Título: Similitudes entre Cosas Diversas.
Clasificación: G
Género: Universo alterno, romance,
Pareja: KaiLu (hinted!YunHan)
No. de palabras: 6542
Resumen: Cada miércoles a medianoche, Jongin ayuda a Luhan en el teatro a oscuras de la compañía de ballet, a bailar con el alma y la música, sin los ojos, hasta que Luhan consigue un mejor papel que él y su instructora matutina le dice que ella no necesita sus excusas, ni tampoco él mismo.
Notas: Para la Segunda Gala de Rey de una Noche de
exo_12eyes. El título es el mismo que el de la pieza de Joby Talbot,
“Similarities between Diverse Things”, que me ha inspirado a escribir. Joby Talbot es también compositor de “The Dying Swan”, la música que Christopher Wheeldon usó para su trabajo abstracto “Fool’s Paradise”. No soy bailarina, mis conocimientos son reducidos, así que si hay algún problema de veracidad y pueden ayudarme a corregir, se los agradecería mucho.
Similitudes entre
Cosas Diversas
Sentados con los huesos de la cadera bien plantados en la duela tallada del teatro, sin poderse mirar las caras, Jongin y Luhan dibujan con las piernas mariposas en el suelo. A través del material delgado el aire frío del edificio viejo les enfría las rodillas y los muslos pero habrá tiempo durante la noche de calentar hasta el último tendón de sus piernas cansadas de impactos y estirones. No hay música alguna y rodeados del helado polvo de las sucias cortinas del telón, de cada una de las piernas, tienen quizás que pasar la noche en silencio.
Las articulaciones a veces les arrancan con un inocente crujido, risas y alegatas sobre azúcar y mala condición. Jongin tiene el cuello destrozado pero no le da descanso y Luhan casi no puede doblar la rodilla izquierda sin oírla rechinar en su abdomen pero es casi fin de la temporada y de su rendimiento en las siguientes audiciones depende si son o no candidatos a hacer de sus vidas algo más importante que tres jetés en el fondo del escenario. Sólo hay descanso para los ojos que luego de varios minutos en penumbra se rinden a no intentar distinguir.
Estirando las piernas y el empeine, Luhan siente en las venas que le pulsan gruesas por los muslos y las manos, el miedo al silencio que desde niño lo acompañó pesado y espeso sobre los hombros. Estirando los brazos enarcados hacia las puntas de los pies, con la respingada nariz presionada contra sus rodillas chillonas, suspira y llega un poco más lejos del ardor usual, sintiendo una a una sus costillas y sus vértebras separarse, a cada uno de sus músculos tensarse adoloridos de frío y relajarse con cada exhalación que le vacía los pulmones de ansiedad y del día que ha vivido una y otra vez por semanas.
En el teatro no hay luz más que la tenue que les muestra la salida a camerinos donde han dejado todas sus cosas. Hay un guardia de seguridad en el recibidor, docenas y docenas de hileras de asientos allá, cubiertos de lona roja que parece elegante a la distancia, desde los palcos de asientos de terciopelo falso, enmarcados por garigoles de madera bien esmaltada de sabrá Dios qué época, pero nada de eso se puede ver con los reflectores apagados y con ninguna luz que la de un camerino cerrado, al igual que ellos, los asientos, el borde del escenario, los palcos y los pasillos son invisibles.
Jongin abre los ojos como platos cada vez que de la calle poco iluminada pasan al de por sí oscuro teatro a apagar aún más las luces y del alumbrado camerino donde se alistan las zapatillas, las mallas y las camisetas ajustadas, al escenario negro por completo. En esa oscuridad terrible él no se siente en casa, pero su compañero, a quien no puede ver y que no puede verlo, en esa oscuridad que le llena los poros de la piel y las orejas de frío y de desorientación, mejora. Cada clase en la compañía lo ve mejorar de a poco. Primero aprendió a soltar los brazos, luego a liberar la fuerza de sus piernas tan medidas y poderosas, luego a rotar correctamente los pies y finalmente a escuchar la música.
Jongin sabe que ha sido un cambio anímico y sabe que un bailarín no puede desconectarse con su alma o habrá dejado de bailar.
Él en cambio, ha tenido en la luz que practicar incontables horas frente al espejo para corregir sus errores, sus problemas de técnica, la imprecisión que a veces se le sale de las manos y que él no ve porque cuando baila, sólo baila pero que el resto de sus compañeros nota de inmediato. Jongin, le dice su instructora matutina, tienes que elevarte más, no me sirve de nada que sonrías si no puedes extender la pierna, relevé, écarté, passé, puedes ir más alto que eso, trata más duro. Los espejos a Jongin le muestran todo lo que es capaz de hacer mal pero peores son los labios que le gritan una y otra vez que necesita arreglar la dureza de su espalda, que la próxima vez que haga ese grand plié terrible lo va a hacer practicarlo las dos horas de la clase matutina y sin embargo, Jongin es uno de los mejores bailarines de su estrato.
