Global Mpreg cap 13

Feb 17, 2010 18:32

A todas y cada una de las personas que me apoyaron en éste tiempo. En verdad ni mil palabras expresarían la enorme gratitud que tengo para cada una de ustedes.
Cualquier coincidencia entre el nacimiento de Alizè con el nacimiento de mi amiga Wara es pura coincidencia.

Global Mpreg

13: Welcome to our World!

Feliz.

No había otra forma para describir su estado. Era feliz y simplemente eso. Sin más vueltas que darle.

Al llegar luego de hacer las compras, encontró a Matthew dormido en el sillón, con un libro abierto en el regazo, encima de la pancita de nueve meses. Francis se acercó a él, recorrió el libro y cuidadosamente apartó los lentes del rostro del canadiense.

-Ya volví, mon amour. - susurró esperando que Matthew se despertara. Éste, que tenía el sueño muy ligero, inhaló profundamente mientras con una mano se restregaba los ojos.

-Bienvenido…- susurró acercándose a Francis y besando dulce y tímidamente los labios de éste.

Kumajirou se encontraba jugando con las hojas que caían en el patio. El ambiente era muy tranquilo y el clima apacible, propio de agosto, cuando las hojas empiezan a caer.

Matthew se levantó del sillón para dirigirse a mirar por la ventana, mientras Francis lo abrazaba por la espalda.

-Cariño... ¿te sientes bien? Creo que ya va a ser tiempo.- le susurró al oído mientras acariciaba su vientre.

-Todo está muy bien…- le contestó Matthew observando las hojas caer a través de la ventana. Francis le besó suavemente en una mejilla.

-Iré a cocinarte algo.- Le dijo al momento que arrastraba una silla y obligaba a Matthew a sentarse en ésta. Éste se sentó mientras aún observaba el baile de las hojas al caer.

Francis se dirigió a la cocina, amarrándose el cabello en una coleta. Intentó recordar alguna de las comidas que le gustaban a Matthew. En realidad cualquier cosa que él le preparara le gustaría, fuera dulce o salado.

Y sin proponérselo siquiera, la recordó. En el momento en que el cuchillo cortó una zanahoria y se encontró con la tabla de madera, una sonrisa se cruzó en su mente. Las memorias de esa niña, que él tanto había amado.

-Es hora de dejarle ir… ¿no lo crees?- se dijo a sí mismo. Se concentró en la siguiente rodaja que iría a cortar. Iba por la cuarta cuando lo escuchó.

-Francis…- escuchó que le decían suavemente.

-Dime, amor.

-Francis… ven…

Se dirigió hacia donde le llamaban. Al acercarse a Matthew, notó que éste miraba un punto fijo en algún lugar de la ventana. Acercó su mano, tomando suavemente la del canadiense, mientras éste se aferraba con fuerza del mayor.

-¿Qué pasa?- le preguntó. No recibió respuesta. Dirigió la mirada al punto que Matthew tenía como blanco… y la vio.

Como si de un paraíso se tratara, en el vidrio pudo ver un hermoso campo lleno de lirios, blancos como la nieve (tanto que lo habría confundido fácilmente con un paisaje invernal), y en medio de toda esa hermosura, la vio a ella con un delicado vestido blanco y el rostro sereno. Avanzando en medio de todo, acercándose. Cada vez, más cerca, más cerca.

En un momento dado, un segundo en realidad, el mundo se detuvo. Al menos para Francis, quien pudo sentir un delicado toque en su mano, la risa fresca y el olor que tantos años atrás se había impregnado en su cuerpo.

-“Cumpliré mi promesa… y voy a protegerte siempre. A ti y a quienes ames.”

-Francis…

-“Pero tú también protégelos. Que te aman desde lo más profundo de su corazón”

-Amor… el bebé…

Francis volvió a la realidad, para observar a Matthew sujetándose el vientre con una mano, mientras una mueca de dolor cruzaba su rostro.

-Ya es hora…- susurró Francis, como quien no cree ni una palabra. Luego se dio cuenta del significado real.- ¡Ya es hora! ¡Vamos al hospital!

* * *

Francis se sentía culpable. Y claro, su bebé estaba naciendo y él sólo podía pensar en ella. No es que no fuera feliz con Matthew, quien en esos meses juntos, le había demostrado cuán grande era su amor por él.

-Y yo sigo arrastrando recuerdos… qué bien… - se dijo.- Él debería odiarme por las cosas que hago, como éstas… y sin embargo sigue ahí…

Observó las baldosas del piso, blancas y prolijas. Las contó nueve veces y cuando iba a contarlas por décima vez, se quedó en la quinta baldosa.

-¡Felicidades! ¡Es padre de una niña! - le anunció la conocida doctora que había logrado fama y confianza de los demás países al haber atendido a Noruega, Islandia y China. Francis pudo notar unas marcadas ojeras bajo sus ojos. El viaje de aquí a allá la estaba cansando.

Francis se dirigió a la habitación de Matthew. Le preocupaba la reacción (o la carencia de ésta) en el menor. Sabía que él nunca le diría nada.

Por breves segundos, esos que le tomaron subir el último escalón y recorrer el largo pasillo, recordó aquel anochecer en la tundra, hacia ya tantos años. ¿Por qué no lo había recordado antes?

Las blancas baldosas del hospital se convirtieron en la nieve que cubría el camino empinado. Él, completamente solo, acababa de perder la oportunidad de quedarse con Alfred (y evitar que Inglaterra encontrara alguien a quién querer).

Lo pensó, el niño crecería, se enamoraría de Arthur, y se quedarían juntos. Aquel que le había quitado a esa niña que tanto amó, iba a tener una compañía.

-Quizás es bueno. Pasarán unos años, se encariñará más con el niño… y se lo quitaré…- se dijo.

El frió clima le calaba los huesos, a pesar de llevar encima un abrigo largo y térmico. Llegó a lo que parecía el final de la empinada, y se maravilló por el paisaje. En medio de todas esas montañas nevadas, el verde pasto se asomaba y a lo lejos los pinos le saludaban. Como si el invierno hubiera respetado esa parte y la primavera viviese ahí. Se descorrió la caperuza que cubría su cabeza, dejando al descubierto sus rubios cabellos amarrados en una coleta.

Se sorprendió al notar, a lo lejos, a un niño pequeño, idéntico al que Arthur cuidaba. Solo que el niño de Arthur tenía una expresión traviesa, mientras éste solo reflejaba dulzura y un atisbo de tristeza en sus ojos.

Francis se acercó a él, notando que cargaba en sus bracitos a un pequeño oso. El niño pareció sentir algo de miedo, más no se alejó de él.

La dulce e inocente expresión que no había cambiado ni con el paso de los años. Y sin embargo, cuando se proponía algo, era terriblemente determinado.

Regresó a la realidad en el momento en que su mano se estiró para tomar el pomo de la puerta. La misma mano con la que hubo acariciado el rostro del niño para tranquilizarlo y transmitirle un poco de calor. La misma mano que años antes se entrelazó con la de esa niña llamada Jeanne D’Arc y que ahora solamente se posaba en la puerta.

Entró.

Matthew lo recibió con una de sus tan conocidas y tímidas sonrisas, con el gesto un poco cansado y algo dolido, producto del parto.

-Mira…- casi susurró mientras acunaba a su bebé.- Es como Aaron… no sabemos si se parece más a ti o a mí.

Francis se acercó para observar a su bebé. La bandita rosa en su diminuta muñeca le hizo saber que se trataba de una niña, la cual dormía plácidamente. En su cabeza notó algunos cabellos rubios y el rulo de su madre además del gesto tranquilo y apacible.

-Su nombre es Jeanne…- le dijo Matthew en el momento que el otro se agachó para tomar la pequeña mano entre las suyas. Francis lo miró, completamente sorprendido.

-¿Por qué…?

-Fue y es alguien especial para ti. También la hace especial para mí, de alguna forma.- le dijo.- Sólo voy a pedirte que la cuides. A nuestra Jeanne.

-Lo haré… la protegeré de todo y será mi pequeña niña mimada…- dijo tomando en sus brazos a la pequeña Jeanne, quien despertó y miró a su padre, con su ojos azules, idénticos a los de éste.- Pettit Ange - dijo acercándose a la pequeña, mientras ésta reconocía con las manos el rostro de su padre.

* * *

Unos días después

Como era su costumbre, Gilbert había invitado a Ludwig a tomar algo. Como Roderich se oponía a que Gilbert saliera de casa, optaron por festejar el pronto nacimiento de sus hijos en casa del albino. Decidieron invitar a Vash, Elizaveta, Lilly y Feliciano.

Todo iba bien y en un momento, todos se cansaron y decidieron dormir. Elizaveta y Lilly dormían en un cuarto, en otro Ludwig y Feliciano, Vash en otro, Roderich en el que era suyo y Gilbert… pues Gilbert encontró muy cómodo el piso de la cocina.

2:00 am

Vash escuchó que alguien llamaba a la puerta del cuarto que ocupaba. Sacó el revolver que tenía bajo la almohada y se aproximó.

Se encontró con Roderich, el cual se sostenía el vientre con fuerza. Vash no necesitó preguntar, rápidamente fue a despertar a Elizaveta.

-¿Dónde está Gilbert?- preguntó Elizaveta.

-Duerme peor que piedra cuando está borracho.- le contestó Roderich.- ¡ah Dios! ¡Duele!

-¿Qué sucede?- preguntó Ludvig, quien había despertado al escuchar todo el bullicio.

-¡Roderich está a punto!

-¡Iré a encender el auto!- gritó Ludwig corriendo al mejor estilo James Bond

-Ah… duele… ¡Ah!

-Señor Austria… no hable así “me hace pensar en que está haciendo cosas con Gilbert”-otra vez, la fibra yaoi de Elizaveta podía más que su fibra moral.

3:00 am

-Elizaveta…

-¡Dígame!

-Ah… por favor… necesito tomar una ducha antes…

-¡Estás loco!- le reclamó Vash.

-¡Pero señor Austria! ¡Vash está llamando a la doctora para que lo atienda de inmediato!

-Por favor… iré a tomar una ducha…

-¡Señor Austria!- no pudo seguirlo, increíblemente Roderich había puesto sus contracciones y debilidad del momento de lado para correr al baño y encerrarse ahí.

4:00 am

-¡Señor Austria, vamos por favor!

-Espera… espera…- dijo un poco jadeante y cansado.- debo escoger un buen traje para ir…

-¡Use el de siempre!

-No… tiene que ser especial… ayyyyyy…

-¡Señor Austria!

-Tonto…- dijo Vash quien no entendía de dónde provenía la paciencia que le impedía cargar a Roderich al auto. Decidió ir a ver cómo andaba Ludwig.

5:00 am

-¡Alemania, no te duermas!

-¡Estoy despierto! ¡Estoy despierto! ¡Ya encendí el auto…!

-Estás en la motocicleta, Alemania…

6:00 am

-Ay… ay…

-¿Algo más señor Austria?

-Ay… Mariazelle no está bien…- dijo señalando el rulo en la cabeza, el cual se veía un poco decaído.- Pásame un rulero, Elizaveta… ay…

7:00 am

-¡Señor Austria!

-Espera espera… ay… no puedo irme aún…- dijo acercándose al piano de cola.- No terminé la sinfonía que compuse… ay…

8:00 am

Al fin Roderich sube al auto.

8:20 am

Llegan al hospital.

8:30 am

Nace una niña, con el cabello castaño, los ojos carmesí, un pequeño, pero notorio lunar debajo del ojo y un delicado rizo en la cabecita.

9:00 am

Elizaveta regresa a casa por Gilbert y Feliciano.

-¡Gilbert! ¡Nació el bebé!

-¿Eh…? ¿Qué bebé?

-¡Tu hija, imbécil!

-¿Eh?

-¡Por qué crees que Roderich no está aquí!

-No sé… pensé que había ido a poner la caldera para el té…

10: 00 am

Elizaveta llega con Feliciano y Gilbert al hospital.

11:00 am

-Siento que nos olvidamos de alguien…- dice Gilbert.

*En la casa*

Liechtenstein se levanta.

-¿Hola? ¿Alguien?

A la misma hora, entró la doctora Fukaru, quien no hacía ni unas horas había atendido el exitoso parto de Canadá, y para celebrarlo, Francis le había invitado uno de sus mejores vinos. Se sorprendió al notar que no le había afectado de ninguna forma, tanto que llegó y atendió a Roderich casi de inmediato.

No había contado con que dejó el vino al alcance de Feliciano, quien tardaba en llegar a pesar de que Elizaveta lo había traido y no había notado que lo perdió de vista hasta que Ludwig preguntó por él.

El vino es traicionerito.

Al poco entró un Feliciano que se sujetaba de las paredes.

-Quiero ver… -dijo mientras se aferraba a la pared y tanteaba por una columna inexistente. Se acercó para tomar a la niña de las manos de la doctora.- ¡Cómo llora! ¡Bien por ti niño!

-Es niña…

* * *

Al día siguiente de que Alizè nació, Ludwig y Feliciano regresaron a su casa en Italia. Justo a tiempo…

Feliciano se paseaba por la casa, como si buscara algo. Parecía haber perdido algo muy preciado, y Ludwig lo notó, ya que el movimiento lo distrajo de su lectura de “Sobre pañales y primeros dientes”.

-¿Qué tanto buscas? - le preguntó a Feliciano. Éste pareció decepcionarse por algo mientras no lo encontraba.

-Algo para el estómago…- dijo algo decaído.- Me duele…

-Te pasa por comer tanto.

-¡Pero es un dolor extraño! Llevo como cinco horas así… Y el bebé está pateando mucho…

Alemania lo miró por largos segundos. No podía ser… no, más bien “eso” debía ser.

-Italia…

-Dime, Alemania…

-Por si acaso… ¿ese dolor empieza en la boca del estómago y se irradia a la parte baja?

