Lo sé. Hace tiempo que no escribo por aquí, pero la verdad es que mi vida ha sido una locura las últimas semanas. Estar persiguiendo a Miyano Mamoru por medio Japón (y no, no estoy exagerando) durante mis fines de semana e involucrandome en tres proyectos a la vez de lunes a viernes no ha sido un proceso sencillo, pero he perseverado.
Ahora que tengo (de nuevo) un poco de tiempo para mí, procuraré escribir a detalle vivencias de las últimas semanas que quiero recordar para la posteridad.
Pero hoy, escribiré de una cosa particular que me encontré a unos 16 metros de mi departamento en Ookayama.
La verdad es que los últimos tres días me he quedado en casa, recuperándome de una mezcla entre gripa y cansacio extremo. Mi cuerpo estaba débil y frío. Me pesaban los párpados. Tuve fiebre y una tos horrible que no me dejó dormir por varias noches seguidas. Pero hoy amanecí mucho mejor y por primera vez en la semana, salí camino a Keio University, alegre y motivada para participar en las juntas del día.
Iba caminando por la calle, pensando en preguntarle a Marcos-sensei cómo le había ido
en su conferencia durante el fin de semana cuando de repente noté que había algo en la calle que no debería estar ahí: champiñones.
Me quedé parada un rato, observando a la distancia. Luego me acerqué y tomé una foto más de cerca, verificando que no era mi imaginación.
Eran champiñones perfectamente empaquetados, olvidados en la calle.
Tomé una última foto, permitiendo que mis pies salieran en la foto.
Reí para mis adentros y seguí mi camino. Siguiendo la etiqueta japonesa, dejé los champiñones donde los encontré. Es probable que se le cayó de la bicicleta a alguien cuando iba regresando a casa después de hacer el súper. Al percatarse de que los champiñones no llegaron con él/ella a casa, estoy segura que esa persona saldrá en búsqueda de sus preciados champiñones. Es por ello que dejé los champiñones ahí: la etiqueta japonesa dicta que uno debe dejar lo que encuentra en donde lo halló, por si el dueño vuelve a buscarlo.
La única ocasión en la que una persona debe mover el objeto, es cuando considera que el objeto puede sufrir daños o causar problemas a un tercero. Por ejemplo, hace unos días, cuando caminaba con Aiko por Harajuku, nos dimos cuenta que alguien había puesto una cartera con una PASMO y tarjetas de crédito en la orilla de la calle, para evitar que las personas le pisaran por accidente, en lo que regresaba el dueño a buscar sus pertenencias.
Considerando que los champiñones parecían estar a salvo (la calle es amplia y muy pocas personas pasan por ahí) decidí dejarlos donde los encontré, sin moverlos un centímetro. Espero que el dueño haya regresado por ellos. En la noche, cuando regrese a casa, revisaré si siguen donde mismo o si ya fueron recogidos.
Y pues... ya. De eso voy a escribir el día de hoy. Sé que no es nada profundo ni terriblemente interesante, pero es algo que me dio risa el día de hoy y que quería inmortalizar en mi diario virtual.
Espero estar escribiendo un poco más seguido los próximos días.
¡Nos leemos pronto!
M