Luhan es un aliado del espejo que escoge antes que mirar una puerta, el piano, la pared sin reflejo cuando hacen pirouettes, escoge mirarse a sí mismo al girar. Se ha mareado más de una vez por no encontrar su propio rostro en el brillo del estudio, por no ser capaz de reconocer su propia cabeza en movimiento y suele, es bien conocido por ello, concentrarse tanto en lo que ve al espejo que olvida por completo la música.
Esa noche fría de Enero están allí para Luhan, Jongin se ha resignado a saberlo bien y se convence de que es justo mientras se arremanga la blanca camiseta ajustada que se anuda en la cintura y escucha a su compañero pelear con su sudadera, por mucho, más cálida y apropiada para el teatro vacío que su propia vestimenta, aunque mucho menos dinámica.
No hay música que les adorne el pulso mientras hacen algunos ejercicios de calentamiento. Se preguntan qué están haciendo, sin saber a algunos varios metros uno del otro, pero capaces de medirse la distancia por la voz, capaces ahora como no antes, de hacer développé sin patearse los brazos y se sugieren, ahora hay que hacer esto... un, deux, trois, quatre, cinq, six, sept, huit.
¡Pa, pa, pa! Ejercicios de calentamiento en perfecto silencio, Jongin casi puede sentir la respiración acompasada y difícil de Luhan en las manos cuando alguno toma más fuerza de la que él suele poner, se puede ver a sí mismo sudando de la nariz pero con frío aún en las muñecas.
A la una diecisiete, una hora tarde, su pianista aparece sin anunciarse y toca algunas notas para desperezarse los dedos como siempre hace. La música le llega desde la duela tallada, desde los dedos de los pies y le sube por los meniscos hasta las muñecas, le llena el esternón y la cara de movimiento que si respira suficientemente profundo suficientes veces, se cree capaz de ver. En medio de la oscuridad no tiene miedo de ser visto ni juzgado, puede dejar soltar los brazos como le gusta, hacer cuantas pirouettes le venga en gana, ningún espejo, ninguna instructora matutina ni nadie más que él, la oscuridad, la música de Yixing y los oídos, medio sordos a la magia, de Luhan.
Se desliza por el suelo, sintiendo el polvo y la unión entre madero y madero acariciarle la planta y en segunda posición, arabesque. El músculo de la cintura que le ha estado molestando duele un poco pero no lo fuerza a una posición perfecta. No ha calentado lo suficiente para una presentación decente, nunca lo hace para estas sesiones, nunca se exige de más. El trabajo está en el trabajo y esta es su diversión, diversión que le suda la espalda y calienta los brazos de a poco aclimatado con el helado cuarto negro en el que escucha a Luhan hacer un sonido parecido a grand battements con sus metatarzos en el piso.
Lo puede imaginar en segunda posición alzando la gruesa y problemáticamente corta pierna al aire, estirando cada músculo con cuidado, practicando la fuerza de un cuerpo demasiado blando. No es capaz aún de encontrar su centro, todavía, aunque su cuerpo es sumamente flexible, no puede sostener las posiciones tanto tiempo como quisiera y en prácticas especialmente pesadas, se baña de sudor intentando resistir con sus músculos largos lo que requiere la carne maciza que a Jongin le adorna la espalda, los brazos y la cadera. A Luhan se le ven los músculos bajo la piel cálida pero clara, como el esqueleto de un animal, demasiada definición, demasiada delgadez. Es muy maleable; Se puede llevar la pierna detrás de la cabeza con la facilidad con la que se levanta un lapicero del suelo, pero le cuesta más de un gruñido, un suspiro y una grosería mantener un arabesque en relevé.
Son bailarines principiantes en la compañía con sueños de quizás un día conseguir las partes que siempre han deseado. Por varios minutos, además del piano distraído, Jongin no puede ver nada, entre sus estiramientos y los ejercicios rutinarios para calentar el cuerpo, pero conforme la música se va convirtiendo en un allegro, puede en medio de la negrura ver a Luhan deslizarse por el escenario, con las manos enguantadas de lana y los tobillos casi desnudos, los pies enfundados en sus zapatillas, llenos de heridas y callos, volando como ha conseguido hacerlo ya varias veces en las clases matutinas. ¡Y grita, le grita al pianista "coupé jeté manege"! Y el piano se emociona, allá lejos, abajo, repica enérgicamente; Su ciego amigo de las manos amables y el oído nato empieza a tocar, forte, fortissimo y pronto Jongin puede escuchar y sentir en el aire el movimiento de Luhan mientras gira entre salto y salto, jetés que quizás no sean muy precisos, a una velocidad sorprendente, en círculo por todo el escenario, que tienen bien medido, en derredor suyo.
