(Au!Hogwarts) Castillos de Naipes #01 [3/3]

Nov 07, 2015 16:29

Título: Castillos de Naipes.
Autoras: Allalabeth_san y lurque.
Ranting: NC-17.
Resumen: Trece años después de la guerra contra Lord Voldemort, la magia de Hogwarts todavía está restaurándose. Sin embargo, la directora Minerva McGonagall decide demostrar a la comunidad internacional que Hogwarts sigue siendo un centro de enseñanza de élite participando en el XIII Torneo Internacional de Jóvenes Magos. Mientras tanto, las cada vez más numerosas desapariciones de Inefables empieza a ser un problema en el Departamento de Misterios. La historia continua, aunque no sea protagonizada por Harry Potter y sus amigos.
Notas y advertencias: Au!Hogwarts. Lenguaje malsonado. Violencia. Sexo explícito. Parejas heterosexuales y homosexuales. Los protagonistas son todos personajes inventados.


*

Con la ausencia del núcleo más ruidoso de Gryffindor, la fiesta había descendido un poco el volumen y Talash tuvo la fuerza de voluntad suficiente de mirar el motivo de tal silencio.

Al fondo, con una botella de mantequilla en la mano, Aeri Volkov sonreía ligeramente, alzando una ceja ante los espectadores y girándose lentamente de tal forma que su túnica ondeaba en torno a ella con una elegancia que casi parecía un hechizo.

-Oh… -musitó Dymeon, siguiendo la dirección de su mirada-. Esto va a ponerse interesante.
Interesante era un calificativo que Talash no aplicaría en este caso.

Resoplando, Talash comenzó a caminar hacia Aeri sabiendo que Dymeon lo seguiría. Eldegar y Zaldai ya estaban con ella, aparentemente diciendo cosas a las que la prefecta de Slytherin no estaba haciendo ni pizca de caso.

Quizá eso lo distraería y dejaría de observar constantemente las figuras de Grüber y Taisto. Kalsh se había ido con Pettersen, así que Talash sin lugar a dudas tendría que ejercer como el Premio Anual sensato ante todos ellos.

-… mayor locura que has cometido nunca! -exclamaba Zaldai. Dane Smith, junto a él, fruncía el ceño y miraba a Aeri como si le hubiese salido otra cabeza.

-Zaldai, por Merlín, no saques a la luz tu lado dramático ahora. ¡Ni que hubiese dejado suelto un basilisco!

-Ya lo verás volver por la puerta -resopló Eldegar mirando de reojo el lugar mencionado.

Talash llegó a ellos al mismo tiempo que Orión, Murphy y Xyngie, así que su compañero de Casa fue directamente a detenerse a su lado. Sonreía divertido, con esa expresión en él que era más Slytherin que Ravenclaw y Talash, de nuevo, se volvió a preguntar si tenía un tipo favorito o buscaba lo opuesto a su favorito en sus amantes.

-¿Basilisco? Di más bien gatito enfadado -se burló Aeri, con los ojos azules brillantes y dándole otro trago a su cerveza de mantequilla. Por la cantidad de veces que había estado bebiendo de la botella, Talash estaba empezando a sospechar que el alcohol de Aeri tenía tanto de cerveza como Talash de idiota.

-¡No es una broma! ¿Qué hacías besando a Gunnar? -insistió Zaldai.

Talash, que no había visto a qué se debía el alboroto, alzó una ceja en dirección a Aeri al tiempo que Xyngie, junto a él, emitía un sonido de interés que no había podido contener.

-Ejemplificar cuestiones privadas. Y ha sido sólo un beso, no un lazo de almas gemelas…

Si alguien iba a añadir algo más, no tuvieron tiempo. Mael Pettersen caminaba hacia ellos con la varita en la mano, mirando con semejante odio a Aeri que hasta Talash sintió la tentación de dar un paso atrás y apartarse de su camino.

Movió la mano para poder llegar a su varita con rapidez pero al volver a mirar a su amante, vio que debería tenerla en la mano ya. Aeri seguía sujetando la cerveza de mantequilla en una mano pero la otra había sacado la varita a una velocidad supersónica. La conocía todo lo que sabía que uno podía conocerla, y Talash, aunque no quería reconocerlo, estaba seguro de que la Slytherin se estaba divirtiendo más que nunca.

-Una palabra fuera de tono y te juro que te crucio aquí mismo, Volkov -dijo Mael en un susurro mientras la apuntaba con la varita.

-Y por anunciar vuestras intenciones es por lo que termináis en Azkaban, está claro -se burló ella, poniendo los ojos en blanco.

Durante un segundo, Talash sopesó quién tenía más instinto kamikaze, si Pettersen por darle órdenes a Aeri, o ella por burlarse en la cara del peligro.

-Aléjate de mi hermano -advirtió con más seriedad de la que Talash le había escuchado nunca.

-Tu hermano es uno de los magos más competentes de este colegio, que, sorprendentemente, me cae bien. Me alejaré de él si quiero.

Talash vio a Zaldai y Orión fruncir el ceño, el primero más visiblemente que el segundo. Talash entendía por qué. Su postura acababa de cambiar ligeramente y había un matiz de acero en sus ojos que era como una alerta informando del peligro. Aeri Volkov seguramente era la persona con más conocimiento de Artes Oscuras del colegio, a excepción de los profesores. Retarla y enfadarla era muy mala idea. Por mucho que Pettersen fuese de los pocos que pudiesen salir airosos de la coyuntura, nunca era una buena idea. Si hasta sus hermanos lo creían así, Talash no podía menos que poner la mano en dónde descansaba su varita. Xyngie se pegó más a él y le susurró para que nadie más se enterase.

-La estupidez humana es fascinante…

Talash le dedicó una mueca. A él le parecía meramente estupidez, nada fascinante.

-Mael, venga, va. Déjalo -dijo Narea Clark mientras intentaba alejarlo de allí-. Vamos a volver a la fiesta.

-No quiero ver tus sucios colmillos cerca de mi hermano, víbora asquerosa.

En el silencio que se hizo, Talash juraría que se podía cortar la tensión con un cuchillo de mantequilla. Aeri había perdido toda la afabilidad.

