ABECEDARIO QAF

Mar 05, 2014 20:03




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What a Wonderful World

Letra de la semana: W
Palabra: Wonderful
Bases del juego :   http://qaf-ficcion.livejournal.com/1362341.html#cutid1
Título: What a Wonderful World
Autor: malumalu2
Rating: Tp
Género: Videos, imágenes y Mini-fic
Advertencias: El video, por supuestísimo, no es mío.  Las fotitos para ponernos en ambiente.
Disclaimer: Dicen  que son suyos. Ya quisieran.



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Cierro el ordenador con la satisfacción del trabajo bien hecho. Son las doce, he dedicado demasiado tiempo a esto y no creo que a mi rubito le haga mucha gracia que me pase todo el sábado trabajando. Miro por la ventana y me sorprendo a mí mismo pensando que es una preciosa mañana otoñal. Luminosa y templada. Me doy cuenta de que llevo una media hora escuchando la misma canción. La música me llega suavemente. Justin debe haberla puesto en bucle y mi subconsciente ha ido asimilando el mensaje. Extraña elección para un chico de veinticuatro años, la voz quebrada y entrañable de Louis Armstrong.

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Estaba considerando si debía enfadarme con Brian por dedicar taaaanto tiempo a Kinnetic en una mañana de sábado y, justo en ese momento, ha empezado a sonar “Qué mundo tan maravilloso”. Me gusta el modo aleatorio, siempre te sorprende, más con este CD que es una ecléctica selección de voces y estilos en la que cabe de todo.

Cuando ha empezado la canción intentaba dar forma a algunos bocetos sin gran éxito, todo hay que decirlo. La música me ha ido atrapando y cuando ha terminado he sentido la necesidad de volver a escucharla. Modo repetición. He apartado el bloc, aceptando que hoy las musas no están de mi parte.

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Bajo la escalera, voy a la cocina y me proveo de un par de cervezas heladas y una lata de mix de frutos secos. Me dejo guiar por el sonido de la música y acabo en el invernadero, perdón, el jardín de invierno. A Justin le entusiasma. A mí aún me choca ver tanto verde, tanto ser vivo cerca de mí. En el loft nunca hubo una planta ni, por supuesto, ningún tipo de mascota. No eran mis manos las más adecuadas para mantener con vida a nada que la tuviese. Solo ahora empiezo a pensar que tal vez no sea tan dañino como siempre he creído.


Hay tanta luz que resulta casi abrumador y la temperatura es un poco demasiado alta. Justin está tumbado en el sofá. Un par de cojines bajo la cabeza, los pies en el brazo contrario, las manos cruzadas relajadamente sobre su estómago. Su voz acompaña muy bajito la canción que sigue sonando. Sus ojos, aparentemente cerrados, juegan a quebrar la luz en sus pestañas componiendo pequeños arcoíris. Le he visto hacerlo otras veces.



Árboles verdes, rosas que crecen, cielo azul… Contengo la torpe intención de hacer algún comentario irónico. Sobre todo porque sería tan solo una de esas reacciones defensivas que ya no necesito aunque persista el reflejo.

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Estoy tan absorto en mis propios juegos que no le oigo llegar. Me sorprende un toque casi helado en el dorso de la mano y cuando le miro es poco más que una sombra recortada contra la luz. Se acuclilla a mi lado y recupero su rostro, sus ojos luminosos, la sonrisa tímida y dulce. Lleva el pelo un poco más largo de lo que acostumbra y algo alborotado. En vez de la típica camiseta, camisa blanca, amplia e informal. Tiene un aspecto increíblemente seductor.

-        Siento haberte dejado solo tanto tiempo.- Sus dedos acarician fugazmente mi mejilla. Me siento tan bien, tan relajado y en paz, que no encuentro nada que reprocharle. Se sienta en el suelo y apoya la espalda en el sofá. Me incorporo un poco para poder beber mi cerveza y picar algo de la lata que ha traído consigo.
-        Ningún problema. Estaba disfrutando de mi palacio de ensueño.- Y es cierto. Toda la casa es un palacio pero esto, el jardín de invierno, es una pasada. Como un trocito del paraíso. Un inmenso invernadero, todo luz y cristal, verde y blanco, cómodos muebles de mimbre, mullidos cojines de alegres y sugerentes colores. Me encanta.
-        Bonita canción.
-        ¿Lo dices en serio?



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Un leve acento de incertidumbre en su voz. Pero no hay burla en mi comentario. Es una hermosa canción, un poco demasiado dulce quizá, demasiado optimista para mi eterno cinismo, pero hermosa a pesar de todo.

