ABECEDARIO QAF

Oct 07, 2013 17:51



Déjame quererte
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Letra de la semana: C
Palabra: Compasión
Bases del juego :   http://qaf-ficcion.livejournal.com/1362341.html#cutid1Título: Déjame quererte

Autor: malumalu2
Rating: General
Género: Fic
Advertencias: Ninguna
Disclaimer: Dicen que son suyos.



El maletín en la encimera, el abrigo lanzado de cualquier manera sobre un taburete, la puerta del baño abierta de par en par… No le oigo pero sé que está ahí dentro. Seguramente agotado, destrozado por culpa de las nauseas y los calambres.

Me acerco despacio y subo hasta el dormitorio como siempre a mitad de camino entre el deseo, casi la necesidad de estar a su lado, de apoyarle, de demostrarle una y otra vez que nada de esto le desmerece a mis ojos, que le sigo queriendo y siempre le querré, y el temor de inmiscuirme hasta el punto de hacer que, una vez más, se sienta humillado, invadido, desarmado…

Si nunca ha soportado sentirse vulnerable, saberse a descubierto, desde que todo esto empezó vive en constante tensión. He llegado a pensar si no será mejor que me aparte, que le deje espacio evitándole el continuo estrés de ocultar lo frágil, lo asustado que se siente.

Pero ¿dejarle solo? Está Debbie, está Michael. Es cierto. Pero ninguno le entiende. Le quieren, sí. Pero no le entienden. No ven lo que hay detrás de sus desplantes, de su ira y su rabia. No ven el miedo, el dolor, la impotencia… Ellos solo ven al Brian que quieren ver, el que puede con todo, el que siempre tiene el control y no necesita nada ni a nadie. Pero yo sé que no es verdad. Yo he visto sus lágrimas. ¿Por qué aguanto la crueldad de sus palabras y todos sus gritos? Porque ni siquiera llego a escucharlos. Se ahogan, se pierden tras la súplica que veo en su mirada. El dice “vete” y sus ojos repiten “quédate, no quiero estar solo”, el dice “no te necesito” y sus ojos “tengo miedo, no te vayas”.

Otro paso, uno más. Ahora puedo verle. Está sentado en el suelo, apoyado contra la mampara de la ducha. Los ojos cerrados, la cabeza contra el cristal, mechones húmedos pegándose a su frente. Pálido, muy pálido. Respira lentamente, profundamente, como intentando dominar todo lo que se remueve en sus entrañas. La corbata ha desaparecido y la camisa, abierta, deja ver la delicada línea de su cuello, un suave latido, leve y demasiado apresurado.

¿Es lástima lo que siento, eso que hace que su piel se erice y desata lo peor que vive en su interior? Creo que no. Creo que es amor, puro y auténtico amor. Algo que va mucho más allá, mucho más intenso. Algo que te une al otro poro a poro, nervio a nervio.

-       Brian…
-       Rubio. ¿Qué cojones haces aquí? ¿No deberías estar en …clase o donde sea?- Su tono es mordaz. Intenta levantarse, esconder el malestar, pero no lo consigue. Al contrario. La brusquedad del gesto rompe su precario equilibrio y las nauseas vuelven a vencerlo. Aunque me gustaría, no me acerco y mientras su cuerpo se sacude dolorosamente, humedezco una toalla para limpiar con ella el sudor que cubre su piel. Vuelve a sentarse, tembloroso y descompuesto, pero terco, terco hasta la desesperación y cuando me arrodillo a su lado con la sola intención de confortarle si es posible me arrebata la toalla con furia.- Lárgate. No te quiero aquí, Justin.
-       ¿Cuántas veces tendré que decirte que me importa una mierda lo que quieras?- Recupero la toalla casi con la misma rabia con que él me la quitó. Se revuelve un instante, los ojos abrasando, pero está demasiado cansado y realmente necesita más atención de la que puede proporcionarse a sí mismo. Paso la tela por su frente, sus mejillas y bajo hasta la garganta y el inicio del pecho. Cierra los ojos disfrutando del contacto, muy a su pesar.
-       No quiero que me veas así.
-       Así cómo.- Intento mantener un tono duro, nada de ternura que le haga sentir peor de lo que ya se siente.- ¿Humano? Lo eres, Brian. Humano, falible, débil e indefenso. Como cualquiera de nosotros. Nada nuevo bajo el sol.- Me parece ver el esbozo fugaz de una sonrisa.
-       No quiero tu compasión.
-       Bonita palabra. ¿Puedes levantarte?- Ni siquiera lo intenta. Valora pensativamente su situación y no tarda en alzar la mirada hasta mi rostro mientras me tiende una mano para que le sirva de apoyo. Se ha rendido y eso está bien. Es demasiada energía la que desperdicia batallando contra mí. Ya en pie parece un poco inestable.- Deberías darte una ducha, te sentirías mejor.- No sigo pero mi expresión debe ser bastante elocuente.
-       Sí, mami, puedo quitarme la ropa solito. No voy a desmayarme.- y casi en un susurro- O eso espero.