En respuesta, Jongin, que reacciona riendo a la carcajada de Luhan cuando una serie de golpes irregulares delatan que ha hecho algo terriblemente mal pero que no se ha lastimado, grita: ¡Fouettés en segunda posición! Anunciando el movimiento para que su compañero sepa qué esperar. Se da impulso y sobre su eje empieza a girar en una sola pierna, sin futuro pero con rapidez. Se marea inmediatamente y suelta una carcajada cuando se cae de nalgas al suelo.
Menos de un mes más tarde Luhan consigue el suplente principal para una pieza contemporánea, aunque aún de ballet clásico, de un coreógrafo americano y Jongin consigue ser uno de los bailarines de las amigas de Coppelia, por tercer año consecutivo. Esa muy luminosa mañana de Febrero, habla con su instructora de la primera clase, donde revisan estado físico y técnica, y ella le dice que su desempeño ha bajado en los últimos meses y que si quiere aspirar a un mejor papel debe concentrarse en hacer las cosas correctamente, en dejar de jugar en los ensayos y las prácticas.
Jongin intenta decirle que no está jugando, intenta explicarle que lo que hace es bailar, que no ha hecho nada mal, que a él le enseñaron que la música debe inspirar a la danza, no la técnica, la técnica es un sopo--
Pero su instructora le pone un dedo sobre los labios y con los ojos saltones llenos de lunares y las venas a flor de piel le dice:
-Estás en una compañía nacional de ballet. Tal vez tu fórmula de danza hippie en otro tiempo fue especial, pero aquí los bailarines principales son capaces de lo que tú haces y más, son capaces de técnica e inspiración. No necesito tus excusas, Jongin, ni tampoco tú. No sé qué te está haciendo perder el tiempo como lo haces pero necesitas deshacerte de eso, solías prometer mucho, por eso estás aquí.
Se queda con las manos derrotadas junto al cuerpo y la mochila al hombro casi se le desliza hasta el piso de no ser porque la sostiene flexionando el brazo antes de que caiga, en el pasillo del estudio más grande de ensayos, sin palabras y sin ganas de seguir los ensayos y shows del día.
Tres semanas después, sin ningún miércoles en el teatro a oscuras, después de tres cafés con Yixing a medianoche y tres mensajes en Line de Luhan avisando que está demasiado cansado para ir, se da un tiempo entre ensayo y ensayo para ir a ver, por la ventanilla del estudio, el ensayo de Fool's Paradise.
Es el estudio más pequeño pero mejor iluminado del edificio de la compañía, tiene por techo un enorme tragaluz que deja pasar la luz natural pero tiene reflectores por toda la orilla de la loza. El suelo, las paredes, el techo, todo es blanco y le da un aspecto sumamente profesional. El coreógrafo, un hombre de mediana estatura, está vestido de negro y hacia el lado más alejado de la puerta, analiza a los bailarines sentado en un taburete. Hay una mujer tocando el grand piano en la esquina contraria y en el salón hay, además de dos pares de bailarines, sus pertenencias desperdigadas en el suelo, bajo las barras, nadie.
Quien ha conseguido el papel principal de la bailarina de la historia, es Yoona y es por mucho, la mujer más hermosa de la compañía, según prácticamente todos. Su suplente es Krystal y es la que le ha dicho a qué hora y donde han estado llevando los ensayos, por cerca de cinco horas al día. El principal del artista que se enamora de la bailarina es Taemin y a Jongin se le cae la mandíbula al suelo al verlo.
Hay una sala junto al estudio donde los permitidos pueden pasar a ver el ensayo desde una ventana, que se ve así desde el estudio, sin interrumpir la sesión ni crear ruido u ocupar espacio innecesario y a ese cuarto va a mirar, más o menos oculto en la oscuridad de ese espacio comparado con el muy alumbrado espectáculo que tiene frente a él. Casi con la nariz pegada al vidrio que lo separa de la música, los observa a los cuatro. Tienen cuerpos muy similares pero Taemin es mucho más fuerte y menos tenso que Luhan y quizás por eso el coreógrafo ha preferido tenerlo de suplente... quizás no quería hombres altos, ni corpulentos, quizás quería lo que Jongin ve allí y no es.
Las chicas son gráciles como plumas, para Jongin todas lo son y con una ligereza enorme ve a Yoona arquear atrás la espalda sobre el brazo de Taemin y volver a él estirando sus blancas y bonitas manos a su cuello y él al de ella, con una tranquilidad y armonía preciosas que le hacen sonreír, todos rodeados de blanco, brillantes como si fueran un sueño. La bailarina es hermosa, el bailarín es simplemente el mejor. La temporada pasada se las había arreglado para ser un Rotbarto excelente y ahora era un enamorado enloquecido.
