marriot_chan Personajes/Parejas: Alfred F. JonesxÁngel Britania, aka AméricaxInglaterra
Advertencias: Universo Alterno, manoseo indirecto.
Resumen: Alfred se encuentra a un chico que necesita de su ayuda. Aunque le dice que un ángel, al principio se lo toma a broma, para pronto descubrir que el chico no está mitiendo. Ahora, él también tiene problemas.
Capitulo 1 Britania Angel
Alfred F. Jonesx Arthur Kirkland
6 de diciembre de 2009
Britania siguió llorando hasta que se quedó dormido en los brazos de Alfred, quien no pudo articular palabra alguna para tratar de consolarlo. ¿Qué demonios podría haberle dicho? Aún seguía sin creer en la magnitud de la situación en la que se había metido. Poco a poco y sin que se diera cuenta, se quedó dormido. Los dos, sentados sobre el piso y recargándose mutuamente en el cuerpo del otro, hicieron tal equilibrio que se mantuvieron en la misma posición hasta la mañana del otro día.
Lo que los hizo despertar a ambos fue el ruido de la alarma que el americano tenía en su celular: la marcha imperial de Star Wars, tema que siempre acompañaba a Darth Vader cuando entraba en escena. Alfred abrió los ojos poco a poco y, aunque estaba entumido y adolorido por mantenerse en la misma posición mucho tiempo, vio como Britania despertaba lentamente. El ojiverde volteó a verlo cuando notó que lo miraba a lo que, sintiéndose un poco incómodo, el ojiazul se apartó de su lado.
-Y-ya es de mañana- dijo, parándose de ahí y dejándolo en el piso.
Britania bostezó. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz que se colaba por las ventanas, se sorprendió por la decoración del lugar: las paredes tenían una enorme variedad de pósters de extraterrestres grises, con pinta de ser unos malditos y enormes ojos apareciendo en primer plano; que compartían el espacio con pósters de Batman, Superman y Spiderman.
El olor a café pronto invadió toda la casa. Alfred había puesto la cafetera y se embriaga con aspirar el dulce olor que emitía, Britania en cambio… no.
-¿Qué es eso?-preguntó -. Huele horrible.
-No es cierto. No huele horrible- masculló el otro desde la cocina-. ¡El olor del café, mi querido Britania, es el olor de la victoria!-
-Ugh…- se quejó el menor, poniéndose de pie y entrando a la cocina-. Siento nauseas de tan sólo olerlo…-
Jones lo miro con cara de pocos amigos.
-Te pido de la manera más atenta que no insultes al café estando yo presente, por favor- replicó enfadado y bastante serio. El otro ni siquiera se inmutó en lo que había dicho pues había fijado su atención en el café, viéndolo con una verdadera cara de asco y tapándose la nariz. Alfred lo miró a él.
Si no fuera por el pequeñísimo detalle de que tenía dos alas naciéndole en la espalda, Britania se veía prácticamente como un chico común. Cualquier otra persona, ante el hecho de tener un ángel enfrente, disponible (talvez) a responder cualquier tipo de pregunta de índole teológica, lo hubiera hecho: ¿Existe dios? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Existe el cielo y el infierno? Pero Alfred no. Sólo le comentó, bastante desilusionado y con lagrimitas en los ojos:
-Hubiera sido más interesante haberme encontrado a un ser de otra galaxia…-
Para su suerte, Britania no lo escuchó. Estaba más interesado en examinar el líquido que caía gota a gota en la cafetera que no le prestó atención a lo que dijo. Seguía con el torso descubierto (Sólo tenía el pantalón de la pijama) y Alfred no pudo evitar quedársele viendo. Estiró su mano, con toda la intención de tocar las plumas, cuando el otro chico se giró a verlo
-Tengo hambre…-
-Sí, sí- respondió el otro, disimulando el movimiento de la mano, prendiendo un pequeño radio que había ahí e inundando la cocina con música pop: One foot boy, una canción de Mika, sonaba muy alto y los contagiaba de un ritmo pegajoso.
Estaba a punto de hablar cuando alguien tocó la puerta. Completamente extrañado de tener visitas matutinas, fue a abrir. Britania se quedó parado donde estaba, mirando con curiosidad lo que hacía el otro rubio.
Era Vash Zwingli. Un suizo, dueño del edificio, que cobraba el alquiler cada inicio de mes, sin dar plazo alguno de retraso.
-Tenemos que hablar- habló secamente, sin saludar y por la expresión que tenía en la cara, estaba bastante enfadado.
