Sep 16, 2013 21:36
Corría tras él nuevamente. No le importaban los cortes en sus pies, el frío en su cuerpo, o la oscuridad de la noche. La Luna llena le indicaba el camino a través del maizal.
Necesitaba verlo, quería que todo terminara de una vez. Conocía su destino, y aunque él no quisiera aceptarlo, ella lo había hecho tiempo atrás. Ya no quería luchar contra ese destino. Serían uno a fin de cuentas.
Llegó al viejo granero y abrió las puertas de par en par. Escuchó los gruñidos, pero no sintió miedo. El techo estaba roto, por lo que los tenues rayos de luna le permitieron, por fin, ver la figura de su amado. Sus ojos negros eran dorados ahora, pero sabía que eran los mismos. Su alma salvaje era libre finalmente, por lo que al sentir los dientes desgarrando su cuello sonrió. Acarició el dorso de la cabeza ajena mientras su conciencia se desvanecía. La sangre tibia le calentaba el pecho como una caricia final.
Cerró los ojos y un último suspiro se escapó para unirse a la luz de la luna, mientras su alma bailaba al compás de los aullidos que cortaban el silencio de la noche.