Héroes y Ángeles (Final)

Aug 14, 2009 01:11


quí tambien se lo dedico especialmente a mi esposa Junjou_moe ^-^

A todas las fans USAxUK, con todo mi cariño, muchas gracias por el apoyo ^o^

Héroes y Ángeles

6: El sueño que se volvió realidad.

Otro sueño extraño. De eso debía tratarse.

Alfred frente a una gran burbuja de cristal. Acercó sus dedos para tocarla. Fría y bastante gruesa. ¿Por qué estaba eso ahí?

Meneó la cabeza buscando algo, sintiéndose solo. A la derecha el panorama desértico se extendía sin límites. No había una línea que marcara un horizonte ni un final. Ni siquiera sabía si eso era el mundo. Lo mismo a la izquierda.

Volvió a fijar su vista dentro de la burbuja. Pudo ver a Arthur, con la vista ligeramente baja y los dedos posados en el gran cristal, del lado opuesto al que él se encontraba. El traje militar verde que combinaba con sus ojos y su habitual expresión sin interés. El inglés levantó la mirada y se quedó observando inexpresivo.

Alfred posó los dedos a modo de superponerlos sobre los de Arthur. Empezó a hablar, a decirle cuánto lo amaba, cuánto lo necesitaba de vuelta, a prometerle que nunca más se iría de su lado, que lo haría muy feliz y que juntos olvidarían la soledad.

La expresión de Arthur cambió a una ligeramente sorprendida… y que no entendía nada. Alfred supo que el gran vidrio no dejaba pasar los sonidos.

Entre tanto el eco de su voz se marcaba en el cristal, empañándolo. Eso pareció llamar la atenció de Arthur quien se acercó para apoyar las manos en el cristal y exhalar un poco de aire para dibujar en el vidrio un unicornio.

Alfred buscó en sus bolsillos, algo tenía que haber. Lo encontró, un objeto muy similar a una tiza, pero de color negro, ¿un carboncillo? Pasó el trazo por encima del que hiciera Arthur. En un momento comenzó a seguir el dedo índice de Arthur con el carboncillo.

Pensaba en que podría escribir sus sentimientos, pero ver el rostro sonriente de Arthur ante cada dibujo o alusión fantástica hacía, lo hizo desertar y seguir dibujando junto a él.

El escenario se oscurecía. El fondo se volvía difuso y lo que parecían pequeñas luciérnagas adornaban el momento.

En uno de esos momentos, Alfred notó que sus manos eran pequeñas, que su ropa no era ya el traje militar caqui ni el abrigo que siempre llevaba. Incluso sus lentes habían desaparecido. Frente a él tenía a Arthur. Ambos eran unos niños otra vez.

Riendo cada uno sin poder escuchar la risa del otro, dibujando el uno para el otro. Arthur posó su mano sobre el frío vidrio. Alfred lo imitó.

“Mis brazos son más cálidos que este vidrio. Rómpelo” - escribió Alfred.

Arthur meneó la cabeza negando.

El pequeño Alfred miró al otro niño. No podía entenderlo.

“¿Por qué?”

Arthur volvió a exhalar un poco sobre el vidrio para escribir.

“Porque me protege de los demás.”

El mes que faltaba había pasado como si fueran segundos.

Alfred se sintió completamente cansado y deprimido. De verdad que todo había sido un gran error.

Quizás si él hubiera dejado a Arthur solo en su tierra, eso lo hubiera hecho crecer.

Pero no podía…

Era incapaz de abandonarlo, y más aún sabiendo lo crueles que podían ser sus hermanos y peor aún: Francia con autoridad.

Pero ahora… todo lo que antes fue el gran imperio Británico era una pobre colonia francesa. Había perdido las tierras de Inglaterra y faltaban horas para su cumpleaños.

Todo se había ido al diablo…

Se recostó en la arena. Quizás por su presencia, la costa estaba mucho más cálida que de costumbre. Bajo sus pies la arena se deshacía y la marea podía llegar a tocar la punta de sus dedos.

¿La marea alta?

Se sobresaltó y empezó a buscar a Arthur desesperadamente.

-¡Aún tengo seis horas!-pensaba viendo su reloj que marcaba las 6 p.m. Entonces lo recordó… ¡tenían exactamente seis horas de diferencia con Inglaterra! Y se encontraba en su tierra, ¡lo cuál hacía que tuviera que atenerse a la carga horaria de ésta!

Era casi media noche en todo el Reino Unido.