Al fondo del estudio, Krystal y Luhan escuchan a las indicaciones del coreógrafo para los principales. Como suplentes, deben ser capaces de hacer exactamente lo que los principales y si Yoona o Taemin se lastimaran, Krystal y Luhan tendrían que entrar en escena. Tienen que estar los cuatro juntos a cada paso del proceso. Jongin ya sabe la teoría. Se les ve cansados y después de tres horas de ensayar, no resulta nada extraño. El bailarín al que ha venido a ver tiene las manos en la cintura y el cabello vuelto un nudo, una camiseta gris y unos pantalones elásticos negros hasta la rodilla. El cabello de las patillas se le pega a las mejillas y como siempre, está mirando la instrucción desde el espejo. La luz blanca le brilla en los ojos mucho más que a Krystal, ella se ve positivamente dormida y en puntas, bastante más alta y grácil que él. Sus piernas delgadas parece que de verdad flotan cuando hace un jeté y cae de espaldas en brazos de Luhan que la abraza de las costillas, poniendo dedo por dedo sobre su tórax, justo debajo de los pechos que por flaca ya no tiene y con ambos zapatos de punta puestos planos sobre la duela del estudio, la arrastra mientras Taemin a su vez hace lo mismo con Yoona.
El coreógrafo les dice, hay audio en el cuarto donde Kai los observa, que son un enamorado, que ellas tienen que dejar los pies pegados a la duela, que son trapos, que están flácidas pero que tienen que conservar cierta resistencia del cuerpo cuando Taemin y Luhan las agarran de las cabezas y las giran como si pesaran lo que una silla. Jongin los ve en cámara lenta, tan lenta como el movimiento de los tules atados a la cintura de Yoona, como el mundo cuando se está tranquilo y sonríe. Está solo detrás de un cristal tras el que nadie lo ve como si también fuera invisible y recuerda cuántas veces cuando niño, su padre y hermanas lo llevaron a ver el Ballet de la ciudad y cuántas veces sonrió estando completamente solo, rodeado de gente tan sola en la oscuridad como él, de otros tan encantados como él que tuvieron diálogos con los bailarines allá lejos, en el escenario, que les llenaron los ojos de lágrimas.
Luhan toma del cuello a Kystal y ella a él del hombro y giran, con los ojos unidos y suaves, a la música lenta del piano. Jongin, tan solo de mirarlos, sabe que no están escuchando al coreógrafo y que eso es lo que él hace mal, pero lo llena de júbilo que Luhan, el mismo que se embrutece de técnica, sea capaz de acariciar con tanta gentileza las corvas de Krystal cuando la levanta sobre su cabeza y sabe también que quizás, lo que necesitaba no era dejar de mirarse al espejo, sino encontrar un maestro mejor.
Jongin, sobre todas las cosas, quiere ver a Luhan triunfar y toma la lección con buen ánimo. Vale, no quiere verlo triunfar por encima de sí mismo... no tiene tanto tiempo enamorado de él, sólo desde Septiembre.
En una de sus primeras clases juntos, Luhan se coloca junto a él en la barra y lo primero que hace cuando equivoca una vuelta y quedan cara a cara en el calentamiento es sonreír y decir "¡Oh!", dar la vuelta inmediatamente y reír de sí mismo todo el ejercicio. La mañana siguiente su instructor, el que les enseña cómo ser los acompañantes de las damas que a su vez acompañan a Cenicienta y el príncipe en el palacio, les regaña que no están prestando atención, que han errado una de sus instrucciones y Luhan alza la mano para decir que ha sido porque él corrigió mal a Jongin. Esto es mentira.
-¿Si se va a enojar que sea mejor sólo con uno de nosotros, no?
Es definitivo cuando se lo encuentra en una clase de hip-hop a la que él no asiste, pero que un amigo suyo lo invita a mirar a ver si decide de una vez inscribirse, platicando con quien parece el instructor, un tío más alto que ambos, de cara dura pero sonrisa amable, ojos pequeños, musculoso, un poco moreno. En la clase no sobresale tampoco pero después de esta se queda con el instructor hasta que todos se han ido y Jongin, esperando un bus que lo devuelva a su barrio, puede verlo subir a la motocicleta con él, abrazarse de su cintura y con ojos cerrados besarle la nuca. Ese beso, aunque no es para él, está entre las diez cosas más bonitas que ha visto en su vida.
Se enamora de la gente que no puede tener, Taemin se lo ha dicho mil veces, el sólo se ríe, tapándose la cara con las manos porque sabe que es verdad y no tiene remedio.
