(no subject)

Jul 05, 2037 14:04



Bienvenidos a mi diario : el diario de una mujer atípica , neurótica e histérica:)
No me hago responsable de daño que os puede causar la lectura de esa palabreria :)
Si no nos conocemos,  dejadme un comentario, diciéndome quienes sois  y porque me queréis agregar como amiga.
Sin mas, BIENVENID@S
********************
Добро пожаловать в дневник нетипичной, невротичной и истеричной девушки. :)
За вред, который вы себе нанесёте,читая нижеизложенный бред, я ответственности не несу.:)
Если вы новенькие, и мы с вами не знакомы, оставьте тут комментарий и напишите,почему решили добавить меня в друзья
Ну, а за сим
Добро пожаловать!

Estoy escribiendo un especie de novela o cuento largo,
titulado
ALGUIEN COMO TÚ.
Lo hago de una manera muy espontanea , y muy de vez en cuando.

"El amor es la arrogancia de aferrarse a lo imposible"
(Ricardo Arjona)
Lo que llevo escrito hasta ahora  esta dividido en 3 partes

la primera parte

esta aquí
la segunda
esta aquí
Y la tercera
bajo el "cut"

(Hagan click en el titulo ""Alguien como tú" para leerla)


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El olor de jazmín no le dejaba dormir. Se colaba por la ventana, como un ladrón descarado, para robarle el sue. Ese olor intenso y hondo, como una nota, extraída de una cuerda tensa de la guitarra, lo perturbaba y hechizaba al mismo tiempo. De repente Luís pensó que ella tenía que oler así. A jazmín. Es así como tiene que oler su pelo, esos rizos ligeros que se forman cerca de la nuca, tan parecidos a los suyos, pero de un color diferente, tan cálido y tierno, como un sol a las diez de la mañana un día de verano... Le pareció percibir un olor similar a este al pasar cerca de ella unas horas antes, cuando le traía hielo para su rodilla herida.

Pobre niña, que asustada parecía, y que pálida estaba. Por un momento Luís sintió un deseo imperioso de arrodillarse ante ella y ponerle hielo en la herida con sus propias manos, pero el joven supo controlarse, y logró calmarse, por lo tanto, cuando le entregaba la bolsa ya estaba prácticamente tranquilo. Pero aún así, al sentir sus dedos tocar los de ella, sintió una emoción inexplicable, como si un escalofrío caliente le recorriese de pies a cabeza, acabándose en un fuerte temblor bajo vientre. ¡Joder! No ha sentido nada igual desde que era un chaval de doce años y espiaba una vecina de frente, mientras la chavala, perfectamente consciente de su mal camuflada presencia, se quitaba su uniforme de trabajo para ponerse una bata de andar por casa. Lo hacía muy lentamente, como si cumpliera un ritual o participara en un espectáculo. Pero aquello era más claro que el agua: él era un chaval inexperto, y ella una tía lanzada, que le ponía y lo sabia. Entre ellos dos no había y no podía haber nada más que morbo y cachondeo. En cambio ahora le pasaba algo raro y difícil de explicar, ya que lo que sentía, ese algo tan vagamente cálido y tan parecido a deseo, mezclado con ternura, tenía que ver con una chica lisiada con la cual no se ha cruzado ni un par de frases seguidas. Y eso lo confundía, asustaba y excitaba a la vez. Luís se cerró los ojos y de repente se dio cuenta de que estaba haciendo algo que no hacía desde hace un montón de tiempo. Estaba sonriendo. Y no era una sonrisa prefabricada que él se ponía cada mañana junto al uniforme, para luego dejarla colgada en la misma percha que el dicho uniforme. No. Era una sonrisa de verdad. Y junto a sus labios, se sonreía también su corazón
Elisa tampoco podía dormir, presa de un nuevo y desconocido sentimiento que la llenaba desde adentro, igual que el agua que llena un recipiente vacío. El sentimiento era transparente, igual que el agua, y en el se reflejaban con claridad todas sus dudas y cada uno de sus miedos. Pero el alegre latido de su sangre en los sienes, tan parecido en su ritmo y continuidad al latido de su corazón, pudo más que todos los miedos y dudas juntos. Elisa se entregó a la merced de ese sentimiento tan desconocido y arrebatador con la misma dedicación con la que antes se entregaba a la lectura o los estudios. Aquella dedicación tan próxima a la obsesión que la caracterizaba siempre, la misma que le había arruinado con su constante presencia los momentos más alegres de su vida. Pero esta vez no sería igual, porque de ese rigor nacería la felicidad, y de esa dedicación tan estricta y seca brotaría la alegría. Porque entregarse a una pasión no es lo mismo que dedicarse a un trabajo. La pasión, igual que el trabajo, te absorbe, te afasta (del mundo y te hace su prisionero voluntario, pero la pasión no conoce ni leyes ni reglas, lo lleva, derrumba y arrastra todo, para luego volver con más fuerza, reconstruyendo todo desde cero y convirtiendo el mundo en un lugar nuevo, más claro, más alegre. Impregnado de amor.
La madrugada llegó de puntillas, pisando suavemente las ramas de arboles y pintando el cielo de azul cada vez mas claro, que al final se convirtió en un blanco deslumbrante. Sobre aquel blanco, como sobre el lienzo, se dibujaban a pinceladas las nubes sonrojadas por el sol.

Elisa miró a la ventana y se sonrió. No ha pegado ojo en toda la noche, pero no se sentía cansada. Al contrario, una alegría extraña, casi enfermiza, llenaba su cuerpo. Un cosquilleo inquieto de sangre alborotada la hacía sentir febril y algo mareada. Sus mejillas ardían, pero se mantenían pálidas. Era un ardor seco, que se subía desde sus adentros y se escurría por todos sus rincones. Hasta llegar hacía abajo donde se derramaba en un pozo de humedad viscosa e inesperada.

Elisa arqueó la ceja, sorprendida. Pero al mirar su almohada, vio los finísimos y transparentes hilos de pensamientos desprenderse de ella, y lo entendió todo. Ha pasado toda la noche pensando en él. Pensando febrilmente y sin cesar.

La joven agitó la cabeza, haciendo que su cabello se moviera y cayera sobre sus hombros , cubriéndolos como una capa ligera, y fue al baño. Lo único que quería al meterse en la bañera, era relajarse, pero los chorros de agua, tan tiernos y tan templados como los labios de un ser amado una tarde de verano, la hicieron estremecer. Ese temblor dulce la recorrió de la cabeza a lospies, haciendo sus pezones endurecer. Sus dedos, guiados por el viejo instinto, se unieron al agua, y este baile rítmico, primero pausado, y luego más y más rápido, hizo que su respiración se cortara, y su boca reseca se llenara de aire . Y de ese aire nació un nombre, que voló libre, convertido en un largo gemido de placer. La "i" del medio se alargó y se suspendió en el aire para luego caer a sus pies convertida en miles de gotas de agua.

Elisa se miró y volvió a sonreír. Estaba feliz.
Después, sintió una punzada de vergüenza, como siempre cuando hacía algo supuestamente malo o impropio. Pero en fin, lo que le acababa de pasar era natural. No había nada de que avergonzarse, y el gemido que le salio en realidad no era tan escandalosamente alto como ella pensaba: a lo mejor el ruido del agua lo había amortiguado.

Elisa salio de la bañera, y el frío de las baldosas del suelo la hizo estremecer. El espejo estaba empapado, opaco... Elisa pensó un instante, luego acerco su dedo a la cristal nublada y trazo una "L" enorme, cruzando toda la superficie del espejo. Unos momentos después la borro, limpiando el cristal y haciendo en el una pequeña ventana de claridad. Miró su rostro enrojecido reflejado en ella y se sonrió.

Apartó los mechones de pelo mojado de la frente, abrió el grifo del agua fría. Refrescó su rostro, y abrió la puerta del cuarto de baño para salir al pasillo.

El olor dulzón de rosas a medio marchitar la recibió con los brazos abiertos.
**********
La madrugada tocó sus párpados febriles con unos dedos fríos, obligándole a abrir los ojos. Le costó. La piel debajo de los ojos ardía, y en sus cienes se oía el incesante ruido de la sangre que corría alborotada por sus venas. Todo el cuerpo le dolía. Luís se levantó y se dirigió al aseo, arrastrando los pies con tal dificultad como si de repente se hubiera convertido en un anciano de ochenta años.

Al meterse en la bañera, se sintió un poco mejor . Abrió el grifo del agua fría y cerro los ojos esperando la bendición cristalina derramarse sobre su rostro, pero en vez de larefrescante caricia del agua sintió un sofocante y fuerte olor a jazmines marchitos. Luís abrió los ojos, y miró a su alrededor, incrédulo. Miles de estrellas blancas caían sobre su cara y cuerpo, bañándole en su dulce aroma.

- Felicidades chaval. Te has vuelto loco. Mira que bien. Lo que nos faltaba... - pensó para sus adentros mientras salia de la bañera. Al girarse, Luís volvió a mirar la bañera. Ni en ella, ni a su alrededor había una sola flor blanca.

- Habrá que decirle a María que cambie de ambientador. Este tiene un olor muy fuerte, y algunos clientes seguramente lo van a detestar. - pensó Luís, pero enseguida recordó que ayer revisando la despensa encontró varios botes de "Brise. Sal marina" sin estrenar. Y "Brise", por supuesto, no olía a jazmín.

Luís se vistió, peinó el pelo y salio al pasillo. Algo diminuto y blanco, tirado sobre la alfombrilla roja, llamó su atención. El joven se agachó para mirarlo de cerca. Era una carta. De esas que se llaman Tarot. El dibujo representaba una pareja de amantes abrazados. "ENAMORADOS" se leía debajo.

Una sonrisa sarcástica arqueo sus labios. El joven metió la carta en el bolsillo y siguió su camino.
Elisa se sonrió y miró a las rosas. Sus pétalos estaban a punto de desprenderse y caer al suelo. Elisa se acercó y empezó a recoger los pétalos con unos movimientos pausados y envolventes, dándoles la ultima y más dulce caricia. Cuando termino su tarea, tenía las manos llenas de pétalos que la besaban sin parar con su fuerte y voraginoso olor. Elisa abrió las palmas de sus manos dejando que los pétalos cayeran sobre la superficie de la mesa. Y luego empezó a separar los besos florales de color rojo de los que eran de color blanco. Al terminar, Elisa se levanto, fue hacía la mesita de noche y de uno de sus cajones saco un libro. Era "Como agua para chocolate "de Laura Esquivel. Buscó la pagina que empezaba con la frase:"Marzo: codornices en pétalos de rosas" separo la mitad de los pétalos, y uno tras uno, las puso entre las paginas. La otra mitad de los pétalos las guardo entre las hojas de un cuaderno escolar, en el cual anotaba sus "notas de viaje'. Al haber terminado con esto, Elisa volvió a guardar sus cosas en el cajón de la mesita de noche, se miró al espejo, cogió la llave de la habitación y salió al pasillo: era hora del desayuno, desde la planta baja se oía el chasquido de los cubiertos, y Elisa de repente entendió, que tenía un hambre impresionante.
El desayuno "buffet" es una oportunidad perfecta para hartarse de bollería, la que parece tan apetitosa y tan sugerente, que es casi imposible resistir la tentación de probarla. Al ver los croissants, magdalenas, bizcochitos, mantecadas y un sinfín de delicias más, Elisa sintió que las tripas empezaban a sonarle. Y eso le dio vergüenza, porque la joven sabia que a lo mejor comería muchisimo más con los ojos que con la boca. Sin pensarlo demasiado, Elisa eligió un donut bañado en chocolate, y un croissant mediano (que a lo mejor se iba a quedar sobre su plato, tan intacto y bello, como antes), luego se sirvió un vaso de zumo de naranja y un café. Había solamente una mesa libre, exactamente la misma que ella ocupaba ayer, la de cornucopia. Elisa se sonrió para sus adentros y se dirigió a la mesa. Al sentarse ella dio un mordisco impaciente al donut, clavándole los dientes con ansia, y bebió la mitad de su zumo de un trago. Solo después la muchacha pudo mirar a su alrededor. Los demás huéspedes del hotel, habitualmente despreocupados, charlaban entre si y se reían, mientras los niños se aburrían y empezaban a ponerse caprichosos, y los camareros no aparecían por ningún lado. De repente ella oyó un ruidito discreto, como si alguien intentara llamar su atención sin que los demás se dieran demasiada cuenta de ello. Al girarse a la izquierda, Elisa vio a Luís, de uniforme y con una bandeja llena de tostadas calientes en la mano.

- Le apetece una tostada, señorita? - preguntó el camarero en un tono perfectamente neutro y servicial, pero sus ojos le sonreían.

Elisa asintió con la cabeza, y Luís puso sobre su plato una tostada grande que serviría perfectamente para alimentar dos o tres personas a la vez, agregando a eso dos envases pequeños - uno con mantequilla y otro con mermelada de naranja.

