[Fanfic] Nunca porque sí (6ta parte)

Jan 09, 2010 23:39

Well, como dije este es parte también del anterior, sólo que enfocado en algo más histórico y en el reecuentro entre HK y Japón. La primera parte que muestra el recuerdo de lo 'sucedido' está basado en uno de los CD's Dramas, y creo que también está en manga. La historia de 'Cómo los dos que estaban solos se hicieron amigos', por eso es que no relaté el final completamente, pues no influía taaanto hasta el día siguiente xD.

Un detalle importante es, también, que en ese momento Kiku era un país más inclinado hacia el Occidente, obligado por USA a abrir su comercio, pero unido por medio de alianzas en acuerdo de las dos partes con UK, quien durante todo el comienzo del siglo armó y enseñó a Japón sobre tácticas bélicas, armamento naval, ventajas económicas, etc xD. Ojala guste <3:

Cap. 6: "Reencuentro"

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“La Alianza Anglo-Japonesa.”

“¿Japón? ¿Q-qué hace él aquí…?”

Okay, y porque las personas normales duermen en la noche, Xian no había estado presente en lo ocurrido durante todo el día anterior.

Temprano, Arthur había partido por orden de la Reina y algunos consejeros de ésta que le aseguraron al rubio que, por mucho que fuese el Imperio Hegemónico del mundo, no podría estar siempre peleando solo contra las otras potencias en expansión y por ello, necesitaba un amigo. Claro, eso representó todo un dilema para él, que desde siglos anteriores, cuando incluso el mismo Alfred era apenas un niño (cuando no era malagradecido), el idiota de Francis y a veces también Spain solían burlarse de él por ese detalle. El eternamente ‘sin amigos’, que tenía muchas dificultades para hacerlos.

Xian apenas comprendió a donde iba y prefirió no darle mucha importancia cuando Arthur empezó a protestar y despotricar, lo único que le llamó la atención fue verlo irse con un ramo de flores. ¿Desde cuándo tenía novia? Por supuesto, el niño ni idea tenía de los últimos movimientos de Rusia, que parecía tener no muy buenas intenciones hacia los territorios de China y Japón, evidentemente pretendiendo expandirse y… Arthur sabía que detenerlo, sería imposible si estaba solo. De allí salió esa loca idea de ‘hacer amigos’.

- No tengo nada en contra de ‘hacer amigos’ pero… realmente no tengo idea de qué debería hablar con Alemania… Aparte, incluso como signo de amistad, ¿por qué rayos yo tenía que comprar un ramo de flores… pa-para Alemania? -El rubio hablaba sólo y en voz semi baja, protestando y despotricando bastante lleno de vergüenza, sacudiendo la cabeza al estar en frente de la casa del alemán.- ¡…Pero, ahora que he llegado hasta aquí no puedo volver atrás! Bien, hagámoslo…-Finalmente avanzó por el pórtico y dio dos golpes a la puerta, recibiendo respuesta instantáneamente, cuando el de cabello hacia atrás salió de ella.

- ¿Qué? ¿De qué se trata tan temprano en la mañana? -el germano ni siquiera había mirado quién era el visitante, pero ya reclamaba con un tono bastante agrio, ante la cara atónita del inglés que, a juzgar por su mirada, ni siquiera esperaba que le abriese.- ¿Reino Unido? Tú, ¿por qué…? -

- ¡H-hey, Alemania! No me importaría que nos hiciésemos amigos, e-estaría bien si…-

-… Paso -Y tan rápido como salió, el ojiazul esta vez cerró la puerta en su cara, recibiendo una esperada reacción.

- ¡H-HEY! ¡¡Espera un segundo!! -los golpes se reanudaron más fuertes que antes, y mucho más seguido, mientras las protestas y balbuceos del británico salían de su boca.- Ngh…-espera… ¡OYE! -siguió gritando hasta que el cerrojo se volvió a mover, retrocediendo algo asustado con su cuerpo mas no con sus piernas, por cuestión de orgullo.

- ¡¡Silencio!! ¡Eres demasiado ruidoso! A ver, ¿cuál es tu problema? -

- ¡Ya lo he dicho! Hacernos amigos-…-

- ¿Y por qué yo debería ser tu amigo? ¡Dame una razón consistente en 5 segundos! -

- E-eso es porque… bueno, ¿sabes…? -Tartamudeando, el mayor de los dos tragó saliva y lo miró más fijamente, con una mueca llena de prepotencia y orgullo.- Por mi bien -

- Entonces, no es por mi bien -Puertas cerradas (o azotadas), una vez más.