-¿Qué paso?-
-Algún idiota, léase: tú, reventó el sistema eléctrico ayer…-
-¡¿Qué dices?!-chilló el otro, sorprendido- ¡¿YO?!-
-Si y tu chistecito me salió muy caro, yankee, me debes 1000 dólares-
-¡¿1000 DÓLARES?!- gritó, a punto de desfallecer- ¡ESTÁS BROMEANDO!-
-¡No estoy bromeando, Yankee!-respondió el otro, gritando más fuerte y enfrascándose en una pelea con éste a base de gritos y chillidos donde el ganador, al parecer, sería aquel que berreara más fuerte. No porque Vash fuera más bajito que Alfred se iba a dejar amedrentar.
Mientras Britania se tapaba los oídos con fuerza y miraba con el ceño fruncido el espectáculo barato que tenían montado, notó algo: detrás del chico gritón había otra persona más bajita que él, y estaba temblando. Caminó un par de pasos para verla mejor y vio que era una chica con un listón en el cabello. Una niña tan parecida al gritón que bien podrían ser hermanos gemelos. La niña notó su mirada y volteó a verlo. El contacto apenas duro unos segundos, pero fue suficiente para que la chiquilla se pusiera más colorada que un tomate.
-¡Deberías estar agradecido que te estoy cobrando a plazos y no todo de una vez!- chilló Vash, con unas venas sobresaliéndole del cuello a causa del esfuerzo. Alfred estaba rojo de ira
-¡Y te vas a ganar el cielo todo por eso!- exclamó con sarcasmo.
El suizo estaba a punto de contestarle de nuevo cuando sintió un pequeño jalón en su chaqueta.
-Hermano… por favor…-
Lily, su hermana menor, tenía cara de vergüenza y se veía incómoda. Miró a su alrededor y entendió por qué: los ocupantes vecinos del mismo piso miraban el espectáculo desde el filo de sus puertas, bastante molestos por todo el griterío.
-Quiero ese dinero, Jones… hoy- sentenció el chico, tratando de disimular que se había puesto nervioso. Tomó la mano de su hermana (que miró por última vez a Britania) y ambos se fueron de ahí. Alfred cerró dando un portazo y los vecinos, al ver que el pleito se había acabado, hicieron lo mismo.
Britania miró a Alfred sin saber qué hacer o qué decir. El americano se pasó de largo y se tiró en el piso, dando vueltas sobre éste mientras gritaba a todo pulmón, haciendo rabietas por más de diez minutos, hasta que se cansó. El otro chico se arrodilló a su lado.
-¿Estás bien?-
-No- contestó secamente- Tengo una deuda de mil dólares por que según Vash, ese roba-dinero, yo jodí el sistema eléctrico. COSA QUE NO ES CIERTO. Y ahora debo pagarle a plazos o de contado. ¡Y como no tengo el dinero, deberá ser a plazos y me robará aún más dinero!- agregó, exasperado.
-¿Si no hay electricidad como es que…?
-Por eso me esta saliendo caro el chistecito- contestó, interrumpiéndole y sujetándose la cabeza con desesperación- contrató a los malditos electricistas más caros que pudo encontrar, pero que le solucionaron el problema en un par de horas. Eso fue mientras yo estaba buscando las bombillas… ¡que se reventaron solas!-
Britania le palmeó la cabeza con cariño, como un gesto de buena fe. Alfred se le quedo viendo fijamente sin estar muy convencido de su gesto. Sus ojos dejaron atrás los ojos verdes del otro para ver las alas.
-¿Puedo tocarlas…?-preguntó lentamente. Britania ensanchó sus ojos a causa de la sorpresa y asintió torpemente, girándose para que el otro pudiera hacerlo.
Alfred cambió de posición y se sentó en el piso. Con cuidado y casi con un toque ternura, tocó con las yemas de los dedos el nacimiento de las alas en la espalda, logrando hacer que el ojiverde se estremeciera con el contacto. Después, con ambas manos, acarició las plumas. Se sentían tan suaves y livianas que parecían hechas de seda.
-Es increíble…- susurró maravillado, frotando las yemas de sus dedos con unas plumas y dándoles un pequeño tironcito, disfrutando de la apacible sensación que le transmitían. Era como si estuviera flotando dentro de una burbuja de colores donde todo estaba bien…hasta que Britania soltó un leve gemido que lo hizo regresar de golpe a la realidad.
-¿Q-Qué pasa?- balbuceó aterrado, pensando que había lastimado al chico con lo que había hecho, pero Britania sólo negó frenéticamente con la cabeza.
