre, pero aún no podían satisfacer su necesidad.

Fueron primero a las taquillas y compraron boletos para el primer autobús que saliera de Francia: Milán, en Italia. Cuando mostraron los pasaportes (requisito indispensable para poder conseguirlos) la señorita que los atendió se les quedo viendo con algo de recelo, en especial a Inglaterra, por un momento antes de entregárselos con una sonrisa algo forzada.

Cuando América tuvo los dos billetes de autobús en la mano, los miró con una sonrisa radiante de oreja a oreja, como si toda la suerte del mundo estuviera de su lado. Inglaterra, por otro lado, en vez de estar feliz, empezó a sentirse un poco mal. Era como si su estómago, que minutos antes había rugido de hambre, se hubiera ido a otro lado, dejándole un vacío.

El autobús salía en media hora.

-¡Vayamos a comer!- exclamó el americano, jalando al otro chico, tratando de ignorar que el ojiverde no parecía nada contento de que, si todo seguía tan bien como les había ido hasta el momento, podía zafarse de las garras de Francia.  Inglaterra sólo sintió una punzada de desasosiego cuando el ojiazul lo tomó del brazo y se lo llevó a rastras.

Era una sensación extraña. Se suponía que tenía que estar contento de poder salir del control de Francia, pero una pequeña vocecita muy, pero muy dentro de su cabeza le decía que lo que estaba haciendo estaba mal. Al fin de cuentas, si se ponía a analizar bien la situación, había sido la monarquía del Reino Unido quien lo había puesto en venta, y Francia no había hecho otra cosa más que comprarlo y ayudar económicamente a su país con eso. Además, prefería mil veces estar con el wine bastard que con el lunático desquiciado de Rusia. O con China, que seguro aún le tenía un poco de rencor por lo que le había hecho en tiempos pasados.

-¡Inglaterra!-

El chico regresó abruptamente de la realidad. No se había dado cuenta que América lo había llevado hasta un local de comida rápida que había en el lugar.

-¿Burguer King?- preguntó con desánimo

-Sí, yo también prefiero las  hamburguesas de Mc’Donalds- exclamó el ojiazul, malinterpretando por completo la reacción del otro-. Pero es el único lugar con comida decente por aquí-

Inglaterra puso una cara de asco intenso. De por si ya se sentía mal sin razón aparente y ahora lo que menos tenía ganas era comer hamburguesas. Pero tampoco quería ponerse a discutir con América en ese momento.

-Pídeme lo que sea- dijo con desánimo- No importa, me iré a sentar…-

El ojiverde fue a sentarse a las mesas del local sin decir nada más. Alfred lo siguió con la mirada sin saber qué hacer. ¿Qué diablos significaba esa actitud?

El problema es que el inglés tampoco sabía el por qué se comportaba así.

La sensación de vacío era bastante desagradable y la ansiedad comenzó a invadirle poco a poco. ¿De qué tenía miedo? ¿De qué Francia los descubriera y frustrará su escape? ¿O de poder escapar y no saber qué hacer después?

El americano llegó unos minutos después con dos enormes hamburguesas acompañadas con refrescos y papas fritas gigantes. Aunque Burguer King no era su opción favorita, le parecía suficiente que el tamaño compensara las otras faltas.

Inglaterra vio con tanto asco a su hamburguesa, que el apetito voraz que había tenido apenas unos minutos atrás, desapareció por completo.  América, por otro lado, comenzó a devorar la suya sin pudor alguno, logrando que varias miradas curiosas lo voltearan a ver con algo de reprobación.

***

- Se sent-il bien, monsieur?-

Francis despertó bruscamente de  una pequeña siesta que había tenido.  Ni siquiera se dio cuenta de cuando se había quedado dormido, pero sólo asintió tontamente al mesero, quien se fue de ahí, haciendo una pequeña reverencia.

El chico bostezó cansadamente. El dolor de cabeza había disminuido un poco, pero aún sentía pequeñas punzadas en la frente. Miró su reloj y vio lo tarde que era. Después de todo lo que había pasado, necesitaba ver a Inglaterra, dormir en una cama decente por muchas horas y descansar. Tal vez si pensaba bien las cosas, completamente recuperado de todo, encontraría una solución para mantener al inglés a su lado, sin comprometer demasiado la economía de su país.

Sonrió, imaginando qué reacción tendría Inglaterra cuando llegará al Palacio. Seguro se pondría a decirle lo idiota que era por no haberlo invitado a tomar una copa también. Con ese pensamiento en la cabeza, salió del bar y tomó un taxi. No estaba en condiciones de manejar y él era un francés responsable con su ciudad.

