In 1898 a struggling author named Morgan Robertson concocted a novel about a fabulous Atlantic liner, far larger than any that had ever been built. Robertson loaded his ship with rich and complacent people and then wrecked it one cold April night on an iceberg. This somehow showed the futility of everything, and in fact, the book was called Futility when it appeared that year, published by the firm of M.F. Mansfield.
Fourteen years later a British shipping company named the White Star Line built a steamer remarkably like the one in Robertson's novel. (...) Robertson called his ship the Titan; the White Star Line called its ship the Titanic. This is the story of her last night.
Odio a Walter Lord. Odio a Connie Willis. Tuve pesadillas toda la noche. Me encariñé con gente que murió hace casi cien años, y lo peor de todo es que no puedo odiar ni al más maldito de los ocupantes (
Bruce Ismay, it is), porque no tengo idea cómo reaccionaría en una circunstancia así. Mal, probablemente.
Creo que lo peor es la parte en que el autor explica que la tercera clase no sólo fue discriminada, sino que ella misma consideraba que no era su deber estar en la cubierta de botes de primera clase. Uno de los hombres que se salvó explicaba que le parecía suficiente honor el sólo hecho de que lo dejaran estar en alguna cubierta, independiente de cuán lejos de los botes estuviese. WTF. Pero Lord también rescata que, de los hombres de primera clase a quienes el Capitán en persona les confió que el barco se iba a hundir (una hora antes que al resto, mind you), ninguno abordó un bote para salvarse a sí mismos D: