Four Roses [Ficción Original] - #020
Título: Four Roses
Fandom: FO
Desafío: #020 - Bourbon
Personaje: Marion Lawrence
Rating: PG - 13
Resumen: Marion llega al bar de Elisse; lo demás es historia.
Advertencias: Estará relacionado de una u otra manera con el resto de los drabbles de la tabla, aunque intentaré que no sigan un orden. Pero tenía que empezar por el Bourbon... :D
Tabla: Tabla Alcohol - Luver the Unknown
Icon: microxcuts
Cerró la puerta del motel por fuera, quedándose en la calle, fría y húmeda, sin saber a dónde ir. Llovía sin misericordia alguna sobre aquel motel de carretera donde los desamparados y los borrachos se refugiaban en las noches como aquélla; desgraciadamente, ella no sabía si pertenecía al primer grupo, al segundo o representaba a un tercero: los desesperados.
Miró hacia ambos lados y distinguió, a unos doscientos metros, unas luces de neón rojas y azules que rezaban ‘BAR’ mientras parpadeaban. No parecía un burdel, si no un bar de carretera de mala muerte cerca de un motel cochambroso lleno de borrachos. El lugar perfecto y más deseable en tres o cinco kilómetros a la redonda.
Se echó la capucha sobre los ojos y se puso a andar hacia la puerta del bar y, sin demorarse mucho en la decisión, empujó la hoja y entró en el local.
Era un antro, tal y como ella había imaginado. Un antro prácticamente vacío, con una ligera música country de fondo. La camarera, una mujer de mediana edad, de mediana estatura y de pelo medianamente rubio, con cara de pocos amigos, secaba vasos con un trapo viejo, pero de aspecto limpio; la observó de arriba abajo, como si con una mirada inquisitiva quisiera hacerle confesar si era de fiar o no, como si quisiera que la nueva clienta, completamente desconocida, se delatara sola.
Se sentó en una de las banquetas de madera frente a la barra y mientras la camarera se decidía a atenderla, se entretuvo jugueteando con la cojera de su asiento, balanceándose, tentando a la ley de la gravedad. Por fin, la mujer rubia se le acercó.
-¿Qué te pongo, querida?
-Un bourbon, por favor.
Ella sonrió y, de forma diligente, sacó un vaso de debajo de la barra, le puso un par de hielos, cogió una botella de la estantería que tenía a sus espaldas y sirvió un chorro de aquel líquido ambarino. La chica cogió la bebida y, de un trago, se terminó el contenido del vaso de cristal, ante la sorpresa de la mujer rubia que, atónita, le preguntó:
-Dime, querida… ¿qué te trae por aquí? -la chica le dedicó una mirada desafiante y peligrosa, de fiera en celo capaz de morder, la camarera se limitó a sonreír cálidamente-. Me gusta saber quiénes son mis clientes. Y sus nombres.
Suspiró.
-Me llamo Marion Lawrence. Me alojo en el motel de aquí al lado con mi grupo.
-¿Músicos?
-Algo así.
Siempre decía a la gente ajena al grupo que eran músicos de poca monta, rockeros que no habían alcanzado la fama y que se recorrían Estados Unidos en busca de alguna actuación con la que poder costearse el tabaco, el alcohol y los moteles. Pero la verdad era muy distinta; lo que les movía de un lado a otro del país no era la música, al menos no como tal, si no el sonido de los disparos.
Su grupo y ella eran asesinos a sueldo, que trabajaban para quien les pidiera una muerte discreta. Les buscaban en siete estados distintos, pero nunca les habían pillado, aunque Marion rezaba a quien la oyera por ello y así terminaría de una vez la parte de su vida que estaba manchada con sangre ajena.
No sabía vivir de un modo distinto, pero tampoco se había acostumbrado a vivir así.
Fandom: FO
Desafío: #020 - Bourbon
Personaje: Marion Lawrence
Rating: PG - 13
Resumen: Marion llega al bar de Elisse; lo demás es historia.
Advertencias: Estará relacionado de una u otra manera con el resto de los drabbles de la tabla, aunque intentaré que no sigan un orden. Pero tenía que empezar por el Bourbon... :D
Tabla: Tabla Alcohol - Luver the Unknown
Icon: microxcuts
Cerró la puerta del motel por fuera, quedándose en la calle, fría y húmeda, sin saber a dónde ir. Llovía sin misericordia alguna sobre aquel motel de carretera donde los desamparados y los borrachos se refugiaban en las noches como aquélla; desgraciadamente, ella no sabía si pertenecía al primer grupo, al segundo o representaba a un tercero: los desesperados.
Miró hacia ambos lados y distinguió, a unos doscientos metros, unas luces de neón rojas y azules que rezaban ‘BAR’ mientras parpadeaban. No parecía un burdel, si no un bar de carretera de mala muerte cerca de un motel cochambroso lleno de borrachos. El lugar perfecto y más deseable en tres o cinco kilómetros a la redonda.
Se echó la capucha sobre los ojos y se puso a andar hacia la puerta del bar y, sin demorarse mucho en la decisión, empujó la hoja y entró en el local.
Era un antro, tal y como ella había imaginado. Un antro prácticamente vacío, con una ligera música country de fondo. La camarera, una mujer de mediana edad, de mediana estatura y de pelo medianamente rubio, con cara de pocos amigos, secaba vasos con un trapo viejo, pero de aspecto limpio; la observó de arriba abajo, como si con una mirada inquisitiva quisiera hacerle confesar si era de fiar o no, como si quisiera que la nueva clienta, completamente desconocida, se delatara sola.
Se sentó en una de las banquetas de madera frente a la barra y mientras la camarera se decidía a atenderla, se entretuvo jugueteando con la cojera de su asiento, balanceándose, tentando a la ley de la gravedad. Por fin, la mujer rubia se le acercó.
-¿Qué te pongo, querida?
-Un bourbon, por favor.
Ella sonrió y, de forma diligente, sacó un vaso de debajo de la barra, le puso un par de hielos, cogió una botella de la estantería que tenía a sus espaldas y sirvió un chorro de aquel líquido ambarino. La chica cogió la bebida y, de un trago, se terminó el contenido del vaso de cristal, ante la sorpresa de la mujer rubia que, atónita, le preguntó:
-Dime, querida… ¿qué te trae por aquí? -la chica le dedicó una mirada desafiante y peligrosa, de fiera en celo capaz de morder, la camarera se limitó a sonreír cálidamente-. Me gusta saber quiénes son mis clientes. Y sus nombres.
Suspiró.
-Me llamo Marion Lawrence. Me alojo en el motel de aquí al lado con mi grupo.
-¿Músicos?
-Algo así.
Siempre decía a la gente ajena al grupo que eran músicos de poca monta, rockeros que no habían alcanzado la fama y que se recorrían Estados Unidos en busca de alguna actuación con la que poder costearse el tabaco, el alcohol y los moteles. Pero la verdad era muy distinta; lo que les movía de un lado a otro del país no era la música, al menos no como tal, si no el sonido de los disparos.
Su grupo y ella eran asesinos a sueldo, que trabajaban para quien les pidiera una muerte discreta. Les buscaban en siete estados distintos, pero nunca les habían pillado, aunque Marion rezaba a quien la oyera por ello y así terminaría de una vez la parte de su vida que estaba manchada con sangre ajena.
No sabía vivir de un modo distinto, pero tampoco se había acostumbrado a vivir así.