-Si…

-Y aumenta a medida que caminas.

-Si…

-Italia…

-Dime.

-Ese no es un dolor de estómago.

-¿No?

Silencio.

Y luego un Ludwig corriendo fuera de casa con Feliciano en brazos, llevándolo al auto y corriendo como alma que lleva el diablo, directo al hospital.

* * *

Sin saber cómo, llegaron al hospital en cinco minutos (de los veinte que tomaba habitualmente). Ludwig realmente manejaba rápido cuando estaba desesperado.

Entró a la recepción junto a Feliciano, luego una enfermera se acercó con una silla de ruedas y el italiano tomó asiento.

La enfermera lo llevó por un largo pasillo para que lo revisaran, cuando algo pasó como un bólido por su lado, pudo identificarlo como su hermano mayor en otra silla de ruedas siendo perseguido por Antonio.

-¡¡¡Lovi!!! ¡¡¡Regresa!!!

-¡Que te claven esa agujota a ti, idiota!

-¡Loví!

-¡Noooooooooooooooo!

* * *

Ludwig trataba de olvidarse de la impresión que se llevó minutos atrás, cuando esperaba con Antonio el nacimiento de sus bebés.

-¡No! ¡No quiero que me claven eso!- escucharon que alguien suplicaba.

-Creo que Italia aún no se entera de qué trata el embarazo…- dijo Ludwig suspirando.

-¡Cállate idiota!

-Y mi Lovi va a golpearme muy fuerte luego…- se lamentó España con su mejor sonrisa de enero a enero.

Pasaron unos minutos.

-¡Malditos bastardos enfermos! ¡Qué se creen! ¡Mentira que la aguja no duele nada! ¡Porqué no se meten la aguja donde más les guste!

Tanto Ludwig como Antonio se quedaron estáticos.

-Lovino tiene muy mal carácter…- pensó Ludwig.

-¡Idiota! ¡Deja de gritar tantas tonterías!

-Ese es Lovi…- susurró Antonio.

-Espera… entonces el que insultó hace rato…

-Lamento decirte que ese fue no fue Lovino.

Ni bien terminara de decirlo, nuevamente Feliciano pegó una variedad de insultos en italiano. Y cualquiera sabía que un “Figlio di putana” no era algo muy carismático.

* * *

Ludwig observó por el vidrio a los niños recién nacidos, buscando al suyo, mientras Antonio pensaba en que podría convencer a Lovino de adoptar unos quince niños más, claro, luego de que encontrara a su bebé.

* * *

Feliciano se encontraba completamente cansado. La garganta le dolía luego de haber gritado tantos improperios, algunos en alemán, de los cuales no entendía muy bien ni qué decía, solo los había escuchado provenir de Ludwig el día que se golpeó el dedo chiquito del pié contra la pata de la mesa.

Escuchó la puerta abrirse e intentó incorporarse. Pudo hacerlo, la anestesia aún no había perdido su efecto adormecedor. Ludwig se acercó a él con el bebé en brazos. No sabía en verdad qué decir.

Feliciano se acercó al bebé, recorriendo un poco la mantita de la cabeza del niño, revelando un largo rizo rubio.

Las lágrimas anegaron sus ojos.

-Alemania…- susurró.

-Dime.

-En verdad… es idéntico a ti…

-A excepción del rulo… y no sabemos qué color de ojos tiene.

-Alemania…

-¿Si?

-Quizás es tarde para aceptar… formar contigo el gran Imperio Romano… que debimos formar hace tantos siglos atrás… ¿lo recuerdas?

-…- Ludwig enmudeció. Algunos fragmentos de risas infantiles, juegos y determinados colores pasaron por su mente. Feliciano continuó.

-Pero no es tarde para formar un bonito hogar con nuestro nuevo bebé…- dijo éste, abrazando a su retoño mientras lo acunaba. -Bienvenido al mundo, Alphonse.

“El nuevo Sacro Imperio Romano”

* * *

Antonio no podía negar los miles de sueños que tenía respecto a su bebé. Si era niña, estaba seguro de que le compraría los vestidos más bonitos que existieran, y si no había alguno lo suficientemente lindo, él lo mandaría a hacer.

Si era niño, sería el niño más mimado del planeta, el cual captaría toda su atención. Sería un auténtico Don Juan con las damas.

-¡Casanova mi trasero! ¡Mi hijo sería el más grande conquistador!- se dijo mientras cargaba en sus brazos al pequeño bebé. Se sintió feliz al saber que se trataba de un niño, el cual tenía el cabello castaño oscuro y ligeramente ondulado, había heredado el rulo de su madre (y más tarde Antonio sabría que la actitud también)

Al entrar en el cuarto, observó a Lovino durmiendo. Observó detenidamente a su hijo, para luego pasar a la faz cansada del otro.

-Son casi idénticos…- dijo en un susurro.- No lo despertaré, de tomas formas no es necesario. ¿No lo crees así, Camillo?

El bebé abrió los ojos, revelando unos ojos verdes oscuros e intensos.

Antonio sintió que se consumía en un mar de ternura cuando el niño se movió en sus brazos, tratando de sacar una manita para aferrarse de su padre.

-¿Quién es mi pequeño bebé?- preguntó Antonio mientras le hacía caretas y el niño lo miraba curioso.- ¿A quién va a vestir papi de tomatito? ¡A ti!

Camillo no entendía una palabra de aquel idioma extraño, mas sentía que había conocido siempre a su padre, y no sentía ninguna desconfianza hacia esa persona que nunca antes había visto, y sin embargo conocía. Bostezó largamente para volver a dormir.

* * *

-O sea, ¡estás como que totalmente loco!

-Feliks, por el amor de Dios, deja a la doctora revisarte…

-No, desconfío totalmente de todos.

-¡Feliks es la doctora!

La doctora Fukaru, quien en menos de una semana había viajado por medio planeta atendiendo los partos de las naciones, intentaba con todas sus fuerzas evitar un ataque de risa. La expresión de un Toris desesperado y un Feliks despreocupado con contracciones, era demasiado para ella.

* * *

Primer acto: Se abre el telón, un Toris muerto de nervios. Se baja el telón.

Segundo Acto: Se abre el telón, Un Feliks que no para de hablar ni cuando le ponen la epidural. Se baja el telón.

Tercer acto: *La doctora Fukaru saca la cabeza por entre el telón* ¡Alguien cállelo! ¡Por favor!

¿Cómo se llama la obra?

*Feliks saca la cabeza entre el telón* Tipo como que totalmente un mal chiste.

* * *

Feliks: Y como les decía, Liet no es de lo más inteligente…

Dra. Fukaru: Bisturí por favor.

Feliks: ¡Se la vive eternamente preocupándose por tonterías!

Dra. Fukaru: ¡Ya viene!

Feliks: Como el otro día que se comió una manzana y encontró solo medio gusano…

Dra. Fukaru:¡Necesitamos ayuda! ¡El niño resbala!

Feliks: Tipo, ¡como que casi muere al notar que la otra mitad ya se la había comido!