-No puedo evitarlo, uno no escoge de quién se enamora.
-¡Claro que sí!
-No, no sabes lo que dices.
Un mes más tarde Luhan no tiene novio y baila peor que nunca. Jongin ve la oportunidad y la toma. Está encorvado en la duela después de un día terrible en la rutina matutina causado por su mal estado anímico que ha devenido en un deterioro físico, y esta guardando sus cosas para irse al primer ensayo cuando él se acerca y le pregunta si no le interesa entrenar un rato con él más tarde. Luhan, siempre gentil, no dice ni sí ni no, sólo sonríe.
-¿Qué tan tarde?
-A medianoche... en el teatro. Tengo acceso, fui tramoyista antes de ser aceptado en la compañía.
Jongin recuerda la sonrisa llena de brillo de Luhan ante la posibilidad de ensayar de noche y pensando en ella, él mismo sonríe en su camino a su departamento.
La noche del estreno de Fool's Paradise, el coreógrafo Wheeldon, dueño y director de su propia compañía, esta allí, vestido de traje entre un montonal de gente que quiere hacerle preguntas y hablar con él pero los bailarines de verdad no van a él, los bailarines como Jongin ni siquiera pueden acercarse, se quedan de la mitad del teatro para atrás, esperando con sus programas en las manos a que las luces se apaguen. Casi todas las noches hay un espectáculo y esta es una de esas semanas en la que sólo hay uno, este. Jongin ha podido, después de los ensayos, correr a su camerino a ponerse una camisa y pantalones de vestir para ir a teatro de la compañía. Hay una pieza esa noche que dura muy poco tiempo, menos de media hora, pero el teatro está lleno porque, hasta ese estreno, había sido exclusiva de una compañía americana.
Jongin está allí porque quiere ver el producto final.
Cuando las luces se apagan y la música empieza a tocar, cuando aparecen bailarín y bailarina en mímica representando al pintor enamorado de una bailarina que, halagada por su amor, se deja por él retratar, Jongin se pierde en el escenario, en el lejano sonido de las puntas de Yoona al caer y el baile perfectamente mudo de Taemin. La orquesta, que es en realidad un conjunto pequeño de instrumentos, sobrecoge a los espectadores con su calma, su etérea quietud. En medio de las dirigidas luces cálidas que les pintan los músculos y dibujan los huesos, se tocan los cuerpos como si no estuvieran bailando y a la mujer junto a él se le abren los labios de admiración.
El pintor la acaricia como si con las manos la conociera antes de pintarla y ella baila entre sus dedos y sus brazos, halagada y delgada como un pincel, como si fuera el lugar para el que nació, de puntillas huyendo y volviendo a él, a sus brazos delgados y poco atléticos, a su cuerpo poco masculino, a su enana belleza que quiere inmortalizarla y que con un sentencioso repique del piano la mece en sus brazos y sobre su espalda, la carga como a una niña y la alza sobre su pecho. Ella se amolda a su cuerpo, se deja danzar como una mariposa, como una muñeca suave y se seduce a ella misma con la noción de que es deseada.
Finalmente, el pintor la mata y la conserva para siempre. Después de haberla acariciado en vida, palma con palma y pecho con pecho, se contenta con tenerla quieta para siempre. Con técnica ideal Taemin representa al loco que la desea tanto que no puede verla dar un giro más y la ahorca con sus propias y antes amables manos.
Cuando el telón cae, el teatro entero, él incluido, se ponen de pie sonriendo a la excelente interpretación de los bailarines de la compañía que "¡una vez más! -dice alguien junto a él- ¡han hecho un excelente trabajo!". Los aplausos le golpetean la frente por cerca de tres minutos y él no es el primero en detenerse, pero tampoco el último. Tan pronto puede salir de la fila atiborrada de gente que quiere acercarse a directores y bailarines, va corriendo a la salida del backstage de la compañía a buscar a su amigo para felicitarlo por, en verdad, una excelente función.
Hay una fiesta más tarde, junto con el coreógrafo y los directores, para celebrar el estreno de la pieza, pero Jongin no está invitado a esa, así que se va a casa a dormir bien para su largo día ensayando Coppélia. Se mete a la cama pensando que ha tenido un buen día, pero con un cierto desazón...
Aunque Taemin lo ha hecho fantásticamente y en la sonrisa al hacer su reverencia final pudo ver que él lo sabe, Jongin tiene que aceptar que extrañó en el escenario a Luhan y que esperaba verlo... no detrás de un cristal y no a través de un espejo, no con los oídos y la nariz; Esperaba verlo directamente por primera vez en mucho tiempo y después de todas las presentaciones de Fool's Paradise, ocho, no logra verlo bailar ni una noche.