-Mael, venga, vuelve a la fiesta -intervino Grüber, que tenía a Taisto cogido de la mano y los ojos de Talash, si fuesen rayos, habrían quemado la extremidad del pelirrojo para extirparla forzosamente de la mano de Taisto Wood.

-No -ordenó Aeri con su voz que no admitía réplicas. Miró a Trazz casi con tanto antagonismo como a Mael-. Se supone que sois la casa de los valientes… ¿vais a tirar la piedra y esconder la mano?

-Volkov, te lo has buscado tú solita -intervino de nuevo Trazz, esta vez airado.

-¿Qué me has llamado, Pettersen? -preguntó Aeri volviendo a fijar su mirada de odio en Mael Pettersen.

-En mi cabeza he seguido con los insultos. ¿Cuántos quieres? Estoy seguro de que cada uno de los presentes puede encontrar media docena de cosas para describirte igual de fabulosamente como acabo de hacer.

-Yo estoy repasando maldiciones, que ya se sabe que por la boca muere el gryndilow.

Talash decidió que ya había tenido suficiente cuando vio a Taisto susurrándole palabras de calma y sosiego al oído a Grüber.

Se adelantó, haciendo que su insignia de Premio Anual fuese perfectamente visible para todos.

-Guardad vuestras varias ahora mismo. -Ninguno de los dos le hizo caso inmediatamente, pero, entre ellos, Talash no se movió ni un ápice. Al ver que no le iban a hacer caso, y con la imagen de Taisto abrazando por la espalda a Trazz mientras le susurraba cosas al oído, decidió que tenía que ser drástico para cortar de raíz este tipo de problemas entre Aeri y los Pettersen. La agarró de la mano de la cerveza y tiró de ella hacia él-. Acabamos de empezar a salir oficialmente, Aeri. No vayas por ahí besando a otros.

Y con esa revelación que sin duda iba a dejar a más de uno boqueando, sus compañeros de Ravenclaw incluidos, Talash ignoró la mirada de enfado y sospecha de Aeri y tiró de ella hacia la salida.

Una vez fuera, en el pasillo, sabía que los estarían espiando. Era una segunda salida dramática en una misma fiesta y todo el mundo querría conocer los detalles.

Talash se los dio.

Apoyó a Aeri contra la pared y la besó de esa forma que no era más que un preludio para algo más, mucho más placentero.

-No vuelvas a besar a otros en mi presencia, Aeri. Ven a dormir a mi habitación privada de Premio Anual.
No le iba a decir nada sobre lo idiota que le parecía provocar así a los Gryffindor hasta que no estuviesen a salvo en su dormitorio, pero Aeri tenía que intuirlo porque lo siguió dócilmente todo el camino.

A Talash, al menos, le quedaba el consuelo de que iba a utilizar bien su noche. Aeri follaba lo suficientemente bien como para que la imagen de Taisto tocando y besando a Trazz Grüber dejase de ser lo más importante en su cabeza.

*
-¿Estás bien?

La preocupación en la mirada de Trazz y el temor al fondo de la misma hicieron sentir a Taisto como la persona más miserable de la Tierra. El anuncio de Talash no debería haberle afectado tanto, no debería haberle afectado nada en realidad. Pero lo hacía. Y Trazz lo notaba.

-Podemos irnos si quieres…

-No. -Taisto dejó de mirar la puerta para observarlo a él. Trazz era una joya convertida en persona en comparación a Talash; debería amarlo con todo su corazón, sin embargo, todavía no podía dedicarse a ello por completo. Pero lo estaba intentando-. Quiero quedarme aquí. Quiero seguir divirtiéndome contigo y los chicos.

Quiero olvidarle, añadió en su mente.

Su historia con Talash no había terminado bien, pero había terminado. Taisto le había puesto fin durante los exámenes finales del curso anterior. Después de ocho meses siendo amantes de ocasión en secreto, Taisto se había dado cuenta de que nunca serían nada más que eso. Talash ni siquiera había dejado de acostarse con Aeri mientras tanto. Y le había dejado claro desde el principio que él no quería complicaciones amorosas porque su futura carrera profesional era lo más importante en su vida.

-Habrán empezado a salir porque les conviene de alguna manera -opinó Trazz, como si pudiera leer la duda en su corazón-. Esos dos no están enamorados.

-En realidad no importa -se obligó a decir con firmeza-. De verdad. Puede hacer lo que quiera. Está en su derecho.

-Pero te fastidia.

-Claro, porque conmigo nunca estuvo dispuesto a comprometerse, pero yo no quiero estar con una persona que sólo me utiliza para satisfacer su necesidad sexual. Quiero estar con alguien que me quiera de verdad.

-Pues menos mal que yo te quiero de verdad.

Trazz consiguió hacerle reír. Ese había sido el primer paso para que tomara la decisión de terminar una relación que desde el principio no había tenido ningún futuro. Ni siquiera podía llamarlo relación. Trazz había sido su amigo primero, su pilar después y su novio ahora, pues durante el tiempo que habían estado separados en verano lo había extrañado tanto que se había dado cuenta de que habían nacido sentimientos por él en su interior. Todavía no había olvidado a Talash, pero lo que sentía por Trazz crecía más cada día.

Se besaron. Eso era una de las grandes diferencias entre Trazz y Talash: él no lo obligaba a esconderse, a reprimir sus impulsos, a esperar. Podía besarlo dónde quisiera y cuándo quisiera, y siempre sería bien recibido. Nunca había entendido por qué Talash era distante con él en público pero no le importaba dar escenas como la que acababa de dar con Aeri.

Por el bien de su relación con Trazz, debería dejar de hacerse esas preguntas.

-Kalsh hechizó a Mael antes para que no le gritara a Gunnar y ahora no le dirige la palabra -explicó Narea apareciendo con una cerveza de mantequilla que se bebió de un trago-. También se ha enfadado conmigo por no haberlo apoyado abiertamente. ¿Por qué siempre estoy en medio de todo los fregados?