Dra. Fukaru: Tú sujeta de arriba y abajo, yo los costados…

Feliks: ¡Fue como que totalmente divertido!

Dra. Fukaru: ¡Felicidades! ¡Es un niño!

Feliks: ¿Quién?

Fuera de la sala de partos, Toris se golpeaba la cabeza contra una de las columnas blancas que sostenían el edificio, mientras sus hermanos lo miraban compasivos.

Pasaron unos minutos hasta una enfermera salió con el bebé envuelto en una mantita para que Toris pudiera verlo. El cabello rubio y ligeramente ondulado, los ojitos verdes que lo miraban, completamente cansados de llorar.

-¡Woah! ¡Tengo una sobrina!- dijo Letonia.

-¡Es tan linda!- soltó Estonia palmeando la espalda de Toris.- ¡No se te parece!

-¡Ah mi pequeña! ¡Va a llamarse Jun!

-Disculpe…- soltó la enfermera.- Pero es un niño.

Los tres hermanos miraron al pequeño bebé, el cuál bostezó ampliamente.

-Creo que mejor lo llamamos Jan.

* * *

Heracles corría como loco de un lado a otro. Desordenó completamente su habitación en busca de los papeles para internar a Kiku. Era el último en dar a luz, los demás habían tenido sus bebés un mes atrás, pero Kiku gestaba ya el décimo. Estaba en fecha.

-Heracles-san…

-¡No encuentro el papel! ¡No está en ninguna parte!

-Creo que lo dejó sobre la mesa de no…- no pudo continuar, Heracles había salido disparado a buscarlos. Escuchó una expresión de alivio provenir del más alto. -Debería tranquilizarse un poco por favor…

-Pero las contracciones empezaron hace diez minutos…

-De todas formas… nuestro bebé esperará un poco.

-¡Las maletas! - Gritó corriendo de nuevo a la habitación, para sacar algo de ropa para Kiku.- ¡El auto!

-Heracles-san…

-¡Neko-san!

-Heracles-san…

-¡Mi toga!

-Usted ya no usa toga…

-¡Mis pantalones!

-Los lleva puestos…

-¡Mi boina!

-En la cabeza de Neko-san...

Kiku seguía tranquilamente a Heracles, mientras éste corría de un lado a otro cargando un montón de cosas. Salieron de la casa y Heracles echó todas las cosas al auto, para meterse dentro y arrancar.

-Creo que mejor lo espero hasta que se dé cuenta que se olvidó de mí…- dijo Kiku suspirando con tranquilidad. No tardó en escuchar las alarmas de autos y los ladridos de perros, seguidos por un rechinar de llantas y un auto estacionándose de golpe a su lado.

-¿Te llevo?

-Heracles-san… tranquilícese un poco por favor…

* * *

Heracles estrujaba su boina blanca entre las manos, completamente nervioso. ¿Qué sería? ¿Niño? ¿Niña?

Observó una revista en la mesa de madera y cristal frente a él. En la portada, la foto de la doctora Fukaru, bajo el título de “Amor Internacional”.

Hojeó la primera hoja y vio las fotos tomadas por paparazzis ocultos de Alfred sosteniendo a Aaron mientras Arthur sujetaba el biberón para alimentarlo. Otras fotos de la familia, todos juntos. Aaron bajo el título de “God Bless our little-big Empire”.

En la hoja que le seguía se veía a un feliz Yao con Xue en los brazos, mientras Iván sostenía a Annya, compartiendo su bufanda con ella. “Nunca el comunismo tuvo tantas fangirls” rezaba el slogan bajo la foto y los nombres de Xue Ivanov y Annya Ivanova.

Siguió observando. Todos ellos parecían felices, inclusive Noruega tenía un pequeño rictus en una foto que habían captado de él e Islandia acunando a sus bebés en la puerta de su casa, mientras Dinamarca construía una cunita a unos metros de ellos.

La otra fotografía de seguro le costó horrores a quien la tomó, ya que se trataba de la familia sueco finesa bañando a sus bebés. A pesar de ser idénticos, Hillevi tenía un aire de tener el carácter parco y poco sociable de Suecia, mientras Niklas jugaba en la gran bañera con las burbujas y sonreía, al igual que Tino. Peter los ayudaba mientras Hanatamago asomaba la cabeza mojada por entre la espuma.

El hijo de Antonio y Lovino tenía cara de “Il cappo di tutti il capi.” A leguas se notaba el carácter que se traía. Al igual que el hijo de Ludwig y Feliciano, quien podía pasar días enteros durmiendo, levantándose solo para comer. (Idéntico a su madre)

Alizè, la hija de Roderich y Prusia, era constantemente seguida por un ejército de veinte pollitos, que dormían en la misma cuna que ella y más de uno había confundido a Mariazelle con un gusano. Extrañamente Gilbert había superado su complejo narcisista, asegurando que nadie, ni siquiera él, era tan Awesome como su hija. (y claro, en las fotos no podía faltar una imagen de él con un tutú y Roderich aguantándose las ganas de preguntarle quién era el señorito.)

De Jeanne, podía verse a simple vista que era una niña muy tranquila. A pesar de ser un bebé, ya vestía de las mejores marcas francesas y tenía una línea de ropa para bebés con su nombre.

En la siguiente hoja, Toris acunaba a su bebé recién nacido mientras Feliks comía un montón de dulces que le habían regalado, preguntando cómo un bebé podía aguantar viviendo a base de leche y sin dulces.

Y al final de todo, encontró una foto suya con Kiku y Neko-san. Su bebé era el último en nacer, y en el mundo se hacían apuestas sobre el sexo del pequeño.

Un ruido en la puerta llamó su atención. La enfermera salió con el bebé en brazos.

Heracles se acercó para conocer a su pequeño. Lo vió, los ojos abiertos de par en par, completamente verdes, la piel canela y el cabello negro y lacio, con el rulo doble en la corona.

-Felicidades. Es una niña. - dijo la enfermera.

A los pocos minutos, la misma enfermera le devolvía el bebé a Kiku, quien preguntó por Heracles.

-Está esperándolo.- le dijo.

No mentía, Heracles esperaba a Kiku… desmayado en la sala de espera.

-Creo que tanta presión no es buena para él…- dijo Kiku cuando lo supo.

La bebé fue llamada Syna, que en griego significa “Juntos”. Era lo que mejor describía a la pareja, el estar juntos, disfrutando del silencio del otro.

* * * * *

Parte B:

Una reunión se llevó a cabo. No, no iba a tratarse sobre temas de contaminación ni calentamiento global... Es más, ni siquiera era en la sala de conferencias.

-¡Bien! ¡Estas son las clases para aprender a ser un padre tan genial como yo!- decía Alfred al frente de todos los demás padres. Arthur se encontraba con las nuevas madres en otra habitación.-Lo primero, cómo cargar a un bebé. Obviamente saben que deben alzarlo con cuidado y cargarlo en brazos, ¡no tomarlo por la cabeza como una mochila!

-¡Y yo que pensé que lo hacía bien!