- ¡O-oye…! -eso fue lo último que pudo expresar, antes de verse en la necesidad de buscar algún nuevo rumbo o destino; pero la decisión de hacerlo fue más difícil de lo que había pensado.- Damn it, Germany bastard… en el pasado, incluso tu Rey se mudó a mi país…-aún protestando, se detuvo a mitad de su discurso para pensar en las opciones, comenzando a hablarse a sí mismo de una forma muy rápida y poco entendible.- Francia está fuera de cuestión. Quiero que Rusia muera. Dudo ser capaz de ser amigo de la Triple Alianza -continuaba hablando al mismo ritmo, refiriéndose con aquél último a Austria e Italia, que se encontraban aliados con Alemania.- No creo poder tener ninguna ventaja si me alío a los Bálticos. Suiza parece ser una causa perdida…Entonces, están Holanda y Bélgica.......-

Los pasos de sus botas de cuero se escucharon al chocar contra el verde pasto y las pequeñas rocas del camino; luego de mucho pensarlo y ver el curso de las cosas, finalmente había decidido probar suerte con Japón, aunque el camino para llegar hasta allí había sido algo largo, pero pudo tomarse un pequeño descanso al pasar por la India y posteriormente por Hong Kong.- Uhmm… bueno, es cierto que Japón se ha hecho increíblemente fuerte en tan solo las últimas décadas pero…el Este y el Oeste realmente tienen muchas diferencias, me pregunto si aceptará…-cabizbajo, se encontraba con los brazos cruzados y suspirando cada tanto, cansado, y estresándose ante aquel último pensamiento.- S-si él me rechaza, no quiero convertirme en el hazmerreír del mun-…-no pudo terminar su monólogo consigo mismo cuando de pronto la puerta corrediza de madera frente a la que estaba parado se abrió, llevándole más que un susto, sobresaltándose en su lugar.

- ¡¡W-…WAH!! ¡Tú! ¿Qué quieres? ¡Dime tu nombre! -chillando desconfiado, se había atajado con sus manos, mirando al joven que había aparecido frente a él.

- ¿Sí…? Yo soy Japón. Estaba parado aquí fuera frente a mi puerta desde hace rato, así que…Uhm, usted es el Reino Unido, ¿verdad? -

- E-eh…ah, sabes mi nombre…- el rubio le miró estando más tranquilo, aunque aún bastante sorprendido, balbuceando.

- Naturalmente. Ah… no hablemos estando aquí afuera… pase por favor -

- Oh… está bien - Dicho y hecho, el británico entró a la extraña y curiosa casa, sin poder evitar mirar a cada lado de ésta cuando fue conducido hacia una mesa pequeña baja, viéndose obligado a sentarse apoyándose sobre sus rodillas, y sufriendo un entumecimiento en su espalda que sabía más tarde le dolería. Kiku le trajo algo de té a los minutos.

- Aquí tiene, hice algo de socha -

- ¿Socha? - “¿Qué demonios es ‘socha’? Pero este color verde es té japonés… si no me equivoco, ¿un nuevo tipo de bebida o… alguna clase de misterio Oriental?” Con la cabeza metida en lo místico y misterioso, se quedó mirando el color verdoso del líquido hasta que el japonés delante suyo se extrañó al no verlo beber, preocupándose un poco.

- Etto, Igirisu-san… ¿usted odia el té? -

- ¡Ah, no! Jeje, p-para nada. Estoy seguro de que me gustará…-le dio un sorbo bastante largo a la bebida, cerrando sus ojos y abriéndolos al final, algo sorprendido, y viendo confuso la taza de forma extraña y luego al japonés.- Ah, pero… el té japonés no es dulce…-

- ¿D-dulce? - “Pero, no creo que usualmente el té sea dulce…” - Ah, quizás, ¿no es de su gusto? -

