Unbreakable [OC - La materia oscura]

Nov 04, 2012 18:03

Desde hacía muchísimo tiempo había querido escribir algo sobre 'La materia oscura'. Es una de las trilogías de mi infancia, creo que lo primero de fantasía/ciencia ficción que me leí. De vez en cuando me entra la nostalgia y vuelvo a ella y tengo en mente volvérmela a leer otras 20 veces antes de morir.

Y después de tanto tiempo queriendo escribir algo sobre ella, aquí está. Un relato cortito, que no llega ni a las 3000 palabras, sobre un niño cualquiera de Oxford. One shot, sin mucho sentido pero con cariño. Perdonaré que paséis de mí y no os lo leáis. Simplemente me apetecía escribir sin ningún punto concreto.

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Le latía el corazón con fuerza dentro del pecho y le costaba respirar, pero tenía que seguir corriendo. Porque, ¿aquello que había visto en el callejón delante de él, había sido la figura de una mujer con abrigo largo y un mono subido al hombro?

Torció en una esquina, derrapando en el suelo embarrado por las últimas lluvias y chocando contra la pared de un edifico de ladrillo húmedo y descascarillado, pero siguió corriendo. Al fondo veía el cuadrado blanquecino que le transportaría directamente a la calle del mercado. Allí se perdería. Allí estaría completamente seguro.

No se atrevió a mirar hacia atrás en medio de la callejuela en penumbra, por si descubría que aquella mujer realmente le perseguía. Oía el sonido de sus pies contra el barro que se acumulaba en el suelo, el batir rápido de las alas de Hela junto a su oído y, al fondo, el rumor de las voces en la calle del mercado de Oxford. Era incluso reconfortante alcanzar sólo a escuchar eso.

Sólo le quedaban unos pocos metros para llegar hasta la brillante luz del mediodía. Diez… cinco… Los destellos del sol le deslumbraron por un momento, pero no se atrevió a frenar. Aún en medio del tumulto y el griterío, pararse en la boca de un callejón oscuro podía significar desaparecer sin dejar rastro y sin que nadie se preocupara por ti. Así que siguió corriendo hasta que estuvo tan dentro del gentío que chocó con unas largas piernas y cayó al suelo.

-¡Ten más cuidado! -Le gritó alguien desde arriba, supuso que el hombre contra el que se había golpeado.

Se levantó del suelo, murmurando una disculpa y echó a andar.

-Hela -murmuró. Al instante, sintió las pequeñas garras del gorrioncillo posarse sobre su hombro y clavarse en él, tan fuerte que atravesaron la tela de su camisa y le pincharon la piel, pero ya estaba más que acostumbrado.

-Scor -pio el pajarillo, con voz aguda, como si sólo quisiera confirmarle que estaba ahí, a su lado, por si las garras no hubieran sido suficiente.

-¿Tú también la has visto, Hela? A la mujer -Scor se apartó de la trayectoria de un mozo cargado con cajas de madera llenas de fruta y recogió una que se le había caído al suelo al pasar entre la multitud, una manzana roja y algo sucia. La limpió con la manga y le dio un mordisco. El agua le corrió por la barbilla y le goteó en el pecho-. Estaba allí, en el callejón, y creo que me miraba. Vi los ojos del mono brillar en la oscuridad.

Se estremeció sólo con recordarlo.

-Creo que sólo te lo has imaginado, Scor. Yo no he visto a ninguna mujer. Y menos he olido a ese asqueroso mono -Hela se sacudió las plumas.

Le dio otro mordisco a la manzana, pensativo, caminando entre la gente que abarrotaba la calle del mercado. Quizá Hela tenía razón y aquello sólo habían sido imaginaciones suyas, pero… había sido tan real que le costaba pensar que, en realidad, sólo se trataba de un engaño de su mente.

Ni siquiera sabía si las historias que rondaban por las calles de Oxford eran ciertas. No podía negar que en las últimas semanas habían desaparecido algunos niños, aunque eso había pasado siempre, al menos desde que tenía uso de razón. Por eso procuraba no ser amable con nadie que fuera demasiado considerado con él o que tuviera la sonrisa demasiado grande. Pero aquella vez era distinto, porque corrían los rumores.