Eso es porque Luhan no logra bailar ni una noche, Krystal está enfurecida por semanas.
Es miércoles (medianoche del jueves) y es Mayo. Después de al menos siete semanas sin haber vuelto al teatro de noche, Jongin vuelve a poner pie en el escenario negro y frío de ese universo sin luz. El suelo cruje bajo su pisada como si fuera mucho más pesado que antes, cual si se hubiera vuelto de acero y es porque éste ha sido su único día libre y lo ha pasado durmiendo, ese día no ha hecho ejercicio ni calentamiento, está duro como una barra y donde él jura que es el centro del escenario, se queda de pie mirando a la nada. Ha conseguido mejorar, ha vuelto a escuchar a sus profesores, ha asistido a todas las clases matutinas y trabajado más duro que nunca en perfeccionar todo lo que anda mal. Taemin mismo le ha dicho que ha mejorado muchísimo.
Los ensayos del Coppélia, se acabaron hace semanas al igual que las presentaciones y ahora está preparándose para audicionar para la nueva producción del Ballet. Aún no sabe cuál es, pero tiene que estar en forma. Esa noche no lo está, ha llegado a la oscuridad del teatro como un civil, sin zapatillas, sin mallones, sin un músico que toque el piano para él. Al teatro terminaron de limpiarlo hace horas y se supone que no hay nadie más allí que él, que tampoco debería.
En medio de la oscuridad la luz de una pantalla de móvil lo ciega por unos segundos y rompiendo perfecto silencio, Luhan ríe porque ha logrado la travesura y alumbrando el suelo del escenario, se acerca a pasos de civil, calzado con botas negras, hasta él.
-Creí que no ibas a venir -le dice y Jongin extraña no ver su rostro cuando habla, así que se acerca y le guarda el móvil en el bolsillo del abrigo para que deje de echar luz.
-Intenté ignorar tus seis mensajes pero al séptimo tuve que ceder.
Está tan cerca que lo siente reír en la barbilla y no hay fuerza que le diga que intenta alejarse de él ni sacar su mano de su bolsillo, sigue ahí, quietecito sin mover un músculo y él no se atreve tampoco a romper ese estatismo.
-No te había visto en mucho tiempo.- Susurra su compañero de oscuridad, de danza desinteresada y técnica ciega- ¿Has estado bien?- Pregunta y le toma la mano en sus dedos delgados y cortos, fríos de estar esperando en el teatro vacío. -Olga me dijo que estabas mejorando pero... ya no llevo el calentamiento de la mañana contigo.
Es una lástima, se figura Jongin, porque de hacerlo podría haberlo hecho, podrían haberse visto mejorar juntos, quizás un día hacer una vuelta al estudio en coupé jeté sin mirar al espejo, saltando en técnica perfecta, uno muy fuerte y el otro muy elástico, pero mejores en la forma, mejores en la expresión de sus cuerpos. Es una lástima, se figura Jongin y decide suspirar el polvo que se le ha asentado en los bigotes y no hablar de podrías y hubieras.
-¿Qué tal los ensayos para Sueño de una Noche?
Luhan se tarda un segundo en contestar: -Bien, es un poco aburrido ser suplente de Puck, considerando cómo después de semanas de trabajar para Fool's Paradise no actué en ninguna función pero... es un rol menos pesado.
El aura entre ellos es extraña pero no del todo desagradable. Es raro estar a oscuras sin música en ese teatro vacío, sin Yixing y sin fingir que van a intentar bailar. El primer mensaje, por fortuna en Line y no de texto, decía: "¿tienes ganas de que nos veamos en el teatro?", el segundo "perdón, ¿estás desocupado hoy?", el tercero "si no quieres no hay problema", el cuarto "no quisiera bailar, sólo vernos", el quinto "tal vez no en el teatro, quieres ir a otro lado?", al no recibir respuesta el sexto ponía "voy a estar allí" y media hora más tarde, el séptimo: "a las doce".
-Tú eres Puck, es por eso.
-¿Me estás diciendo mal intérprete?
Jongin no contestó ningún mensaje, Luhan probablemente lo esperó la hora y media que llegó tarde y tiene en él suficiente bondad para sonreír a su cumplido que, es cierto, podría ser un insulto si ellos fueran actores, pero no son, él se encoge de hombros y saca la mano de su bolsillo, huyendo del roce un poco húmedo de la piel de Luhan que lo sigue pero se rinde cuando guarda su propia mano en los pantalones.
-No...- da unos pasos atrás, hacia donde cree que queda el borde del escenario y nota cómo Luhan puede leer el espacio por el sonido porque él mismo lo oye acercarse y mantener la distancia sin pisarlo.- Lamento que no hayas podido bailar el principal. Fueron unos bastardos haciéndote aprender la coreografía y ensayar todos los días para no darte ni una función a ti y a Krystal.