-¡N-no pasa nada!- contestó, sin voltearlo a ver y hundiendo la cabeza entre los hombros, como si estuviera avergonzado. El ojiazul, nada convencido con la respuesta, gateó en el piso y lo rodeó hasta tenerlo de frente.
Britania no tenía pinta alguna de haber sentido dolor, como el creía. Las mejillas estaban sonrojadas, su respiración estaba agitada, los ojos rebosados de lágrimas y temblaba ligeramente. Alfred podría ser un imbécil todo el tiempo, pero comprendió a la perfección que tipo de sensaciones había tenido el chico al haberle acariciado las plumas. Lo peor del caso es que él también se había emocionado…un poquito.
-¡Ewwwwwww!-exclamó, mirando automáticamente hacía abajo, esperando ver un bulto (que encontró) en los pantalones del otro y poniéndose rojo como tomate -¡Se supone que tú no deberías tener algo entre las piernas!- chilló. No era un experto en religión ni nada por el estilo, pero ¿Qué no se suponía que los ángeles eran seres asexuados?
Britania negó frenéticamente, poniéndose más rojo aún.
-N-nunca…alguien…había tocado mis alas- susurró, cerrando los ojos con fuerza y sintiendo que se moría de la pena-. L-Lo siento.
Alfred abrió la boca, incrédulo. Había sido él quien había acariciado sus alas y ahora se sentía un vulgar pervertido.
-Ve al baño- indicó, cerrando los ojos para evitar verlo. No recordaba algún momento, en toda su vida, donde se hubiera sentido tan mal como lo hacía en ese momento. Quería que el piso del departamento se abriera y el cayera hasta el primer piso y así morirse con todos los huesos rotos y todos los órganos internos reventados por el golpe. Prefería morir así y no de vergüenza, como lo hacía en ese instante.
-¿Y q-qué se supone que debo hacer?-
-¡Usa tu imaginación!- gruñó el otro, dándole un empujoncito.
Britania obedeció, sin estar muy seguro de qué se suponía tenía que hacer en el baño. Lo único que hizo fue quedarse parado como idiota, tranquilizándose poco a poco, dejando que la fuerte (y desconocida para él) excitación del momento se desvaneciera y abandonara su cuerpo. Mientras, Alfred se daba de topes contra el piso. De verdad, hasta él mismo se sorprendía de la magnitud que llegaba a tener su estupidez.
*****
Cuando Britania salió del baño, unos quince minutos después del “incidente”, Alfred, tratando de hacer que no había pasado nada, lo estaba esperando con un cambio de ropa nuevo. Al fin de cuentas, le había dicho, no podía estar en pijama todo el tiempo. El ángel fue a cambiarse a la recámara.
El cambio de ropa consistía en unos jeans de un color azul oscuro y una playera del mismo color. Los pantalones le quedaban flojos (a pesar de ser unos que ya no le entraban a Alfred ni en sueños) y tuvo que ajustarlos con un cinturón. La playera tenía unos agujeros en la espalda bastante considerables, así que ya no tuvo problemas con las alas. Cuando estaba terminándose de amarrar las agujetas de los tennis, también propiedad de Alfred, éste le lanzó una chamarra en la cabeza.
-Úsala- avisó- saldremos a conseguir esos malditos focos y un desayuno decente.
*****
La casa de Alfred se ubicaba en el distrito de Brooklyn, un lugar bastante “tranquilo” a comparación de los demás distritos de la ciudad de New York, donde las actividades nunca terminaban.
Ambos salieron a la calle a conseguir los focos nuevos para no volver a pasar una noche a oscuras. En la primera esquina, tomaron un autobús del transporte público. Gracias a dios, pensó el americano al ver, por la ventana, como algunos locales estaban abriendo: las actividades parecían regresar poco a poco a la normalidad. Sino hubiera sido por el contratiempo de haberse encontrado a un ángel en un callejón tétrico (y el hecho de que se le hubieran reventado todos los focos de su casa) hubiera ido a celebrar el año nuevo al Times Squire como cualquier neoyorquino hacía en esa fecha. Britania, que estaba sentado a su lado, veía todo con curiosidad. Gracias a la enorme chamarra que llevaba puesta, las alas quedaban escondidas y así no pasaba frío alguno.
Pasaron unos quince minutos en el autobús hasta que se bajaron en una zona mucho más comercial que donde estaba la casa de Alfred. La calle estaba llena de locales diferentes: tintorerías, farmacias, cafeterías, tiendas de electrónicos y hasta un pequeño mercado. El lugar estaba bastante abarrotado de gente, así que el ojiverde se sujeto de la sudadera del otro.
-¿A dónde vamos, Alfred?-le preguntó, mirando a ambos lados de la calle.