Alfred buscaba por la costa al pequeño Arthur cuando lo vio.

Estaba parado en medio de la marea, con el agua llegándole al cuello. Se giró para encontrarse con Alfred y regalarle una inocente sonrisa.

-¡Papá! ¡Mira! ¡No le tengo miedo al lado profundo!

-¡Iggy! ¡Ven aquí!- gritaba Alfred corriendo hacia él.

Escuchó un sonido no muy lejano. Fijó su vista al horizonte y tenuemente pudo ver una gran ola que se dirigía al pequeño. Apresuró aún más su paso, sintiendo que, de todas formas el tiempo se detenía para él, aletargando sus pasos y dándole ventaja a la gran ola que se dirigía a Arthur.

No voy a permitirlo…

-¡Arthur!- gritaba tratando de alcanzarlo.

Nunca más… nadie va a hacerte daño…

Corrió y llegó a sentir nuevamente el agua bajo sus pies, subiendo hasta su rodilla.

Nunca más… le mostrarás ese rostro lloroso a nadie…

Se arrodilló tomando al pequeño en sus brazos para apretarlo contra su pecho y tratar de protegerlo contra la gran ola que venía, preparado para recibir él todo el impacto.

-Papá…

-Perdóname. Por todo…

Arthur se aferró más a Alfred, recordando poco a poco.

¿En serio? ¿Me das esto?

¡Por supuesto! ¡Ya que lo hice para ti!

¡Genial! ¡Gracias Inglaterra!

Cuídalo bien. Y… ten cuidado al utilizar el martillo.

Hay varios tipos de soldados… Todos tienen el rostro diferente…

Es que es un juguete especial…

-¿Especial?…papá…tú…

-Perdóname por no demostrarte nunca mi agradecimiento por todo lo que hiciste…

¿Eh? ¿Y este traje? Parece caro, no tienes porqué dármelo. Además no me lo pondré.

¡No! Además últimamente andas muy desarreglado. Si no te vistes apropiadamente, me molestaré.

-Por no tratarte como te merecías

Escucha Inglaterra… Después de todo escojo la libertad. Ya no soy un niño, tampoco soy tu hermano menor. Yo… ¡Ahora mismo me independizo de ti!

-Por hacerte llorar…

-Alfred…- Iggy levantó la vista para encontrarse con los ojos azules de Alfred heridos con lágrimas que se desbordaban. Alzó su pequeña mano para secar esas lágrimas.

Regresemos a casa…

De alguna forma se vio en su sueño. Acariciaba el vidrio alrededor de Arthur para luego acercarse y susurrarle una gran verdad que a la vez era una promesa:

No necesitas más ese vidrio que te protege… desde hoy yo seré tu héroe.

La ola que se acercaba pareció chocar con algo en su trayectoria, haciendo que múltiples gotas se quedaran flotando por segundos en el aire.

Todos los recuerdos se hicieron presentes en Alfred y Arthur. Voces y espectros del pasado, sentimientos olvidados, colores, aromas, memorias…

Alfred notó un pequeño destello, seguido de otros más intensos y el cuerpo de Iggy brillando.

La pequeña mano era ahora reemplazada por una que él conocía muy bien, la cual ahora acariciaba su rostro y paseaba por sus cabellos mojados. Los labios de su persona más querida se acercaban a su rostro en medio de toda esa luz y depositaban un suave beso en su mejilla.

La calma volvía a reinar en las aguas. El silencio se apoderó de la escena, los ojos de Alfred se abrieron de par en par cuando esa persona que tanto quería y ansiaba ver otra vez le quitó los lentes y los sostuvo en sus manos.

-Ya no deberías llorar… ya eres un niño grande.- soltó en un susurro Arthur.

Alfred sintió la cabeza de Arthur descansar sobre su hombro. El cuerpo de éste buscar calor en el suyo y sus piernas moviéndose tratando de ocultar su desnudez.

-Soy un niño grande-contestó Alfred- pero un niño a final de cuentas.

Besó la frente de Arthur, tomando sus hombros con una mano y con la otra ladeando su cabeza hasta ponerlo frente a él, descendiendo por su mejilla. Empezó a acercarse a sus labios.

-No… Alfred…

-¿Por qué?- le dijo acariciando sus cabellos también mojados por el agua.- yo te amo y tú a mi… acabo de demostrarlo…

-Porque… no soportaría perderte otra vez.