-Me duele más por ella, se quejó día y noche de no haber sido pareja de Taemin. Él lo hizo muy bien, mejor que yo, acepto que de haberme dado una función no habría quedado tan bien.
El suelo del escenario es menos rugoso por las orillas y tallando en él el zapato, Jongin se da cuenta que deben estar cerca de las baterías en el proscenio. Un par de pasos más, tentativos y su talón pisa el aire, arqueando su empeine al llegar al borde del escenario. Se da una media vuelta, encontrando en el espacio negro el brazo enchaquetado de Luhan para dirigirlo hasta estar de pie a su lado.
-Cuidado- le pide haciéndose al suelo y sentándose con los pies colgando del escenario. -Mejoraste mucho.
-Los tres son muy buenos, tenía que hacerlo. -Su compañero invisible se sienta bien junto a él. Lleva mezclilla, de la dura, la que no sirve para pantalones de pitillo. -Pero extrañé venir, aunque no ayude en mucho, toda la semana esperaba al miércoles para poder venir a oír a Yixing tocar y bailar contigo y darte patadas, fingir que no fue a propósito.
Jongin en la sensación del denim contra su propio pantalón casi se pierde, pero logra regresar a tiempo para reír a medias.
El teatro siempre huele extraño, al terciopelo falso de los palcos y a polvo, al limpiador que usan para las alfombras, a la cera de las duelas, a lavanda y algo más. Nunca huele a bailarines y Luhan a su lado tampoco huele especialmente a uno, huele rico y respira con un poco de resistencia, tiene mocos, como siempre.
Pocas veces ha estado sentado allí, pero no es la primera vez que lo hace, las primeras noches que Luhan faltó a su cita lo hizo y el tío a su lado, que parece Luhan pero no se siente exactamente como el viejo Luhan que aparecía tímido en mallones y sudadera a bailar para ningún ojo y ni ningún espejo, parece también sentir que hay algo pesado en ese lugar.
Su voz corta el silencio como un trueno, a pesar del poco volumen que pone en ella.
-¿Vas a audicionar? Escuché que la próxima es La Bayadère. Creo que serías un buen Solor.
-Sí, me siento más seguro...- Jongin se puede ver a sí mismo como el guerrero Solor, se puede ver danzando con la bailarina de la corte, vestidos de tules y casi desnudos, adornados de las narices y las muñecas, tintados para verse aún más morenos. -He mejorado mucho mi rotación y Olga dice que hago los mejores fouettés de la clase. ¡Estoy en clase matutina con Hyukjae, para que sepas!
Luhan vuelve a reír, esta vez al mismo tiempo que él y con videncia que no sabe que tiene, consciencia de un espacio que no siente suyo, pone su mano justo sobre la de el más delgado y más bajo de ellos. La mano de Luhan no se mueve, sólo su cabeza, su aliento tibio le viaja desde la nariz hasta la oreja y le escucha susurrar:
-Entonces habrás mejorado un montón... ojalá te den un buen papel.
Ese siempre ha sido su recinto, aunque esta vez están más vestidos de lo que las reglas decían. Había reglas, no aparatos, no zapatos, no inhibiciones. Las han roto todas en esa media hora. Diez minutos de silencio más tarde, es Jongin quien habla cuando le llega otro mensaje al móvil, pero como es claro que no es de Luhan, no lo atiende.
-Luhan, la primera vez que vinimos... -traga saliva nervioso- ¿por qué creíste que vinimos?
El mayor, que además es más nuevo en la compañía, eso es curioso, gira la mano y Jongin puede sentirlo hacer un movimiento de Fool's paradise, palma con palma, como el pintor con la bailarina a la que finalmente estrangula.
-Creí que querías ayudarme y yo estaba muy emocionado de bailar contigo porque todos en clase hablaban de tu físico y tu jeté. Creí que serías un mejor maestro pero finalmente sólo aprendí a bailar con los ojos cerrados.
Le conoce el rostro, le conoce las arrugas que no ve y la cicatriz que nunca ha tocado.
-¿...Nunca pensaste que quería algo contigo?
La pregunta está bañada de decepción y expectativa, tal vez no se ha rendido, tal vez sí. El teatro está tan quieto que podrían escuchar el revoloteo de una mariposa, una moneda cayendo en la última fila, el corazón de Luhan palpitar enrabietado, el frufru de sus pantalones cuando éste gira el cuerpo para quedar más de frente. No hay caso, no puede verlo, pero Jongin siente con más fuerza su rodilla presionada contra el muslo y abre más los ojos, como si por eso pudiera de pronto ver mejor, reconocer su silueta.