-C’llate Dinamarca…

-Ejem… bueno volviendo al tema. ¡Aprenderán a cambiarle el pañal!- dijo dejando a Aaron en la colchoneta frente a él y cambiándole el pañal. - Es realmente muy fácil. Y nada de ser melindrosos, que es un pequeño y aún no sabe lo que hac… ¡Aaron qué comiste!

Unas pequeñas explicaciones más tarde y todos les estaban cambiando los pañales a sus hijos.

Dinamarca, quien se encargaba tanto de Ludovik como de Asbjorn, competía contra Suecia, quien tenía a sus dos gemelos, por quién cambiaba más rápido el pañal a sus dos bebés.

Rusia no se decidía si empezar con Annya o Xue. Lo que sí puso, era decirles en voz baja que todos esos bebés que veían, serían uno con ellos, tarde o temprano.

Ludwig, como era de esperarse, hizo un gran trabajo con su hijo, para luego notar que un rizo castaño oscuro sobresalía por debajo y al frente de sus cabellos rubios.

-¿Y esto? - se dijo al momento que Gilbert aparecía y le quitaba la peluca a su hija.

-Te devuelvo al mini West.- le dijo alcanzándole a su bebé.- a mi no se me da tan bien cambiarle los pañales a mi hija como a ti o al señorito.

Antonio murmuraba cosas sin sentido mientras cambiaba el pañal a su hijo, haciendo que el pobre Camillo deseara golpearlo con su sonajera, cosa que hizo en cuanto la encontró. Adoraba los mimos de su padre, mas sabía que ese no era el momento apropiado.

Heracles trataba de entenderse con el pañal de Syna, mas se quedó dormido en medio trabajo. Syna suspiró y terminó de arreglarse el pañal, justo a tiempo.

-Oh… fue más fácil de lo que pensé…- dijo Heracles al despertar.

Feliks, quien había preferido tomar el curso en lugar de Toris, parecía en medio de una complicada cirugía.

-¡Ya está!- dijo victorioso.

-Feliks el pañal va en el niño, no en ti.

-Demonios…

Al otro extremo de la habitación, Francis le rogaba a su hija.

-Vamos pequeña… ¡si soy tu papá! - decía mientras la niña meneaba la cabeza y estiraba la batita hasta las rodillas con las manos., avergonzada.

-¡Hasta tu hija sabe lo pervertido que eres Francia!

-¡Sacó lo tímida de su madre! - repuso él para volver a mirar a su hija.- Vamos pequeña… ¿no confías en papá?

No era que desconfiara, era simplemente el hecho de que la pequeña Jeanne era terriblemente vergonzosa.

* * *

En otra habitación los pobres ukes sudaban la gota gorda, dirigidos por Arthur, quien parecía acostumbrado al ejercicio.

-Si les hicieron creer que un bebé necesitaba 8000 calorías por día, les mintieron.- dijo éste muy tranquilo mientras veía a los otros torcerse en posiciones casi imposibles, intentando en vano relajarse con las clases de yoga.- Si no aguantan esto, ¡menos aguantarán los pilates! Todos deben recuperar su peso, ¡en especial Finlandia y China!

-¡Esto no es justo!- lloraba Tino mientras hacía su mejor esfuerzo tratando de tocar la punta de sus pies con las manos.

-¡Solo porque tuvimos dobles-aru!

-Bueno mantecas, hora de bajar sus kilos demás. - dijo Arthur ignorando los ruegos de los demás.

Toris tomaba los cursos en el lugar de Feliks, recordando la discusión.

-¡Tipo totalmente no!

-¡Feliks! ¡Engordaste y debes hacer ejercicio! ¡Deja de comer tantos dulces!

-O sea, juras que iré a esos cursos.

-¡Si! ¡Iremos!

-Totalmente negativo. Ve tú y lleva a tu amante ese… Jicael Mackson

-¡Por enésima vez! ¡Es Michael Jackson!

-¡Me engañas con él!

-¡Está muerto, Feliks!

-¡Liet! ¡No sabía que tenías esas preferencias!

Fue de esa forma que Toris decidió tomar los cursos de aerobics, yoga y demás en el lugar de Feliks. Esperaba que eso lo ayudara un poco con sus nervios.

Noruega seguía las instrucciones sin chistar, mirando de reojo cada dos segundos a su hermano menor, quien no entendía una sola de las explicaciones de Arthur.

Roderich se esforzaba por hacer un abdominal, el cual empezó al inicio de la clase y terminó una hora después de finalizada ésta. Debía de ser un nuevo record, un abdominal en dos horas.

Feliciano no lograría reponerse luego de la nueva dieta que excluía pastas, pizza y demás cosas que le gustaban.

Lovino no dejaba de quejarse por lo inútil de hacer ejercicios, y afirmaba que todo era culpa de Antonio.

Yao solamente pensaba en lo feliz que estaría Iván cuando lo viera otra vez en su peso correcto (aunque a Iván en verdad no le hubiera importado tener una versión Sumo de Yao) y hacía el doble de ejercicios, poniendo todo su empeño.

Kiku era quien menos había engordado, aún así disfrutaba practicando yoga y viendo a los gatos en el tejado del edificio contiguo.

* * *

Ni bien los pobres ukes terminaron su sesión de tortura con Arthur, regresaron a ver cómo se arreglaban los pobres padres con sus hijos.

Suecia y Dinamarca estaban completamente envueltos en talco de bebé (debido a una pelea que se desencadenó cuando Berwald ganó en el cambio de pañales y Dinamarca, como mal perdedor, le había arrojado una botella de talco de bebé). Tino se dedicó a limpiar el rostro de su esposo con una toalla mientras sonreía. Como era de esperarse, Dinamarca esperó que Noruega hiciera lo mismo.

-Siempre y cuando sea con el pañal de Ludovik.- le dijo Noruega.

Más allá de ellos, “los tres chiflados” como le gustaba a Roderich decirles, competían sobre cuál de los bebés era más inteligente.

-¡Mi hija será la más hermosa del planeta! - decía Francia.

-¡Y tan pervertida como tú! ¡En cambio mi Alizè tendrá un ejército de pollos!

-Venga ustedes dos, Camillo es el único varón aquí, será todo un don Juan como su papi, ¡sus hijas morirán por estar con él!

-¡Eso quisieras, Antonio!

La pelea se acabó cuando Lovino tomó a Antonio por la oreja y mencionó algo de un Roderich haciendo medio abdominal desde hacía una hora, lo que hizo que gilbert corriera, con alizè en los brazos para salvar al señorito. Matthew solo llamó a Francis con la mirada, éste derrotado se acercó mientras Jeanne se desesperaba por botarse a los brazos de su madre.

-Creo que la única persona que puede cambiarle el pañal eres tú.- le dijo luego de saludarlo con un beso.

Más allá, algunas parejas realmente compadecían a Toris.

-¿¡Podrías sacarte el pañal, Feliks!?

-¡Pero si es como que totalmente cómodo!

-¡Feliks!

-¡Claro! ¡A Jan le dejas usarlo y a mi no!