-No…- besó su frente- ya no pasará. Quiero que me ames tanto como te amo a ti. Sin miedos, ni resguardos. Te lo pido así porque yo no me contendré en demostrarte cuánto siento por ti.

La burbuja de cristal se rompió en pedazos… Al igual que el orgullo, los recuerdos dolorosos, el rencor... cayendo...cayendo... desvaneciéndose y dejando solas a las dos personas.

Arthur desvió su mirada, completamente nervioso y feliz. Alfred lo abrazó firmemente, tomó nuevamente el rostro de Arthur para ladear su cabeza y encontrarse con él. Se acercó y sin importarle nada atrapó los labios de Arthur con los suyos en un beso.

Arthur sorprendido, se sonrrojó a más no poder, sintiendo cómo el otro lo besaba con calidez y seguridad, sintiendo en su aliento un eco de frescura y deseo reprimido. Movió los labios ligeramente, tratando de corresponder al otro y sintió que le faltaba algo... o alguien cuando se separaron. Como si hubiera encontrado a quien buscaba y ahora no quisiera separarse.

-¿Lo ves? Me amas - siguió susurrando sobre los labios de Arthur- es hora de que seamos sinceros el uno con el otro…

Besó los labios del otro cuantas veces pudo, de forma tierna, lenta y sin intentar profundizarlo, consciente de la inexperiencia y el nerviosismo del otro. La mano de Arthur se alzó para encontrarse con la de Alfred en el aire, uno a uno, los dedos se juntaban unos con otros y terminaron con las manos una sobre la otra, para luego entrelazarse. Sin ningún vidrio de por medio. Se separaron sintiendo que el corazón iría a explotar. Para luego mirarse por unos segundos. Alfred atrajo el dorso de la mano de Arthur para depositar un pequeño beso en la superficie.

-Alfred… - Arthur tomó con delicadeza el rostro de Alfred con la mano que tenía libre para besarlo con la misma suavidad con la que el otro lo besara a un principio, buscando poco a poco cómo profundizar el beso, mordiendo suavemente el labio inferior del menor, alternando entre su lengua y sus dientes, buscandolo y dándole la confianza necesaria para poder llegar más lejos. - Feliz cumpleaños…

Alfred lo miró sorprendido para abrazarlo y dejar que nuevas lágrimas surcaran su rostro, pero éstas eran lágrimas de felicidad.

La luz de la luna marcaba la silueta de Alfred, quien llevaba en brazos a Arthur para recostarlo en la costa, con la marea baja y extrañamente cálida, acariciando sus cuerpos de rato en rato. Se echó sobre él, para seguir besando sus labios, solo que esta vez, no tendría suficiente.

Sintió las manos de Arthur recorriendo su torso por sobre su ropa mojada, tratando de sacársela y deteniéndose a medio camino.

-Alfred… ¿estás seguro de esto?-le preguntó dudoso.

El más alto se deshizo de la parte superior de su ropa para volver a besarlo. No necesitó de mucho tiempo para terminar en las mismas condiciones de su amante. Acarició su torso, su piel rosácea en contraste con la suya, un poco más bronceada. Tomó con suavidad las caderas de Arthur, pero éste se levantó para sentarse frente a él. La luz de la luna dejaba entrever el pequeño sonrojo en las mejillas de Arthur.

-¿Qué sucede?-preguntó Alfred tomando ambas manos del otro entre las suyas. Arthur agachó la mirada.

-Aún tengo miedo…-susurró.

Alfred acarició su mejilla sin soltar una de las manos de Arthur besando el dorso de sus dedos y observándolo con ternura. Se acercó a él para hablar bajo.

-Si necesitas más tiempo… lo entenderé.- dijo un poco sonrojado, empezando a notar la desnudez de ambos y lo hermoso de la situación.

-No es cuestión de tiempo.- le dijo en tono suave pero cortante- tú… has crecido tanto… has cambiado tanto… incluso ahora no puedo creerlo… no sé si lo que sientes por mi…-cayó en cuenta de lo que decía. ¿No era suficiente todo lo que Alfred había hecho por él?

Alfred cambió su expresión, de una sorprendida a otra llena de ternura.

-He crecido-dijo mientras se acercaba a Arthur para abrazarlo- pero tú también has crecido.-tomó una de las manos de su amante para posarla sobre su pecho, inmediatamente por encima de su corazón. Latía fuertemente. - también mis sentimientos crecieron. Y ahora más que nunca sé el lugar que ocupas en mi corazón. Tú eres todo mi mundo.

