Inglaterra, en venta

Sep 02, 2009 10:37



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Inglaterra, en venta

AlfredxArthur

FrancisxArthur

2 de Septiembre de 2009

Por alguna extraña razón, el tiempo parece detenerse cuando se esta metido en un lío terrible. Es como una extraña jugarreta del destino, donde los malos momentos parecen pasar tan lento que se quedan muy grabados en la memoria y a veces hay tal distorsión, que las cosas se ven peor de lo que de verdad son.

La subasta de Arthur originalmente tenía duración de 1 semana, pero ante los interminables  reclamos y chillidos  del principal afectado, el tiempo se modificó a sólo tres días. Había pasado ya un día desde que se había publicado el anuncio de subasta y aún no había alguna oferta nueva.

Como burla de las circunstancias, el clima era bastante agradable y no había rastro alguno del habitual nublado. Era media tarde e Inglaterra estaba tomando té, en los jardines del palacio con la Reina, quien no encontraba las palabras correctas para disculparse por lo que había hecho. Tal vez había cometido un terrible error en no decirle nada a Arthur, pero tampoco se podía haber quedado con los brazos cruzados ante lo delicado de la situación por la que pasaban. Arthur, si bien ya no gritaba y vociferaba groserías a todo pulmón, seguía comportándose fríamente. Cada vez que su mirada y la de la mujer se encontraban, le lanzaba una mirada de odio profundo, logrando que la situación se volviera realmente insoportable.

-Si ya no me tienes respeto como Reina, Arthur, al menos deberías tenérmelo como persona de la tercera edad que soy…, puedo caer muerta en cualquier momento-

-Pues te estas tardando ¿No crees?- le contestó el otro mordazmente- Van a pasar 3 generaciones antes de que pueda perdonarte, Isabel-

La mujer suspiró tristemente, mientras el celular de Arthur sonó. Inglaterra tenía tanto odio hacía ese pequeño aparatito que se lo iba a estrellar en la frente al pobre diablo que se fuera a convertir en su nuevo dueño. Era un mensaje.

De: eBay.com

Esta es una respuesta automática, informándole de una nueva oferta a la subasta del producto: Arthur Kirkland, Inglaterra.

Precio inicial de la subasta: 100, 000,000  Euros.

Oferta: 150, 000, 000 Euros.

De: China

El usuario ha dejado el siguiente mensaje:

Japón ha convencido a Korea y ambos están pidiéndome que te compre, aru. Como es un verdadero martirio estar aguantando los chillidos y súplicas de los dos, lo tengo que hacer, aru. Te advierto de una buena vez que te convertirás en niñera de Korea, aru.

Arthur bufó con indignación.

-De gran imperio a niñera de naciones hiper-activas-habló mordazmente. La Reina empezó a perder la paciencia ante esa actitud. Estaba a punto de darle una reprimenda de que si bien él podía ser Inglaterra, ella era la Reina y tenía que tenerle respeto. Pero algo los interrumpió. Un muchacho de cabello rubio ondulado a los hombros hizo acto de presencia.

-¡FRANCIS! ¡¿Qué haces aquí?!-preguntó Arthur, dando un salto- ¡Cualquier persona tiene el prohibido el paso a los jardines!-

-Oh bueno, yo no soy exactamente una persona, mon cheri, además no tuve que hacer más que brincarme la barda-respondió Francia, sonriendo. Hizo una reverencia y tomó la mano de la Reina, llenándole el dorso de besos- Buenas tardes,  su majestad-

La Reina Isabel respondió con una sonrisa de cortesía.

-Buenas tardes…-

-Francis, haz el favor de largarte de aquí-inquirió el otro chico, frunciendo el ceño-. Pensé que te había dejado bastante clara mi actitud por el teléfono-

-Oh sí, me quedo muy clara mon cheri - respondió el otro sonriendo-.Por eso espere a que se te bajaran un poco los humos de diva que tienes. Además no me puedes negar la estadía en Inglaterra, ya que eso crearía un terrible malentendido diplomático. Y nadie quiere que eso suceda ¿verdad?-

Arthur estuvo a punto de contestarle que le valía un reverendo pepino romper relaciones diplomáticas con Francia, pero la Reina (adivinando la posible respuesta) se le adelantó.

-Claro que no, ¿De que serviría?- agregó sonriendo, un poco forzadamente-. Bueno, tengo que hacerme cargo de unos asuntos, así que los dejo solos para no importunarlos-

Arthur se puso de pie y Francis se despidió de la mujer del mismo modo que la saludó: haciendo una reverencia y besándole la mano. Isabel II no tenía ningún asunto pendiente, pero estar en medio de esos dos, y soportarlos, era peor que tragar veneno para ratas, así que la mejor opción siempre era huir. El francés se sentó en el lugar que antes ocupaba la Reina, se acomodó en la silla y suspiró alegremente mientras miraba fijamente a Arthur.

-Vienes a regocijarte de las desgracias ajenas, ¿no?- exclamó el Inglés, cargando todo el odio posible en cada palabra pronunciada.