-Deja que Mael se emborrache y se acueste con la chica de turno. Mañana, cuando se le pase la resaca, te gruñirá una disculpa y volveréis a estar bien -dijo Trazz mientras le pasaba un brazo por los hombros. Narea se abrazó a su cintura con la mano que no sostenía la jarra vacía.

-Ya, ¿pero qué pasa con Kalsh? Siempre paga los platos rotos de los demás.

Los tres dirigieron la mirada a Kalsh Wood. Escuchaba en silencio la conversación que Dymeon y Dorea mantenían mientras bebía su primera cerveza de mantequilla de la noche. Como prefecto había decidido tomar la responsabilidad de cuidar de los demás cuando estos no pudieran hacerlo por sí mismos, pero hasta él necesitaba una cerveza cada vez que Aeri y Mael avivaban las llamas de su enemistad. El único motivo por el que Narea y Kalsh podían beberse sus respectivas cervezas era porque Eldegar se estaba ocupando de Mael en ese momento.

Sin hacer ningún comentario, Trazz los soltó a ambos y se dirigió hacia el grupo de Ravenclaw. Intercambió un par de frases con Kalsh antes de que ambos miraran en su dirección, Kalsh asintiera, se disculpara con sus amigos y se acercaran.

-Te he mentido -dijo Trazz con una pequeña sonrisa traviesa-. En realidad estábamos hablando del cumpleaños de Dymeon. No queda mucho y todavía no hemos planeado nada.

Taisto y Narea sonrieron a la vez; la mentira era esa. Trazz lo estaba utilizando como excusa para distraer la siempre pensante mente de Kalsh, aunque no le faltaba razón al decir que todavía no habían planeado nada.

-Yo me he comprometido con Eldegar para comprarle un regalo de su parte que sea perfecto -anunció Narea, y ejecutó su hechizo favorito para atraer una de las cervezas de mantequilla que habían en la mesa del fondo.

-No vuelvas a hacer eso en una fiesta -le regañó de inmediato Kalsh; Narea le sacó la lengua-. Estoy intentando que se atrase la salida a Hogsmeade para el fin de semana en que cae su cumpleaños.

-¿Sí? -Trazz lo miró con asombro y admiración-. ¡No veas! ¿Hay algo que no puedas lograr?

Si Kalsh no fuera su hermano gemelo, posiblemente Taisto no lo habría notado. Pero lo era, por lo tanto conocía hasta la mueca más ligera que pudiera realizar, por eso no se le pasó desapercibido el ligero fruncimiento de labios que había hecho durante menos de un segundo.

-No puedo ser más guapo de lo que soy -acabó respondiendo con una sonrisa seductora que Taisto, por muy gemelo suyo que fuera, era incapaz de mostrar.

Tanto Trazz como Narea soltaron una carcajada por su ocurrencia.

-Tú te has estado juntando con Volkov -acusó Narea en lo que se agarraba del brazo de Kalsh.

-Con Xyngie en realidad.

-Dymeon necesita una nueva balanza y si todos ponemos dinero estoy seguro de que podemos comprarle también los ingredientes que necesita para apuntarse a las clases extracurriculares de pociones que imparte el profesor Slughorn -dijo Taisto, retomando el tema del regalo.

-¿De cuánto dinero estamos hablando? -preguntó Trazz frunciendo el ceño de inmediato.

-En total son trescientos galeones.

-¿Trescientos? -exclamó abriendo mucho los ojos-. ¿No tiene un novio rico? ¡Que se lo compre él! -añadió, medio en broma medio en serio.

-Su novio rico le va a regalar un gato -intervino Narea con una sonrisa de anticipación por la reacción de Dymeon. Todos sabían que a Dymeon le encantaban los animales casi tanto como a Taisto, pero por algún motivo que todos desconocían, nunca se había comprado una mascota.

-¿Y por qué no le regala su novio rico los ingredientes y nosotros el gato? -propuso Trazz, haciendo reír tanto a Kalsh como a Narea por la forma en que lo había dicho.

-¡Porque le va a hacer más ilusión el gato! -exclamó Narea de inmediato-. Yo veo bien reunir dinero entre todos. ¿Cuántos seríamos? Nosotros cuatro, Eldegar, Dorea, Talash, Fhah, Xyngie… a Mael lo obligo yo. ¿Me olvido de alguien?

-De Aeri -dijio Kalsh, y esta vez fue Taisto quien hizo la mueca inconsciente-. Y cuando se entere, Orión querrá participar también.

-Oh, claro. Genial pues. Somos doce, trece si Bell participa.

Todos miraron a Trazz. En lo concerniente a Bell Myers, Trazz era siempre la fuente de respuestas. El año anterior se había librado de asistir al cumpleaños de su cuñado por haber estado convaleciente por ingerir gases venenosos por accidente; las bromas sobre haberlo ingerido a propósito duraron semanas.

-No querrá -opinó Trazz-. Pero si entre Narea y yo le comemos la cabeza quizás podamos conseguir que participe a regañadientes.

-Pues somos trece entonces. -Narea sonrió-. Trescientos entre trece sale a…

-Veintitrés galeones por cabeza -calculó Kalsh rápidamente-. Eldegar que ponga veinticuatro y ya tenemos los trescientos.

-¡Sigue siendo muy caro! -se quejó Trazz-. Ni todo mi material escolar de este curso me ha salido tan caro.

-En realidad yo tampoco puedo pagar tanto… -murmuró Narea.

-Pero nosotros sí. Vosotros dos podéis comprar algo más y agregarlo al regalo conjunto -propuso Kalsh.

-Les voy a regalar un paquete de condones -dijo Trazz, pero sólo Narea rió porque los hermanos Wood provenían de una familia de magos y no comprendieron la referencia-. Creo que Xyngie tampoco puede pagar tanto y Bell se va a negar, así que entre nosotros los pobretones podemos regalarle otra cosa.

-Creo que nos hemos olvidado de Dev e Irina… -comentó Taisto. Hubo un momento de silencio en el que se miraron entre ellos y todos rompieron a reír.

-Vale, he terminado de beber por hoy -declaró Trazz riendo-. Ellas pueden sustituirnos en lo de los ingredientes.