La mermelada sabia a amargo, pero la sonrisa de camarero, que se retiro enseguida después de haberle servido el desayuno "extra" le endulzó la mañana.
Más tarde, cuando Elisa estaba tomando su café, saboreándolo a sorbitos pequeños y mirando a su alrededor, un sonido casi inaudible pero muy familiar llamo su atención. Al girar ligeramente la cabeza Elisa vio a Chelo, con su flamante cabellera roja, algo desordenada, cayéndole por los hombros. Tenía una cara de recién levantada. Llevaba unos vaqueros gastados y una blusa roja de lunares. Al percatarse de la presencia de Elisa, Chelo le sonrió, e hizo un gesto con la mano, saludándola.
- ¡Hola, madrugadora!
Elisa le devolvió la sonrisa, hundiendo la cuchara en el café y moviéndola en círculos, para que sus sueños se disolvieran mejor.
Chelo se acercó a su mesita y puso la bandeja con un par de bocadiillos y una tacita de café mocco sobre ella, guiñándole el ojo a su amiga.
La sonrisa de Elisa se hizo más amplia, más alegre, encontrando su reflexión en los ojos chispeantes y pícaros de Chelo.
- ¡Buenos días! ¿Que planes tienes para hoy?
- La verdad es que todavía no he pensado en eso. Y tu? Sigues atareada con tus turistas?
- La verdad es que si, no me dejan ni un minuto libre, a ver si hoy por la noche tengo un respiro y te llamo para irnos a tomar algo. ¿Que me dices?
- ¡Genial, me encantaría ir contigo! Espero no desmayarme como el otro día .
- No te preocupes por eso. ¿Por cierto, como te sientes?
- La rodilla todavía me molesta, pero no tanto como antes, creo que voy a poder andar bien,
- Entonces te llamare a las siete e iremos a algún bar aquí cerca, que tampoco quiero que te canses. ¿Vale?
- Claro. - Elisa le sonrió y miró a su alrededor buscando a Luís con la mirada. Lo encontró empujando el carrito lleno de cubiertos y platos sucios, totalmente concentrado en su labor, y se sintió algo avergonzada, como si su mirada pudiera distraerlo, estropeando su trabajo.
Sin embargo seguía mirando, distinguiendo el chaleco negro de Luís entre otros, tan iguales para la mirada ajena y tan distintos entre si para la de ella.
- ¡Tierra llamando a Elisa, cambio! - la voz risueña de Chelo hizo que Elisa saltara en su silla y empezara a reírse a carcajadas.
- ¿Que te ocurre, nena? ¿Estas bien ? Chelo la miraba entre incrédula y divertida.
-Si, estoy bien, perdona... estaba... pensando...
- Pues como vas a pensar tanto tu café se enfriara, y no hay nada más desagradable que un café frío por la mañana, te lo digo en serio. Come tu desayuno, anda que tienes todo el día para pensar y el desayuno se termina en quince minutos.
Chelo tiene razón, - pensaba Elisa, mientras apuraba los últimos tragos de café.
El día se desperezaba lentamente ante sus ojos. Una huella blanquecina de lo que hace poco era la luna todavía se apreciaba en el cielo, pero se hacía cada vez pálida, amenazando con desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.
Elisa se levantó, dejando los platos sucios y las servilletas encima la mesa y miró a su alrededor. Chelo estaba esperándola, pero en su mirada se leía cierta impaciencia.
Puedes irte, si quieres, no hace falta que me esperes - le dijo Elisa apoyándose en su bastón. - Parece que tienes prisa, no quiero incomodarte.
- Y yo no quiero enfadarme contigo, pero si vuelves a soltar semejante chorrada, no voy a tener más remedio que hacerlo. ¿Quien te dijo que me estabas incomodando? Además ¿que prisa puedo tener yo a estas horas? Tan sólo quería ayudarte a bajar las escaleras, por que con lo de tu rodilla lo vas a tener difícil, pero como su majestad es tan orgullosa y independiente, y además la rodilla ya no le preocupa...
-Chelo por favor, no te pongas así.... ¿En serio parezco tan engreída? Que horror....
- Pues si hija, si, que quieres que te diga... - al ver la perplejidad que se reflejo en la cara de Elisa, Chelo se echó a reír... - Eres un pelín insoportable, es verdad, pero ya me he acostumbrado a tus pataletas, tranquila, aunque si vuelves a colmarme la paciencia de es_a manera, tendré que darte un buen azote, para que vuelvas en si y dejes de comportarte como una estúpida. Bueno, que ¿te bajas o te quedas aquí a mirar camareros? ¿Eh?

**********
La línea recta, sin duda alguna, es la linea más perfecta de todas. En ella se basa todo lo más correcto, lo más agradable a la vista, lo más aceptable... El camino sinuoso nunca era sinónimo de lo correcto, mientras que el camino recto si que lo es... A Elisa le hubiera gustado tener una sombra recta, heometricamente hermosa, y no una sinuosa y rara... pero, al no poseerla tuvo que aprender a conformarse con la que tenía, por más rara que era. Aunque, lo sinuoso también tiene su encanto: a veces algo, que rompe la monotonía de lo recto y por un instante parece feo o poco usual, acaba pareciéndonos casi bonito, como un camino pequeño y estrecho, que va perdiéndose en el bosque , llevando consigo a un caminante despreocupado....
Así pensaba Elisa, mientras se bajaba las escaleras, apoyándose del brazo de Chelo. El bastón se lo había dejado en el comedor. Peldaño tras peldaño, procurando no pisar su propia falda, la joven se bajaba al pequeño jardín del hotel. para luego sentarse sobre una de las tumbonas de color azul marino, mientras Chelo regresaba al comedor, a por su bolso y el bastón olvidado de Elisa.
Elisa se quedo quieta con la vista fija en los mosaicos de colores que cubrían el suelo de la diminuta piscina a su izquierda. Un perfil ya conocido se adivinaba debajo del agua. Era el dibujo de la misteriosa dama sin brazos, muy parecido a los cuadros que Elisa había visto antes en el hotel.
¿Quien sería esa dama? ¿Un personaje histórico?¿ Una fantasía rara de algún pintor? Había alguna historia detrás de esa imagen, o el dibujo no era más que una decoración rara y exótica, que despertaba inquietud con sus lineas imperfectas?
A Elisa le hubiera encantado descubrirlo algún día...
¿Eli, te has quedado dormida?-
Chelo sonreía, teniéndole el bastón.- Deberías haber aprovechado la noche para descansar en vez de pasarla en vela soñando con tu camarero.
Elisa tomó el bastón y se apoyó en el, haciendo oídos sordos al comentario de su amiga. Las chicas empezaron a andar, alejándose de la entrada del hotel. El pavimento que pisaban estaba decorado con un antiguo mosaico, hecho de piedra. El dibujo de_ mosaico parecía inusual, pues representaba una silueta femenina sin brazos. - Me encantaría saber si esos cuadros y dibujos simbolizan algo o solo están ahí para hacer de este hotel un lugar más exótico. - dijo Elisa, señalando el dibujo con la punta de su bastón. - Como una buena agente turística que soy, estoy obligada a saber de memoria no solo los pros y los contras de todos los hoteles donde teóricamente puede hospedarse mi clientela, sino también todas las referencias folclóricas, que tienen algo que ver con esos hospedajes. Así que si buscabas una persona ideal para saciar tu curiosidad, ya la has encontrado. Hay varias leyendas que tienen que ver con la misteriosa dama. Dicen que unos siglos atrás, ese hotel no era un hotel, sino una casa señorial en el que vivía el hacendado Antonio Cienfuegos con sus hijas, Ana y Clara. Ana, la mayor, era una joven brillante, bondadosa y guapa, lo que la convertía en la novia más codiciada de toda la aldea. Su hermana Clara, al contrario, no poseía ninguna de esas virtudes,y con el tiempo se convirtió en una persona amargada.