-Por aquí- contestó, tomándolo de la mano y empezando a caminar. Britania podía perderse si no lo cuidaba bien. Aunque New York era una ciudad maravillosa, también podía ser un poco peligrosa para alguien que nunca había andado en ella. Además, se sentía como si estuviera cuidando a un niño pequeño.
Caminaron unas dos cuadras, entre empujones y un viento helado que calaba hasta los huesos, por más abrigados que fueran. Britania tenía la nariz roja, los ojos llorosos por el frío y ya no quería seguir a la intemperie. Estaba a punto de quejarse con Alfred, cuando éste, que caminaba unos pasos delante, volteó a verlo con una sonrisita.
-Hemos llegado-
Entraron en un local que pasaba bastante desapercibido. Era una cafetería, donde a diferencia del cruel exterior, hacía un calor bastante agradable. La decoración del lugar era encantadora: con sillas y mesas de madera, cuyos manteles eran de color rojo y blanco. En la pared, justo detrás de donde estaba la caja, había una enorme bandera canadiense. Si bien no era un local muy grande, era un lugar bastante acogedor. El sólo entrar inspiraba una agradable sensación de bienestar.
Se quedaron parados en la entrada, como si estuvieran esperando algo.
Y ese algo no tardó mucho.
-¡Alfred!-
Un chico de lentes, muy parecido a Alfred, se alejó de la mesa que estaba atendiendo y se acercó hasta donde estaban ellos. El aludido soltó una risita nerviosa.
-Hola Martín-
-Soy Matthew…- corrigió el otro-. ¡Es tan raro! ¡Casi nunca vienes aquí a visitarme!-agregó, bastante contento. Pronto sus ojos violetas prestaron atención al chico que acompañaba su hermano y éste recordó que no lo había presentado.
-Sí, sí, sí, como sea… Bueno, te presentó a Briiiiiii…. ¡Arthur!-
-¿Qué?- exclamaron confundidos tanto Matthew como Britania.
-¡Arthur!- siguió el chico, soltando una risita nerviosa-. Vino de visita y se quedará unos días conmigo- continuó. Su hermano sonrió y estiró su mano.
-Mucho gusto, yo soy Matthew Williams- se presentó. Arthur estrecho la mano del chico mientras se le quedaba viendo muy fijamente, después de ver a Alfred con cara de recelo.
-Has crecido mucho desde la última vez que te vi- comentó. El otro se le quedó viendo con cara de no que no entendía a que se refería.
-Arthur amaría unos hot cakes, Max- habló Alfred para tratar de zanjar la situación, sabiendo de antemano que su hermano le preguntaría de qué estaba hablando - Y yo también…-
-Soy Matthew…-le recriminó, antes de irse de ahí. Alfred y Britania se fueron a sentar en una mesa que quedaba cerca de la puerta. El ángel tuvo que sentarse casi al filo de la silla para no aplastar sus alas con el respaldo.
-¿Arthur?- preguntó enfadado el ojiverde- ¿Qué es eso de “Arthur”? Yo no me llamo así…-
-No te voy a llamar “Britania” delante de la gente- le contestó, usando el mismo tono quejoso -. Es muy raro…y suena como nombre de chica-.De ahora en adelante te llamaré… Arthur- habló, casi tomándose a lo ligera-. Sí, Arthur. Me gusta ese nombre…-
El ángel lo miró con recelo, casi negándose a creer lo que el otro le estaba diciendo.
-Pero aún necesitas un apellido- continuó Jones, sin tener la más mínima idea que ponerle…hasta que miró con atención el bote de la mermelada que había en la mesa, junto a un bote de miel de Maple-. Kirkland- habló, leyendo la etiqueta del bote-. Tu nombre completo de ahora en adelante es Arthur Kirkland- finalizó, esbozando una ligera sonrisa.
El ángel casi se fue de espaldas ante eso. -Dios mío- pensó-. Me he encontrado con el hombre más imbécil del universo.
-Bueno, esta haciendo mucho calor-habló, tratando de dejar el asunto estúpido de “Arthur Kirkland” a un lado, del que después se ocuparía-. ¿Puedo quitarme la chamarra? Me estoy ahogando-
-Sí, claro-
El ojiverde se quitó la chamarra y liberó sus alas. Si bien no eran enormes, mucha de la gente que estaba en la cafetería, que notó las alas, lo volteó a ver con curiosidad.