-No qué va-respondió el otro, con una sonrisa bonachona en el rostro-. No soy tan cruel. Sólo de las tuyas, Arthur. Siempre ha sido así entre nosotros dos, lo sabes muy bien.

Inglaterra esbozó una sonrisa siniestra, que indudablemente significaba peligro.

-Por supuesto…-

-¿Haz tenido noticias de Alfred?-preguntó Francis, como quien no quiere con la cosa, aunque sabiendo de antemano la reacción de Arthur, quien exageradamente escupió todo el té que acababa de sorber… en su cara.

Inglaterra hizo como que tosía, aunque fingía muy mal, pues se le escapaba una risita entre cada tosido. Francia hizo uso de toda su paciencia para aguantar y no ponerse a pelear, pues de antemano sabía que Arthur quería tener una excusa para echarlo a patadas de ahí. Con las manos temblándole por la rabia, sacó su pañuelo y se limpió el rostro, dirigiéndole una mirada de aborrecimiento profundo al inglés.

-Disculpa, Francis, no fue mi intención- habló el ojiverde, con sorna.

-Sí, claro, Arthur-respondió el otro, con sarcasmo-.Tienes una bonita manera de mostrar el pánico que te recorre por dentro-

-Oh, nada eso. Siempre ha sido así entre nosotros dos, lo sabes muy bien- exclamó Kirkland con una sonrisita, devolviéndole las palabras al francés. El burlarse de Francis era sin duda algo que siempre lo animaría, aún ante las peores circunstancias.

Y en contraataque, Francis se puso a enumerar todas las cosas que le haría cuando él se convirtiera en su amo, pero era algo que ya no le importaba. El haberle escupido en la cara era algo que no tenía precio.

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Mientras tanto, no muy lejos de ahí, Alfred se encontraba haciendo el coraje de su vida en el aeropuerto Heathrow.

-Es que no sé cual sea su problema, señorita, quiero un taxi que me lleve al Palacio Beckham-pidió por quinta vez, un poco desesperado. Estaba hablando con la gerente que manejaba el sitio de taxis del aeropuerto, ya que las últimas dos personas que lo había atendido, había desistido por completo en su intento de hacerle entender que no existía tal lugar.

-Pero señor…-repitió la chica por enésima vez, al punto del llanto por la exasperación.

-B-e-c-k-h-a-m-deletreó pausadamente, como si la gerente tuviera algún tipo de retraso mental-. ¡Palacio Beckham!-

-Ya es suficiente, yankke - explotó la mujer de pronto, bastante ofendida-. Si ésta es una broma, es de muy mal gusto. Por favor váyase- finalizó, señalándole la puerta de salida del aeropuerto.

Alfred soltó un bufido y se fue de ahí echando humos. Tony  estaba metros más allá, llamando demasiado la atención de las personas, quienes se detenían unos momentos a curiosear su aspecto más de cerca.

-¡Tony, deja de lucirte  y ven a ayudarme!-suplicó América, un poco enojado, cargando un par de maletas.

El Alien, que se suponía había estado cuidando las maletas, daba saltitos y hacía como que atrapaba cosas en el aire, para después llevarse la mano a la boca, cosa que lo tenía bastante entretenido y divertido.

Ambos salieron del abarrotado lugar y tomaron el primer taxi que vieron. Un señor con poblado bigote y que parecía tener un humor de los demonios, iba conduciendo.

-¿A dónde los llevo?-

-Al Palacio Beckham, por favor…-respondió Alfred, jadeando un poco por el esfuerzo de sentarse y pasar las dos maletas al otro extremo del asiento. Tony se sentó a su lado. Sin embargo ambos casi se rompen la cara al golpearse con el asiento de enfrente, pues el taxista frenó bruscamente.

-¡¿Qué dijo?!- exclamó el conductor - ¡¿Me está tomando el pelo?!-

-¡Por supuesto que no!-respondió Alfred, ofendido. Pero la verdad su apariencia no parecía la de un chico serio. Llevaba una playera, con la bandera de Estados Unidos de fondo, que decía “I’m the american dream”, con una chaqueta de aviador y tenía por acompañante a un tipo “disfrazado” de extraterrestre.- No sé si sea mi acento o qué, pero sólo me han tratado como idiota desde que llegué aquí- continuó adolorido, exasperando más al pobre taxista- Lo que todos ustedes, británicos, están haciendo ¡se llama discriminación!-

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Bien entrada la noche, durante la hora de la cena, los platos volaban de extremo a extremo del salón comedor, en el Palacio de Buckingham. Una batalla a muerte  había iniciado cuando Francis había hecho un comentario desdeñoso por la comida preparada por Arthur, quien había cocinado sólo por que la Reina Isabel II se lo había pedido.

-¡SI NO TE GUSTA, NO TE LO COMAS!-gritaba Arthur, enojadísimo, arrojándole un roast beef a Francis, quien logró esquivar el proyectil por un pelito.

-¡NO ES MI CULPA QUE TU COMIDA SEA TERRIBLEMENTE MALA!-vociferó el otro, tomando el Yorkshire pudding de su plato y aventándoselo a Arthur, teniendo tal puntería que le pegó de lleno en la cara.

Con  lágrimas en los ojos, por el dolor, el inglés soltó un grito de furia y se abalanzó sobre el francés, con la firme intención de ahorcarlo.

La Reina se encontraba cubierta de puré de papa y se escondía debajo de la mesa, para evitar estar en la línea de fuego. Le suplicaba a todas las deidades posibles para que llegara alguien a rescatarla…lo que no sabía es que, en ese preciso momento, había un héroe en la puerta del Buckingham.

¡Estás…en…Inglaterra…así…que…no…vuelvas…a…insultar…la…comida…inglesa!-mascullaba entrecortadamente Arthur, por el esfuerzo de apretarle el cuello a Francis (que también lo estaba estrangulando a él) con todas sus fuerzas.

Sin embargo, una vocecita tímida interrumpió el estrangulamiento mutuo:

-S…Sir Arthur Kirkland…-Una muchacha de ojos y cabello castaño, con uniforme de sirvienta y con una cara que decía claramente “Tengo miedo de estar aquí” se encontraba en la puerta-. Un joven con acento americano esta en  la entrada del palacio y dice que lo conoce…quiere hablar con usted- finalizó, muerta de la pena y yéndose de ahí.

-¡ESE IDIOTA!-

Arthur inmediatamente soltó a Francis y salió corriendo de ahí. El francés se frotó el cuello adolorido mientras la Reina salía por debajo de la mesa.

-Creo que ustedes dos tienen muchas asperezas por limar, joven Francis- exclamó la mujer, mientras se quitaba un poco de puré de papa de la cara.

Mientras tanto, en la entrada del palacio, Alfred se encontraba bajo una escrupulosa revisión por parte de dos guardias ingleses, que buscaban alguna arma u objeto prohibido que obviamente no encontraron. Arthur llegó patinando al lugar. Con la respiración entrecortada, les pidió a los guardias que los dejaran solos y estos obedecieron inmediatamente.

-Te…dije…que…no…vinieras-jadeó, con un terrible dolor en el costado, a causa del esfuerzo por correr desde el comedor hasta la reja de la entrada. Ni siquiera se molestó en saludarlo.

-Bueno, yo te dije que mi jefe me pidió que viniera a verte, Iggy- respondió Alfred  con una sonrisita- Soy el héroe que viene a tu rescate.

Arthur soltó un gruñido y se le quedo viendo. Alfred tenía el pelo rubio bastante enmarañado y lleno con hojitas de árbol, además de tener algunos rasguños en la cara. Sin preocuparse mucho del por qué, sabía que faltaba alguien más.

-Seguramente trajiste al fenómeno ese ¿verdad? ¿Dónde está?-

-¿Tony? Él esta por allá-respondió, señalando un extremo de la reja, donde el Alien hacía lo mismo que estaba haciendo cuando estaba en el aeropuerto-.Lleva haciendo eso desde que llegamos aquí-agregó como quien no quiere la cosa.

Un instante después, pasaron tantas cosas que terminaron tan rápido como iniciaron.

Arthur soltó un grito de terror, mientras empujaba a Alfred con tanta fuerza que éste cayó al piso sin siquiera saber qué pasaba. Segundos después, Arthur se abalanzó sobre el extraterrestre, dándole un golpe tan fuerte en el pecho que literalmente lo mandó a volar.

El americano se puso de pie inmediatamente y corrió hacía donde estaba el inglés. Estaba a punto de soltarle un puñetazo en la cara por atreverse haber golpeado a Tony cuando se paro en seco. Arthur tenía lágrimas en los ojos y veía con horror un punto en el piso donde no había nada.

O al menos él no veía nada. Si hubiera tenido la capacidad de ver a los seres mágicos, tal como Arthur la tenía, se hubiera topado con un escenario realmente espantoso: lo que Tony había hecho todo ese tiempo había sido descabezar hadas. Les arrancaba la cabeza a mordidas y aventaba los diminutos cuerpos al piso, el cual quedaba bañado con una mezcla de polvos dorados y sangre mágica.

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Muy bien, el final me ha quedado muchísimo más dramático de como originalmente estaba planeado. De hecho ya estoy sintiendo las miradas atónitas de ustedes, mis queridas lectoras. ¡Lo siento!  Tony me da miedo, pero juro que esa (inventada por mi, advierto) capacidad de ver hadas y matarlas es su (no-admitido) pasatiempo. Enserio.

¡No me maten, por favor! Sé que el final de este capitulo (el cual ha sido el más extenso) me quedo bastante desagradable, pero va a influir en el próximo capitulo, donde me comprometo a hacer notar el yaoi que se supone tiene este fanfic. Además culpo de antemano al solvente y a la sosa cáustica que use para limpiar la pintura de una mesa. Me hicieron darme un súper viaje, del cual parece aún no he regresado.

Y eso de que es fácil colarse al Palacio Buckingham no es invento mío. Desgraciadamente ha habido fallas garrafales en la seguridad algunas veces. Talvez si hago el esfuerzo cuando vaya a Londres, puedo llegar a ver a Arthur tomando el té tranquilamente en los jardines.

*Se esconde*

hetalia, fan fic

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