Ana tenía muchísimos pretendientes pero no le hacía caso a ninguno de ellos, hasta que en el pueblo apareció un joven apuesto y muy romántico, que empezó a cartearse con ella. Pero Clara, poseída por los celos, le robaba esas cartas a su hermana y las leía a escondidas. Una noche de tormenta, cuando Clara estaba a punto de abrir la séptima carta, un rayo partió el cielo en dos y apareció el arcángel Miguel con su espada. Fue con esa luminosa espada que el había cortado los brazos de la joven castigándola por haber robado y envidiado a su hermana.Así se hizo la justicia divina. Me imagino que Clara debería haber muerto desangrada, pues Arcángel Miguel representa no solo la justicia de Dios, pero también la muerte.

- ¡Que horror! -

-¡Pues si, hija, las leyendas antiguas son así, que quieres que te diga! Existen cuatro diferentes versiones de esa leyenda. Según la otra versión, Clara Cienfuegos no era una hija de un rico hacendado, sino una ladrona muy experta que se hacía pasar por una dama de alta sociedad. Cuando la capturaron le habían cortado los brazos, castigándole por sus crímenes. La tercera versión de la leyenda nos pinta a Clara Cienfuegos como a una muchacha bellisima, poseedora de las manos más hermosas jamás vistas, que había sido asesinada por una rival envidiosa, que le había regalado unas pulseras envenenadas. Cuando la joven se puso las pulseras, sus manos y brazos enseguida se cubrieron de unas llagas asquerosas. Tuvieron que amputarle los brazos, pero la joven no pudo sobrellevar el horror de haberse quedado sin brazo y a poco tiempo se murió. Ey, no pongas esa cara, que todavía te queda la cuarta versión de la leyenda, la más bizarra. Según ella, Clara Cienfuegos era un extraño ser hechizado: una mujer tímida y reprimida, que cada noche se convertía en un ave, pero que con las primeras luces del alba volvía a ser una mujer. Pero un día se quedó demasiado tiempo sobrevolando los bosques que rodeaban su casa, y no tuvo tiempo suficiente para completar su transformación. De madrugada, sus criados encontraron a la señora muerta en el bosque y se quedaron paralizados por el miedo, al ver que aunque el cuerpo de Clara era el de una mujer, la joven no tenía brazos ni manos, sino un par de grandes alas color de plata. - _Esa versión me gusta más que las tres anteriores! Y me recuerda la historia de uno de los hermanos de Elisa, protagonista de mi cuento favorito, aquel que no pudo vencer el hechizo de la malvada madrastra y se quedó con un ala en vez de brazo, pues a la camisa de ortiga que le había tejido su hermana, le faltaba una manga. Sabes a que cuento me refiero, no? - Si, claro. Los "Cisnes salvajes" de Andersen, no? Como no lo voy a saber, si me lo has citado tantas veces en nuestras conversaciones por Internet, que parece que lo se de memoria. ¡Y mira que es un cuento larguísimo! - Lo que me sorprende es que habiendo tantos retratos y cuadros representando a Clara, no existe ninguno donde se la vea alada... - Pues que no te sorprenda tanto, Eli. Es bien sabido que las alas que tenemos las mujeres son invisibles.Y es mejor no dejar que los demás las vean, al no ser que quieras que te las rompen... - Chelo volvió a sonreír despreocupadamente, fingiendo no saber cuanta verdad había en la frase que acababa de decir. Es que una vez dicha, la frase le pareció demasiado banal y demasiado reveladora al mismo tiempo.
*********************
--Luisillo, tío, ¿que haces aquí? Creía que hoy librabas -al escuchar esa voz, Luís se giró bruscamente, casi tropezándose con la mesa.
- ¡Pero mira que torpe te has vuelto, chaval, como lo ven tus jefes serás despedido inmediatamente! ¿Recuerdas que decía el viejo Jiménez? "Un camarero ha de ser agradable y educado, para que los clientes estén a gusto, y tener un paso ágil y silencioso.
- "Un camarero ideal es rápido como el viento y silencioso como la sombra". Si que me acuerdo de el, tipos como este son difíciles de olvidar. Pero dejemos al viejo zorro en paz, mejor cuéntame ¿que haces tu aquí? No me digas que has viajado de Madrid hasta aquí unicamente por el placer de verme morir del susto- Luís logró controlarse y las manos ya no le temblaban. Ahora disfrazaba su timidez de alegría exagerada.
- No-o, primo, ¿como crees? Puedo ser muchas cosas menos un asesino. Es que tengo cosillas que hacer aquí cerca, y como se que los Lunes siempre libras, decidí ir a verte...
-Ah , ya, y por eso, en vez de irte directamente a mi casa, has venido al hotel. Venga ya , Miguel... Aquí hay gato enterrado.
- Bah, primo, que poca confianza me tienes.... Vale, llevas razón: no estoy aquí por casualidad. He venido al hotel y no a tu casa, porque te he llamado primero al fijo y luego al móvil, pero no contestabas, entonces supuse que con lo despistado que eres habías dejado el móvil en casa, y vine al único lugar donde podría encontrarte, a tu trabajo.
- Ya, es que soy un poco sociofóbico, ya sabes, y sería muy raro que fueras a buscarme a un bar de por allí...
- Bueno, no estoy aquí para hablar de tus hábitos, sean los que sean - Miguel se puso serio enseguida, y al ver la expresión de su rostro cambiar Luís sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. - Tenemos que hablar, y es mejor que te sientas...
-¿Que-que ha pasado? - Luís caminó hacía el mostrador y se sentó en uno de los taburetes giratorios. Menos mal que a esa hora en el restaurante del hotel casi nunca había clientes, y los superiores que trabajaban de turno quebrado y casi siempre comían fuera ya habían salido.
- Ey, tranquilo, chaval, la cosa es seria, pero tampoco es para que te pongas pálido. No te me desmayas, porfi... -Miguel le tomó la mano, tratando de animarle un poquito. -Venga, tranquilízate ya, que nadie ha muerto. Es que el otro día estaba haciendo limpieza, y tenía que almacenar algunas cosas en el sótano. Mientras estaba acomodando las cajas en la estantería, encontré algo interesante. Mira lo que estaba escondido entre los viejos cacharros cubiertos de telaraña. - Miguel se quitó la mochila que llevaba puesta, la abrió y sacó un objeto de forma cuadrangular, cuidadosamente envuelto en un gastado, pero limpio pedazo de tela.- Toma, ábrelo, que es para tí.
- ¿Para mí? - dijo Luís, luchándose contra la tela con los dedos que nuevamente se hicieron presos de_ maldito temblor.
- Sí, pero paciencia, chaval, que pareces un niño abriendo un regalo....
Cuando el temblor se calmó y Luís pudo abrir el inesperado regalo, lo primero que vio era un par de ojos negros, que le miraban con tal tristeza que parecían reales y no pintados sobre el lienzo. Luego reconoció la línea recta de los labios casi siempre cerrados a cualquier posibilidad de sonreír.
- P- pero si es... la bis....
- Sí, Luís, llevas razón, es la ilustre Clara Cienfuegos, señora de Amargo, tu noble bisabuela paterna.
- ¿Y porque me has traído su retrato?
- Sí, ya se que es un regalo bastante raro, pero como te dije, es para ti. Y no te lo regalo yo, te lo regala ella.
- ¿Que dices? Me estas tomando el pelo?
- Que va, tío, te lo estoy diciendo en serio. Mira lo que encontré entre el cuadro y el marco. Porque el cuadro estaba enmarcado, pero la madera se desgasto con la humedad. - y Miguel le tendió una nota amarillenta, envuelta en varias capas de celuloide transparente. -Estaba que caía a pedazos de vieja, es un milagro que no se había vuelto polvo tan pronto que la he tocado. la intente preservar como pude envolviéndola así...
La tinta parecía oxidada, las palabras se rompían, victimas del tiempo y de olvido, pero conservaban su orden y significado....
"Para mi querido Luís"...
- Pero tiene que ser otro Luís - dijo el camarero, atontado.
- ¡Claro que era otro Luís, como vas a ser tu, bobo! Al menos que seas un vampiro y tengas una vida eterna. Pero me pareció divertida la coincidencia y decidí llevarte el cuadro. Creía que sería un buen pretexto para vernos, ya que nunca usas Internet, y si lo usas nunca pones cámara. Como seguimos así, empezare a olvidar tu cara.
- Es que soy un desastre con la tecnología...
- Ya lo se chaval. Y a lo mejor es hasta bueno que lo seas. Si no lo fueras, no me verías visitando este pueblucho de mierda en tu vida, te lo juro....
-Ese "pueblucho de mierda", como lo llamas, además de ser un lugar hermoso, es tu pueblo natal, el que te ha visto crecer y...
- y "tornarte un perfecto gilipollas, como la mitad de sus habitantes" ... Fue eso lo que querías decir, no, primito? Anda, no te calientes la cabeza, al final, llevas razón el pueblo no tiene la culpa de que yo no me quepa en el... Me alegro de que seas tan defensor de Tomillas y no quiero pelearme contigo nada más llegar. ¿Me prestas la llave de tu casa? Ay, no me mires así, total serán tan sólo un par de días, no creo que aguante más que eso... ¿O prefieres que me alojaaquí? Lo haría encantado, pero no creo que sea justo que me sirvas, en fin estamos en pleno siglo veintiuno y yo, como un ser civilizado que soy, respeto la igualdad de derechos. Eyyy... no me pongas esa cara... se ve que la distancia te hizo más sensible a mis bromas. Relájate, primito, ya sabes que en el fondo ( pero mu-uy en el fondo , ¿ eh?) siempre te he querido - dijo Miguel, dándole una palmada a su primo y extendiéndole la mano, palma arriba.
- La llave, Luisillo, la llave....Oye, tienes que espabilar, no vale que seas tan lerdo, este país esta lleno de desempleados, y ya te dije que como no espabiles te pondrán de patas en la calle,y lo ultimo que quiero es ver a mi primo pidiendo limosna...
**************************

