Título: Breathe Autora: macchiatoki A/N: ¡Yehei! Sé que esto no es ningún fic ni niguna traducción, pero tan solo quiero compartiros esta pequeña historia que me han mandado escribir para Literatura. El ejercicio consistía en escribir un relato a partir de una actividad cotidiana y transformarla en algo asfixiante y angustioso, así que espero haberlo conseguido. No es que sea gran cosa, pero se hace lo que se puede. ¡A leer! ♥
El reflejo de mi cara en el espejo me absorbe completamente. Tengo la sensación de que mis ojeras llegan hasta el suelo y de que mis labios han perdido todo su color hasta convertirse en dos trozos de carne pálidos y delgaduchos. Observo el arsenal de productos que se haya ante mis ojos: bases de maquillaje, delineadores, pintalabios… todo ello digno de los más famosos salones de belleza. Esta vez he decidido organizarme y preparar las cosas con tiempo para no evitar repetir la experiencia de aquella vez en la que llegué a la fiesta cuando todo el mundo se había ido.
Detesto ponerme maquillaje, no le veo la utilidad. ¿De qué sirve echar tanto tiempo en algo que luego debes de quitarte? Absorbida en mis pensamientos, cojo el corrector de imperfecciones y comienzo a aplicar pequeños puntos de color beis por toda mi cara, estirándolos suavemente con las yemas de mis dedos. El producto parece hacer su efecto pues de mi cara comienzan a desaparecer las sombras que colgaban de mis ojos y los pequeños lunares son tan solo recuerdos de hace unos segundos. Continúo con la tediosa rutina y tanteo los frascos sin bajar la vista hasta que distingo la peculiar forma del bote que contiene la base mientras que mi mano derecha abre el cajón en busca de la esponja.
A pesar de mi actitud reacia a maquillarme, tengo los pasos interiorizados, memorizados como si fuera un androide. La esponja se me antoja un tanto áspera, como si raspase mi piel a cada movimiento. Noto un molesto dolor en la garganta y el aire proveniente de la ventana es como un ejército de cuchillas que me corta el cuello lentamente. Abro los ojos y un grito ahogado intenta hacerse oír entre mis cuerdas vocales: pequeños riachuelos de un líquido tiñen mi albornoz blanco de un tono escarlata. Miro la esponja; no veo nada distinto en ella, nada que haya podido causarme aquellos cortes. Y entonces entro en pánico: la habitación del hotel no tiene botiquín y no puedo perder tiempo en buscar ayuda; quiero gritar, pero mi voz se ahoga en un susurro inaudible, todo a mi alrededor comienza a dar vueltas. Apoyo la cabeza en mi hombro para intentar parar la hemorragia y sigo maquillándome. Me tiemblan las manos y apenas puedo distinguir entre la derecha y la izquierda pero consigo alcanzar la sombra de ojos. Mi dedo se desliza por el polvo de color morado intenso y seguidamente lo llevo a mis párpados que se niegan a cerrarse, obligándome a aplicarme la sombra en la pupila. Dolor. Miro por el rabillo del ojo que está intacto y consigo, a duras penas, que mis ojos obtengan un efecto ahumado, oscuro, misterioso.
Todo a mi alrededor avanza a una velocidad desorbitante y no soy capaz de asimilar la situación. Quiero salir de esta prisión, gritar, pedir ayuda, pero siento el tacto viscoso de algo que me ata los pies a las patas de la silla. “Esto no puede estar pasando”, me digo. El color escarlata del albornoz parece haber perdido intensidad o quizás es que he perdido la capacidad de distinguir colores, no lo sé. Aprieto mi mano contra los profundos cortes, pero la sangre parece brotar incluso más que antes, incensante, y sé que el momento ha llegado: percibo cómo las fuerzas abandonan mi cuerpo, cómo mi mente se queda en blanco y cómo los párpados caen lentamente. Antes de que la oscuridad me envuelva, alzo el pintalabios en un intento por trazar las cinco letras: a y u d a