Recorrió con los dedos el lóbulo de la oreja de Arthur mientras lo besaba y sintió los labios del otro apresar con más fuerza los suyos, adivinando las cosquillas que le causaba ese pequeño toque. Deslizó sus dedos por su cuello, haciendo que ladeara la cabeza al lado derecho y aprovechó para besar y dejar pequeñas marcas en el lado opuesto.

Acariciaba explorando el cuerpo de su amado, sintiendo en su corazón toda la emoción del momento concentrada. Le consumía el sólo hecho de pensar que esa persona, ese cuerpo, esa alma, todo de él era completamente suyo, y de nadie más.

-Mmmh…

-Te gusta ¿no?-dijo descansando un breve momento, mientras recorría los contornos del cuerpo de Arthur, su cintura, su cadera… Logrando que a éste se le encorvara la espalda cuando Alfred tocaba ciertas zonas y más aún al sentir sus dedos tratando de acostumbrarlo al dolor. Las rodillas de Arthur intentaron cerrarse pero tenían como obstáculo una de las piernas de Alfred.

- Ten cuidado… por favor…-dijo completamente sonrojado, jadeando ligeramente y sin poder ocultar su deseo.

Alfred lo besó profundamente, tratando de distraerlo. Movió las piernas hasta situar ambas entre las del otro. El mayor sintió al americano buscar entrada a su cuerpo. Flexionó las piernas y apretó los hombros de éste al sentirlo cerca.

Arthur sentía la tibia arena en su espalda, el cálido cuerpo de Alfred quemándole por fuera y el deseo de tenerlo comiéndole por dentro. Podía sentir el mar en su cuerpo, en su vientre. Fuerte y calmado, imponente, profundo. Las olas subían de rato en rato tocando a ambos amantes, y Arthur sólo podía pensar en que ese movimiento de las olas sobre su cuerpo pronto sería imitado por el cuerpo de Alfred.

-¿Estás bien?- le preguntó Alfred deteniéndose un breve momento mientras acariciaba su mejilla con el dorso de la mano. Arthur tomó sus hombros y separó las rodillas un poco más para facilitarle el trabajo a su amante, entregándose sumisamente y presa de la curiosidad propia de una persona virgen en su primera noche. Lo besó para darle la confianza que necesitaba para seguir y trató de no pensar en el dolor.

Lo sintió. Alfred lo penetró con calma, tomando su tiempo, besándolo y deteniéndose a esperar si sentía al otro morder sus labios en señal de incomodidad, como pidiéndole unos segundos más. Pensó que de poder, le daría todas las horas que necesitara. El sentimiento de ser, por fin, una persona con quien más amaba, hizo que su corazón se llenara de felicidad. Cuando estuvo completamente dentro, observó los ojos llorosos de Arthur, los cuales besó para limpiar las lágrimas para luego descender por una de sus mejillas dejando un camino de dulces besos.

-¿Se siente bien?- le preguntó al oído.

Arthur abrió los ojos, podía ver la piel de Alfred ligeramente iluminada por la luna, sus ojos más azules que de costumbre, su rostro rojizo por la excitación que suponía el momento, acompañado de un suave jadeo y una fina capa de sudor que los cubría a ambos. Se sonrojó al notar la luna por sobre el cuerpo de Alfred, la noche que cubría sus cuerpos; los ojos de quien una vez fue como su hijo, ahora lo miraban con la expresión tierna y a la vez traviesa que él más añoraba. Tan azules como el cielo, tan profundos como el mar, como lo que sentían el uno por el otro. Asintió.

Alfred empezó a moverse, dando pequeñas embestidas, suaves para acostumbrarlo, sintiendo cómo Arthur tensaba sus músculos y trataba de seguir su ritmo lento y acompasado. El cuerpo de Alfred se movía al compás de las olas sobre su cuerpo, mientras él rodeaba la cintura del otro con sus piernas.

El momento más maravilloso para ambos. Era real, estaban ahí, solamente los dos, entregándose a la persona que más amaban, sintiéndose uno al otro, consumiéndose en el cuerpo, el calor, la piel del otro, donde las caricias se prolongaban, los besos se volvían cada segundo más y más apasionados, los cuerpos se movían en una sincronización perfecta, los gemidos de ambos completaban las promesas del otro y el éxtasis tomaba un papel, cada segundo, más importante.

