Estrellas distantes

May 16, 2009 11:02

Título: Estrellas distantes
Fandom / Pairing: Doctor Who / Rose-Ten II
Advertencias: Spoilers a montón del 4x13 de Doctor Who, Journey's end.
Disclaimer: Personas y todo lo demás que podáis reconocer no es mío.


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Las horas seguían pasando y Rose no hacía más que mirar al horizonte gris de la carretera. Necesitaba que su padre llegara, que alguien la sacara de aquella maldita playa y poder volver a su apartamento. Lo único que quería hacer en aquel momento era esconderse en su cama, dejando que las sábanas la apartaran del único mundo al que no había querido volver.

Peter Tyler sonrió de una manera tan genuina que por un momento Rose deseó que no hubiera ido a buscarlos. Porque la miraba a ella mientras abrazaba a Jackie y seguía sonriendo, aliviado de que sus dos mujeres hubieran vuelto a casa aun cuando estaba casi seguro que Rose no volvería. Menos aún con el Doctor.

Rose esbozó una triste sonrisa cuando su padre se acercó a ella, un montón de preguntas saliendo disparadas de sus labios, pero ella no decía nada. Asentía y dejaba que el otro explicara todo. Era lo mejor.

- No pensamos que eso fuera posible. - repetía Pete con las manos fijas en el volante. - Dudo que alguien en Torchwood creyera que algo así podría pasar.

- Es un acontecimiento único. Soy el primero y, probablemente, el último.

- Señor del Tiempo. - continuó Pete.

- Y humano. - finalizó el Doctor.

Rose se había sentado en la parte trasera del coche, con su madre al lado. Quizás no había sido nada sutil al soltar la mano que aquel Doctor le había cogido para entrar en el coche; quizás había sido algo brusca al mirar a su madre y empujarla suavemente para que se metiera atrás con ella, dejando al Doctor en el asiento del copiloto. Y no sabía si él lo había notado, aunque estaba segura, no sabía si se había sentido decepcionado, enfadado o incómodo. No lo sabía, porque se había negado a levantar la mirada de sus propias manos y al entrar al coche había cerrado los ojos. “Estoy agotada”, había dicho y al poco todos la creyeron dormida. Aunque no lo estaba, ¿cómo podría dormir alguna vez? ¿Cómo podía descansar sabiendo que él estaría solo de nuevo? Que la Tardis no tendría más voz que la suya y que ya nunca más correrían juntos para escapar de una amenaza.

Durante las horas que transcurrieron hasta llegar al aeropuerto más cercano en el coche no se cambió de tema. Rose sintió un pinchazo en el corazón cuando el otro le habló a Pete de aquel Londres con los globos aerostáticos. Abrió los ojos un segundo y se dio cuenta que aquella sensación de estar siendo observada era algo más que eso. Él la miraba desde el espejo retrovisor, probablemente no le había quitado ojo en todo el camino. Y podía ser que Rose estuviera siendo demasiado inmadura, pero cerró los ojos al instante y se obligó a no mirarle de nuevo.

No lo hizo hasta que llegaron a Londres. Cuando su madre preguntó si volvería con ellos a casa y ella no supo qué decir. Quería volver a su apartamento, a poder llorar a solas, sin que nadie la consolara, pero él la miraba de aquella forma, suplicante casi, y supo que no podría dejarle solo en la mansión de los Tyler.

No fue hasta unos días después cuando él consiguió que dejara de evitarle. Porque ella lo había estado haciendo, de una forma totalmente descarada. Se había quedado en la mansión, sí, y aunque había dicho que lo hacía por ver más a Tony, él sabía que no era cierto.

Rose empezaba a entender que eran la misma esencia, aunque no hubiera sido su mano la que cogiera para escapar de los cybermen en aquella misma ciudad años atrás. La conocía, lo sabía por la forma en que la miraba y era capaz de arrancarle un atisbo de sonrisa al recordar en voz alta alguna de sus aventuras. Rose se negaba a acercarse más de lo necesario, que era mucho menos de lo que ambos estaban acostumbrados, pero no podía evitarlo. Él seguía allí, viajando solo en la Tardis ¿y ella tenía que ser feliz con su otro yo? ¿Cómo se hacía eso?

- Tu padre me ha dicho que me ayudarías a buscar una casa. - comentó él aquella mañana, poniéndose frente a Rose e impidiéndole salir por la puerta de la cocina.

- Creí que pensabas que él no era mi padre. - respondió ella intentando esquivarle. Era imposible.

- Técnicamente no, pero supongo que no te haría mucha gracia que te dijera que técnicamente Tony tampoco sería tu hermano y en el fondo Pete es el mismo Pete que conocimos en aquella iglesia. Bueno, con algo más de dinero…

- Te olvidas de los globos. - intervino ella. Su máscara de seriedad caía por momentos.

