Rojo.

Jul 08, 2005 17:38


Se muestra bella siempre que hay alguien, y esque sabe que la miran.
Da vueltas alrededor de todo el mundo y muestra todo lo que puede de un modo que ella cree sutil.
Pero hoy hace calor y la gente se refugia en lugares desconocidos.
Ella se queda desnuda en su habitación, se pinta los labios de rojo (al igual que las uñas) y se sienta en el sofá que hay frente al espejo con un cigarrillo y un gran vaso de agua fría con hielo.
Se queda mirando su reflejo, embobada recorre con la mirada despacio todo el cuerpo, desde el cabello hasta los dedos de los pies, de esa chica que tiene delante y que ha perdido de vista hace tanto tiempo.
Da un trago y coge un hielo entre sus dientes, lo agarra con dos dedos y se lo pasa por los labios únicamente porque quiere verlo reflejado en el espejo.
Hace mucho, mucho calor. Su piel tostada está caliente como si la hubiesen dejado olvidada en un horno. Y el teléfono sigue sin sonar.
Lleva todo el día sin hablar con nadie, sin ver a nadie.Se arma de valor y saluda a la bonita chica de delante.
Se levanta y se queda frente a ella, observándola de nuevo, sus lindas uñas rojas, sus labios sensuales.
Besa esos labios, los acaricia.
Se pega al espejo frío, pega sus hombros, sus manos, su pecho.
Sigue besando ese objeto inerte y comienza a dejarlo lleno de carmín.
Suena el teléfono.
La chica olvida por qué quería que sonara ese estúpido aparato.
Vuelve al sofá y le da la última calada al cigarrillo que hay en el cenicero, luego lo apaga y se queda mirándolo entristecida.
Piensa en la belleza del cigarrillo sin encender, puro, y en las primeras caladas, las mejores sin duda.
Vuelve a mirarse en el espejo, su cuerpo joven, virgen, la máxima representación de la belleza.
Acaricia su piel suave, sus uñas rojas.
Y llora, de pronto se da cuenta de que es lo único que tiene, de que es lo único que quiere, seguir siendo así el resto de sus días, pero no puede.
Y le grita a su reflejo, y le pide explicaciones a la bonita chica que hay en él.
Pero nunca hay respuesta.
Y ella sigue gritando y llorando sola, y patalea y rompe cosas.
Se queda mirando al cenicero entre lágrimas y lo coge entre sus bonitos dedos de uñas rojas, y mira al espejo, observa cómo la preciosa chica hace lo mismo que ella, con el cenicero entre las manos, y se lo tira.
La chica de enfrente se rompe en mil pedazos de cristal, algunos en el suelo, otros todavía en el espejo.
Cuando se da cuenta de lo que ha hecho coge los cristales con las manos, sin enterarse de lo que les está sucediendo.
Y mira los trozos que ha recogido y están manchados de un rojo tan bello como el de sus labios y uñas.
Le duelen las manos, las abre y todos los cristales vuelven a caer al suelo, se queda mirando hipnotizada la piel rasgada.
Siempre será joven y bella.
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