A veces si da ganas de mandarlo todo al diablo.

Aug 28, 2009 17:34

Supongo que no soy la única a la que le ocurre. Un día te hartas y comienzas a pensar en que sería bueno despertar como una ermitaña cuya única preocupación en la vida será sentir el viento jugueteando con tu cabello y acariciando tus mejillas. De dejar todas esas falsas poses hipócritas y las sonrisas fingidas, el contacto humano que hiere, la velocidad de la vida que no nos da tiempo de mirar al cielo. De buscar incansablemente el amor en forma de sentimiento y hallarlo, por fin, en forma de instantes preciosos que se arremolinan diariamente y que ignoramos por estupidez, por prisa, por cansancio.

De dejar el internet que nos estalla en la cara con tanta información, el celular que no deja de sonar usualmente para pedir un favor que no tienes ganas de hacer, la televisión y su bombardeo de imágenes estrambóticas, simples, confusas; la música del estéreo que no nos deja escuchar la de la naturaleza. De hacer a un lado el automóvil que contamina, la motocicleta que hace demasiado ruido y la bicicleta con el zumbido de llantas con cada pedaleo que propinas.

De abandonar la cortesía, la moral y las 'buenas costumbres', las manos estrechadas, los besos en la mejillas que quitas sutilmente con el dorso de la mano, los relojes con su eterno tic-tac, los alimentos procesados, las promesas rotas, los sueños inalcanzables, las metas incumplidas.

A veces sí. A veces me da ganas de mandar todo al diablo nada más para ver qué se siente dejar de lado mi vida artificial, el reencuentro conmigo. Pero luego me detengo al pensar que, quizás sin todo eso, no hay nada más. Y el limbo ya no resulta tan atractivo y la soledad se vuelve una ingrata que, una vez que nos atrapa en sus garras, no nos dejará huir de nuevo. Díganmelo a mí.

catarsis

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