-Sí. Y que nadie le comente a Irina este pequeño despiste -pidió Narea con una sonrisa divertida.

-Creo que Talysu también querrá participar. Se llevan bien -opinó Kalsh volviendo a hacer recuento-. Así continuaríamos siendo trece para los ingredientes y sólo faltaría añadir lo que sea que le compréis.

-Un paquete de condones, un bote de lubricante, unas bolas chinas y unas esposas y tienen diversión para rato -dijo Trazz, y aunque los hermanos Wood no entendieron todas las referencias, comprendieron lo que quería decir por el contexto. Narea volvió a reír a carcajadas.

-Bueno, sé que quiere unos guantes nuevos de piel de dragón… -dijo Taisto.

-¡Joder con Dymeon! ¡Nos ha salido caro el niño! -protestó Trazz.

-¿Y tú desde cuándo conoces tanto a Dy como para saber todo eso? -preguntó Kalsh mirándolo con sospecha; ese tipo de mirada lo había puesto nervioso desde niño.

-Lo sé porque ayudamos al profesor Longbotton en el invernadero después de clases y hace comentarios de este tipo…

-Eres adorable -dijo Trazz con una sonrisa cargada de afecto y lo besó sin previo aviso. Taisto sonrió contra sus labios y le correspondió.

-Voy a por otra cerveza… -comentó Kalsh con fastidio.

Taisto se había dado cuenta de que, por algún motivo, a su hermano no le hacía mucha gracia su relación. No había dicho nada en contra, pero sus expresiones y reacciones como esa eran suficiente manifiesto para él. Lo había comentado con Trazz y él opinaba que Kalsh simplemente estaba celoso y que no había que darle mayor importancia. Pero Taisto no podía evitar sentirse mal.

Un gran estruendo captó la atención de todos ellos, que en seguida se giraron en la dirección procedente.

*

Orión sabía que había algo que todos los Volkov, incluyendo a Zaldai, tenían en común. La mayoría pensarían que eran los colores, el verde y plata que usaban tanto como una seña de identidad como los Pettersen el rojo y dorado. A excepción de Gunnar, por supuesto, pero ese chico era una excepción en tantos aspectos que en él, lo extraordinario se volvía común.

El estruendo, por supuesto, había fijado la atención de todo el mundo en ellos. En Zaldai, en particular, que miraba a Lukas Merrywater como si estuviese a un paso de hacerle explotar la cabeza por dentro.

Zaldai sabía hacerlo. No tenía la variedad de Orión en cuanto a maldiciones, y mucho menos la de Aeri, pero que fuese más directo y menos sutil lo convertía en un rival doblemente peligroso. Tenía el talento de todos los Volkov para la magia más retorcida que la que se estilaba en Hogwarts, y, además, el descaro y la forma de usarla de los Gryffindor. Una combinación que, como Merrywater estaba aprendiendo en ese momento, no era para nada benigna.

Orión suspiró, sonriendo, y con la vista fija en Xyngie se acercó a ellos. Shiil no parecía estar haciendo nada por mediar en la situación, a pesar de ser un prefecto de séptimo.

-La próxima vez será tu cabeza -amenazó Zaldai con su voz seria.

A Orión solía costarle ver a su hermano pequeño como algo más que el niño que siempre se pasaba el tiempo acosándolos, que era un torbellino de energía y se iba a dormir al anochecer. Si en ocasiones lo veía como el joven mago en el que se estaba convirtiendo era gracias a ese tono de voz específico que acababa de usar para advertir a Merrywater.

La advertencia en sí misma a Orión lo ofendía personalmente. Un Sltyherin no advierte del peligro a sus enemigos. Zaldai todavía tenía tanto que aprender…

-Los magos oscuros como vosotros, los Volkov, siempre creéis que por la fuerza podéis saliros con la vuestra. Y yo no he hecho más que decir la verdad.

-¿Qué verdad? -preguntó Orión con una sonrisa dulce, mientras Dane y Xyngie agarraban a Zaldai.

Merrywater se amilanó a ver delante a Orión mirándolo fijamente. Su titubeo fue evidente, pero, con una mirada de asco hacia Shiil, pareció recobrar fuerzas.

-Tu hermana es la puta del colegio.

Ante semejante comentario, Orión tuvo dos reacciones simultáneas. Por una parte, quería darle una palmada en la espalda y despachar a Merrywater con un «sí, pero va, venga, menospréciala a la cara que quiero ver cómo convierte tu sangre en piedra lentamente». El problema de esa reacción instintiva siempre radicaba que solía terminar con Aeri en una posición que apuntaba directamente a Azkaban, y no era lo ideal. Así que se decantó por su segunda reacción, que había sido la inmediata de Zaldai.

-Merrywater, es mejor para ti que no hables de Aeri a sus espaldas. Zal está… poco entrenado para el control, y un insulto directo y claro puede considerarse una provocación. Es capaz de retarte a un duelo por el honor de nuestra hermana. Ya sabes cómo somos los sangre pura. Tenemos esta parte intrínseca de honrar la figura del heredero y el Winzengamot nos autoriza los duelos por temas de honor. Al fin y al cabo, la palabra de un Volkov es su mayor garantía.

Orión seguía sonriendo, y miró de reojo a Xyngie, que le dedicó una sonrisa divertida que llamaba su atención poderosamente.

Inexplicablemente, sin embargo, Merrywater no parecía interesado en salir ileso de la velada.

-Que tengáis que usar semejantes artimañas significa que a pesar de todo seguís siendo el veneno en esta sociedad. Vosotros y todos los Slytherin sangre pura elitistas. Aeri Volkov no es más que el máximo exponente de la inmundicia que representáis. Una furcia que no conoce el decoro y ha conseguido todo lo que tiene por habilidades que nada tienen que ver con la magia y su valía.

Orión fue más rápido que Zaldai. Gracias a la ayuda de Xyngie y Dane, consiguió arrebatarle la varita antes de que pudiese liberarse y maldecir a Merrywater. La atrapó al vuelo y dejó la suya en la mano, visible, mientras cambiaba de postura y ladeaba la cabeza para mirar al Hufflepuff con una pequeña sonrisa.