-¡Jan es un recién nacido!

-Claro, a él lo justificas.

La atención de algunos se centró en Iván, quien acunaba a Annya en el brazo izquierdo mientras con el derecho levantaba a Yao, el cual tenía a Xue en sus brazos.

-¡Iván-aru! ¡Bájame en éste instante-aru!

-Pero si estás cansado.- dijo con su habitual y tranquila sonrisa.

-¡Eres un convenenciero-aru!

-Shhh… despertarás a Annya.

-¡Si está despierta-aru!

Todos los padres de alguna forma se preguntaban si realmente podrían hacerlo bien. Cuidar a un bebé y criarlo… empezaban a tomar consciencia de lo difícil que sería. Bastaba observar las prominentes ojeras bajo los azules ojos de Alfred y el cansancio en el rostro de Arthur.

-¿Cómo te fue, cariño?- le preguntó Arthur, abrazándolo. Alfred besó su frente y le correspondió estrechándole con un poco de fuerza. Aunque fuese por un minuto, Alfred deseaba olvidarse de todo y solo besar a Arthur. ¿Cuánto tiempo llevaban sin mimarse por horas como era su costumbre? Cada minuto que tenían lo dedicaban a su bebé, y si tenían algún momento libre lo usaban para dormir y recuperar el sueño perdido.

Desde la pequeña colcha donde reposaba, Aaron observó a sus padres. Había estado extrañando a Arthur y deseaba que éste lo alzara. Sin embargo sentía que no debía interrumpir ese momento tan maravilloso, en el que solamente ambos existían. Los demás, cada uno en sus cosas, en conversaciones, mas Aaron pudo ver un cierto brillo en sus padres mientras se besaban.

-Creo que ya es hora, ¿no, pequeño?- dijo una de las haditas apareciendo y revoloteando a su alrededor.- Estoy segura de que quisieras decirles cuánto los quieres.

Aaron balbuceó un poco. ¡Claro que quería! ¡Deseaba tanto poder hablar con sus padres!

Sintió algo como un nudo deshacerse. Como si hubiese destrabado algún obstáculo en la boca y ahora supiera algo más.

-Ma…má…- soltó despacio, pero lo suficientemente claro para que todos lo escucharan, justo en el momento en el que sus padres se separaban. - Pa… pá…

En menos de un segundo tenía a sus dos padres mimándolo como si su vida dependiera de eso, mientras él repetía ambas palabras con mayor seguridad.

Todos pensaron que, si para ver a ese pequeño ser que habían formado con tanto amor creciendo día a día deberían esforzarse, cualquier gran esfuerzo no era nada comparado con la inmensa felicidad que tendrían a cambio.

* * * * *

Parte C: Un extra necesario para entender la melancolía futura de Aaron.

Flashback.

Jugando con un conejo. Le gustaban, su pelaje tan suave, su actitud tan sumisa y tranquila, la faz inocente…

-Hey Inglaterra, ¿vamos a jugar? - sabía de antemano quién lo llamaba. Era uno de aquellos que odiaba. Aquellos a los que forzosamente debía llamar hermanos.

-No quiero ir Gales… estoy bien aquí…

-Vamos a divertirnos pequeño.- se acercaba.

-¡No! ¡No quiero! - Soltó al conejo mientras intentaba levantarse y lo vio correr rápidamente en dirección opuesta. Incluso el animalillo sabía lo que le esperaba si se quedaba con Gales cerca. - ¡no me divierto con ustedes!

-No dije que fueras a divertirte tú.- era tarde. Lo había tomado por el delgado y frágil brazo.- Dije que íbamos a divertirnos. Nosotros vamos a divertirnos contigo.

El brazo le dolía luego de caminar un rato al lado de su hermano mayor, sentía que se lo arrancaría por cómo lo jalaba

-Te has tardado Gales.

-Ya saben… se pone caprichoso.

Perdió el equilibrio y cayó cuando el mayor lo aventó hacia delante. El brazo le dolía más.

-Bien hermanito. Hoy Irlanda quiere practicar tiro al blanco. A que no adivinas lo que tienes que hacer.

-No… no quiero…- dijo al borde de las lágrimas. Sabía que de todas formas eso no los detendría.

-Ay Inglaterra, ¿vas a llorar? - Irlanda se agachó para golpear su entrecejo con un dedo.- si aún no te hicimos nada.

-No… no…- veía borrosamente. Tenía tanto miedo. No al dolor, sino al daño que le hacían siempre que lo preguntaba.- ¿Por qué? Si soy su hermanito…

Los tres lo miraron para luego reírse a carcajadas, apuntarlo con el dedo y molestarlo jalándole el cabello, evitando que secara sus lágrimas. Un golpe en la espalda hizo que cayera de bruces contra el suelo y sintiera el sabor del pasto de la casa de Irlanda.

Ya venía la respuesta.

-Nosotros tres somos hermanos.- habló por fin Escocia, frotándose la barbilla.- ¡a ti nadie te quiere! - Se agachó hasta ponerse al nivel de Arthur, quien lloraba amargamente.- ¡Mira que eres feo! ¡A ti nadie podría quererte!

Nadie…

* * *

-Mamá Atud… ¿Mamá?... ¡Mamá!

-Cariño…

El toque suave de los dedos de Alfred en su mejilla logró sacarlo de su ensimismamiento. Ya no estaba en casa de Irlanda ni era un pequeño. Estaba en el hogar que habían formado con Alfred; sentado en su cama, con las dos personas que más amaba en el mundo.

-Ah… lo siento… ¿qué sucede?

-Bebé quiede mimitos… - dijo con dificultad el pequeño Aaron saltando al regazo de Arthur.- di que bebé ez bonito.

-Si… lo eres…- dijo Arthur con la mirada tierna que tenía para su hijo.

-Mentidozo… no me convenzes…

-No… en verdad… eres hermoso.- dijo esbozando una sonrisa mientras abrazaba a su retoño. Sintió que también lo abrazaban, conocía esos brazos mejor que nadie.

-Y espozo Alfed quiede mimitos de su lindo Atud también.- dijo imitando la fonética de su bebé y besando suavemente la mejilla de Arthur.

El niño abrió más los ojos, los cuales brillaban con fuerza.

-¡Bezito! ¡Bezito!

-¿Lo ves? Incluso Aaron quiere que me mimes.

-¡Ziiii!

Arthur recostó su cabeza en el hombro de Alfred, ladeando ésta y encontrándose con los suaves labios de su amado. Le gustaba tanto… tanto… tanto…

-¡Quiedo Hedmanito!

Sin soltarse del beso que compartían, ambos rieron.

-¡Peque! ¡Me desconcentras!

-¡Eso se lo enseñaste Alfred!

-Te juro que no tengo idea de dónde lo sacó.

-¡Zi! ¡Quiedo hedmanito! ¡Papi Afed dice que es fácil y bonito haced uno!

-No pequeño… es difícil cuidarlo luego… Por ahora queremos mimarte sólo a ti.

-¡Nu! ¡Tienen que haced un bebé bonito como yo! ¡Quiedo hedmanito!