¿A donde me llevas, amiga?
- Tranquila, ya casi llegamos. ¿Ves aquella terraza? Es aquel lounge bar del anuncio ¿te acuerdas?
-Si, claro, pero el bar estará dentro, ¿no? seguramente vamos a tener que que bajar por la escalera para poder entrar.
- No te preocupes, me acuerdo de lo de tu rodilla, y aunque sé que ya no te duele, no quiero obligarte a hacer un esfuerzo innecesario. Pero si te gusta la , podemos tomar algo aquí, ya que veo que puedes llegar hasta aquí sin cansarte. Que tal te parece la idea? Así dejaras de sentirte culpable por haberme "arruinado la noche" el día de tu accidente.
- Vale... Aunque primero hay que ver los precios que tienen, no quiero que gastes demasiado dinero conmigo.
- ¿Quien te dijo que pienso gastar mi dinero pagando tu cuenta? Cada una va a pagar la suya, y todas contentas. ¿Satisfecha?
- Si, pero me gustaría irme antes de que la salsateca de al lado empiece a funcionar, si te parece bien...
- Jo, y yo que me moría de ganas de mover la cintura.... Jeje, esta bien, ya bailare otro día. Hoy vamos a portarnos como unas niñas buenas, tomaremos un par de cubatas y ya esta. Puedes pedir tu batido de fresa, si quieres. Aunque yo te aconsejaría una cerveza, así te sueltas el pelo y te diviertas un poquito.¿Eh?
- De acuerdo. ¿A que hora quedamos, entonces?
- La salsateca se abre a las diez y media, entonces a las ocho sería perfecto. Estaba a punto de decirte que te pongas guapa, pero acabo de recordar que tienes tan solo un vestido. Creo que ya es hora de comprar algún trapito nuevo. Que tal si entramos a esa tienda, veo un par de conjuntos preciosos, muy de tu estilo, en el escaparate.
- Si, aquella blusa blanca y falda de volantes me parecen monisimos. Espero que tengan mi talla.
Unos minutos después las chicas salieron de la tienda. Cada una de ellas llevaba consigo una prenda recién comprada. Hasta Chelo, que no era muy dada a compras, no pudo resistir la tentación de adueñarse de un hermoso vestido rojo. Sabía muy bien que el color rojo suele dar un brillo especial a sus labios, haciéndolos aún más atractivos.
Una compra hecha a tiempo y con ganas puede hacer milagros: levanta el animo de cualquier persona, ya sea hombre o mujer. Claro que los hombres, en su mayoría no suelen alegrarse por causa de trapitos, pero también conocen el efecto terapéutico de la compra, aunque les avergüenza confesarlo.
A Luís le sorprendió el cambio que se ha producido en Elisa en pocas horas que ella estaba fuera: cuando entró al comedor, los ojos le brillaban, y su voz era mas cristalina que nunca. Ahora, que se veía tan contenta hasta su cojera parecía menos notable, y el bastón se convertía de un compañero imprescindible en un accesorio extravagante. Era una impresión momentánea u engañosa, que se desvaneció enseguida, pero a Luis le encanto ese engaño que le había permitido verla de otra manera, sin ese aire de soledad y tristeza. Les sirvió las bebidas que habían pedido y se retiro, convirtiéndose en una sombra servicial de siempre, pero le encantaba oír sus risas: lejos de irritarle, le proporcionaban cierta paz y alegría.
La risa de Elisa le trajo a la mente un recuerdo de su bisabuela, tan sombría y hermética siempre, que parecía imposible oírla reír. Por eso la primera vez que escuchó su risa, estaba igual de sorprendido que ahora, pero de una manera completamente opuesta . Las carcajadas secas de la bis se asemejaban al crujido de la madera vieja, o al gemido de un árbol solitario sacudido por el viento, mientras que la risa de Elisa despertaba alegría y ganas de compartirla. Los labios de la bis casi siempre cerrados se entonces para mostrar algo que parecía mas a una mueca de dolor que a una sonrisa. Luís tenía una extraña impresión de que el mero acto de sonreír le era ajeno, y la bis hacia un esfuerzo sobrehumano para poder extraer de su interior esos sonidos tan raros y llenos de dolor. Todo el pueblo creía que Clara Cienfuegos era bruja, y ella no hacia nada para desmentir esas creencias. Al contrario, parecía empeñada en fortificarlos, vistiéndose de negro o marrón aún cuando las matronas del pueblo cambiaban sus vestimentas oscuras de cada día para vestidos de gala, estampados de flores. Tenía un pequeño rosario que llevaba siempre consigo. Los abalorios que lo componían eran pequeños y blancos, y tenían una forma irregular, muy similar a la forma de un cráneo humano. A pesar de que Clara nunca se desprendía de su rosario e iba por la calle cabizbaja, sin mirar ni saludar a nadie, no tenia fama de una mujer piadosa, ni se consideraba humilde. Todo lo contrario: las cotorras del pueblo estaban seguras que la mujer le rezaba al Diablo, que el habito de no saludar era fruto de su soberbia y que evitaba mirar a los demás porque no los consideraba dignos ni siquiera de una mirada suya. La verdad es que a ninguno de los habitantes de Tomillas le habría gustado cruzar la mirada con Clara, ya que la mujer tenía una mirada dura, difícil de soportar y olvidar. Se creía que era capaz de echarle un mal de ojo a cualquiera. Luís era un eterno paria tan solo por el hecho de ser bisnieto de la "bruja". Nadie salvo su primo Miguel quería jugar con el, y hasta este a veces le miraba raro, como si estuviera esperando que le echara algún hechizo o hiciera algo semejante. Luís movió la cabeza sacudiendo los malos recuerdos, y pensó en el retrato de la bis, escondido en el su armario junto a la ropa de andar por la calle. La nota que mencionaba su misterioso tocayo, le interesaba más que el propio retrato. ¿Quién podría ser? ¿Qué relación tenía con la bis?" Se le hacia muy raro pensar de la bis como de una mujer que podría tener un amante, a pesar de aquella legenda que la acusaba de muerte de su hermana Ana y hablaba de rivalidad amorosa. El bisabuelo Pedro era un ser tranquilo, tímido y silencioso, y Luis creía haber heredado su carácter y su actitud ante la vida. Se chismorreaba que Clara había usado algún especie de brebaje mágico para hechizar al pobre hombre y someterle a su voluntad, y ese yugo matrimonial le pesaba como una piedra, pero era demasiado tímido para rebelarse contra el. Luís cruzó los brazos sobre el pecho, intentando protegerse contra los recuerdos y ahuyentar los malos pensamientos : pensar en el bisabuelo Pedro siempre le llevaba a valorar a sí mísmo y pensar en lo poco que había podido lograr en la vida hasta el momento. "Es muchísimo mejor escuchar la risa de esa chica, que volver a amargarse por algo que no puedo cambiar" - pensó,cambiando de postura para arreglar la pajarita y alisar la chaqueta del uniforme.
"Espera, sólo tienes que esperar" se decía a si mismo, peinándose frente a un espejo empapado, cada mañana.