Por el rabillo del ojo vio a Trazz y Kalsh acercarse con Narea y Taisto. Al parecer, el siempre responsable en exceso de Kalsh se había autodesignado como el apagafuegos de la fiesta. Los ignoró incluso cuando llegaron y preguntaron a Dane y Xyngie qué ocurría. Zaldai seguía con cara de asesino y Orión sonreía.

-Merrywater, si quieres un consejo -intervino Xyngie, mirando a Orión de reojo y sacándole la varita de Zaldai para devolvérsela a su hermano-. Es mejor que vayas a tomarte un zumo de calabaza con Murphy. No quieres que mañana por la mañana te llegue una notificación oficial de un duelo contra cualquiera de los Volkov, ¿verdad? Porque además, cuando le lleguen noticias de esto, y le llegarán, eso tenlo por seguro, que ya sabes, las paredes en Hogwarts tienen oídos, seguramente va a ser ella, como primogénita, la que va a sentir como su obligación resarcir la humillación contra su apellido. Y no quieres enfrentarte a Aeri Volkov en un duelo, ¿verdad que no?

Tenía que reconocer que le gustaría mucho, muchísimo, saber qué era lo que estaba pasando por la cabeza de Park. Tenía un porte junto a dos Volkov cabreados que muy pocos eran capaces de conservar y, además, con sus movimientos, deliberados y determinantes, estaba manteniendo el orden y el control de la situación de forma suprema.

Shiil, a una mirada de Xyngie, hizo exactamente lo que había pedido y se llevó a Merrywater de allí, justo cuando Grüber comenzaba a hablar con Zaldai. Park se acercó a él con una pequeña sonrisa en la mirada que no llegaba a manifestarse en sus labios.

-Vamos a tomar el aire. Irina y Kalsh pueden ocuparse.

Orión se dejó conducir al exterior y siguió a Xyngie por los pasillos, intrigado por tantas cosas a la vez que no sabía por cual comenzar a romper el hielo. Todavía estaba demasiado molesto con Merrywater, las ideas para hacer sufrir al Hufflepuff rondaban su mente como en una de esas presentaciones de fotogramas muggles, cada maldición acompañada de una pequeña lista de sus pros y sus contras.

Ese enfado ya no se debía a Aeri. Su hermana se merecía la fama que tenía y Orión sabía perfectamente que todo lo que dijesen de ella no era más que lo que la propia Aeri pretendía desde un principio. Lo que sí que no podían permitirse como Volkov, con todos los esfuerzos que su padre había pasado para educarlos lejos de los mortífagos, era que los considerasen sangre puras de tres al cuarto que no tenían nada mejor que hacer que seguir los designios de megalómano loco de un mestizo.

Se aseguraría de que Merrywater recordase esta noche y sus palabras el resto de su vida, pero, primero, tenía un puzle que resolver frente a él.

-¿Por qué, Park?

Habían ido caminando hacia una de las torres de astronomía, con balcones abiertos que dejaban ver las estrellas de la fresca noche de septiembre.

-¿Tu hermana me cae bien? -respondió en forma de pregunta, deteniéndose contra la barandilla y girándose hacia él. Tenía una sonrisa que hablaba de misterios y las manos en los bolsillos en una actitud de control absoluto que Orión sintió a su libido dar un fuerte tirón.

-Y yo que imaginaba que preferirías que desacreditasen a la competencia.

Xyngie le dedicó una sonrisa seductora.

-No. Esos sois Pettersen y tú. Caesari quae sunt Caesaris Caesari.

Orión, en ese preciso instante, descubrió que el latín era un punto débil. Al César lo que es del César, había dicho. No queriendo perder, esbozó una sonrisa propia y se acercó a él hasta que quedó a escasa distancia.

-No vamos a desperdiciar esta ocasión tan especial en hablar de si mi hermana merece o no ese segundo puesto en la lista… ¿verdad que no?

-¿Tienes alguna propuesta más interesante? -le preguntó, su voz seductora y sus ojos desviándose durante un calculado segundo hacia sus labios.

Orión hizo lo que se esperaba de él. Cerró la distancia entre ellos en dos zancadas, lo sujetó por la cintura y lo besó con delicadeza y languidez. Un beso que hablaba más de potencial, de posibilidades por descubrir y de promesas que de hechos en el presente. Era un beso que insinuaba un sendero hacia el placer más absoluto, que ponía la miel en los labios ajenos, guía de una tempestad de pasión que se avecinaba inexorable.

Xyngie reaccionó de forma incluso más brillante a lo que esperaba. Se pegó más a él, lo obligó a darle más, a navegar a toda vela hacia la tormenta y Orión no pudo evitar dejarse llevar. Rendirse ante la magia entre ellos con un gemido ahogado y un golpe de varita para cerrar la puerta del aula y silenciarla.

Xyngie se ocupó de transformar varias mesas en una cama en el centro del aula.

*

En Hogwarts había dos listas mágicas que los profesores habían intentado eliminar durante la restauración mágica sin éxito. Nadie sabía quién las había conjurado y sólo había teorías sin confirmar sobre cómo se actualizaba, pero en una aparecían todos los nombres de los alumnos que hubieran perdido la virginidad en orden de maestría sexual y en la otra los nombres ordenados de las personas más deseadas. Desde el año anterior, Xyngie y Aeri ocupaban el primer y segundo puesto respectivamente de la primera, intercambiándoselos de vez en cuando. Los nombres de Orión Volkov y Mael Pettersen ni siquiera entraban dentro del top 10, algo que a ambos les ofendía. Y cuando dos personas comenzaban una relación formal, sus nombres desaparecían de la primera, por eso los de Eldegar Myers y Dymeon O’Donall nunca habían aparecido. Sin embargo, Eldegar era la persona más deseada de Hogwarts.

Xyngie utilizaba su posición en esas listas como una herramienta de poder. A través del sexo se enteraba de los secretos del colegio, conseguía favores y se ganaba una reputación. Y como era un hombre, no tenía que soportar insultos como los que había recibido Aeri esa noche de la boca de Lukas Merrywater.