Los ojos verdes se cerraron nuevamente para ignorar a todo el escenario que los rodeaba. Le necesitaba a él, sólo a él y a nadie más. A esa persona que ahora era solamente suyo. Cada caricia, cada beso, cada sensación, aroma, cualquier cosa que pudiera sentir. El aliento del otro sobre sus labios, su voz cansada diciéndole “Te amo” una y mil veces al oído para volver a besar sus labios y seguir entregándose a él como nunca lo había hecho con nadie más.

Alfred acariciaba su cabeza, enredando sus dedos en esos cabellos tan amarillos. Movía suavemente éstos provocando aún más estremecimientos en el más pequeño mientras lo besaba, suprimiendo sus múltiples gemidos. Atrajo más el cuerpo de Arthur al suyo, lo envolvió por la cintura y lo levantó logrando acomodarlo de forma que éste quedara sentado en sus piernas, frente a frente, mientras cerraba sus brazos en torno a su amado para darle estabilidad y besar su cuello.

Arthur posó las manos en los hombros del otro y se dedicó a sentir otra vez. Se acomodó mejor sobre las caderas de su amante mientras buscaba sus labios. Los besos siguieron proliferando, en uno de tantos besos abrieron los ojos y se miraron, pudiendo leer cada uno el poema de amor en el alma que llevaba el otro.

-Al…-soltó Arthur mirándolo. Ambos sabían que estaban cerca de terminar. Alfred lo atrajo más hacia sí, elevando sus caderas. Arthur arqueó su espalda y se aferró aún más a Alfred sintiendo cómo toda la pasión de su amante se derramaba en su interior y la suya propia en el estómago de éste mientras el sonido de una ola chochando contra las piedras de la playa llenaba la escena y disimulaba el gemido prolongado de ambos.

-De verdad… ¿estás bien?- le preguntó por sexta vez en la noche. Ambos en la carpa, cubiertos por una manta y Arthur llevando además de eso, el abrigo de Alfred.

Arthur le contestó como las anteriores veces, con un beso y susurrando un “si” delicado luego.

Pasaron unos segundos más, ambos disfrutando del silencio del otro, acariciándose y compartiendo besos y promesas no dichas durante la noche.

-Gracias… es el mejor regalo que tuve… Arthur…

-Aún no está terminado-le dijo sonriendo- más bien… esta es solo la primera parte…

Alfred se acercó a el para seguir besándolo. A pesar de estar cansados, seguían correspondiéndose con ternura a cada pequeño beso o caricia que daban, hasta quedar dormidos, muy juntos, con las piernas entrelazadas, los brazos de Alfred alrededor de Arthur, abrazándolo firmemente, para no separarse nunca más. Para protegerlo por siempre.

Arthur enterró el rostro en el pecho de Alfred, aspirando su aroma, tan conocido para él, y sin embargo no se cansaba de sentirlo. Sintió que algo en el cambiaba. Sabía qué era.

Un hombre vestido de traje azul propio del ejército francés cruzaba rápidamente el pasillo de la que antes fuera la casa de Arthur y ahora era el despacho de Francis.

-¡Señor! ¡Tenemos problemas!-dijo el hombre muy preocupado.

-¿Problemas? ¿De qué tipo?

-¡¡¡Cariño!!!- escuchó canturrear Francis reconociendo la voz de su peor enemigo, el cuál pateó la puerta y entró vestido con un canguro azul y un pantalón jean, ambos muy holgados (obviamente de Alfred) y los ojos blancos, las grandes cejas arqueadas y una sonrisa sádica tipo Rusia en el rostro, sujetando firmemente la mano de Alfred con los dedos entrelazados- ¡Ya llegué amor!

-¡AAAAAAAAAAAAA! ¡¡¡ES INGLATERRA!!! ¡¡¡SALVENMEEE!!!

Unos meses más tarde.

-¿Alo China?... soy yo… Al… ¿sabes? Quería invitarles a ti y a Rusia a mi boda. ¿Eh? ¿No lo sabían? ¡Si! ¡Me casaré! ¿Por qué? ¡Por que soy el héroe!... ¡era broma!... no, lo de héroe era la broma… no lo de casarme. ¿Entonces cuento con ustedes? ¡Genial! Encargaré las invitaciones de una vez y se las mando… ¡Nos veremos en la celebración! ¡Adiós!

Alfred colgó el teléfono suspirando aliviado. China y Rusia eran las únicas personas que le faltaba invitar y ya habían aceptado (como todos).