- Y del pelo. Creo que este Pete tiene más pelo del que habría tenido en la otra realidad.

Rose se mordió el labio inferior para no sonreír.

- La cuestión es: una casa. - reanudó el Doctor, anotándose un punto mentalmente por aquel amago de sonrisa. - Puertas, ventanas, alfombras… No sé cómo voy a vivir con eso.

- Se me ocurren un par de sitios donde no hay nada de eso.

- ¿Sí? - inquirió él, con la ilusión pintada en los ojos.

Pero Rose hizo un gesto con la mano y por un segundo se arrepintió del comentario.

- No pienso dejar que vivas debajo de un puente. - respondió, tajante. - Vamos, veremos qué encontramos por ahí.

Y de nuevo aquel día fue como volver a los viejos tiempos. Se pasaron la mañana solos, yendo de un barrio a otro, buscando una casa para él. Una casa que, a media tarde, Rose creyó difícil poder encontrar. Nada le gustaba, siempre había alguna pega y tenían que salir en busca de otra cosa. A veces el pedía disculpas, de hecho, casi en cada casa lo hizo porque en el fondo sentía que Rose se veía obligada a acompañarle y le sabía mal.

La conocía tan bien… Por mucho que ella se negara a aceptarlo aún, él seguía siendo el mismo, seguía sintiendo lo mismo por ella que aquel día en la playa de Noruega, la primera vez. Comprendía que en aquel momento Rose estuviera desconcertada, que lo rechazara sutilmente porque, probablemente él haría lo mismo si la historia fuera al revés. Pero tenía miedo. Él, que se jactaba de tener miedo a pocas cosas, sentía pavor con el solo pensamiento de que Rose no llegara a aceptarle nunca. ¿Qué haría entonces? ¿Viajar solo? ¿Irse de Londres y olvidarla?

No podría, simple y llanamente. Cuando Rose se había quedado atrapada en aquel mundo él había tenido que seguir adelante, porque no le quedaba más camino bajo sus pies. Pero ahora que ella estaba allí, que ambos estaban en la misma realidad, nada ni nadie podría conseguir que él se alejara. No después de haberla echado tanto de menos, de haber sufrido la soledad tremenda de una Tardis vacía pero llena con su recuerdo. Ni siquiera la misma Rose podría alejarlo. Porque el Doctor sabía, esperaba, más bien, que en algún momento ella dejaría de pensar cada movimiento y se cogería a su mano, se reiría con él y volvería a compartir aquella mirada secreta que le había negado desde que habían vuelto.

- ¿Estás bien, Rose? - le preguntó al caer la tarde, cuando iban de regreso a la mansión.

Ella tenía la mirada perdida en el cielo y tardó unos segundos en contestar. El semáforo volvió a ponerse en rojo y se quedaron solos a aquel lado del paso de peatones.

- No es nada.

Sin embargo, él supo a qué se refería. Y podía haberle preguntado, pero prefirió callar y seguir esperando aquel momento de aceptación que llevaba días deseando.

Quizás Rose esperaba que él siguiera con la conversación, desviando el tema y obviando de nuevo la sensación de vacío que había entre los dos. Por eso algo en su interior le dijo que no lo estaba haciendo bien. Que tanta lejanía era egoísta por su parte. Porque pensaba que allí la única que sufría era ella, cuando él se había visto de pronto desprovisto de su vida entera. Podía tener semanas de existencia, pero en su memoria seguía teniendo más de novecientos años. Años de viajes, de aventuras, de libertad que ahora se veían reducidos a aquella cárcel de realidad.

Y Rose Tyler conocía aquella sensación.

- Donna. - comenzó despacio, casi midiendo sus palabras. - Donna ya no está con él, ¿verdad?

Él negó con un gesto triste. Donna Noble, la mujer más importante de toda la creación y seguramente la única en el universo que lo desconocería.

- Ningún humano podría soportarlo.

El semáforo volvió a ponerse en verde y Rose echó a andar. Pero él no la seguía, se había quedado atrás mirando al cielo y pensando, seguramente, en Donna y en los momentos que habían compartido. Su mirada era devastación y tristeza; la tristeza más absoluta.

Y quizás se había hartado de ser egoísta, o quizás estaba aprendiendo a serlo un poco más, porque Rose dejó a un lado todos sus prejuicios y su dolor y volvió atrás. Ella quería ser feliz y para eso él tenía que serlo también. No soportaba verle así y se recriminó en silencio por haber sido tan esquiva, por haber pensado sólo en ella y no en él.

Cogió su mano y señaló el semáforo parpadeante con un gesto.

- Corre.

Ya no volvió a soltarle nunca más. Iba a darle aquel regalo que siempre había soñado, tener una vida fantástica.

fandom: doctor who, fic, pairing: ten ii/rose

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