Las personas que encabezaban la primera lista habían compartido casi todos sus amantes. Xyngie llevaba intentando conseguir una orgía con sus intereses sexuales desde hacía mucho tiempo, pero los Gryffindors y los Slytherins no se lo ponían nada fácil. Su estúpida enemistad surgida de los estereotipos de sus casas y opiniones preestablecidas lo divertían a la vez que lo impacientaban.

Pero la gran duda siempre había sido: ¿por qué Orión Volkov y Xyngie Park no se habían acostado todavía?

Xyngie estaba seguro de que a Orión se lo habían preguntado tantas veces como a él mismo y, posiblemente, había pospuesto el momento tanto como él sólo por lo divertido de las habladurías respecto a ellos dos. Aunque en realidad, el motivo por el que Xyngie no se había acostado con él hasta entonces se debía a que nunca había necesitado nada de él, por tanto, no había sido una prioridad. Tampoco eran cercanos ni pasaban suficiente tiempo juntos como para haber desarrollado una atracción sexual más allá del simple atractivo físico. Eso no quería decir que Xyngie no hubiera observado a Orión, por supuesto que lo había hecho, primero porque él observaba y analizaba a todo el mundo, y segundo porque era imposible no observar a Orión. Tenía unas dotes sociales de Extraordinario que le permitían ser el centro de atención o dejar de serlo a voluntad, y eso era precisamente lo que había llamado la atención de Xyngie desde primer curso. Pero sus intereses siempre habían ido en direcciones opuestas, de ahí que nunca hubieran mantenido una conversación privada siquiera.

¿Por qué esa noche? Primero, para quitarse a Merrywater de encima; su confrontación contra los hermanos Volkov había sido el escenario ideal para ello. Segundo, porque llevaba una semana particularmente estúpido con él y estaba harto. Y tercero, porque Orión no había parado de observarlo desde que había puesto un pie en la fiesta, eso había despertado su curiosidad y sus ganas de comprobar, por fin, si tenía merecido su undécimo puesto en la lista.

Y su veredicto era que un undécimo puesto no le hacía justicia.

Después de hacerlo dos veces seguidas, ambos estaban recostados sobre las mesas transformadas en cama, reponiéndose. No había necesidad de tocarse más y cada uno respetaba el espacio del otro, algo que Xyngie apreciaba. Orión alargó el brazo para coger su varita y los limpió con un hechizo apenas pronunciado.

-Sangre pura hasta para esto -rió Xyngie al verlo.

Orión lo miró con curiosidad.

-¿Por usar la magia para limpiarnos?

-Evidentemente. Los hijos de muggle se suelen limpiar sin magia.

-¿Y qué suelen hacer los mestizos?

-Nos dejamos limpiar -contestó con una sonrisa de Ravenclaw sabiondo y se llevó las manos bajo la nuca para estar más cómodo.

Orión soltó una pequeña carcajada y volvió a tumbarse a su lado, apoyando la cabeza en una mano y con la otra le pasó la punta de la varita por el torso desnudo.

-A fructibus cognoscitur arbor -murmuró Orión en perfecto latín.

Xyngie no sabía que tuviera conocimientos de la lengua que había regulado la magia en su momento, pero siendo un Volkov tampoco le sorprendía tanto. Y sí, estaba de acuerdo con él que por sus frutos se conoce al árbol.

-A cane muto et aqua silente cave tibi -respondió con una pequeña sonrisa. Era su refrán favorito: cuidado con el perro que no ladra y con el agua silenciosa.

-Ab alio expectes alteri guod feceris -contestó-. ¿De quién has aprendido latín?

Xyngie no sabía latín. Tan sólo conocía algunos refranes y la mayoría los había aprendido de Shiil. Él sí que dominaba la lengua porque en su familia se la enseñaban desde pequeño para que estuviera más unido a la magia.

-Me gustan los refranes, los trabalenguas y las adivinanzas, no es que sepa latín -respondió sin responderle-. ¿Y tú?

-Un poco lo mismo -sonrió; Xyngie supo que no estaba siendo del todo sincero, pero no le importó-. ¿Estás acostumbrado a que te pasen la varita por el cuerpo o sólo eres un temerario?

Xyngie soltó una pequeña risita. Sí, estaba acostumbrado. Shiil solía emplear hechizos durante el sexo que sin dudas no serían aprobados por la directora McGonagall.

-¿Conoces algún hechizo interesante que aplicar al sexo?

-Conozco alguno, pero ¿qué clase de prefecto sería si lo utilizara contigo?

-Uno corrupto, desde luego.

-Desde luego -repitió y alargó el brazo para dejar la varita sobre la mesa más próxima-. Pero creo que todavía no necesito recurrir a la magia para excitar a alguien.

-Mmm, ¿seguro?

Orión correspondió a su sonrisa en lo que se movía para quedar situado entre sus piernas. Las separó y comenzó a jugar con la cara interna de uno de sus muslos en lo que sus manos le acariciaban como antes lo había hecho su varita. Xyngie continuaba con las manos bajo la nuca; cerró los ojos y se mordió los labios cuando los labios de Orión se acercaron peligrosamente a sus genitales.

No, desde luego que no necesitaba magia. Excitarlo por tercera vez no le llevó demasiado tiempo y torturarlo con su boca pareció divertirlo especialmente. Durante los dos polvos anteriores no le había dedicado tanto tiempo antes de penetrarlo, pero en este último se estaba entreteniendo a propósito. Xyngie no estaba acostumbrado a tantas atenciones, pero no iba a quejarse tampoco. Acabó bocabajo, con decenas de escalofríos por los recorridos de la lengua y labios de Orión en su espalda y gimiendo sin contención cuando finalmente lo embistió. Xyngie tampoco estaba acostumbrado a tener la presencia de su amante sobre él, pero a Orión se lo permitió y no paró de estremecerse al sentir su aliento contra su cuello y su oído. El tercer orgasmo fue incluso mejor que el primero y cuando terminaron, Orión se apartó y volvió a concederle su espacio.

Regresaron a la fiesta compartiendo carcajadas cómplices, con sus ropas y peinados sin ninguna señal que indicara lo que había pasado entre ellos esa noche.

