(no subject)
Esto es para Nori, un regalo súper atrasadísimo de cumpleaños. ¡Gracias por tener tanta paciencia al esperarlo! D=
Título.- Wonderland
Autor.- Yopis
Pareja.- Según yo, Mukuro + Yamamoto.
Advertencias.- Probablemente, sea de lo más bizarro que hayan leído en sus vidas; me disculpo de antemano.
-º-
Caminas sin rumbo, sólo admirando el paisaje. Las ramas de los árboles bailando al ritmo que el viento les impone. No puedes distinguir las hojas, son sólo una mezcla de colores al óleo, libres luego de que alguien se robara las líneas que los delimitaran, haciendo una fiesta con el viento.
Pero no te parece extraño y sólo sonríes. Incluso cuando el pasto sobre el que caminas esté hecho de la misma consistencia, o que en realidad todo el lugar sea igual, y que puedas llegar a ver gotitas traviesas que se pegan en tus zapatos y salten de vuelta a su origen a cada paso que das. Es cómo estar dentro de un cuadro.
Excepto tú. Que aún tienes las líneas limitantes pero que puedes sentir en la punta de tus dedos cómo tratan de desprenderse para dejarte perder con los colores.
Pero algo te lo impide, aunque no estás seguro de qué.
El viento cambia y los tonos absorben más magenta y amarillo.
Otoño. Las hojas brincan de las ramas para hundirse en el pasto y difuminarse con el verde.
Es cuando vez algo más en el cuadro, alguien cómo tú que no ha sido asaltado por el ladrón de líneas. Un elegante gato negro que trota cerca de los arbustos.
Te mira y lo miras, esperando ambos por un momento sin moverse, antes que este empiece a correr; no dejándote opción más que hacer lo mismo, por un impulso compartido.
Y mientras corres detrás del gato te preguntas si es que no habías escuchado algo similar antes, para explicar esta extraña sensación de déjà vu en tu mente.
Lo recuerdas y ríes. Por supuesto, aquel común cuento de niños. Pero tú no eres una niña rubia, ni él un conejo blanco, si no lo contrario de todo, curiosamente. Así que supones no es lo mismo y no terminarás cayendo por un agujero negro.
Y quizás en algún momento te preguntes por qué le sigues. El paisaje no cambia pero el gato no aminora la mancha. Un gato monocromático. ¿Por qué? Sólo hay negro y rojo en él, tu sabías esto pero te das cuenta que no es sino hasta ahora que lo has recordado.
De pronto es invierno, y aunque puedas ver tu aliento en el aire, cómo un manchón de olea blanco que flota hacia el camino, no sientes frío. Ni cansancio, ahora que lo piensas. Y eso que has estado corriendo por lo que parecieron horas (aunque quizás sólo fueron unos segundos).
Te tropiezas y caes. La nieve dándote la bienvenida cual superficie de agua, envolviéndote en un blanco total, tratando de jalar tus colores fuera de tus líneas en vano.
Te levantas, quitándote la nieve de los ojos, buscando al gato. Está frente a ti, la única mancha negra en un paraje blanco. Resulta casi poético.
Te mira intensamente, esperando. Tú estiras una mano para tocarlo, rascarle las orejas, y no se hace para atrás, sólo se inclina para pegarse a tu mano. Sonríes.
“Ajajah, te tengo.”
El gato te mira con su único ojo visible, el único punto rojo en su negra existencia. Y Brinca a tu hombro para susurrar.
“No, yo te tengo a tí.”
Y la nieve se abre a tu alrededor, siendo rápidamente devorada por un demandante negro. Y caes. Y quizás las historias no eran tan diferentes cómo pensaste en un principio.
Despiertas y, a diferencia del lugar dónde te encontrabas, aquí puedes sentirlo todo al mismo tiempo: dolor, hambre, frío-- tu vista trata de acostumbrarse a la penumbra-pero también, el calor de alguien más sosteniendo su cuerpo sobre el desigual piso.
Y al levantar la vista, sonríes de nuevo. El lugar no parece tener nada de maravilloso, no tomaste té de manera extravagante ni conociste a ninguna Reina .
Pero…
La silueta te sonríe y se inclina sobre ti. Su ojo parece brillar en la oscuridad, de un profundo magenta.
-Bienvenido de vuelta al infierno, Yamamoto Takeshi.
Tú si atrapaste al conejo gato.