-        Completamente, Sunshine.- Ambos guardamos silencio largo rato y la canción vuelve al principio. Justin parece un poco menos tranquilo, le delatan pequeños movimientos involuntarios como si no estuviese tan cómodo como hace un momento. Pero pronto se hace evidente que no se trata de nada físico. Es su cabecita que ya empieza a dar vueltas y elucubrar. No puede evitarlo.
-        ¿Crees que el mundo puede ser maravilloso?- Tremenda pregunta para hacérmela a mí precisamente. Me tomo tiempo para responder como él quiere.
-        Supongo que todo depende de lo que hagamos, de cómo nos tratemos unos a otros. - Sé que no es una respuesta ni original ni profunda pero, para mí, es mucho admitir siquiera que el mundo pueda ser algo más que una guerra sin cuartel, que es lo que yo he vivido desde mi más tierna infancia. Sus dedos juegan suavemente con mi pelo.
-        Brian…
-        ¿Sí, Sunshine?
-        ¿Cómo es tu mundo?- Me vuelvo un poco y apoyo el codo en el asiento. Él también se apoya en el cojín donde reposaba su cabeza, ligeramente ladeado, lo que nos permite mirarnos cara a cara.- ¿Es... bueno, te gusta lo que tenemos, lo que vivimos?
-        Es bueno, Justin. Muy bueno. - No me paro a pensar en ello muy a menudo pero es cierto que nunca he vivido en un mundo mejor. Y él es el responsable. Obviando mi infancia y casi toda mi adolescencia, que fueron decididamente infernales, el resto de mi vida fue apenas un ir pasando a la espera no sé muy bien de qué. Sin sorpresas, sin especiales ambiciones, sin color. Un día igual al otro. A veces desesperadamente aburrido - ¿Y el tuyo?
-        Genial. Tanto que a veces me da miedo pensarlo.

*************

Hemos vivido momentos tan dolorosos, momentos en que no conseguíamos entendernos, en que era como si estuviésemos en planetas, en universos distintos, sin saber lo que quería el otro o sin saber cómo demonios dárselo cuando lo sabíamos que ahora casi me asusta el grado de comprensión, de conocimiento y cómplice intimidad que hemos alcanzado.

Brian nunca ha sido fácil, arrastraba un pesado equipaje del que yo no era consciente y di muchas cosas por supuestas. Tardé mucho en comprender su miedo a las palabras, su incredulidad, su cinismo, esa forma suya de ir a su aire, de guardar las apariencias fingiendo no implicarse, haciéndose daño a sí mismo una y otra vez, provocando el desprecio de muchos de los que le rodeaban. Fui un cabezota exigiéndole cosas que él, sencillamente, no estaba preparado para dar.

Somos tan diferentes de lo que fuimos… No hemos perdido nuestra identidad, pero hemos pulido asperezas, hemos aprendido del otro y de nosotros mismos, tenemos más paciencia y somos más comprensivos. Y, ante todo, hablamos. No damos por supuesto que sabemos qué y cómo piensa y siente el otro. La experiencia nos ha enseñado, y no con suavidad, que no pocas veces nos equivocamos.

Me mira con aire burlón, lleno de ternura.
-        No hay nada que debas temer. Lo sabes ¿verdad?
-        Lo sé.
-        Y, si quieres algo, si necesitas algo, lo que sea, dímelo. No esperes a qué me dé cuenta ¿vale?, sigo sin ser un prodigio de perspicacia.
-        Tengo todo lo que quiero, Brian, y mucho más.

****************

Y seguramente sea verdad. Apenas hace un mes que nuestras vidas volvieron a sufrir uno de esos cambios radicales que parecen jalonar nuestra relación. En junio, para ser exactos el día de mi cumpleaños, volví a pedirle que se casara conmigo. Le costó dar su brazo a torcer y si lo hizo fue por mí. Creo que él ya estaba convencido de que podíamos seguir adelante como estábamos pero yo no dejaba de sentirme inquieto, inseguro y hasta un poco culpable. Así que accedió. Y el primer día de otoño, sin ceremonia al uso, pero ante todos aquellos que nos importan, intercambiamos los famosos anillos. Para ello dimos una comida en Britin que sirvió para que nuestra familia conociese, por fin, el que iba a ser nuestro hogar.

No sé lo que nos depara el futuro, cuántas veces volveremos a tropezar y caer. Sé que le amo y que, por que le amo le necesito y le quiero en mi vida. Qué estoy preparado para luchar por él y dispuesto a cualquier cosa, lo que sea, por darle ese mundo maravilloso, un mundo tan simple y tan complicado al mismo tiempo.

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Siento que la emoción podría vencernos, así que me levanto con la perfecta excusa de cambiar de canción. Louis Armstrong debe estar un poquito cansado de mí a estas alturas. Y, para bien o para mal, la siguiente canción que suena es "You are de first"  de Barry White. Brian se atraganta con su cerveza y yo corro a su lado para socorrerle.

- Mierda, Sunshine, si querías una luna de miel podías haberlo dicho.

Y ambos acabamos riendo como críos. Realmente es un mundo maravilloso.

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