-Y si sale más bonito que tú, ¿qué hacemos?- preguntó Alfred mientras acariciaba suavemente el rostro de Arthur.

-¡Papá Afed yo zoy bonito! - contestó el pequeño en su defensa, frunciendo graciosamente el ceño mientras se aferraba a la camisa de su “mamá Atud”.

-Si pero puede que tu hermanito lo sea más.

-Zedía pod que quiedes más a mamá que cuando me hiciste a mi.

-Sip, yo amo a tu mamá cada día más.

Logró captar su atención nuevamente. Arthur sintió cómo los dedos de Alfred se alejaban de su mejilla y levantó una mano para atrapar la de Alfred y entrelazar sus dedos con los de éste, logrando que el otro lo abrazara con un poco más de fuerza.

-¡Yo lo quiedo maz que tú!

-¡No, yo lo quiero más que nadie!

-No, ¡yo!

“Nadie te quiere”

-Seguro…

* * *

La hora de dormir del pequeño Aaron llegó. Ambos padres disfrutaban jugando con su hijo, mimándolo, arropándolo y quedándose a su lado hasta que el pequeño durmiera.

-Buenas noches amorcito.- le susurró Alfred al niño que ya dormía mientras besaba su suave mejilla. Arthur hizo lo propio, con la diferencia de que él besó la frente de su bebé.

Caminó hacia la puerta de la habitación llena de motivos infantiles, esquivando uno de los miles de juguetes que tenía el pequeño. ¡Eso explicaba porqué Peter y Raivis adoraban ir a jugar con el pequeño!

En el umbral de la puerta, sintió a Alfred tomándolo por la cintura.

-¿Estás cansado, amor?- le preguntó mientras besaba su mejilla. Arthur estaba con los pensamientos absortos en sus recuerdos. Más lo recordaba, menos lo entendía.

-¿Eh? ah si... un poco...- contestó soltándose del agarre de Alfred y avanzando. Alfred se sintió un tanto incómodo, pero no se rendiría. Corrió para adelantarse a Arthur y abrazarlo de frente.

-¿En qué piensas? ¿En mi?

-No seas tonto…

-Es tan difícil no pensar en mí.

-Idiota.

Alfred aflojó el abrazo al no sentirse correspondido, pero sin soltar a Arthur.

-¿Sucede algo?

-No, nada.

-Yo creo que si…

-Crees mal.

-Arthur… - sintió el peso de la mirada de Alfred, y al encontrarlo, lo único que podía ver en sus profundos ojos azules era una gran preocupación.

-¡No me llames con esa voz! ¡Ya te dije que estoy bien!

-No lo estás… ¿por qué no me dices?

-¿¡Por qué no me dejas respirar en paz!?

-Arthur… tranquilo…- intentó abrazarlo otra vez, más éste se apartó de él y caminó rápidamente. Alfred hizo lo mismo para seguirlo. Molesto al notar al otro siguiéndolo, comenzó a correr por la gran mansión, Alfred imitaba sus movimientos sin lograr alcanzarlo.

Fuera de la casa una gran tormenta daba lugar a resplandecientes segundos que alumbraban la estancia y marcaran las siluetas de ambos corriendo.

Odiaba la lluvia, de eso estaba seguro Arthur. Con cada resplandor, extrañas imágenes retornaban a su mente, unas más fuertes que otras...

* * *

-Oye Inglaterra, ¡Vamos a jugar!- llamaba Gales nuevamente, pero esta vez a un no tan pequeño Arthur. Éste se encontraba leyendo.

-Estoy un poco grande para jugar… - dijo tratando de parecer tajante. Por algún motivo siempre guardaba la esperanza de que sus hermanos le quisieran, al menos un poco. No… de que alguien, quien fuera, le quisiese.

-Pero ya no son juegos de niños. - Dijo Gales acercándose.

Algo le decía que debía correr, escapar, ocultarse, ¡lo que fuera! Pero no… se quedó sentado hasta que Gales tomara su brazo y empezara a jalonearlo, como cuando era niño.

Otra vez, en la casa de Irlanda.

-Siempre tarde, ¿eh Gales?

-Siempre se pone caprichoso, no es mi culpa.

Arthur sintió la atmósfera pesada. Escocia se pasaba los dedos por la barbilla otra vez, Gales apretaba fuertemente su pequeño brazo e Irlanda los observaba a lo lejos, mientras tomaba un pequeño sorbo de su taza y mordía una galleta.

-Jueguen ustedes. Yo no tengo ganas. - dijo Irlanda.

-¿Eh? ¡Pero Irlanda!

-Ya dije.- soltó tajante.

-Más para nosotros entonces, ¿no Escocia?

Arthur los miró. Sintió el peligro tomarlo por los brazos y llevándolo a la habitación de Irlanda.

* * *

- ¡Qué hacen!-dijo asustado cuando lo tumbaron en la cama.

-Tranquilo hermanito. No pasa nada.- contestó Escocia mientras desabotonaba su camisa y la descorría por sus hombros, revelando la rosácea y virgen piel.

-Vaya… el pequeño Arthur de verdad que ha crecido bien.-dijo morbosamente Gales mientras Escocia seguía desnudándolo. Ya estaba completamente a merced de ambos hermanos, sus ropas desparramadas por todo el cuarto.

-¡Basta! -Gritó dando golpes al aire. Su cuerpo era joven, pero débil en comparación con sus hermanos. Rápidamente Gales tomó sus brazos a ambos lados de su cabeza mientras Escocia se desvestía.

-Mejor te dejas por las buenas.- susurró Gales. - si no yo también jugaré contigo y no va a gustarte.

-No… por favor…

Sintió sus rodillas ser separadas violentamente. Su cuerpo temblaba.

-¡¿Qué haces?!... no… basta… ah…- sensación desconocida. ¿Qué hacía Escocia lamiendo eso? - no… basta…por favor… ¡detente!

-¿Qué pasa? ¿El obispo va a regañarte? ¡Haces mucho ruido Inglaterra!- dicho esto Gales acercó su rostro al de Arthur y cerró sus labios sobre los de éste.

-¡Mira que lindo! ¡No tiene aguante! ¡Es completamente virgen! - decía Escocia limpiándose los restos de fluido que Arthur había dejado en él. - Bueno, ya no lo serás por mucho.

Arthur tenía miedo. Se sentía asqueroso, era algo completamente repulsivo, injusto, indecente…

-Mejor lo sueltas Gales, sino va a morderte.-dijo mientras subía sobre la cama y una de sus rodillas se interponía entre las de Arthur. Gales lo obedeció y soltó los labios del pequeño, quien intentaba contener las amargas lágrimas y el nudo en la garganta.

-Basta… por favor…- dijo ya sin forcejear, intentando contener un poco más el llanto.

Completamente inútil. Escocia seguía recorriendo territorio de piel rosácea completamente virgen, tocando puntos que causaban una extraña sensación en el cuerpo del pequeño y lograban estremecerlo.