Se sonreía amargamente, si veía algún pelo cano enredarse entre su cabello.

"Espera, sólo tienes que esperar," repetía, , viendo a una pareja de adolescentes comerse a besos en plena calle.

Se le agitaba el corazón, cuando, sentado en un parque ,con un libro en la mano , de repente se encontraba con una mirada risueña de un niño ,( uno de aquellos bebés regordetes y rubios, que parecen ángeles), que correteaba por ahí, siempre vigilado desde lejos por su joven y guapísima madre, que no le quitaba el ojo de encima.

De noche, cuando la oscuridad le rodeaba con sus fríos y sedosos brazos, él se agarraba a su almohada, y cerraba los ojos, sumergiéndose en un inmenso y cálido mar de sueño...

Las noches se acababan, las madrugadas daban lugar al sofocante calor del mediodía, y las hojas del calendario se caían igual que las de los arboles... Y él seguía esperando, mientras la vida pasaba... para siempre y sin remedio."

Esas líneas tristes, escritas con un lápiz rojo en un trozo de lo que parecía ser una servilleta vieja, era lo único que Luís había guardado como un testimonio de los tiempos cuando quería ser alguien. Lo había escrito a escondidas, avergonzado de ese repentino deseo, tan poco propio de su naturaleza tímida y reservada. No quería ser famoso, no, simplemente quería ser alguien que puede interesar a los demás por lo que tiene que contar. Su vida no parecía a una novela apasionante, ni tenia grandes aventuras, tampoco poseía experiencia personal suficiente para ser escritor. Lo que tenía eran muchas ganas y mucha sensibilidad. Un día, su abuela había encontrado aquel trozo de papel, lo había leído y releído, moviendo los labios para acompañar las palabras escritas, y cabeceando de vez en cuando. Después quitando las gafas de leer y guardándolas en un cajón, le había mirado con tanta tristeza y sabiduría, que se le encogió el corazón. Parecía haber reconocido en él a su propio dolor y su misma soledad.
- No has de abrir tu alma a nadie, hijo mio, a nadie. Lo que llevas dentro es demasiado valioso para que alguien lo ensucie. Lo que has escrito aquí es muy bonito, pero te deja desnudo y desprotegido ante cualquiera que lo lea. Porque permita ver tu vulnerabilidad, tu flaqueza. Lo que escribes es un arma de doble fila: puede hacerte un glorioso vencedor de almas y corazones, pero así mismo puede causarte una herida mortal: cualquiera que lo lea podrá usarlo en tu contra. Y lo hará en el momento menos pensado. Puedes seguir escribiendo, pero te ruego que no lo muestres a nadie.
Fue así como las palabras de su única lectora habían acabado con su ilusión. Clara hablaba desde la experiencia, ella no quería que a su nieto le pasaría lo mismo que a ella en su día, cuando ella, siendo una muchacha fea y inexperta, siempre eclipsada por su hermana mayor, la bondadosa Ana Cienfuegos, la más bonita de Tomillas, se había permitido enamorarse. Enamorarse de Luís, el pretendiente de su hermana. Ana le había escrito una carta de amor, una de aquellas cartas cursis que parecen estar sacadas de novelas rosas, y Clara lo había leído, y se había atrevido a decirle a Ana, que esa carta le había quedado espantosa, que ella misma la hubiera escrito mucho mejor. Ana se puso roja como un tomate, pero en vez de regañarle o echarse a llorar, le había pedido reescribir la carta a su manera. Y Clara lo hizo, pasmando su corazón sobre el papel, dejándolo allí, en cada sílaba que escribía. Escribía sabiendo que estaba traicionando sus propios sentimientos, pero no podía decirle que no a Ana, no tenia fuerzas para ello. Ana había leído la carta, y la había copiado letra por letra. Luís, que jamas había imaginado que una doncella tan bonita y tan bondadosa podía esconder tamaña sensibilidad dentro de su alma cayo rendido a sus pies y le pidió matrimonio. El día de su boda Ana no pudo levantarse de la cama. Deliraba, se arrancaba la ropa, gritando que había hormigas venenosas que le querían comer viva: fue el efecto de la infusión de hierbas que había tomado el día anterior. La infusión fue comprada en una farmacia del pueblo y era totalmente inofensiva. Lo que nadie sospechaba era que antes de servirle la bebida, Clara había puesto un par de gotas de belladona a la taza. La boda fue postergada, el novio se emborrachó tratando de ahogar su pena en el vaso de vino, y Clara se puso más triste de lo habitual. Nadie sospechaba de ella, pero ella no pudo aguantar el peso del pecado, y fue a la iglesia a confesar. Por desgracia, el padre tenía una concubina, una amante secreta, la única mujer con la que olvidaba no sólo de sus hábitos sino también de su deber de guardar el secreto de confesión. Y fue por la boca de Rosa, aquella mujer, que las cotorras del pueblo supieron la historia sobre la envidia y rivalidad entre las hermanas Cienfuegos. El padre de Clara quería desheredarla, pero Ana volvió a interpretar el papel de santa y bondadosa, y le pidió que la perdonara. La boda fue celebrada dos meses después de aquel incidente. La novia estaba radiante, el novio, contentísimo, y Clara se vistió de oscuro, porque solamente ese color podía reflejar la negrura de su soledad. Aquella soledad que se convirtió en una estigma para todos sus descendentes, sus hijos, nietos y bisnietos. Aquella soledad que era el único escudo de Luís. Y su única maldición.