-¡Volkov! ¡Enhorabuena! ¡En las dos últimas horas has estado tres veces en el tercer puesto de la lista! Aunque ahora vuelves a estar donde siempre... -le informó uno de sus lameculos Slytherin de quinto.

Xyngie se sintió expuesto y confuso porque o todo Hogwarts se había confabulado para desear a Orión a la vez, o su deseo sexual había sido tan poderoso de elevarlo tantos puestos en los picos de sus orgasmos. Por suerte para él, Orión estaba más ocupado disfrutando de la mirada asesina de Mael Pettersen, que sin dudas estaba al tanto del acontecimiento, así que aprovechó para quitarse de su vista.
No obstante, Xyngie estaba tan consternado que no se había percatado de que a pesar de que Aeri y Talash habían estado haciéndolo a la vez que ellos, él había continuado inamovible en la primera posición.

*

Para la mitad de alumnos de quinto y de séptimo, que fuese domingo no era una excusa para no levantarse temprano y estudiar. Al fin y al cabo, los TIMOs y los EXTASIS eran las pruebas más difíciles a las que la mayoría iba a enfrentarse en toda su vida. Fiestas o no fiestas, salvando excepciones, todos estaban presentes en ese desayuno extremadamente silencioso de domingo.

Eldegar, por supuesto, era una de las excepciones. Y con él Dymeon, porque resultaba imposible levantar al primero de la cama los domingos antes de mediodía, con o sin exámenes. Los domingos lo habitual era que Dorea Galahan desayunase con un Kalsh más dormido que despierto, un Talash que no hablaba nunca hasta su segundo café y Aeri, que ignoraba que la mesa de Ravenclaw no era dónde se suponía que debía desayunar los domingos y se sentaba con ellos. En Slytherin, los tres hermanos Volkov eran el epicentro del poder de la casa y los domingos, Aeri era la única que se levantaba para desayunar.

Orión y Zaldai tenían un mal despertar casi tan legendario como el de Eldegar.

-En función de cómo lo utilices, fianto duri es mucho más versátil de lo que son otras barreras -explicaba Aeri, mientras daba buena cuenta de su desayuno.

-Personalmente lo encuentro un poco acartonado para la práctica. Está demasiado ligado a las barreras latentes de protección para que sea útil en un duelo -respondió Dorea.

-Por no mencionar -observó Kalsh, con voz ronca por la falta de sueño- que para que resultase útil en un duelo habría que encontrar la forma de combinarlo con otro tipo de barrera y un ataque.

-Oh, pero eso es factible. La maldición razdirat y el hechizo ukhod dan al fianto duri un nuevo nivel de profundidad.

Aeri había hablado como si conociesen los hechizos rusos. Tenía la costumbre de hacerlo y Dorea no sabía qué era lo que más le molestaba: que diese por sentado que sabían cosas que en realidad no, o desconocer información que parecía interesante. Y, dada la fama de la mayor parte de magos rusos famosos, Dorea estaba segura de que quizá, uno de cada cien estudiantes de Slytherin podía saber de qué hablaba. Los demás no. Y eso, en la mesa de Ravenclaw, siempre le granjeaba miradas de asco.

Iba a replicarle algo cuando un murmullo como de abejas comenzó a extenderse por el Gran Comedor, propagado como fuego. Dorea no tardó en localizar la dirección de procedencia del principio del ruido y miró hacia allí.

Entrando por la puerta lateral por la que entraban los profesores estaba Harry Potter en persona, con su túnica de Auror ondeando tras él. Era imponente, viéndolo tan de cerca. Dorea no era alguien que se dejase llevar por las apariencias ni por la fama, pero Harry Potter, con su pelo revuelto, sus gafas y su aire de ser, evidentemente, el mago más poderoso del mundo, eran una visión para todos ellos. Incluidos los más escépticos.

A su lado iba otra figura tan reconocible como la propia de Harry Potter. Draco Malfoy tenía el cabello plateado de todos sus antepasados, los rasgos angulosos, y, aunque no llevase ninguna túnica especial, no la necesitaba para comandar la atención con su mera presencia. Era un hombre que había visto lo peor, que había superado lo peor de sí mismo, y había vuelto, arañando cada peldaño, a un puesto relevante en la sociedad.

-¿Qué creéis que buscarán? -preguntó Talash, mirándolos por encima del hombro.

Todos los presentes en el Gran Comedor estaban con la mirada fija en las espaldas de los dos hombres al pararse a saludar al profesor Longbottom y a la directora McGonagall. Lamentablemente, en la distancia, no se podía entender lo que estaban hablando.

-Tiene que ser algo raro, ¿no? Quiero decir, no hace tanto que Potter se volvió jefe de los Aurores. En teoría, no hace casos de campo a menos que sean… como lo de Yaxley.

Lo de Yaxley había sido la comidilla de la prensa. Uno de los mortífagos más fieles a Voldemort había vuelto para cobrar venganza y restaurar un pequeño culto de adoración a su líder. Los intentos contra las vidas de los héroes de la guerra habían sido numerosos y El Profeta había informado de que el propio Ron Weasley había tenido que ser hospitalizado por resultar gravemente herido. Harry Potter lo había capturado, pero había sido un caso complicado que había tenido a la sociedad mágica preocupada durante meses.

Con un mal presentimiento, Dorea vio a la directora señalar en su dirección y a los dos hombres girarse hacia la mesa de Ravenclaw. Con un asentimiento a McGonagall, los dos se giraron y pusieron rumbo a ella.

Sin embargo, Dorea era una chica lista. Seguramente tendría algo que ver con su madre, que trabajaba como Inefable en el Departamento de Misterios.

-¿Dorea Galahan? -preguntó Harry Potter deteniéndose junto a ellos. Dorea asintió con un nudo en la garganta-. Necesitamos hablar contigo un segundo. Si eres tan amable de seguirnos…

En el segundo que tardó en reaccionar, miró a los demás. Fruncían el ceño, unos más abiertamente que otros, pero ninguno se atrevió a hablar. Tampoco los adultos dijeron nada mientras la escoltaban a la antesala junto al Gran Comedor, esa que no había pisado nunca.

