Por el silencio

Mar 01, 2009 12:54


Mi amiga rossanaperrone me hizo uno de esos pedidos que me hacen temblar.

De esos que no sé para dónde salir corriendo.

Me dio opciones (porque ella es generosa y sabe que me cuesta mucho escribir cosas suscriptas a un fandom) y decidí tomar esta.

Espero que medianamente me perdone por todas las veces que me dice que debería escribir un fic sobre tal o cual serie, libro o película, y yo sigo diciéndole que no.

Entonces, en el mundo de Twilight y sin decir absolutamente nada sobre ninguno de los dos libros que ella aún no ha leído.


Por el silencio

por Enia

"El amor que más resuena... el amor silencioso"

Una vez una chica le había preguntado cuál era su deseo más grande y desesperado y él respondió “Silencio”.

Porque la verdad era que, casi desde el instante en que despertó a este mundo con todos sus sentidos exacerbados y todas las posibilidades de lo que podía ser, o hacer, expuestas como un ilimitado menú de opciones, hubo algo que tornó el concepto de vida eterna en un transcurrir infinito.

Algo que le hizo sentir que infinito tiempo era demasiado tiempo.

Demasiado tiempo asistiendo a las mismas clases, siendo testigo de las mismas estupideces,  presenciando los mismos errores, escuchando los mismos pensamientos.

Hubo una época en la que esto fue interesante. Divertido. Excitante, incluso.

Otra época en la que le resultó irritante. Casi insoportable.

Ahora se había transformado en parte de los ruidos de fondo.

En todos esos momentos, había deseado poder callarlos a todos y quedarse en silencio. Siempre pudo, por supuesto, encontrar lugares donde no había nadie. Pero esa era la trampa.

Jamás habría silencio mientras hubiera alguien.

Así que una de las primeras cosas que se preocupaba de encontrar cada vez que se mudaban, era un sitio sólo para él.

En Fork, era ese claro.

Solía correr hasta allí en la hora del almuerzo, cuando se le hacía insoportable la sed, los pensamientos ajenos o la seguridad interna de que, lo mirara como lo mirara, llevaba una eternidad tan sólo permaneciendo, sin vivir.

Era el único lugar en donde podía escapar de todos, aún cuando no podía escapar de sí mismo. Donde se preguntaba si alguna vez, la espera terminaría. Si habría un final o siquiera un nuevo comienzo. Si alguna vez dejaría de escuchar las voces de su familia, lamentando que él no tuviera lo que todos ya habían encontrado.

Jamás se los diría, pero esos pensamientos plagados de conmiseración eran los peores de todos. Los más inaguantables. Peores aún que todas las fantasías idiotas de las chicas del colegio o, peor, de un par de docentes, en donde él parecía jugar todo tipo de papeles, tan hilarantes como imposibles.

Era de ellos de quienes se escondía en ese claro.

Y por eso, jamás había ido allí con ninguno.

Para estar SOLO, en todo el extenso, único y literal sentido de la palabra. Deseando que eso fuera posible también cuando estuviera acompañado. Deseando no tener que ir allí únicamente para conseguir algo de silencio.

¿Acaso era demasiado pedir?

Acostado sobre el verde prado escondido de los ojos del mundo, bajo un sol brillante que rebotaba en su piel formando miríadas de estrellas, no llegaba a decidir si lo que sentía era en ese momento molestia o agradecimiento.

A través de sus pestañas cobrizas espió a la chica en cuyo regazo apoyaba su cabeza.

Se suponía que él estaba de excursión con la parte masculina de su familia y que ella estaba de compras con la parte femenina. Pero, como en muchas otras ocasiones, estaban allí.

Como en muchas de esas ocasiones, ella leía algunos de sus incontables veces leídos libros mientras deslizaba los dedos por su pelo, y él se limitaba a observarla. Porque en su ranking de cosas fascinantes, ella ocupaba todos los primeros puestos.

Todo en ella lo intrigaba, sorprendía y fascinaba. Desde la manera en que fruncía el ceño cuando se enfadaba o estaba perpleja, a cómo se mordía el labio cuando algo la confundía o la forma ausente con que jugaba con su increíble cabello, mientras estudiaba. El extraño y enigmático modo en que se quedaba mirándolo, como si le doliera hacerlo tanto como detenerse.

Una vez más se preguntó en qué estaría pensando.

¿Tan sólo leería o estaría haciendo comentarios a medida que leía?

¿Vería las escenas, tal y como las describía el libro, o simplemente se dejaba embargar por las emociones que las palabras transmitían?

¿Estaría en ese momento divertida, asustada, enternecida, emocionada, triste?

Por millonésima vez se preguntó por qué, de todas las personas de este mundo, justo ella debía ser quien permaneciera en un mutismo exasperante.

Y entonces, mientras una sonrisa distendía esos labios que ahora podía besar sin temer descontrolarse, la respuesta lo golpeó.

No se trataba de que ella le estuviera negando algo que él quería.

Se trataba de que ella le daba lo que nadie más podía darle.

Sentándose en lo que a un colibrí le llevaba un solo batir de alas, tomó ese rostro de amaba entre sus manos.

- ¿Qué? - preguntó ella, sobresaltada por sus movimientos demasiado rápidos.

Él le sonrió, con la sonrisa que sólo le mostraba a ella, y murmuró:

- Gracias.

Allí estaba el ceño y los labios fruncidos, en un claro gesto de que no entendía de qué rayos estaba hablando. Antes de que pudiera verbalizar sus preguntas, la besó como pocas veces se permitía besarla. Como a ella le gustaba que la besara.

Más tiempo del que debía, pero menos del que ella siempre esperaba obtener.

Uno de esos besos raros, en donde bajaba las defensas un poco y se permitía abrazarla, aún si lo hacía con extremo cuidado. El tipo de beso del que habría huido corriendo un par de meses antes.

Cuando él se apartó, ella jadeó por aire, pero de todos modos se acercó a él de nuevo, intentando alcanzarlo de nuevo. Era un acto instintivo y, sin embargo, era lo que a veces le hacía fantasear sobre cómo sería si él no tuviera que pensar por los dos y se obligara a mantenerla a distancia.

Lo único que escuchaba en ese momento era a ella. Su respiración entrecortada y su corazón galopando enloquecido. Su voz, algo enronquecida, cuando le preguntó:

- ¿Y eso por qué fue?

Delineó con suavidad las facciones que ya sabía de memoria y murmuró:

- Por el silencio.

Besos

Enia

twilight, meme, escritos

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