Jan 08, 2011 15:26
Ayer, como en veces anteriores, me llegó uno de mis ataques misántropos. Sí, damas y caballeros, hay veces en que no puedo evitar odiar enormemente a la humanidad: nuestra enorme y estúpida obsesión con el poder, el estatus social, la flojera de trabajar por conseguir algo, la ley del mínimo esfuerzo y esa estupidez de querer gozar de todos los placeres de la vida en exceso y sin ninguna consecuencia.
Sin embargo, no pierdo la fe en los hombres y mujeres del mundo.
Contradictorio, ¿no?