Había invitado a Ilaria a mi casa para ver El exorcista. Soy su amiga Stefania y tengo dieciséis años.
Pero me parece que su objetivo no era ver la película, creo que quería follarme. Y de hecho me folló.
Durante la publicidad me besaba, y a los diez minutos ya me había metido la mano entre las piernas, apartando las bragas para tocarme el coño.
Cuando volvía a empezar la película le cogía la mano y se la ponía en su lugar.
Cuando llevábamos un cuarto de película Ilaria empezó a tocarse abiertamente.
A mí me daba igual, yo sólo quería ver El exorcista.
Notaba que su respiración se hacía entrecortada, después empezó a maullar como una perra en celo.
Me levanté del sofá para subir el volumen.
Ilaria me dijo que pusiera un vídeo porno con Ron Jeremy, que El exorcista podíamos verlo en cualquier otro momento.
Estaba empezando a cansarme.
Le pregunté a qué había venido si no quería ver la película, puesto que a mí sí que me interesaba.
Medico que me quería y yo me fui a mi habitación a coger los auriculares de rayos infrarrojos.
Enchufé el cable a la tele y no le hice más caso.
Pero la cerda no paraba de molestarme.
Se meneaba y hacia sacudir el sofá.
El mando a distancia, que estaba apoyado por ahí, se cayó al suelo.
No me hubiera dado cuenta de no haber sido porque se cambió el canal.
De repente me encontré mirando La ruleta de la fortuna.
Resoplé y volví a poner Rete 4.
Para que me dejara mirar la película en paz me quité las bragas y le dije a Ilaria que podía lamerme el coño, pero sin agitarse demasiado y sobre todo sin taparme la pantalla.
Se echó al suelo y metió la cabeza debajo de mi falda.
En un momento dado se fue el sonido.
Posiblemente se habían acabado las pilas de los auriculares.
Cuatro pilas mini de 1,5, no hacía ni dos semanas que las había cambiado.
-Ilaria -le dije-, para, que se me han acabado las pilas.
Emergió de entré mis piernas, me miró atontada:
-¿Qué pasa? -dijo, jadeando.
-Se me han acabado las pilas de los auriculares, no oigo nada.
Emergió de entré mis piernas, me miró atontada:
-¿Qué pasa? -dijo, jadeando.
-Se me han acabado las pilas de los auriculares, no oigo nada.
Emergió de entré mis piernas, me miró atontada:
-¿Qué pasa? -dijo, jadeando.
-Se me han acabado las pilas de los auriculares, no oigo nada.
Emergió de entré mis piernas, me miró atontada:
-¿Qué pasa? -dijo, jadeando.
-Se me han acabado las pilas de los auriculares, no oigo nada.
Emergió de entré mis piernas, me miró atontada:
-¿Qué pasa? -dijo, jadeando.
-Se me han acabado las pilas de los auriculares, no oigo nada.
Emergió de entré mis piernas, me miró atontada:
-¿Qué pasa? -dijo, jadeando.
-Se me han acabado las pilas de los auriculares, no oigo nada.
(Superwoobinda, 1998
Aldo Nove)
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