***

-Oye ¿No te vas a comer eso?- preguntó América, señalando la enorme hamburguesa que Inglaterra no se había atrevido a tocar. El inglés apenas y si había comido un par de papas fritas en todo el tiempo que llevaban ahí. El ojiverde negó con un gesto de la cabeza y el americano entendió eso como luz verde para poder comérsela.

La extraña sensación de miedo le impedía llevarse algo a la boca. Completamente resignado a no comer nada, miró a su alrededor con algo de inquietud. En el lugar había otras personas que comían tranquilamente, pero hubo cierto grupo de personas que llamó su atención: era una familia chiquita de tres personas, donde un niño de no más de 10 años reía feliz ante sus padres.   Inglaterra parpadeó varias veces mientras centró su atención en el chiquillo: se parecía mucho a Francis cuando aún era un niño. Y al verlo, un recuerdo abordó su mente de repente.

*

-¡Angleterre! ¡Francia Onii-chan ha venido a visitarte!-

Eso había sido durante la edad media, donde Francia era más grande que él. Nunca había sabido por qué el wine bastard había crecido tan rápido, si era tan débil. Por lo regular, siempre se habían visto en las praderas… y esa vez no había sido la excepción. Francia lo había visto desde lejos y fue hacía donde estaba. Pero, justo como la vez donde su cabello había crecido tan alborotado y se veía mal, no quería verlo. Aunque la situación no pudo haber sido más distinta. No quería que lo viera por los moretones que tenía en el cuerpo. Sus hermanos habían encontrado bastante divertido el hecho de aventarle rocas para practicar su puntería… y vaya que si habían acertado varias veces los muy malditos.

-¡No me veas, idiota!-

Trato inútilmente de cubrir su cuerpo con la capa verde que siempre llevaba consigo, pero Francia pudo ver las marcas antes de que quedaran cubiertas. Su mirada, que momentos había sido radiante y feliz, se tornó un poco sombría. Por el comportamiento del otro, pudo deducir qué es lo que había pasado.

-Tus hermanos te golpearon de nuevo ¿no?-

-¡No es algo de tu incumbencia, idiota!- chilló el otro, dándole la espalda- ¿Qué quieres? ¿A qué vienes?-

-¡No eres nada lindo, Angleterre!- respondió el otro, haciendo puchero- ¡Yo quería verte y tú estás tan gruñón como siempre! ¡Deberías estar feliz de que Francia Onii-chan quiera compartir un poco de amor contigo!- agregó, yendo hacía él para abrazarlo.

-¡Aléjate de mi, pervertido!- gritó el otro,  pero el caer en las garras de Francis fue inevitable. El chico lo tiró al piso con una facilidad bastante impresionante, gracias a la diferencia de tamaños, y colocándose encima de él para cortar cualquier ruta de escape, le quitó la capa de encima.

-No deberías dejar que tus hermanos te hagan esto- habló, señalando la piel lastimada. Con una ternura bastante inverosímil para venir de su parte, besó un moretón que el chico tenía en un hombro.

Inglaterra, además de sentirse aterrado, no pudo evitar sentirse agradecido ante el gesto (cosa que lo asustó aún más en ese momento). Si bien Francia se la pasaba molestándolo casi todo el tiempo, había pequeños momentos donde parecía preocuparse por él.

*

-¡Oi, Inglaterra!-

De nuevo, la voz molesta de América lo sacó de sus pensamientos y notó que el idiota estaba demasiado cerca de su cara.

-¿Q-Qué quieres?- exclamó el inglés, alejándose de el americano.

-¿Te sientes bien?- preguntó el otro, mirándolo raro-. Te has comportado un poco… extraño-

-Estoy bien, idiota-respondió, mirando hacía otro lado para evitar verlo a la cara.

El americano no quedó nada convencido con la respuesta: sabía que Arthur estaba mintiendo por que era demasiado malo actuando como si no pasara nada. Suspiró cansadamente, esperando que todo terminara pronto.

-Bueno, es hora de irnos, Iggy-

Alfred tomó a Arthur de la mano y comenzaron a caminar hacia donde estaba la puerta donde salía el autobús que iba hacía Milán.   Inglaterra, caminando por pura inercia de ser jalado, se sobresaltó levemente y bajó la mirada.

-N-No creo que esté bien, América…-balbuceó, sintiendo como el remordimiento comenzaba a carcomerle el pecho, deteniéndose por completo.

-¿Qué dices, Inglaterra?-

El ojiverde se mordió el labio y haciendo uso de toda su voluntad, levantó la cara para ver directamente a Alfred a los ojos.

-No me voy a ir, América- habló, usando un tono tan determinante que ni siquiera él supo de dónde salió tanta decisión. América se quedó boquiabierto, incapaz de creer lo que escuchaba.