- Oh no, no es eso, para nada. Está perfectamente bien así como está -sonrió algo torpe por hablar tan rápido, sin querer arruinar la única conversación afable de más de medio minuto que había mantenido con algún otro país, y se alegró al ver cómo, precisamente, el chico de ojos tan profundos y oscuros parecía aliviarse, agradeciéndole en palabras y dejando al rubio más distraído, sorprendiéndose al notarse así y prefiriendo ir dándole forma al asunto que iba a tratar.- Uhm, he oído los rumores acerca de ti… ‘Una Isla Asiática que se ha manejado para hacerse fuerte en tan solo unas pocas décadas’. Me gustaría oír tu opinión como dicha nación -

- ¿Mi opinión…? Bueno, supongo que debo establecer relaciones con quienes son mis iguales. En un mundo tan grande como el nuestro es imposible manejarse sólo… y, hablando de éste tema, he estado un tanto preocupado ante la reciente conducta que ha tenido Rusia-san. Y para lidiar con ese problema, la comunicación con otros países será fundamental -el de cabello oscuro sorprendió bastante al más joven al pronunciar tantas palabras de golpe, en comparación a las pocas que había dicho hasta el momento, fuera de que considerase aquella opinión, como sumamente razonable.- Sin embargo… yo he estado viviendo por mi propia cuenta desde hace mucho tiempo; y siendo honesto y en particular, realmente no tengo idea de cómo son las cosas en América o Europa -

- ¿En verdad…? ¡Bueno, entonces la próxima vez ven a mi casa! Yo te enseñaré todo -ofreció el otro, volviendo a sonreír bastante afable y amable, como resultaba ser cuando no se le provocaba para lo contrario.

- Se lo agradezco mucho. Si yo fuese capaz de hacerme amigo de una persona de su talla, Igirisu-san, me sentiría mucho más tranquilo -Japón lo pronunció como si fuese poca cosa, pero la palabra resonó en la mente del británico varias veces, borrándole la sonrisa y sorprendiéndole al tope de sonrojarlo, entorpeciéndolo y poniéndolo bastante nervioso.

- ¿A-amigos…? ¡A-ahh! S-sí, por supuesto, uhm…-sin saber dónde meterse, le dio un hondo sorbo a la pequeña taza de té que tenía entre manos, terminándosele justo cuando, no mejor dicho, lo salvó la campana. Se escucharon unas pocas campanadas que anunciaban el anochecer, tomando por sorpresa al británico que miró el reloj enseguida.- Oh, ¿ya es tan tarde? Jeh, me disculpo por haberme quedado tanto tiempo. Creo que ya es hora de que vuelva a mi hogar -

- Sí, por favor tenga cuidado. La próxima vez yo ire a su hogar; también tengo muchos deseos de escuchar sus historias, Igirisu-san -

- Uhm, ¿en verdad…? ¡Bien! En ese caso, prepararé unos deliciosos scones y té negro para cuando vengas -sorprendiéndose primero, se sonrojó un poco y al final sonrió con confianza y seguridad, llevando una mano a su cintura mientras se levantaba del asiento, sonándose un poco la muy contracturaza espalda. Pero ahora y por primera vez, el más sorprendido no era él.

- ¿Té negro? ¿Acaso hay otros tipos de té en su hogar? -

- Oh sí, tienen un color más oscuro, y también ponemos azúcar en él -

- ¡¿Azúcar en el té?! -la sorpresa y el exalto que pronunció el japonés descolocaron al británico, que ya lo veía absolutamente como a una nación de lo más tranquila.- Ah… como me lo esperaba, la Cultura Occidental es muy compleja -

Arthur no pudo evitar que se le escapase una risita ante los cambio repentinos del otro, tragando saliva más que nada porque se sentía nervioso al pensar que podían ser amigos, aunque mantenía siempre su porte; el orgullo del más poderoso de todos no podía sucumbir.- Ejeh, importamos gran cantidad desde la India, asi que… ¡Oh! Cuando vengas no olvides traer un paraguas y algún traje para lluvia. En mi hogar el clima es muy húmedo y sería problemático si pescas un resfriado -

- Lo entiendo, muchas gracias por preocuparse. Estaré esperando por la ocasión en que pueda visitarlo -

De esa forma, aquellos dos terminaron en la situación de la que Xian se enteró al día al siguiente; aparentemente, esa misma noche al volver, el jefe de Japón pretendió establecer una Alianza con el ruso al que Arthur se enfrentaba, y Kiku mismo fue de última hora al Reino Unido, buscó a Arthur y le pidió firmar una Alianza en ese mismo instante, a lo que el británico, luego de la depresión que le sobrevino antes al pensar que serían enemigos y volvería a estar solo, aceptó gustoso (adjudicando que sería solo ‘por su bien’), decidiéndose a firmarla al día siguiente y, por la hora, invitando a la nación mayor pero más baja a quedarse en su mansión.