Salgo del cuarto dejándole a solas consigo mismo. Un poco de intimidad matizada por el hecho de que estoy ahí, en algún lugar fuera de su vista pero disponible. Oigo alguna apagada maldición, un par de gruñidos no identificables, pero no tarda en llegar hasta mí el sonido del agua. Bien. Lo ha conseguido. Tampoco quiero agobiarle ni hacer que se sienta inútil o incapaz. Su dignidad y su orgullo deben quedar tan a salvo como sea posible.

*****

Apoyo las manos en la pared inseguro y apenas hago otra cosa que dejar que el agua corra sobre mi cuerpo. Mi maltrecho, dolorido y agotado cuerpo.

Me siento como si tuviera mil años y, aunque sé que no es cierto, tengo la impresión de que esto nunca acabará, de que el resto de mi vida será este sentirme inerme, descompuesto y aterrado.

Debería ser más consecuente conmigo mismo y aplicarme aquello de que un hombre ha de saber cuándo pedir ayuda. He tenido muchas oportunidades para aprender pero sigo resistiéndome.

Y debería ser más agradecido en vez de un impresentable hijo de puta. Agradecido con Justin por seguir a mi lado a pesar de todas mis torpezas y agradecido al destino que quiso ponerlo en mi camino. Lo mejor que me ha pasado y me pasará jamás y yo sigo dándole patadas, poniéndole a prueba.

Siento el roce de la mampara y un momento después sus manos deslizándose con suavidad por mi piel.

-       Justin, no puedo darte nada.- Me cuesta una vida decirlo en voz alta. Pero es cierto. Me siento vacio, insignificante, leve como un soplo de aire. Mi cuerpo no me sirve, no reacciona más que al dolor y el miedo.
-       Encantador, no sabía que solo eras una polla.- Su voz, dura, casi áspera, me hace daño y, al mismo tiempo, me conforta. Trago saliva y cierro los ojos. Le dejo hacer sin moverme. Toda esta mierda exacerba mi sensibilidad. Una palabra, una simple mirada bastan para ponerme al borde mismo del llanto.

*****

Esta vez no he tenido que fingir. Me molesta hasta el infinito que se menosprecie así y que, de paso, me menosprecie a mí. ¿Somos solo sexo, nada más? Vale, es importante, es fabuloso, nuestros encuentros son jodidamente calientes, y para él es un modo de expresión más eficaz que las palabras. Pero hay más, muchísimo más. Me duele que alguien tan inteligente y con tantas cualidades se defina tan solo por su capacidad sexual, por la pasajera perfección física.

Respiro hondo recuperando la calma. En algún momento tendremos esa discusión. Ahora solo intento que se sienta bien, amado y protegido. Que sepa que puede relajarse, apoyarse en mí. Mis manos le recorren entero, sensuales, en absoluto sexuales. Cuando acabo, beso suave su hombro y salgo dejándole solo.

*****

Sigo bajo el agua, muy caliente, un poco más. Prisionero de mi permanente y profunda contradicción.

Mi orgullo, inflexible, me exige que le eche, que le aparte. No soporta todo ese amor y le espantan las continuas demostraciones de debilidad. Aunque Justin hace verdadero alarde de inteligencia. Sé que vigila cada uno de mis movimientos, que preferiría abrazarme, pegarse a mí y cubrirme de empalagosos mimos pero es un ejemplo de contención.

Mi corazón, ese que hasta no hace tanto apenas se dejaba sentir, le quiere aquí, con sus caldos estilo Debbie, sus toallas húmedas, sus caricias discretas, incluso sus asquerosos remedios orientales. O ese pantalón de pijama que me espera sobre la cama en compañía de una de mis camisetas preferidas.

-       ¿Quieres que me ponga esto?- Pregunto con mi mejor tono irónico.
-       Estarás más cómodo que con el vaquero.- Me responde desde la cocina mientras se prepara un sándwich. Y su voz me recuerda, por un momento, la de Jennifer.