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Cuando todos sus compañeros habían ido, Luís entendió que ya no tenía excusas para quedarse en el hotel , pues aquel día no le tocaba ejercer de recepcionista. Además, Miguel lo estaba esperando para ir a divertirse. Aunque era lo último que Luís quería hacer ahora. Su diversión eran los libros y las caminatas nocturnas al son de sus propios pensamientos. Le hubiera gustado hablar con Miguel, preguntarle por aquel retrato de la bis, el único retrato que le hacía justicia, ya que la mostraba tal como era, un ser humano de carne y huesos, y no aquella criatura mifológica en la que se había convertido gracias al afán del padre de Luís, el nieto menor y más querido de Clara, por convertirla en un especie "fantasma oficial" de la familia. Esa transformación había producido unos años después de la muerte de Clara, cuando sus herederos entendieron que no querían quedarse con más herencia que sus recuerdos y se pusieron de acuerdo para no vender ni alquilar la casa que habían heredado por partes iguales, sino convertirla en un negocio. Fue así como nació la idea de abrir un hotel. Las casas"encantadas" se venden mejor, los hoteles que tienen una leyenda propia, atraen más huéspedes . Esa era la formula secreta detrás del éxito de negocio. A Luís nunca le había gustado la idea de disfrazar el pasado familiar de un cuento de hadas, pero había rechazado cualquier puesto importante en la dirección del hotel. La verdad es que nadie había insistido demasiado para que él acepte tal puesto, y eso que los estudios no le faltaban. No había nacido para mandar, sino para servir. Su naturaleza dócil había decidido su destino : si no quería ni alejarse de la casa ni convertirse en un gerente del hotel, trabajaría en él como camarero. Si alguien le preguntará la razón de tan rara elección, habiendo tantas oportunidades mejores a su alcance, siempre podrá decir que quiso "empezar desde abajo" para poder conocer el funcionamiento del hotel en todos los niveles. Pero en realidad Luís nunca tuvo que recurrir a esa pequeña mentira, ya que nadie jamás hubiera interesado por ni por él, ni por las razones que le hicieron poner el uniforme en vez de traje de marca. El viejo Jiménez, un anciano de cabello canoso y ojos de búho, que les daba cursos de camarero a Luís, su primo Miguel y un chaval pelirrojo cuyo nombre nadie recordaba, siempre le trataba como un mozo más, sin diferenciar el hijo del propietario de hotel de sus compañeros. Y Luís le era agradecido por ello, ya que lo que menos quería era destacarse. Aunque a veces le parecía ser un fantasma, no aquel invento de su padre nutrido de leyendas y prejuicios, sino uno de verdad, un ser invisible que anda vagando por ahí sin que nadie percate de su presencia. Estaba acostumbrado a sentirse así, a pasar desapercibido, y hasta encontraba cierta comodidad en ese estado de transparencia forzada, pero había días cuando quería sentirse otro, quería sentir la vida fluir por sus venas, deseaba reírse con ganas, emborracharse y no sentirse culpable después, ligar con las chicas sin caer en ridículo. Pero esos deseos tan solo eran eso, deseos. Anhelos de lo imposible. Es por eso que no le gustaba salir de marcha. Huía de las fiestas y diversiones, y apenas salía de la casa, si no era para ir a trabajar. Pero hoy no tenía razones para no salir, no quería rechazar la invitación de su primo, en fin Miguel era el único pariente que todavía se interesaba por él después de la muerte de sus padres. Ni siquiera su hermana mayor que vivía en el mismo pueblo y manejaba el hotel, le dirigía palabra. Como si no fueran de la misma familia. Como si Luís no existiera. No era mala persona, simplemente ya había encontrado el sentido de su vida, que consistía en manejar el negocio familiar de tal manera para que pudiera traspasarlo a sus futuros hijos sin que éste pierde una pizca de su esplendor.
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La frase: "Deja que la vida fluya a través de tí" siempre le parecía prefabricada y llena de falsa sabiduría. En fin, una de aquellas frases que la gente repite sin saber muy bien qué significa, pero que por el mero hecho de ser pronunciada hace a el que la pronuncia sentirse superior a los demás. Pero aquella noche lo sintió en su propia piel: se sintió un recipiente vacío que de repente se llenó de un liquido precioso, una pobre bombilla que de repente se iluminó y se hizo portadora de luz. Esa luz y ese liquido eran la vida. Era divertido sentirla fluir por todo el cuerpo, junto a la sangre, fue una sensación nueva y agradable. La alegría ajena siempre la contagiaba de tal manera, que Elisa comenzaba a sentir un especie de mareo feliz, próximo a emborrachamiento. Le entraban unas ganas incontrolables de reír, y se reía con esa risa de una niña pequeña, rebosante de felicidad en su estado más puro, aquella felicidad que no necesita razones para existir y existe simplemente porque sí. Pero aquella noche la sensación de felicidad era tan inesperadamente intensa , que Elisa estaba a punto de asustarse. Sabía muy bien que después de tantas risas siempre vendrán lagrimas, que esa vida que ahora parece unas burbujas de champan se convertirá en el agua de pantano. Si no fuera por Chelo, Elisa seguramente dejaría que sus miedos de lo no sucedido eclipsaran la felicidad espontanea de aquí y ahora, pero felizmente su amiga estaba ahí para salvarla antes de que ella caiga en lo profundo del ensimismamiento
- Pasa, pasa, no te detengas, hay una mesita libre allá al fondo. Seguramente tendremos que esperar hasta que nos traigan las bebidas, pero tampoco tenemos prisa, ¿verdad? Ademas desde allá se ve muy bien la entrada, y estarás divertida mirando la gente entrar y salir sin ser vista tu misma. Venga, siéntate y ponte cómoda. Así. Y cuídame este bolso, ahora vengo.