-¿Lo ves? ¡Te gusta!-dijo Gales aún sujetando sus muñecas. Arthur no quiso contestar.-Oye Escocia, creo que ya es suficiente

-Yo diré si es suficiente.

Sintió la piel del mayor restregarse contra su pecho, su rostro. Sus labios forzando los suyos y su lengua casi asfixiándolo.

* * *

Cansado de correr, abrió la primera puerta que encontró a su paso. La abrió rápidamente y se cerró, poniéndole el pestillo e ignorando el llamado de Alfred tras de ésta. Otro rayo cruzó la habitación.

“Ese día… también llovía…”

¿Por qué ese recuerdo regresaba luego de tantos años? ¡Debía quedarse en el olvido y no molestarlo más! ¡Debía olvidarlo!

Otro rayo más fuerte logró captar su atención. Se giró y sus ojos se abrieron desmesuradamente. Se apoyó contra la puerta y su cuerpo comenzó a descender suavemente…

De todas las habitaciones en la mansión, justo tenía que entrar a esa.

* * *

-¡Bien! ¡Los héroes no nos damos por vencidos y más si nuestro amado uke nos necesita! - decía Alfred mientras se remangaba la camisa y se empapaba con la lluvia. Si sus cálculos eran correctos, el árbol que tenía en frente tenía una rama muy cerca a la ventana del depósito. Así lo recordaba.

Subió con rapidez, clavándose unas pocas astillas en las manos, pero logró subir. Se aferró a la rama como un gato y trató de avanzar.

-Mal momento para descubrir que le tengo miedo a las alturas…-dijo haciendo lo peor que alguien en su situación puede hacer: mirar hacia abajo. Los lentes se le cayeron.- ¡no! ¡Texas!... rayos… ¡iré por ti mañana Texas! ¡No llores por mí!

* * *

-Incluso él… se ha apartado de mi… incluso él… me ha herido…-decía mientras abrazaba sus rodillas y ocultaba el rostro en éstas. Le dolía, lo partía, lo destrozaba.

Cuando mis hermanos “jugaban” conmigo…

Cuando él se fue…

Ese día… llovía como hoy…

Miró a un lado y descubrió un viejo muñeco de madera. Lo levantó mientras apoyaba la mandíbula en las rodillas y observó con la mirada ausente la pintura desgastada. Uno de los soldaditos que le había dado a Alfred cuando era pequeño. Vio a los otros en su caja, a un lado de él. Por algún motivo no tenían rastros de polvo.

Apoyado en la caja un libro pequeño. Lo reconoció. Era un libro mágico, el cuál contaba una historia diferente cada vez que se lo abriera. También le había dado eso a Alfred.

Le había dado todo… todo…

Abrió el libro y observó la primera página, la cual nunca cambiaría:

“Para mi pequeño Alfred de tu… tu Arthur.”

Ya recordaba porqué no quería poner “hermano”. Por mucho tiempo Alfred había agregado el adjetivo “mi” al nombre de Arthur.

En la parte de atrás de la hoja que nunca cambiaría, notó el pulso tembloroso de una manita que apenas aprende a escribir sobre la hoja. “Te quiero Ingwaterra. Mucho mucho.”

-Mentira… si no… no te hubieras apartado de mi… y ahora… ¿vas a apartarte otra vez?... ¿me estás mintiendo otra vez?...

-No…-escuchó que le contestaron.

Levantó la vista para encontrar a Alfred empapado, sin los lentes… se parecía tanto a cuando…

-Aléjate… ¡Aléjate! ¡Déjame solo!

El olor a lluvia lo colmó. Otro rayo más cruzó la escena, trayendo consigo el recuerdo de Alfred con un traje militar azul, propio de la época de la independencia.

-Ssshhh… amor despertarás a nuestro bebé. - Alfred se agachó al lado de Arthur tomando su mano. Estaba frío.

-Idiota… vas a enfermarte…

-El que me preocupa ahora eres tú… ¿qué sucede Arthur?- dijo acariciando suavemente la mejilla de su esposo. Arthur iba a hacer lo mismo, levantando lentamente su mano hacia la mejilla de Alfred cuando otro rayo acompañado de un sonido muy fuerte cruzó la habitación, logrando que Arthur recordara escenas que no le agradaban mucho. Sin desearlo buscó refugio en los brazos de Alfred, quien lo estrechó firmemente. -Hey… tranquilo… aquí estoy.- le susurró al oído.

Arthur creyó recordar porqué había borrado esos recuerdos y habían quedado en el olvido hasta ese día. Si bien había escapado a América a modo de librarse de sus hermanos, también había encontrado la persona más especial para él.

-Esa vez… me viste llorando y corriste a mi lado…

-Así va a ser siempre.

-Nunca nadie había hecho eso por mí. Me dolió tanto… ahora también… cuando lo recuerdo yo…

Alfred hizo que ladeara la cabeza para silenciarlo con un beso. Adoraban esa sensación, los labios traviesos del más alto atrapando con ternura los suaves labios de Arthur, transmitiéndole su amor, haciendo que éste se debilitara, que el corazón le latiera a mil por hora, que se olvidara de los malos momentos.

* * *

-Oye… Alfred…

-Dime.

-De verdad vas a quedarte ¿no? Conmigo para siempre…

-Sip.

-Y vas a protegerme…

-Y voy a protegerte y amarte hasta el último día de mi vida, y volveré desde el más allá para verte cada fin de semana y darte muchos besos.- contestó divertido haciendo que Arthur sonriera.

-Te amo Alfred…

Alfred sonrió para luego besar con ternura los labios de Arthur.

-No lo entiendo…

-¿El qué?

-Me tomas de las muñecas… me besas… haces lo mismo que me hicieron ellos… y sin embargo contigo es… tan diferente…

Alfred volvió a llevar sus labios sobre los de Arthur, pasando una mano por su cabello, acariciándolo, y tomando su mano con la otra, entrelazando sus dedos mientras volvía a moverse suavemente sobre él.

-Es por esto cariño… una cosa es tener sexo… no sentirlo… Pero tú y yo no tenemos sexo. Nosotros hacemos el amor. Esa es la diferencia.

Arthur sintió a Alfred correrse por segunda vez.

-Te amo Arthur… no me importa lo que pase… no importa cuántas veces tenga que decírtelo para que me creas. Lo diré mil veces si es necesario amor.

* * *

Se sentía tan feliz. No quería apartarse de su persona querida, quien siempre lo abrazaba para dormir, le besaba con o sin motivo y cuidaba de él.

Abrió los ojos con pesadez para encontrarse con el rostro del pequeño Aaron, quien traía en sus manitas los lentes de Alfred.

Arthur cayó en cuenta de la situación. Alfred abrazando su cuerpo desnudo, estando él en las mismas condiciones, y ambos cubiertos con las sábanas.

-Aaron…

El pequeño abrió desmesuradamente los ojos que tanto le brillaban, formando una “O” con los labios y moviendo los brazos a ambos lados de su torso.

-¡¡¡VOY A TENED UN HEDMANITO!!!

*Continuación

hetalia, mpreg

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