Fue recién al otro día que, al despertarse Xian y salir de su habitación para bajar al comedor principal donde desayunaban usualmente Arthur y él (y el joven Canadá o la pequeña Seychelles cuando se quedaban allí), se encontró con una persona sentada allí que no se esperaba, y a su rubio dueño en la cabeza de la mesa, como siempre solía estar.

- ¡Oh! Hong Kong, estábamos esperándote. Mira, él es Japón, él y yo formaremos una Alianza y seremos a-amigos -anunció el de ojos verdes, aún costándole pronunciar esa palabra que tanta vergüenza le daba pero que tan bien sonaba cuando Kiku la pronunciaba con naturaleza. Arthur no tenía idea de que esos dos se hubiesen visto, pues para él, eso de ‘familia asiática’ era casi un cuento; ¿cómo podía existir familia entre quienes no eran del mismo país y, siendo Japón una isla, ni siquiera eran limítrofes? Era el equivalente a pensar que el imbécil peludo bebedor de Francis era su hermano. Algo completamente terrorífico e impensable por supuesto, que ese debilucho fuese co sanguíneo suyo…

- Hong Kong-kun, ha pasado tiempo... veo que has crecido satisfactoriamente en manos de alguien como UK-san, como era de esperarse -saludándolo con aquel aire siempre formal y educado que llevaba, el japonés semi sonrió al chino que, frente a él, se había quedado quieto y atónito. Su cuerpo tenía seis años la última vez que vio a aquél, tres años menos que ahora, peor aún así se sintió feliz, en el fondo, de ver aunque fuese a uno de los que eran su primera familia. Lo que sí le extrañó (aparte de su presencia), eran los elogios que hacía hacia Arthur, cuando no recordaba que fuese muy elogiador, al menos con China.

- Ah, Japón -bajó su cabecita en señal de respeto y saludo, yendo a sentarse luego a su lugar que era el opuesto al que Arthur le había ofrecido a Kiku.

- Vaya, no sabía que se conocían tan bien… verás Xian, Japan y yo nos hicimos aliados para poder evitar cualquier truco sucio por parte de Rusia hacia el territorio del este asiático -explicó el europeo, hablándoles con cierta inocencia al no tener idea de cómo eran las relaciones de parentesco entre esos dos, fuera de que ambos tenían una mirada muy particularmente similar. Le gustaba hacer partícipe de algunos comentarios y eventos al niño, principalmente porque su objetivo era prepararlo y poder mandarlo a su hogar para que se encargase de la administración, sin tener que estar yendo él hasta Hong Kong cada dos meses como regularmente se veía obligado. Por supuesto no decía los detalles más importantes; como que Kiku defendería a la India en caso de ser atacada, y menos comentario los beneficios extra que su Reina había pedido, dejando a Japón en una posición que, si bien era ventajosa (pues el Imperio más grande le abría todos los caminos con tal de hacerlo crecer), a la vez le dejaba con un status de ‘semi colonia’, casi como un ayudante del rubial.

La razón por la que Kiku lo había aceptado era, en gran parte, que estar al semi servicio del británico no le presentaba ninguna molestia, en comparación a las ventajas que obtenía y lo que aprendería.

- Comprendo -el menor asintió, mirando con su típica seriedad el desayuno que ponían en frente suyo y comenzando a comer luego de que el rubio diese las gracias. Los desayunos británicos eran la mejor comida de todo el país.- Entonces… si esa persona atacaba, uhm… ¿Qué no atacaría primero a China? -con la poca comprensión que tenía del mundo, preguntó aquello sincera e inocentemente, pues si bien no conocía a Rusia sabía que era vecino de China. No comprendió las expresiones algo incómodas que adoptaron los dos mayores, principalmente Arthur, conciente de que nunca le había mencionado lo que había ocurrido siete años atrás, durante el conflicto entre Japón y China.