Durante el resto de los años, las desapariciones de niños se achacaban a cualquier otra cosa y nadie decía nada. Pero en aquella ocasión, la historia de que una mujer de rostro amable, guapa y elegante, con un daimonion con forma de mono de pelaje dorado agarrado a su hombro como si hubiesen salido de un circo, era la responsable de las desapariciones aquellas últimas semanas se había extendido como las llamas en un polvorín: rápida y peligrosamente.
Nunca le habían gustado los rumores, eran cosas de viejas y de niñas asustadizas y tontas. Y aunque jamás lo reconocería en público, la historia de la mujer del mono le ponía la piel de gallina.

Se contaban cosas horribles sobre ella y sobre lo que hacía a los niños que capturaba en Oxford. También había oído decir a la mujer del panadero que su prima, que vivía al otro lado del río, le había contado que en su ciudad también estaban desapareciendo muchos niños, aunque eso se lo creía menos. La mujer del panadero acostumbraba a mentir.

Pero lo cierto era que, por culpa de las historias que corrían por las calles más oscuras y sucias de Oxford, todo el mundo tenía miedo, incluso él. Las madres de sus amigos jamás dejaban que sus hijos salieran solos de casa, y a menudo iban a buscarles para acompañarles de vuelta para la cena. Su pandilla iba a todas partes junta, por precaución, y habían conseguido una gran cantidad de palos y piedras por si la mujer del mono aparecía y quería capturarles a todos.

Mordió de nuevo la manzana. Todo era culpa de la hermana mayor de Beet, que le había contado al chico la historia.

-¡Eh, Scor! -Le llamó alguien a sus espaldas. Se dio la vuelta y vio cómo uno de sus amigos se acercaba a él corriendo, mientras su daimonion con forma de galgo trotaba a su lado-. ¿Qué haces por aquí solo? -Preguntó en cuanto lo alcanzó.

Scor masticó la manzana, en parte ansioso por contarle a Max lo que creía haber visto hacía apenas quince minutos, en parte atemorizado por si resultaba que se hacía real en cuanto la historia saliera de su boca.

-Estaba escapando.

-¿Otra vez le has robado bollos al panadero? Cuando te pille te dará una azotaina increíble… -Comentó el muchacho, mientras ambos echaban a andar.

-No, Max, esta vez es distinto. Escucha. Estaba yo tranquilamente en la calle de los herreros, buscando alguien a quien quitarle unas pocas monedas. Tenía hambre y por una vez quería comprar un bollo al panadero. Giré en el callejón que lleva hacia la casa del pescadero cuando, de repente, la vi.

-¿La viste? ¿A quien? -La voz de Max era ansiosa y cuando le miró de reojo, el chiquillo tenía los ojos abiertos como platos y parecía que estaba conteniendo la respiración.

-A ella. A la mujer del mono.

Su amigo se puso blanco como las sábanas que colgaban las criadas de los ricos junto al río y se quedó paralizado en medio de la calle. Scor lo zarandeó y su daimonion ladró a su lado.

-¿A-a ella? ¿De verdad? -Asintió y Max tragó saliva trabajosamente.

-Bueno, en realidad no estoy del todo seguro… pero te prometo que su mono me miró. Estaba todo oscuro, pero le brillaron los ojos mucho.

-¡Hay que contárselo al resto, Scor! Si la mujer del mono está aquí, ¡tenemos que prepararnos! -Exclamó, fuera de si, mientras lo cogía por los hombros y lo sacudía con fuerza-. ¿Es que no lo entiendes?

Antes de que Scor pudiera decir nada, el chico echó a correr entre la gente, perdiéndose en un laberinto de piernas, faldones, brazos, cajas y verdura resbaladiza. Scor empezó a perseguirle. No sabía muy bien qué camino seguía, pero si a dónde le llevaría.

El Nido estaba calle abajo, casi a las afueras de Oxford. Era un viejo edificio prácticamente en ruinas, abandonado mucho antes de que ellos hubieran nacido. Allí era donde los niños huérfanos de la ciudad tenían su pequeño y particular refugio, a falta de un hogar acogedor y una madre que les diera de comer todas las noches. Y allí era hacia donde Max se dirigía, de eso estaba completamente seguro.

Salió de la multitud entre empujones y tropezando con la gente que se ponía en su camino. Una vez estuvo fuera del mercado, pudo ver la figura de Max perdiéndose al fondo de la calle, girando hacia la izquierda en el siguiente cruce. Scor se detuvo, jadeante y cansado; el chico era mucho más rápido que él, más ligero y larguirucho, así que llegaría al Nido mucho antes que él.

-No tenías que habérselo dicho -le susurró Hela, con su voz chillona, posándose en su hombro. Cuando le reprendía, le parecía mucho más estridente que de costumbre-. Ahora irá al Nido y el terror correrá como un pilluelo por las calles de Oxford.

-Si no lo he visto de verdad, se volverán más precavidos -dijo, entre jadeos y respirando con dificultad. El sudor le perlaba la frente-. Y, si lo he visto, también lo hará. Sea o no sea cierto, tendrán más cuidado. Nunca está de más.

-Max asustará a los más pequeños.

-Les protegeremos.

-No podéis protegerles del miedo -Hela alzó el vuelo de nuevo y aleteó alrededor de su cabeza. Scor torció el gesto. Su daimonion tenía razón,

-Vamos -echó a andar, siguiendo el camino que habría tomado Max hacia el Nido.

Cuando atravesó la puerta torcida y rota del viejo edificio, oyó los gritos. Venían del pequeño patio trasero, y por el volumen se atrevía a decir que se encontraban reunidos todos los niños.

-La que has armado… -Comentó Hela.

-¿Quieres dejar de recordármelo? Ya sé que había tenido que quedarme calladito.

Avanzó lentamente hacia el patio trasero. Según se acercaba, el ruido de los gritos se hacía más fuerte, y también alcanzaba a oír a los daimoniones de todos los niños. El corazón le latía fuertemente dentro del pecho, pensando en qué preguntas le harían en cuanto apareciera por la puerta.

Pero, al contrario de lo que creía, en cuanto le vieron, todos se quedaron en silencio, observándole. Paseó la mirada por todos sus rostros, sucios y tristes. La pequeña Evve estaba sentada en una esquina, subida en una montaña de escombros donde solía estar todo el día y lloraba en silencio, atemorizada. Los mayores, al fondo del patio, le observaban atentamente, y sus daimoniones también lo hacían. Tragó saliva, preparándose para las posibles preguntas.

-Scor -Dijo Fan, el chico más mayor del Nido. No sabía qué edad tenía en realidad, pero su daimonion, un hurón de pelaje oscuro y ojillos vivaces, ya no cambiaba de forma. En el silencio del patio, la voz de Fan resonó, potente-. ¿Qué ha pasado?

Max estaba al lado de los mayores, con expresión asustaba y compungida, y le miraba con curiosidad. Scro desvió la vista de Max a Fan, y le miró, desafiante.

-Creo haber visto a la mujer del daimonion con forma de mono -No apartó los ojos de Fan, pero vio de reojo cómo todos cruzaban miradas y susurraban cosas que no alcanzaba a oír-. Pero no estoy seguro. Estaba oscuro.

-Max me ha contado que le dijiste cómo el mono de la mujer te miró en la oscuridad.
Scor se estremeció.

-Si, eso me pareció.

-Te pareció -repitió Fan-. Y no estás seguro -Scor asintió-. ¿Y crees que eso es motivo suficiente para contárselo a Max para que viniera corriendo al Nido, asustado, y él nos lo contara a todos?

-Pensé que alguien debía saberlo, si resultaba ser cierto.

-Si resultaba ser cierto…

Scor agachó la cabeza, avergonzado por la reprimenda. No tenía que haber dicho nada, Fan tenía razón. Era un mayor, siempre tenía razón y más le convenía hacerle caso.

-No quiero que vuelva a ocurrir, Scor. Y esto va por todos los demás -añadió, alzando la voz para que todos los que estaban en el patio fueran capaces de oírle claramente-. La próxima vez que alguien crea ver a la mujer del mono dorado, que venga inmediatamente a hablar conmigo, no que vaya extendiendo el rumor por todos los niños del Nido. Yo sabré qué hacer.
Fan le dirigió una mirada que bien podría haberlo matado de inmediato y después apartó los ojos de él y empezó a andar hacia el interior del edificio. Poco a poco, el resto de los chiquillos también se fueron de allí, hasta que sólo quedaron un par de niños y Scor.

Suspiró.

-Te lo dije -susurró Hela, posada sobre su hombro.

-Hela, por favor -le respondió fríamente Scor, abatido-. No hace falta que me lo recuerdes.



Aquella noche volvió a llover. Las gotas de lluvia repiqueteaban en el techo sobre sus cabezas y contra los cristales que todavía quedaban en las ventanas del edificio. Hacía tiempo que todos se habían ido a dormir y la llovizna había amainado, convirtiéndose sólo en una fina cortina de agua. Scor llevaba desde que habían subido a las habitaciones dando vueltas en el suelo, sin poder conciliar el sueño.

La luz clara de la luna entraba, velada por las nubes, por la ventana del enorme cuarto, y le permitía distinguir con facilidad las figuras de sus compañeros. Todos juntos formaban un manto humano sobre el suelo, muy prietos entre sí para darse calor. No se podía decir que durmieran en las mejores condiciones del mundo, pero al menos tenían un techo bajo el que guarecerse.

Scor se levantó y se deslizó en la penumbra hacia el exterior de la habitación. Hela, que por la noche se convertía en un gato anaranjado para poder acurrucarse a su lado, le siguió en la penumbra. Ambos bajaron las escaleras del edificio procurando hacer el menor ruido posible.

-¿A dónde te crees que vas? -Susurró Hela, cuando estuvieron en el piso de abajo.

-Sólo quiero tomar el aire. No puedo dormir -le respondió él, en el mismo tono de voz.

-Pero… está lloviendo -Hela bufó.

-Ya no. No suenan las gotas sobre el tejado.

Cuando salió por la puerta, la fresca brisa nocturna le acarició el rostro y le despeinó el flequillo. El ambiente estaba húmedo, pero ya no llovía como había llovido antes. De vez en cuando caía alguna gota huérfana. Olía a agua, a hierba mojada y a barro, pero se estaba bien en la calle.

-No deberíamos tardar mucho en entrar, Scor -dijo Hela, con un tono de nerviosismo en la voz.

-¿Tienes miedo? -Scor la miró con expresión pícara y tuvo la sensación de que si su daimonion hubiera podido sonrojarse, lo habría hecho-. Venga, vamos a dar una vuelta.

Echó a andar sobre el barro que cubría el suelo de la calle, con Hela convertida de nuevo en gorrioncillo posada en su hombro. La noche y la ciudad entera estaban en silencio, pero, aun así, oyó un murmullo de voces cuando llegó a la boca de un oscuro callejón.

-Por favor, por favor, por favor… -oyó suplicar a alguien dentro del callejón-. No me lleves, no me lleves.

-Tranquilo, pequeño… -susurró una voz de mujer. Le costó distinguir lo que decía porque hablaba muy bajo, pero la noche estaba tranquila y pudo oírla-. No te voy a hacer daño.

-Me vas a quitar a mi Lex. Me lo vas a quitar y luego se morirá.

-Puede, pero no te dolerá, tranquilo.

No oyó ninguna otra voz que saliera del callejón, sólo unos pasos lentos. Notó cómo las garras de Hela se le clavaban en el hombro, y fue lo que le hizo reaccionar y echar a correr, porque oía cómo los pasos se acercaban hacia donde estaba él. No dejó de correr hasta que estuvo en el Nido. Cerró la puerta tras de sí y paró a respirar, apoyando la espalda contra la pared. Creía que la mujer no le había visto, así que no le perseguiría. Además, estaba dentro del Nido. Allí estaba seguro.

-No teníamos que haber salido -susurró entre jadeos.

-Estoy de acuerdo -le respondió Hela, que volvía a ser un gato y serpenteaba entre sus piernas.

Scor deslizó la espalda por la pared hasta quedarse sentado en el suelo. Su daimonion se subió a su regazo y se hizo una pequeña bola de suave pelaje anaranjado. Era una sensación cálida y agradable.

-¿Has oído lo que ha dicho, Hela? -La voz le temblaba-. Los rumores son ciertos. Esa mujer es cruel, Hela, muy cruel.

-Tengo miedo, Scor…

-No te preocupes. No tengas miedo. No permitiré que nos separen, ¿entiendes? No permitiré que nos rompan y que mueras -abrazó el cuerpo peludo de su daimonion, tan fuerte que pensó que le partiría las costillas-. Jamás te dejaré ir.

fandom: la materia oscura, personaje: oc, oneshot

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