-Todos los días.- Susurra.
-¿Por qué nunca dijiste nada?
Le oye encogerse de hombros. -Soy tímido.
Es la escena de una película romántica, piensa, o lo sería si una cámara pudiera captar cualquier cosa pero en esa negrura no hay ningún foco, nada que atrapar, retratar. Son, quizás, lo opuesto a una escena de película, tal vez son una novela, tal vez un ballet, tal vez son una historia que se va a perder, tal vez él vaya a reproducir estos sonidos y sensaciones en su cabeza una y otra vez hasta que sea viejo y no se los contará a nadie. Cuando Luhan besa su mejilla él no puede saber si eso fue lo que quiso hacer, pero no lo cuestiona, no se gira, no hace nada. ¿Cómo soportar mandar siete mensajes y recibir ninguno?
Luhan se pone de pie y le pega con la mano en el hombro, echando a andar hacia el principalón y a la única sumamente débil y lejana luz tras bambalinas. Jongin lo sigue después de unos segundos de duda, con las manos aún en los pantalones, asustado de haber arruinado su única oportunidad. De camino a los camerinos, donde ya hay el rastro de una luz, no puede ver a Luhan pero sabe que sus cosas están allí, que como siempre después de sus escapadas a la oscuridad, ha ido a tomarlas para ir a casa.
Al contrario de otras veces, no lo encuentra reuniendo su ropa, ni guardando sus zapatillas, lo encuentra completamente vestido, sentado en una de las mesas llenas de maquillaje, la única que tiene los focos del marco encendidas. Esta todo vestido de negro y parece que lo espera. Él se acerca a la mesa también, un poco embrutecido por la luz y siente el impulso de tomar sus cosas pero tampoco lleva nada consigo mismo además de las llaves que no debería tener, su cartera y su móvil en el pantalón. Luhan atrapa su brazo en el camino y lo jala hasta que lo tiene frente a él.
Le mira unos segundos y por mucho que Jongin ame poder sentir que lo mira sin que Luhan pueda verlo en el teatro en penumbra, no es más hermoso en su imaginación que de hecho frente a él, de carne y hueso, con los ojos brillando como reflectores y la cara lavada y pálida reluciendo como si estuviera en el escenario, incluso en las sombras densas de ese cuarto mal iluminado. Es mucho más hermoso allí, a media luz como mejor lo conoce, que de puntitas interpretando a un loco que no es él para nada. Parpadea lentamente, como si estuviese quedándose dormido. Ambos están cansados.
-¿Quieres algo conmigo?
La pregunta es demasiado directa, Jongin no siente ningún tipo de romance ni de película desarrollarse en esa luz insuficiente y ese edificio vacío, en ese escenario perfecto para un beso erótico que culmine la espera desde Septiembre. Son casi las dos de la mañana y es Mayo, lo único que se le ocurre es decir la verdad.
-No sé, no nos conocemos así.
Luhan sonríe y mira hacia la puerta. Por una fracción de segundo parece herido pero separa las piernas y entre las rodillas atrapa una de las de Jongin. Es una seducción muy infantil pero él no ha tenido nunca gusto para la sutileza.
-¿Te invito un café?- pregunta sin mirarlo, dejándose las manos que apenas se asoman debajo de su chaqueta negra, sobre el regazo.
Jongin asiente. No sabe qué hacer así que pega su otra rodilla a la de Luhan y lo ve sonreír un poco más. -Pero no sé de ningún lugar que esté abierto a estas horas.
El mayor alza la vista y las cejas al mismo tiempo para mirarle a los ojos, la diversión pintada en su rostro que no sonríe exactamente pero tiene risa en cada curva y valle. -No, quiero decir... en mi departamento.
-... Ah. -Se siente un niño tonto pero ni esa vergüenza lo detiene de ser más idiota aún, nació con el talento de la danza pero también ese y el de asustarse con ruidos muy fuertes. -Tengo práctica mañana temprano.
Luhan ríe y se levanta de la mesa, tomando las cosas que ha dejado en la mesa encendida, echándose la mochila al hombro y andando hasta la puerta de ese cuarto de camerinos. Se detiene y gira a mirarlo como si supiera exactamente lo que hace, exactamente qué hacer para que Jongin no pueda decir que no, se pone una mano en los pantalones, otra en el asa de la mochila y lo invita sonriendo a que lo siga.
-Seré rápido. ¡Vamos!
La posibilidad de un día recibir un beso a ojos cerrados en la nuca de esos labios bonitos con una cicatriz extraña, le eriza la piel y le llena la cara de una sonrisa que no puede aguantarse... y recordando ese beso y el que comparten en el metro, sonríe en su camino al departamento de Luhan donde, la verdad sea dicha, no hay siquiera cafetera.