10 minutos después, Mathew regresó con una bandeja, en donde había dos platos con una enorme montaña de hot cakes bañados en miel y con un pedazo de mantequilla en la cima; también llevaba una taza de café y dos taza de té. Le sirvió un plato a cada uno. La taza de café se la dejo a su hermano, una taza de té era para Britania y la otra para él, que se sentó junto con ellos.
-Es de limón- le aviso al ojiverde, sonriendo calidamente- No me dijiste qué querías de tomar, así que te traje un poco de té… a ustedes les gusta mucho ¿No?
El ángel volteó a verlo, sin comprender por que había llegado a esa conclusión. Alfred no les prestó atención para nada: estaba más ocupado en llenarse la boca de comida.
-Eres inglés ¿No es así?-continuó el canadiense, sonando bastante nervioso. Al parecer, creía que había metido la pata- Es que tienes el acento…
Britania sacudió la cabeza rápidamente.
-Sí, sí, claro…-contestó- Gracias.
El otro sonrío, aliviado. Sin embargo, no pudo pasar por alto un detalle: el chico tenía dos alas en la espalda, que minutos antes no había visto, por que llevaba puesto la chamarra.
-¿Y eso?- le pregunto con curiosidad -¿Por qué tienes alas?-
-Eun Didrau- contestó Alfred, con la boca llena, interrumpiendo la conversación. Ninguno de los otros dos entendió lo que dijo y sólo lo miraron con lástima.
-Es un disfraz- habló Britania como si nunca hubieran sido interrumpidos, dándole un sorbo a su té y restándole importancia con un gesto de la mano.
Mathew hizo un gesto de sorpresa.
-Están bastante bien- contestó- Se ven muy realistas… ¿Las hiciste tú?-
-Sí, gracias- contestó el chico por cortesía. Aunque no lo demostraba, estaba nervioso. Sabía muy bien a dónde se dirigía esa conversación y no quería ser grosero con Mathew: no tenía ganas de repetir el “incidente” que había tenido antes con Alfred. Sin embargo, la suerte parecía no estar de su parte, por que Mathew le hizo la tan temible pregunta, en un tono realmente soñador, mientras estiraba la mano tímidamente:
-¿Puedo tocarlas?-
Britania cerró los ojos con fuerza, dispuesto a negar con la cabeza y disculparse, pero no fue necesario. Alfred se tragó a la fuerza el pedazo de hot cake que tenía en la boca y aparto la mano de Matthew, que no había aguantado la curiosidad y ya había tocado unas plumas con la yema de los dedos, de un brusco manotazo.
Tanto el ángel como Williams lo miraron con los ojos como platos. Jones tardó un par de segundos en comprender que lo que había hecho, había sido bastante grosero.
-Lo siento Malcom- se disculpó, tratando de zanjar la discusión- P-pero… esas alas son importantes ¡Está haciendo cosplay!-
-¡¿Qué?!- Por segunda vez, en menos de una hora, los otros dos rubios miraron a Alfred como si estuviera loco y gritaron lo mismo, completamente sincronizados. Pero al chico no le importó. De hecho, cuando terminó de decir su frase, una sonrisita idiota se formó en su cara casi instantáneamente.
-¡Pero como no lo pensé antes!- exclamó para sí, ensanchando aún más su sonrisa-. ¡Ponte la chamarra, Arthur, tenemos que ir a ver a alguien!-
-¿Qué? ¿Ya se van?-preguntó su hermano horrorizado mientras el ojiverde, que tampoco comprendía a qué se refería, obedecía lo que había dicho- ¡Pero Arthur ni siquiera ha probado sus hot cakes!-
-¡Será para la próxima, Marshall!- contestó Alfred, abriendo la puerta y tomando de la mano a Britania, que no tuvo tiempo de despedirse por que el otro le dio un empujoncito para salir primero- ¡Gracias por todo!-
-¡SOY MATTHEEEEW!- gritó Williams a todo pulmón, pero Jones no lo escuchó, por que justo en ese momento, cerró la puerta después de salir.
Fin del capitulo.
¡Ah, este episodio me causo varios dolores de cabeza! Espero que les haya gustado XD! Le tuve que cortar un pedazo que anexaré al inicio del otro capitulo ¿La razón? Ya estaba quedando muy largo y para algunas personas, los episodios largos son tediosos. Así que mejor lo deje hasta ahí. Dios ¿En qué trabajara Britania? XD
¡One foot boy es una canción que me encanta! Jo, jo, jo, como me encanta promocionar a Mika cada vez puedo XD
Por cierto, la marca Kirkland si existe, aunque no es de mermeladas, sino de nueces de india. Lo descubrí mientras estaba en la casa de una tía y vi que había un bote que decía “Kirkland” en su cocina LOL.