J-juro que estoy viva, sólo ha sido mucho del colegio absorbiéndome por estos meses.
Título.- Wonderland
Autor.- Yopis
Pareja.- Según yo, Mukuro + Yamamoto.
Advertencias.- Probablemente, sea de lo más bizarro que hayan leído en sus vidas; me disculpo de antemano.
-º-
Caminas sin rumbo, sólo admirando el paisaje. Las ramas de los árboles bailando al ritmo que el viento les impone. No puedes distinguir las hojas, son sólo una mezcla de colores al óleo, libres luego de que alguien se robara las líneas que los delimitaran, haciendo una fiesta con el viento.
Pero no te parece extraño y sólo sonríes. Incluso cuando el pasto sobre el que caminas esté hecho de la misma consistencia, o que en realidad todo el lugar sea igual, y que puedas llegar a ver gotitas traviesas que se pegan en tus zapatos y salten de vuelta a su origen a cada paso que das. Es cómo estar dentro de un cuadro.
Excepto tú. Que aún tienes las líneas limitantes pero que puedes sentir en la punta de tus dedos cómo tratan de desprenderse para dejarte perder con los colores.
Pero algo te lo impide, aunque no estás seguro de qué.
El viento cambia y los tonos absorben más magenta y amarillo.
Otoño. Las hojas brincan de las ramas para hundirse en el pasto y difuminarse con el verde.
Es cuando vez algo más en el cuadro, alguien cómo tú que no ha sido asaltado por el ladrón de líneas. Un elegante gato negro que trota cerca de los arbustos.
Te mira y lo miras, esperando ambos por un momento sin moverse, antes que este empiece a correr; no dejándote opción más que hacer lo mismo, por un impulso compartido.
Y mientras corres detrás del gato te preguntas si es que no habías escuchado algo similar antes, para explicar esta extraña sensación de déjà vu en tu mente.
Lo recuerdas y ríes. Por supuesto, aquel común cuento de niños. Pero tú no eres una niña rubia, ni él un conejo blanco, si no lo contrario de todo, curiosamente. Así que supones no es lo mismo y no terminarás cayendo por un agujero negro.
Y quizás en algún momento te preguntes por qué le sigues. El paisaje no cambia pero el gato no aminora la mancha. Un gato monocromático. ¿Por qué? Sólo hay negro y rojo en él, tu sabías esto pero te das cuenta que no es sino hasta ahora que lo has recordado.
De pronto es invierno, y aunque puedas ver tu aliento en el aire, cómo un manchón de olea blanco que flota hacia el camino, no sientes frío. Ni cansancio, ahora que lo piensas. Y eso que has estado corriendo por lo que parecieron horas (aunque quizás sólo fueron unos segundos).
Te tropiezas y caes. La nieve dándote la bienvenida cual superficie de agua, envolviéndote en un blanco total, tratando de jalar tus colores fuera de tus líneas en vano.
Te levantas, quitándote la nieve de los ojos, buscando al gato. Está frente a ti, la única mancha negra en un paraje blanco. Resulta casi poético.
Te mira intensamente, esperando. Tú estiras una mano para tocarlo, rascarle las orejas, y no se hace para atrás, sólo se inclina para pegarse a tu mano. Sonríes.
“Ajajah, te tengo.”
El gato te mira con su único ojo visible, el único punto rojo en su negra existencia. Y Brinca a tu hombro para susurrar.
“No, yo te tengo a tí.”
Y la nieve se abre a tu alrededor, siendo rápidamente devorada por un demandante negro. Y caes. Y quizás las historias no eran tan diferentes cómo pensaste en un principio.
Despiertas y, a diferencia del lugar dónde te encontrabas, aquí puedes sentirlo todo al mismo tiempo: dolor, hambre, frío-- tu vista trata de acostumbrarse a la penumbra-pero también, el calor de alguien más sosteniendo su cuerpo sobre el desigual piso.
Y al levantar la vista, sonríes de nuevo. El lugar no parece tener nada de maravilloso, no tomaste té de manera extravagante ni conociste a ninguna Reina .
Pero…
La silueta te sonríe y se inclina sobre ti. Su ojo parece brillar en la oscuridad, de un profundo magenta.
-Bienvenido de vuelta al infierno, Yamamoto Takeshi.
Tú si atrapaste al conejo gato.
J-juro que estoy viva, sólo ha sido mucho del colegio absorbiéndome por estos meses.