-¿Te vas a quedar aquí, con Francis?- preguntó enojado- ¡¿Qué no se supone que lo odias?!-

-¡Eso no tiene nada que ver, tonto!-

-¡¿Entonces por qué diablos te vas a quedar junto a alguien a quien no soportas?!- volvió a preguntar, alzando tanto la voz que varias personas voltearon a verlos. Inglaterra se sonrojó por la vergüenza de estar protagonizando una escenita de ese tipo.

-Baja la voz, América…-masculló, empezando a enojarse también.

-¡Es que no te entiendo!- siguió, ignorándolo por completo- ¡¿Por qué quieres estar con él, si te ha hecho tantas cosas?!-

Inglaterra se puso tan rojo, que sintió como la cara le ardía por la vergüenza. Lo que había dicho América había sido un golpe bastante bajo, pero sabía muy bien como regresárselo.

-¡Esa pregunta también podría aplicarse contigo, idiota!- gruñó, dando media vuelta y yéndose de ahí, sin preocuparse en voltear hacía atrás ni una sola vez. Alfred se quedó parado a la mitad de lugar, escuchando los murmullos de las personas que habían comenzando a susurrar sus opiniones acerca de lo que había pasado.

***

Cuando Francis llegó al Palacio de Versalles, comenzó a tener una sensación de que algo no estaba bien. Tal vez era por que todo el lugar estaba demasiado silencioso, para su gusto, pero sabía que algo que no cuadraba ahí.

-¿Angleterre?-

Al no encontrar respuesta, comenzó a buscarlo. El lugar estaba tan callado, que sus pasos tenían un eco casi fantasmal. Entró en varios salones, subió varios pisos y escudriñó hasta la más recóndita esquina… pero no estaba.

Inglaterra no estaba.

Con una terrible sensación de pánico, sacó su celular mientras se dirigía de nuevo hacía el vestíbulo casi corriendo. Al prenderlo, varias notificaciones invadieron la pantalla de éste, confirmaron sus terribles sospechas. Cuando seleccionó la opción de escuchar mensajes de voz, sintió que algo se hacía pedacitos dentro de su cuerpo. En un rápido y nervioso francés, alguien le explicaba que “Arthur Kirkland” y un “Alfred F. Jones” habían comprado boletos de autobús con destino a Milán, Italia.

En ese momento, Francis no supo que le dolió más: el hecho de que Arthur hubiera huido de su lado tan rápidamente (sabía que escaparía en algún momento) o el que se hubiera escapado junto con Alfred.

Suspiró con tristeza y se dejó caer enfrente de la puerta de entrada. La tristeza que sentía comenzó a ser reprimida por la furia que comenzaba a nacer dentro de su ser.

-No lo permitiré- masculló, poniéndose de pie y saliendo del palacio, dispuesto a despertar a todo el Estado Mayor Presidencial y evitar la salida de los dos “fugitivos”  del territorio francés.

Pero no fue necesario.

Justo cuando abrió la puerta, Inglaterra estaba ahí, parado en la entrada. Ambos se miraron en silencio durante varios segundos, sin saber qué decir, hasta que Arthur, con su característico tono de amargado, habló:

-¿Y qué tanto me ves, sapo?-

Francis jamás pudo haberse sentido tan aliviado, y feliz al mismo tiempo, de escuchar como Inglaterra lo había insultado.

Fin del capitulo.

¡Oh sí, Al fin termine con esto!

Literalmente estaba contra reloj. Si no actualizaba pronto ¡Lo hubiera hecho hasta el próximo año!

Ya sé que me tarde mucho en subir un capitulo nuevo, ¡Pero estaba ocupada con la escuela! Además, toda mi atención la acaparaba mi otro fic “Britania Angel” que es una ternurita (al menos para mi, lol)

¡Felices fiestas a todos!  Espero que se la pasen bien en estas fechas, aunque haga frío.

¡¡AAAAAHH!! ¡NO! Un momento XD!! Quiero aclarar algo: Los XV años que describí el capitulo pasado no fueron los míos. Yo hubiera amado tener un vals, con chambelanes y una coreografía decente, pero lo único que obtuve fue un vals “familiar” (léase, sólo baile con tíos o primos, muchos de los cuales ni siquiera les hablo) donde todo el tiempo me la pase viendo EL PISO por que no quería que me pisaran. Aquí esta la famosa canción, para aquellos que no sepan cual es. En México es bien popular entre las quinceañeras (?) y la baile sólo por que mi papà quería que lo hiciera lol.



Oh sí, espero que les haya gustado <3! Y recuerden que los comentarios son amor ;D

hetalia, fan fic

Previous post Next post
Up