Pero antes de que pudiese volver a preguntar algo, Arthur rió, pretendiendo cambiar el tema y siendo interrumpido por Kiku, que miraba con su rostro inexpresivo a ambos, y se dirigía como si nada hacia el chiquillo.- Bueno, probablemente; sin embargo, soy yo el que busca una alianza debido a que dependiendo de mi desempeño corren riesgo varios pequeños y… bueno, no quisiera que se repita lo que te ocurrió a ti -la forma en que lo dijo se podría haber descripto como sutil y a la vez como brusca; brusca porque no tuvo decoro alguno en decírselo, aunque fuese, de la forma en que Kiku lo pensaba, y sutil, porque no le había dicho directamente que en los últimos siete años tanto su melliza como los dos coreanos habían pasado a sus manos, o que para ello había tenido que lógicamente a Yao.

El japonés debía contar con algo existente, y es que quizás por su seriedad nata, el chico entendía bastante rápido, tonto no era sino lo contrario, y su comprensión se vio reflejado en el rostro de sorpresa que mostró, abriendo los ojos como platos primero, y balbuceando cosas mientras intentaba acomodar las piezas sin tener que volver a preguntar pues, de todos modos, en ese momento su voz no le salía. Frunció el seño y tembló un poco, viéndose molesto, aunque bastante frío. - Entonces… Mei, Yong y Hyung gestan contigo porque… traicionaste a Yao -comentó el chico, viéndole con una fría inexpresividad muy similar a la misma que Kiku adoptó entonces, alzando un poco las cejas pero sin decirle nada, cerrando sus ojos unos momentos. No se molestaría en explicarle sus razones al pequeño chino, si tampoco se las había explicado a Yao. Sin embargo, sus razones eran lógicas… si Yao no había podido con el Occidente, por nunca preocuparse de ello, ¿qué no sería correcto que quien se encargase de la crianza de los más pequeños fuese alguien capaz de hacerlo? Para el Jefe de Japón, su gente y él mismo, si los pequeños coreanos y Mei seguían en manos de China, seguramente sufrirían el mismo destino que Hong Kong muy pronto, y especialmente su Jefe consideraba esa opción como despreciable. No quería más extranjeros en el continente.

Y el niño no tardó en volver a alzar la mirada, mostrándose igual de serio que antes pero estando a punto de lanzar otro comentario cínico que buscaría ser hiriente; los niños de por sí tenían el defecto de ser sinceramente crueles, y éste ya era bastante más directo de lo normal. Mirándole, Arthur lo notó e intervino enseguida, levantándose y tomando al niño del brazo mientras miraba algo apenado al japonés, avergonzándose.- Ahh, disculpa Japón, lo regañaré un poco…-se disculpó mientras asentía aunque Kiku sólo asintió, sin realmente verse afectado. No le extrañaba mucho esa reacción por parte del chico, que siempre había sido tan dependiente de Yao; aunque suponía que incluso protestando, no podría negar que su hermana no se encontraba mal.

Xian no volvió a decir nada mientras Arthur le llevaba hasta fuera del comedor, se agachaba y le miraba con aquella mueca que tenía tintes de niñez.- ¡Hey, Xian! ¿Qué estás haciendo? Tú siempre has sido un niño muy maduro, ¡no me pongas en vergüenza! Además, en temas como esos solo deben intervenir los adultos…oye, ¿me estás escuchando? -miró confundido al menor al ver que éste miraba hacia el suelo con una mezcla de enojo y tristeza, pero ante su pregunta, solo se quedó cabizbajo y algo tristón hasta que al final asintió, mirándole solo al poder adoptar aquella expresión en la que el rubio no podía adivinar lo que pensaba. Sonrió al ver aquello, pues creía que era signo de que estaba mejor.- Bien, entonces volvamos; debes tener hambre -le comentó, regresando al comedor con el menor siguiéndole, aunque éste aún algo cabizbajo.

Realmente él no sabía de traiciones, batallas o guerras…, por muchas artes marciales que supiese, un puerto pesquero jamás estaría hecho para lo bélico, pero lo que le molestaba no era eso sino que… sin ninguno de ellos cuatro, y careciendo también del apoyo de Kiku entonces… China debía estar, en ese mismo instante, mucho más que solo.
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