Se giró para observar sobre su cama, el rostro dormido de Arthur. Se acercó y se recostó a su lado, como hiciera meses antes. Otra vez, los labios suaves y cálidos de Arthur lo invitaban a probarlos, y él nunca rechazaba ese tipo de ofertas.

Los besó con deseo, disfrutando de ese momento más que nada en el mundo mientras con una mano levantaba la parte superior del pijama de Arthur y posaba su mano en la pequeña prominencia que se formaba. Acarició el vientre de su amado esperando despertarlo.

-Hola pequeño… buenos días. -Susurró Alfred mientras sentía un ligero movimiento en el vientre de Arthur al mismo tiempo que éste despertaba- aún falta mucho para que nazcas… pero ya verás cómo vas a ser feliz… teniendo a un héroe y un ángel por padres.

Arthur tomó la mano de Alfred sobre su vientre y entrelazaron sus dedos.

-Te reconoce-le dijo acomodando su cabeza en el brazo de Alfred.

-¡Claro que si! Soy su papi después de todo.- Tomó desprevenido a Arthur y lo besó.- pero no por eso dejas de ser tú mi persona especial.

-Tonto…

-Sip… y así o más tonto tú me amas.- le dijo con una sonrisa, la cual fue correspondida por Arthur.

-Oye héroe… ¿no habría sido más apropiado casarnos y luego planear el bebé?

-Mmmh… nop… lo común no es nuestro estilo.

-Creo que tienes razón…- sintió en su vientre un ligero movimiento, el cual también fue percibido por Alfred.

-Vaya… nuestro pequeño será futbolista.

-Lo que pasa es que… está muy feliz de tenerte cerca.

Alfred pasó su brazo tras la cabeza de Arthur para que éste se acomodara en él. Los últimos meses habían sido dificultosos, pero felices. Inglaterra se reponía de su “retorno al pasado” y dejaba de ser una colonia tomada por los franceses. Si necesitaban algo, podían contar con la ayuda de Estados Unidos, para lo que fuera.

El bebé volvió a moverse dentro de Arthur, captando la atención de sus padres.

Alfred sonrió pensando en el pequeño que nacería. Una nueva nación, la primera que vendría de otras dos naciones que se amaban. Destinado a ser poderoso, fuerte y un tanto conflictivo como fueron sus padres.

Sabían que el camino, tanto para ellos como para su pequeño iba a ser difícil. Pero no importaba.

Se tenían el uno al otro y así iba a ser para siempre.

-Oye Alfred…

-Dime…

-Me amas ¿verdad?

-Lo que siento por ti, ya no puede resumirse a dos palabras. - le contestó tomando su mano y atrayendo toda su atención para besarlo.

-Decidimos amarnos el uno al otro. Las cosas podrían no salir bien…

-Donde nos dirigimos… lo que creamos… es un mundo sin caminos.

-Pero ahora lo entiendo… ambos nacimos para atrevernos a ser diferentes… a cambiar el significado de la palabra Amor que en este tiempo ha sido asesinado.

-Hay algo que yo también entiendo… porqué llegaste a mí y porqué nunca pude dejarte atrás. Ambos queríamos pertenecer al otro. Ese fue el motivo de nuestro nacimiento…

Podían pasar horas así. Ambos en la cama, Alfred sentado con Arthur acostado sobre su pecho, las piernas de Alfred a ambos lados de la cadera de Arthur, las manos del más alto en el vientre del otro.

-Ne… Arthur…- le llamo a sus espaldas.

-Dime.

-Prométeme algo.

-¿Qué?

-Que siempre… siempre… no importa qué… tendrás una sonrisa para mí.

Sintieron una pequeña respuesta provenir del interior de Arthur.

... Lo prometo…

FIN

;o; LO TERMINÉ!

Proyecto: [Global Mpreg]

Sobre la parte Lemon: Lo siento! no sirvo para escribir hard (esa es Wara xD) yo pienso en una relación sexual como algo muy elevado entre dos personas que se aman demasiado, una comunión de almas y no tanto un acto meramente carnal. Por eso tiendo a describir más lo emocional. Y bueno, imaginar a estos dos compartiendo algo tan íntimo ya de por sí lo hizo orgásmico. (Wara tengo que dejar de juntarme contigo!) Agradecimientos en esta parte a mi psiquiatra favorito (y el que me tuvo de empleada un mes... todo por una imagen USAxUK) Francis Cousteau, quien me facilitó el escribir un acto sexual. (La experiencia ¿no Francis? cof cof...twincest con Jan!, twincest con Jan!)

hetalia, usa, uk

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