Mientras Chelo se apuraba el paso, alejándose de ella, Elisa miraba a su alrededor, intentando no perder aquella maravillosa y recién descubierta sensación de estar llena de vida y emanarla al mismo tiempo. Todo iba bien hasta que oyó detrás suyo una voz suave y familiar de Luís.
- ¿Pero como fue posible, que el retrato de la bis estuviera escondido, o olvidado,en el sótano de una casa en Madrid? Que yo sepa la bis no tenia conocidos en la capital.
- No lo sé, tío, el caso es que estuvo allí, y punto. Como te dije, el señor aquel se había encariñado bastante conmigo, y me había contado que un pariente suyo, su padre, si no me equivoco, estaba enamorado de una mujer proveniente de Tomillas. De hecho aquel anciano me dijo, que había decidido venderme la casa precisamente porque yo también era de Tomillas. ¡Fíjate que cosas !
- ¿Y como se llamaba el padre de este señor ? ¿Tal vez él era el Luís de la dedicatoria?
- No me digas que vas querer que yo busque al hijo de este tal Luís para devolverle el retrato. Realmente, no creo que él le diera tanta importancia a ese cuadro, porque mira en que estado estaba... Las joyas familiares se guardan en condiciones muchísimo mejores, ¿no crees?
- Si, llevas razón. Aunque estaba pensando... el marido de Ana se llamaba Luís, y después de haberse casado con Ana, la había llevado a la capital... según él lo había hecho porque consideraba que Clara presentaba peligro para Ana. Pero... ¿quizás no lo presentaba ella, sino para él, y para su matrimonio? ¿ Que tal si después de haber descubierto la verdadera autora de aquella carta amorosa, entendió que se había casado con la mujer equivocada? Y estaba huyendo de sus dudas...
- ¡Vaya imaginación la tuya, tío! Has inventado toda una vida en cinco minutos. ¿Quieres decir que el padre de aquel hombre que me vendió la casa, era el marido de Ana y el amante de Clara, tu bis? Me sería más fácil creer que el bisabuelo Pedro la engañaba con la lechera del pueblo, que asumir el hecho de que Ana Cienfuegos era una rompehogares.
- Quizás era un amor platónico, casi imaginario, un intercambio de cartas y regalos... algo secreto, escondido de miradas ajenas...
- No lo sé, ni quiero saberlo, tío, de verdad....¿Qué? ¿Te ha gustado aquella tía rubia? La estas mirando de reojo, y crees que no lo noto.... La he visto entrar la pobre parece estar malita, coja o algo... Además es más delgada que una escoba. Así que olvídalo, tío, no la puedes sacar a bailar ni meterle mano... está en los huesos... En cambio su amiga sí que esta buenísima, pero al entrar me miro de tal manera que... no , no quiero arriesgarme... ey... ¿a donde vas, gilipollas? ¿si te dije que esa no...?
- ¿Disculpe...podría invitarla a...? - se ruborizó violentamente, y miró abajo, para evitar cruzar su mirada con la de ella.
- Yo no bailo. - parecía tan asustada como él y un poco resignada.
- Si, lo sé, además aquí no se baila, quería invitarla a un café... o a un helado...
- No estoy sola...
- Pero tampoco tienes que rechazar una invitación tan amable... Mira que peligro tienes tía, no se puede dejarte sola ni un minuto... - Chelo se reía a carcajadas mirando esa pequeña escena de cortejo, que parecía estar sacada del siglo antepasado.
- Ta-ambien la invito a Usted , señorita Chelo....
- No, gracias, Luís, eres muy amable, pero prefiero ir a bailar aquí cerca... La salsateca esta justo al lado. en el mismo edificio. Y no me mires así , nena, que pareces una Caperucita a punto de ser degollada por un Lobo feroz. Te dejo mi bolso, veo que sabes cuidarlo, y cojo el móvil, cualquier cosa llámame e iré corriendo a tu rescate. - Chelo le guiñó el ojo a Luís y se alejó, meneando sus hermosas caderas que se dibujaban perfectamente debajo del ceñido vestido rojo.
Después... lo único que tenia importancia después eran los dedos de Luís, aquellos dedos largos, sensibles, agradablemente templados, que se enlazaban con los de ella, acariciando su mano, palpándola, estudiándola, como si esa mano fuera una cosa maravillosa y desconocida. El tiempo se aceleraba y se alargaba a la vez, el latido del corazón se resonaba en sus oídos, el helado de pistacho, su favorito, se derretía... la vida fluía a través de ella y le llenaba a él también, concentrándose en sus yemas. De repente ella se encontró besando esas yemas, esos dedos, confundiendolos con sus propios , y apoyando el codo en la fría superficie de la mesa.
Y de repente todo se paró. Luís se puso tenso como una cuerda y soltó su mano.
- Disculpe.... no quería... no debía.. no debía hacerlo...
- Tranquilo, todo bien... no has hecho nada malo.... y tienes unos dedos muy bonitos....
- Come su helado, va a derretirse....
"Igual que yo bajo tus dedos" - pensó Elisa , pero no dijo nada, porque ese pensamiento le pareció una tremenda banalidad, y porque temía reconocer que no quería que Luís dejara de tocarla, es más quería que la tocara toda, toda, así, paulatinamente, maravillándose cada vez más...
- C-creo que tengo que irme ya...
-¿No vas a terminar tu helado?
- No, es que mi primo me esta llamando...
- Espera, tienes una manchita aquí... - ella se levanto, apoyándose de la mesa, se acercó a el, y quitó una pequeña mancha de la comisura de sus labios. El abrazo que Luís le dio era cálido y caluroso, fuerte y desesperado. Y él que le había dado este abrazo había desaparecido antes de que esa calidez dejara de arroparla, dejando el suave olor a mar como el único testigo de su presencia.

yo, cuentos

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