Está cansado, harto y desesperado. No encuentra otra forma posible de sentirse. Quizá, durante un instante eras atrás -no sabe medirse de otra manera; los humanos inventaron tantas maneras de seccionarlo que le parecen ridículas, ninguna más larga que un suspiro suyo-, se sintió feliz. Había iniciado un largo camino y, oh, qué felicidad y qué temor traía la nueva aventura. Pero ya no. El camino es infinito, con paisajes nuevos y ninguna bifurcación. Tampoco una parada. Está harto de caminar y desesperado porque no tiene elección. Solo camina y camina y cada paso que da se lleva consigo parte del camino, así que ni siquiera puede regresar. Y cómo le gustaría, volver cientos de eras atrás y negarse a andar. Hundirse en los mares de la estática y olvidarse de que es el tiempo. Porque el tiempo al ser el tiempo, tiene obligaciones y una de ellas es caminar y caminar. Está cansado. Pero no puede detenerse.
ni yo sé qué escribí Se pone los auriculares y llora.
Le da al botón del volumen; alto, alto, necesita ahogar la realidad, hacer que se difumine, que deje de existir. No quiere ser consciente de nada; ni del dolor que siente en su interior, ni de las lágrimas saladas que escapan de sus ojos y ruedan por sus mejillas para perderse entre los pliegues de su ropa.
El autobús se pone en marcha, alejándola metro a metro de lo que fue una parte importante de su vida; de ella, de su corazón, de su todo. La canción termina y empieza otra; leves notas de piano formando una composición no conocida por el mundo. Llora, más fuerte; el reproductor en aleatorio y tiene que sonar esa canción. Melodía dulce llena de recuerdos en cada compás; sin letra pero susurrando su nombre hasta el final.
Cierra los ojos, respira como puede con la nariz atascada por las lágrimas. Apoya la frente contra el cristal empañado por la humedad de la noche y se deja arrullar por el movimiento del autobús mientras su dedo se mueve para volver a poner la canción.
De repente, el aire a su alrededor estaba impregnado con ella. Un aroma extraño, que siempre lo atrapaba. Tenía toques de vainilla y canela, un poco de musk y salina de mar. Y cuando el viento empezaba a soplar, suave e imparable, podía percibir las notas de amor y desesperación. Nunca supo a quién pertenecían. Quería creer que a los dos,
Era imparables, nada les detenía. Con la adrenalina en las venas y una sonrisa de entendimiento en sus rostros, se miraban por un segundo y pisaban el acelerador. El motor rugía, los neumáticos derrapaban; sonidos a los que estaban adictos a su manera. La vibración del volante, el aire en la cara, el olor a combustible quemado; sensaciones de las que bebían en cada carrera. Al final del recorrido, el beso de la victoria; labios perfilados de rojo contra labios siempre a la espera.
Eran imparables, nada les detenía; dúo perfecto en el asfalto de la carretera.
Omg. Ni que me hubieras sentido las ganas que tengo de un street race
Desde sus pestañas hasta sus zapatos. Todo era magia. Movía las manos con elegancia e incitaba a que pruebes un bocado de misterio. Todo era un truco. La forma de actuar, el interés, sus palabras. Eras consciente; aun así, se sentía como lo mejor del mundo.
Estaba enredado, atrapado; fina telaraña de hebras de cristal rodeando su mente.
Era él; siempre, siempre él. Jugando con ella; niño caprichoso que no quería aceptar un no por respuesta.
No te quiero. No puede ser. No. Son palabras que repite hasta la saciedad; un intento de luchar contra su control, de escapar, salir de su tortuoso influjo.
Es difícil, no imposible. Sin embargo, una parte de él -pequeña, o quizás no tanto- quiere dejar de luchar. Dejarse llevar, convencer; es más fácil, más simple, tentador. Después de todo se está negando, engañando.
Te quiero. Si puede ser. Sí.
Pero no, dice de forma contundente al final.
que me olvido otra vez la frase <.<
Podía ver su reflejo en el espejo de agua; mero charco producido por la lluvia de primavera.