-Tu madre ha desaparecido, Dorea -anunció Draco Malfoy a bocajarro, mirándola con pena, pero con un gesto de impaciencia que llenaba su controlada expresión.

Harry Potter chasqueó la lengua y miró a su acompañante con exasperación, como si no estuviesen trabajando juntos por voluntad propia. Ante semejante comentario, Dorea tenía muy claro que era mejor que se fijase en los gestos de los dos adultos que en interiorizar el hecho de que su madre había desaparecido.

Harry Potter, el salvador del mundo mágico, le puso una mano en el hombro con delicadeza.

-Dorea, lo que el Inefable Malfoy quiere decir, es que en el Ministerio no hemos visto a tu madre en un par de días y nos preguntamos si tú sabes si tenía pensado tomar unas vacaciones o está visitando a algún pariente.

Dorea frunció el ceño.

-El lunes me envió una lechuza. Suele enviarme una lechuza todos los lunes. Desde que entré en el colegio. Suelen ser breves, hablamos principalmente de cómo va mi plan de estudio para los EXTASIS. Lo ideamos el verano entre quinto y sexto para llevar todas las materias al día y poder prepararme bien. Quiero ser Inefable y madre dice que no sólo hay que tener Extraordinarios en seis asignaturas, sino que además hacen pruebas específicas en el departamento antes de seleccionar a la gente y uno nunca sabe cuándo está siendo evaluado.

-Por supuesto -dijo Harry Potter con una sonrisa amable-. No notaste nada extraño en esa lechuza del lunes, claro.

Dorea podía ver que era una forma de preguntar sin preguntar con perfecta claridad pero con todo y con eso, se veía incapaz de guardar silencio.

-Era normal. Suele escribirlas con antelación y Hermes, su lechuza, sabe que tiene que entregarlas el lunes por la mañana. Mamá suele pasar muchas horas en el Ministerio y cuando tiene una nueva idea se va a probarla, así que la verdad es que no tiene horarios definidos ni nada por el estilo.

-Nos pasa a todos, lamentablemente -volvió a decir Harry Potter, suspirando-. Mis hijos siempre se quejan de que paso mucho tiempo en el trabajo. Imagino que tú te quedabas con tu padre, ¿verdad?

-Sí, claro. Papá trabaja en casa.

-Tiene un criadero de serpiente arbórea africana, ¿verdad?

-Sí. Y un contrato con el señor Smith para comercializar las partes como ingredientes de pociones. Es un trabajo complicado, pero se le da bien.

-Tu padre está actualmente en Namibia, ¿correcto?

-Sí. Siempre pasa allí el mes de septiembre.

-¿Y quién cuida de las serpientes en casa?

-Karl.

-¿Karl Deveris?

-Sí, es su ayudante. Empezó a trabajar con papá hace… diez años, mes arriba mes abajo. Siempre se queda a cargo del criadero mientras papá está en África para buscar nuevos especímenes.

-Has sido muy amable con nosotros, Dorea -dijo el Auror Potter con una sonrisa. Miró de reojo a Draco Malfoy antes de continuar-. La verdad es que por la naturaleza del trabajo de tu madre, no sabemos muy bien si no se ha pasado por el Ministerio porque tiene un proyecto entre manos, que estamos seguros de que es lo más probable, o si ha pasado algo. De todas formas, nos gusta confirmarlo, por si acaso. Nos tomamos muy en serio la seguridad de los nuestros. Si tienes noticias de ella, recuerdas algo que te haya parecido inusitado recientemente o lo que sea, te agradecería que nos lo hicieses saber. Envíame una lechuza a mí personalmente, que si vas por la vía oficial, a veces pueden traspapelarse cosas en el despacho. Estoy aquí para lo que sea, ¿vale?

Dorea asintió y Harry Potter, que hábilmente la había acompañado a la puerta de la antesala, le dio un empujoncito para que saliese.

Regresó a la mesa de Ravenclaw, en dónde había más gente que antes y a sus amigos se había unido Dymeon. Todos tenían rostros preocupados, fruncían el ceño y no había que ser un genio para darse cuenta de que estaban tensos. Dorea volvió y se sentó entre Dymeon y Kalsh, que ya estaba plenamente despierto y alerta. Dymeon, inmediatamente, le pasó un brazo por los hombros y le dio un beso en la sien.
-Sea lo que sea, todo va a ir bien.

Dorea lo miró a los ojos, buscando desesperadamente la verdad tras sus palabras. Dy tenía una pequeña sonrisa para ella, esa secreta que sólo sacaba cuando estaban juntos, cuando tenía que calmar sus nervios y su estrés. Era el único que lo lograba.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Aeri impaciente.

-Los Aurores sospechan que mi madre ha desaparecido.

Para el resto del mundo, su madre trabajaba con su padre en el criadero. Los Inefables tenían un punto de aparición para ellos, en una sala protegida del Departamento de Misterios, que se abría con su sangre y su firma mágica sólo para las personas autorizadas. De esa forma, ni los otros Inefables sabían quién era uno a menos que tuviesen que trabajar en un proyecto. No podía decir a sus amigos de qué trabajaba su madre. Por no mencionar que si se propagaba la noticia de que había desaparecido una Inefable, la prensa se volvería loca. Los Inefables eran las mentes más brillantes del mundo mágico que decidían trabajar resolviendo sus misterios, que conocían todos los secretos conocibles y que gozaban de una serie de privilegios inigualables en el Ministerio de Magia. Privilegios que no tenían ni siquiera los Aurores ni los Magos Golpeadores.

-¿En qué se basan?

-Nadie la ha visto en un par de días.

Seguramente, Dymeon sabía que estaba omitiendo parte de la verdad. Aeri lo sospecharía, porque Aeri sospechaba infundadamente, para cuanto más en situaciones así. Pero para los demás era una explicación válida porque un coro de palabras de ánimo la asoló en ese momento.

Dorea lo único que quería era que fuese lunes ya para recibir la lechuza de su madre en la que le explicaba que la visita del Jefe de Aurores había sido una broma.
Continuará...

fanfic, longfic hp: castillos de naipes, harry potter

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