Cuando me acerco a la barra, despacio, aún muy cansado pero más relajado, pone delante de mí uno de esos refrescos que se supone deben ayudarme con las nauseas.

*****

Me da las gracias sin pizca de sarcasmo. Sus dedos, esbeltos y casi delicados a causa de todo el peso que ha perdido, se cierran sobre la lata. Vierte la mitad del líquido en el vaso y lo bebe despacio, a sorbitos.

-       ¿Te preparo un sándwich? O puedo calentar un poco de sopa.- Suave movimiento de negación.
-       No tengo hambre, Justin.
-       Bri… - Hay una seria advertencia en su mirada. Pero enseguida se suaviza.
-       Lo sé, Sunshine. Tengo que comer. Pero hace un momento he echado hasta las tripas. Dame un poco de tiempo.- Me gustaría ir a su lado, estrecharle contra mí, acunarle, tocarle, perderme en caricias y besos. Pero hago un esfuerzo y sigo mordisqueando mi bocadillo mientras él da sorbitos de su vaso. - Deja de mirarme así.
-       ¡No te miro¡
-       Sí lo haces.
-       ¿Y cómo puedes saberlo?- Porque sí, si le miro. Pero no ha sido intencionado. Simplemente me he quedado prendido de mis propios pensamientos. Y él parecía perdido en los suyos.
-       Te siento.
-       Ya. Ahora te has vuelto vidente.
-       En serio. Es como un cosquilleo. Y no me importaría si no sintiese tu…- Duda al escoger la palabra.
-       Pena, lástima, compasión…- Canturreo burlándome descaradamente.
-       ¡Para, Justin¡ Sí. Me miras como si fuese un cachorro abandonado al que no sabes si subir a casa.
-       No es cierto.
-       Lo es y lo sabes.- Se pasa la mano por la cara, masajea el puente de la nariz y sé hacia donde vamos. Otra vez.- Joder, Justin, no deberías estar aquí, no deberías cargar con esto. No es tu responsabilidad.-  ¿Cuándo dejaremos de dar vueltas en torno al mismo punto?
-       Brian, eres la persona a la que amo, con la que quiero estar. No eres una responsabilidad ni una carga. Somos compañeros, mal que te pese.- Espero algún tipo de respuesta pero no llega.- ¿De verdad quieres que me vaya, de verdad quieres quedarte solo?
-       Todos estamos solos.
-       Ja¡ ¿En qué mierda de galleta de la suerte has leído eso? Tú no estás solo, ¿vale? No te atrevas a despreciar lo que siento por ti.

Frustrado me aparto y voy hacia la puerta. En realidad solo pretendo recoger mi bandolera abandonada en la entrada y desahogar el mal rollo con un poco de movimiento pero, casi de refilón, puedo ver como cambia su expresión. Aprieta los dientes, todo él se tensa y evita mirarme. Quiere y no quiere que me vaya. La ironía de todo esto es que él es quien más sufre. Cada vez que me hiere, cada vez que me hace daño, lo siente tanto o más que yo.

*****

Por un momento vuelvo a ser víctima de esta eterna ambivalencia. Le veo apartarse de la barra, ir hacia la puerta. Otra vez lo he conseguido, pienso. Se marchará y así debe ser. Pero tengo que hacer un esfuerzo casi doloroso para no levantarme y seguirle, para no llamarle y pedirle que se quede.

Para mi sorpresa se limita a recoger su cartera. La deja sobre la encimera y vuelve sobre sus pasos. Se acoda en la barra, frente a mí, muy cerca. Ahora sus ojos son pura provocación y tiene esa adorable expresión de listillo. La precaución con que nos movemos últimamente el uno en torno del otro desaparece.

-       Brian, ¿te has parado a pensar en el significado de esas palabras? Com-pasión, com-padecer.- Pronuncia con cuidado, convirtiendo cada una en dos totalmente independientes.
-       No, pero sospecho que tú me lo vas a explicar.- Me doy cuenta de que me siento mejor. El hecho de que él parezca menos preocupado me tranquiliza. Me olvido de lo que se mueve dentro de mí y consigo interesarme por algo más que la traición de mi cuerpo.
-       Padecer con el otro, sentir lo que siente, estar a su lado. No por encima, no pensando que eres superior.
-       No me gusta eso.
-       ¿Qué?
-       Lo de sentir lo que yo siento.
-       Brian, no puedo sentirlo. No siento el dolor, ni las nauseas, ni todo ese malestar. Pero intento acercarme, saber qué es lo que necesitas, qué es lo que te hará sentir bien. Compartir, ser tú tanto como me sea posible.

