Un. Dos. Tres (1/4)

Mar 10, 2009 23:44



Título: Un. Dos. Tres. (Parte Primera).

Autora: Maika-Metallium.

Calificación: Todos, porque me temo que seré buenina. Sorprendente, lo sé, pero toca cada dos años bisiestos.
Resumen: Infierno.
Tema: Wincest, of course.
Estado: En proceso.

Aviso: Ni los personajes ni los actores me pertenecen, menos la niña oscura, sin embargo, el término “carne nueva” es usado por Christopher Moore en “Un trabajo muy sucio”.

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Llevan horas torturándole. Pero ese no es el problema. Las torturas, para él hacía tiempo que dejaron de ser un problema. Vienen, le causan dolor y se van. Es como un vals: un, dos, tres. Un dos, tres. Un, dos, tres. Todo se convierte en una simple rutina.

Simple y pura rutina.

Un, dos, tres.

Un, dos, tres.

Sin embargo, un día algo cambió.

Uno, le pegaron y después le cosieron los párpados.

Dos, se desmayó.

Tres, volvió a abrir los ojos como sí nada…

… Cuatro, la niña oscura le miraba sin parpadear. Ni siquiera pasaron unos segundos cuando ella perdió su interés por él, giró sobre sus talones, provocando que su vaporoso vestido blanco danzara a su alrededor, y salió de la caverna en la que Dean se encontraba encerrado.

De nuevo comenzó la rutina.

Un, dos, tres.

La niña oscura no volvió hasta el cuarto día, sí a eso podía llamársele día.

¿Cuántos años tendría? Dean no tenía ni idea, pero aparentaba no haber cumplido aún los catorce. Tenía el pelo largo y rojo, los ojos grandes, almendrados, y la cara no mostraba expresión ninguna.

- Hola, carne nueva. -Dijo la niña oscura, pasados unos minutos.

El rubio no le contestó, aunque a ella no parecía importarle.

- Sé quién eres, carne nueva. Eres unos de esos que se hacen llamar, cazadores. Pero aquí, ¿qué cazas?

Torció la cabeza a un lado, esperando a que Dean respondiera. O tal vez no esperaba respuesta y estaba haciendo una pausa por educación.

- No cazas, ¿verdad? Aquí eres tú el que ha de huir -sonrió cínicamente, mirando las cadenas que rodeaban sus muñecas y su cuello-, pero ni eso haces, carne.

La niña oscura se acercó unos pasos a él y su voz se convirtió en un susurro que sesgaba el aire.

- ¡Qué triste! Nosotros podíamos escapar, huir de tu escopeta cargada de balas de sal. De tu fuego que calcinaba nuestros huesos. De tus sellos de Salomón. De tus exorcismos y tus conjuros. -Los ojos de la niña oscura se iban ensombreciendo a cada palabra pronunciada. Sin embargo ni su rostro ni su voz reflejaban ningún sentimiento.- Corríamos y nos escondíamos con la esperanza de que olvidaras nuestra existencia. A veces había suerte. Otras no. Pero tú, carne nueva, ni tienes esperanza ni nada. Estás condenado.

- Sí eres del comité de bienvenida, llegas tarde. -Soltó Dean, cansado del monólogo de la niña oscura.

Ella sonrió como sí hubiese atrapado a una pobre mosca y estuviera debatiéndose entre aplastarla en su mano o arrancarle las alas antes de aplastarla.

- No soy del Comité. Ellos fueron los que se turnaron para violarte. -Un escalofrío subió por la espalda de Dean al recordar aquella experiencia.

Un. Dos. Tres.

- Duerme, carne nueva. Cierra los ojos e intenta alejarte de aquí por un tiempo. Descansa, por que mañana los cuchillos volverán a atravesarte la piel.

No sonó a amenaza. Simplemente era un consejo.

Un. Dos. Tres.

Un. Dos. Tres.

Un. Dos. Tres.

La niña oscura regresó tres días más tarde. Fue como la otra vez, Dean abrió los ojos y ella estaba delante de él. Llevaba un melocotón en la mano.

- Hubo un tiempo en el que aquí había granados. Se le conocía como la fruta de la vida, pues los antiguos le otorgaban ese don. -La niña oscura miraba extasiada a la fruta que era sostenida por sus dedos, creando una especie de trono.- Antes de que llegara Perséfone, ninguna fruta crecía en este lugar maldito. Hoy no tenemos granados, pero sí manzanos, perales, zarzas y melocotoneros.

- ¿Qué quieres contarme con eso? -Preguntó Dean, totalmente perdido.

- Nada es lo que parece, carne nueva. Cualquier idea preconcebida que tengas de este lugar, deséchala. No te sirve.

- No entiendo qué… -Las palabras de Dean fueron cortadas por las de la niña oscura.

- Hay gente -comenzó a decir- que cree que aquí uno puede perder sus recuerdos. -Pegó un mordisco al melocotón y se tomó su tiempo en masticar y tragar.- No es cierto. Cuando usamos los recuerdos es en el momento en el que vosotros gritáis y lloráis más.

Esa era una de las maravillosas experiencias que Dean Winchester aún no había experimentado: revivir sus últimos días en la el mundo terrenal.

La incertidumbre que conlleva el qué vendrá después. ..

Los ojos rojizos de Sam…

El sabor de las hamburguesas…

Sam, rodeado de libros de ocultismo y miles de webs abiertas en su portátil...

La cerveza bajando por su garganta…

Sam suplicándole que no le dejara…

- ¿Por qué estás aquí? ¿Qué pudo ser tan importante como para cerrar los ojos y abrazar a la condenación eterna?

- ¡Qué te importa! -Escupió Dean.

- Demasiado.

- ¿Por qué? -Gritó el rubio.- ¿¡Qué importa todo ahora!? ¡¡Estoy aquí, cumpliendo un castigo!!

- ¿Y los motivos que te trajeron aquí? ¿Eso también fue un castigo?

- Lárgate. -Susurró Dean- Déjame en paz.

La niña oscura asintió levemente y se dispuso a irse, pero se paró a la salida de la caverna.

- Dime, al menos, sí mereció la pena. -Dean observó la espalda de la niña oscura, cubierta por un vestido blanco que contrastaba con toda aquella oscuridad.

- Sí.

Pese a que estaba de espaldas a Dean, él supo que ella sonreía, sin embargo, lo único que vio fue como asentía con la cabeza siguió su camino.

Tampoco sabía cómo, pero juraría, poniendo la mano en el fuego, que la niña oscura volvería.

Un. Dos. Tres.

Un. dos. Tres.

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