Lanzó una piedra sobre este, distorsionándolo. El sol había salido ya y de esa lluvia solo quedaban retazos en forma de gotas que como rocío caían de las briznas de hierba al suelo, ayudando a impregnar el aire de olor a tierra mojada. Aspiró profundamente y volvió a contemplar el reflejo en el agua que creaba círculos intentando calmarse. Veía su imagen deformada y le sonrío respirando la naturaleza. Tal vez sí, que era solo un charco, efímero, mucho más que lo que veía en él, pero no había podido evitar alterar un poco la calma del ambiente para ver como regresaba a su lugar poco a poco, para ver como pese a las dificultades todo regresaba a su curso habitual.
Su saco de sueños sin cumplir tenía un agujero por el cual luchaban por salir.
Había iniciado un largo camino y, oh, qué felicidad y qué temor traía la nueva aventura. Pero ya no. El camino es infinito, con paisajes nuevos y ninguna bifurcación. Tampoco una parada.
Está harto de caminar y desesperado porque no tiene elección. Solo camina y camina y cada paso que da se lleva consigo parte del camino, así que ni siquiera puede regresar. Y cómo le gustaría, volver cientos de eras atrás y negarse a andar. Hundirse en los mares de la estática y olvidarse de que es el tiempo. Porque el tiempo al ser el tiempo, tiene obligaciones y una de ellas es caminar y caminar.
Está cansado. Pero no puede detenerse.
ni yo sé qué escribí
Se pone los auriculares y llora.
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El autobús se pone en marcha, alejándola metro a metro de lo que fue una parte importante de su vida; de ella, de su corazón, de su todo. La canción termina y empieza otra; leves notas de piano formando una composición no conocida por el mundo. Llora, más fuerte; el reproductor en aleatorio y tiene que sonar esa canción. Melodía dulce llena de recuerdos en cada compás; sin letra pero susurrando su nombre hasta el final.
Cierra los ojos, respira como puede con la nariz atascada por las lágrimas. Apoya la frente contra el cristal empañado por la humedad de la noche y se deja arrullar por el movimiento del autobús mientras su dedo se mueve para volver a poner la canción.
La brisa traía su fragancia.
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Nunca supo a quién pertenecían. Quería creer que a los dos,
Eran imparables,
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Eran imparables, nada les detenía; dúo perfecto en el asfalto de la carretera.
Todo era un truco de magia.
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Desde sus pestañas hasta sus zapatos. Todo era magia. Movía las manos con elegancia e incitaba a que pruebes un bocado de misterio. Todo era un truco.
La forma de actuar, el interés, sus palabras.
Eras consciente; aun así, se sentía como lo mejor del mundo.
Estaba enredado
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Era él; siempre, siempre él. Jugando con ella; niño caprichoso que no quería aceptar un no por respuesta.
No te quiero. No puede ser. No. Son palabras que repite hasta la saciedad; un intento de luchar contra su control, de escapar, salir de su tortuoso influjo.
Es difícil, no imposible. Sin embargo, una parte de él -pequeña, o quizás no tanto- quiere dejar de luchar. Dejarse llevar, convencer; es más fácil, más simple, tentador. Después de todo se está negando, engañando.
Te quiero. Si puede ser. Sí.
Pero no, dice de forma contundente al final.
que me olvido otra vez la frase <.<
Podía ver su reflejo en el espejo de agua; mero charco producido por la lluvia de primavera.
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Aspiró profundamente y volvió a contemplar el reflejo en el agua que creaba círculos intentando calmarse. Veía su imagen deformada y le sonrío respirando la naturaleza.
Tal vez sí, que era solo un charco, efímero, mucho más que lo que veía en él, pero no había podido evitar alterar un poco la calma del ambiente para ver como regresaba a su lugar poco a poco, para ver como pese a las dificultades todo regresaba a su curso habitual.
Su saco de sueños sin cumplir tenía un agujero por el cual luchaban por salir.
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