Creo que vuelvo a revolverme ante el solo pensamiento. Ni al peor de mis enemigos le desearía pasar por todo lo que estoy pasando. Cuánto menos a Justin.

-       Pues no lo hagas, no te quiero tan cerca en algo como esto.- Da la vuelta para llegar a mi lado. Sus brazos rodean mi cuerpo y apoya la mejilla en mi hombro. Casi como un reflejo mis labios rozan su pelo.
-       Me cambiaría por ti, si pudiese.
-       Ni en la más atroz pesadilla te lo permitiría.
-       No podrías evitarlo. Deberías saber que no puedes luchar contra mí.

*****

Me aprovecho de su buena disposición y alargo el abrazo tanto como me es posible sin hacer que se sienta incómodo.

-      Justin…- Me retiro susurrando una disculpa pero su mano se posa en mi muñeca reteniéndome.- No te estoy apartando.
-      Creí…
-      ¿Tan cretino soy? - Sonríe suavemente con gesto contrito, casi pidiéndome perdón. Yo le devuelvo una sonrisa burlona y beso sus labios despacito.
-      Prefiero no responder a eso.- La verdad es que no quiero entrar a discutir, ni siquiera bromeando, hasta qué punto puede llegar a ser hiriente.- ¿Qué ibas a decir?
-      Te agradezco que estés aquí, de corazón. Aunque a veces no lo parezca.
-      No tienes nada que agradecer. Como alguien me enseñó hago solo lo que quiero hacer.- Dejo un ligerísima caricia en su mejilla, temeroso de que la emoción se nos escape de las manos, y vuelvo a besarle. Muy suave. - ¿Por qué no te acuestas? Pareces cansado.
-      Me siento cansado.
-      Entonces vé.- Recojo su vaso y la lata y los llevo al fregadero. - Yo tengo que preparar un trabajo. Procuraré no molestarte.- Cojo mi cartera dispuesto a buscar un rinconcito donde ponerme a estudiar silencioso como un ratón. Él abandona su asiento y va hacia el dormitorio.
-      Justin…- Me vuelvo, atento. Le veo morderse los labios indeciso a mitad de camino de su destino.- Nada, no pasa nada.- Sigue su camino y yo el mio. Pero no puedo concentrarme. Le oigo removerse inquieto sin encontrar postura cómoda. Aguanto cinco minutos.

******

No siento dolor pero si un malestar casi fantasma que no me permite relajarme. De costado, abrazado a una de las almohadas, lo que ya viene siendo casi costumbre, cierro los ojos y procuro no obsesionarme con la idea de dormir. Es el mejor método para conseguir un perfecto insomnio y una completa desesperación.

Siento ceder el colchón a mi lado y, por un momento, pienso que es cosa de mi imaginación y mis reprimidos deseos. He estado a punto de pedirle que me acompañase pensando tan solo en la calidez de su abrazo, en lo acogido que me siento cuando su cuerpecito me envuelve y me ampara. Pero ha podido más mi estupidez.

Me vuelvo y apoyo la espalda en el colchón. Su mirada es atenta: se quedará si le dejo, se irá si atisba la mínima protesta.

-       ¿No tenías trabajo que hacer?
-       Sí, pero la entrega no es hasta la semana que viene y yo también estoy un poco cansado. ¿Te molesto?
-       No. Pero no muevas demasiado.
-       Descuida.- Paso un brazo en torno a su cintura y le atraigo. Queda prácticamente tendido sobre mí y yo saboreo su presencia. Con nadie me siento tan seguro, tan incondicionalmente protegido.

Debb y Michael han pasado alguna vez por aquí, guiados por su mejor intención, no lo dudo. Pero Mike me deprime con su vigilante mirada de cachorrito y Debb me abruma y me confunde. Con ella todo son órdenes, voces, un dinamismo que, en mis condiciones, no se enfrentar.

Justin es pura sabiduría, todo equilibrio. No me persigue, no me empuja. Acción y reacción. Según sea mi comportamiento va tomando decisiones. Siento una caricia suave, un beso leve en la mejilla y su abrazo ciñéndome con fuerza una vez más. Si esto es compasión creo que no me importa.

******

Se relaja poco a poco entre mis brazos. Los demonios se alejan y le siento tranquilo y confiado. No siempre se deja llevar tan lejos, rindiéndose sin armas. Suspira como un niño y, al poco, su respiración suave y acompasada me dice que duerme profundamente. Podría levantarme pero no voy a hacerlo. Me siento demasiado bien así, a su lado, robando un instante de felicidad.

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