Sinsentidos

Jul 24, 2011 21:53


En los inexplorados confines del borde de la galaxia, no se sabe si oriental u occidental (¿a quién le importa eso cuando estás en el espacio y no sabes si boca abajo o decúbito supino?) brillaba el sol. Bueno, brillaba en sentido figurado, brillaría si no estuviese nublado, brillaría si no estuviese a punto de llover, brillaría si no fuese que es de noche y hubiese una niebla que te vuelve del revés.

En la órbita de ese sol a tropecientos millones de kilómetros gira a toda velocidad una lijadora de mano gigante... esto un planeta insignificante, chiquitín y diminuto de color azul verdoso y repleto de motitas marrones (perdón, es que el ruido del piso de al lado me confunde).

Lo divertido del asunto es que ese planeta está habitado con descendientes de los primates, un día pasó un monolito por ahí a ver si les enseñaba algo, pero salió huyendo cuando lo único que se les ocurrió a los simios fue lanzarle huesos, así que ahora la única diferencia entre sus ocupantes y los chimpancés es que los primeros tienen menos pelo y los segundos son más educados.

Pues ayer estaba yo en ese planeta contrafáctico, en todo punto similar a éste salvo en que estaba sentado delante del ordenador, donde dice sentado léase "expeliendo babas cual Homer viendo donuts" o "a punto de entrar en animación suspendida a bordo de la nave Enterprise". El caso es que en ese momento casi me caigo de la silla cuando una nave espacial, toda de color blanco reluciente (excepto por una lucecita verde en la parte superior) y con sistema híbrido de propulsión, aterrizó en la terraza de mi casa.

Inmediatamente comenzaron a bajarse de ella toda suerte de extraterrestres, algunos tenían el pelo largo, otros enormes labios rojos, otros grandes ojos que miraban a Maltheas como si se acabasen de furmar medio Afganistán... estaba a punto de salir corriendo a esconderme debajo de la cama, buscar mi arma disruptora de replicantes cuando mi vecina, vestida como una azafata de congresos, se bajó del engendro metálico.

Extraterrestre: Vamos Maltis, ¡¡¡sube!! ¿no has recibido mi SMS?
Maltheas: esto... tenía el móvil apagado.
ET: Maltis, el mundo se va a acabar... de hecho le quedan menos de 1 minuto y 59 segundos.
Maltheas: Vaya, se va a acabar el mundo si que sepamos cuál es el sentido de la vida.

Entonces la azafata de congresos, me sonrió con cara divertida y me dijo.

"Eso es fácil Maltis. ¡¡¡¡42!!!!"

vida personal

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