Fandom: Crossover [Umineko no Naku Koro Ni & DGray-man]
Personajes: Beatrice, Allen Walker (son los principales, obviamente saldrán más)
Extensión: 4483 palabras.
Advertencias: Spoilers de DGray-man (hasta el capítulo 168). No usaré ningún sufijo japonés (ya sea -kun, -san o similares) a excepción del -sama que utiliza Ronove, a veces, para referirse a Beatrice y del -pon que utiliza el Conde del Milenio con Tyki~
Notas: Publicado con anterioridad en mi Fanfiction.net. Sin embargo, esta es la versión editada y, supuestamente, mejorada. Por lo demás, no tengo más observaciones que hacer x,DU. Por cierto, este capítulo fue publicado, por primera vez el 02-08-2010 y editado el 02-06-2011.
Innocence no Naku Koro ni
Noche I-II: Point of Inflection
- Con que la enviaste a hacer eso, eh…- expresó Tyki, sorprendido, tomando asiento en uno de los divanes del palacio y alcanzando un libro que se encontraba sobre la mesilla, sólo por inercia, pues no planeaba leerlo, porque el asunto que se traía el Conde entre manos sonaba mucho más atrayente que un libro de la época romántica.
Hace un par de horas atrás, el Conde del Milenio había llegado a la mansión, luego de haber asistido a una importante reunión, llevada a cabo por los altos cargos de varios países europeos, para formar alianzas estratégicas de guerra. A pesar de ser, esta reunión, una de las preocupaciones del Conde, no era la principal: había otro asunto más, de tamaña importancia, que lo inquietaba. Dicho asunto, por lo que Tyki tenía entendido, involucraba a Road siendo, ésta última, enviada a algún tipo de misión de la que los restantes miembros de la familia Noé tenían una idea bastante vaga, para no poder asegurar con certeza lo que el Conde se traía entre manos. Por lo visto, el líder de la familia había decidido guardar la sorpresa para más tarde, por lo que ningún miembro había querido sacar el tema a colación durante esos días, a riesgos de hacerlo enfadar y obtener algún tipo de castigo indeseado.
Sin embargo, por mera curiosidad, Tyki se atrevió a preguntarle al Conde en qué consistía la misión de la mayor de los Noé y, contra todos sus pronósticos, este le había contado todo -. Pero, ¿acaso sus poderes no se restringieron con lo que ocurrió esa vez?
- Ara, Ara~ Tyki-pon- canturreó, con cierto tinte de curiosidad, el obeso hombre, sentado frente a él, mientras bebía una taza de Earl Grey, acompañada de unos scones-. ¿Desde cuándo te interesan cosas como estas?
- La misión de Road me pareció muy extraña y, por lo mismo, me causo un poco de curiosidad... y por favor, deje de llamarme así- le pidió el moreno, lanzando una mirada de reojo al Conde del Milenio-. Pensé que ya no estaba facultada para hacer eso.
- La verdad, no estás del todo equivocado- respondió el Conde y continuó, explicándose-. Como él aún no ha despertado en su totalidad, Road puede tomarse sus pequeñas atribuciones.
- Ya veo… ¿y cree que de esa manera…?
- Exacto Tyki-pon~- lo felicitó, leyendo entre líneas las teorías del moreno, mientras Tyki exhibía una mueca de fastidio al escuchar ese apodo que parecía ya asentado para él.
***
- Iré a pedir ayuda- comunicó Lenalee, mientras los exorcistas seguían nadando para mantenerse a flote, tratando de no tragar el agua salada que los rodeaba por doquier-. De seguro, si uso mis Botas Oscuras, podre encontrar algún barco que nos lleve hasta la isla.
- ¡Bien pensado Lenalee!- la felicitó Lavi, feliz de que alguien, por primera vez desde que habían caído en alta mar, se preocupara por el bienestar de sus vidas y no por discutir si había sido Allen el culpable de lo que recientemente les había acaecido.
La joven oriental, antes de proseguir con su plan, lanzó una mirada de reproche a Link, Allen y Kanda, quienes se desvivían por discutir por cosas que, en dicha situación, eran nimiedades. Tratando de ignorar sus alegatos, cerró los ojos, concentrándose con ello para invocar a su Inocencia.
- ¡Inocencia, actívate!- proclamó la china, elevándose sobre las frías aguas marinas, las cuales se deslizaron- gracias a la fuerza de gravedad- rozando su uniforme y logrando que su cuerpo se sintiera un poco más pesado que de costumbre. Sin embargo, Lenalee decidió no darle importancia-. ¡OTOKAZE!- exclamó, logrando que sus botas se incendiaran y la hicieran volar una velocidad supersónica, alejándose del grupo de náufragos flotantes.
- ¡Estoy esperando Walker!- le apuró el rubio, flotando en alta mar-. ¡¿Qué explicación tienes para esto?!
- Señor dos puntos… no creo que este sea el momento…
- El Brote de habas no es muy inteligente- interrumpió Kanda, fastidiado ante la situación, mientras nadaba para mantenerse a flote. Era una suerte que todos los presentes supiesen nadar porque, seguramente, el incauto que no supiese mantenerse aunque fuera a flote, sufriría graves consecuencias-. Es normal que cosas como estas pasen, si dejan a cargo a un estúpido Brote de habas como él.
- ¡¿Qué dijiste, Flequillo recto?!- le preguntó Allen, enfadado ante los agravios que profería el japonés en su contra. Al escuchar el apodo que Allen le había asignado, el muchacho de cabello largo reaccionó, sacando a Mugen de su funda para comenzar a pelear, en alta mar-. ¡Esto no paso porque quisiera! ¡Incluso ustedes mismos pudieron darse cuenta, ¿no es cierto?!
- Aún así, no podemos estar seguros de que tú no planeaste esto- lanzó Link, como cizaña, y le advirtió-. De todos modos, esto será informado a la Central apenas regresemos a la Orden Oscura, así que mis superiores decidirán qué medidas tomar ante este tipo de insubordinaciones.
Ante la expresión de “mis superiores”, Allen no pudo evitar poner una mueca de disgusto- pues tenía por sabido que esos “superiores” apuntaban hacía una sola persona: Leverrier, quien no le tenía en mucha estima-. Por su parte, el inspector Howard advirtió este gesto pero que no mencionó ni, mucho menos, lo hizo notar. Si Walker había decidido finalmente sacar el puñal, está era la ocasión perfecta para dejarlo hacer y, con posterioridad, atraparlo in fraganti.
- Vamos, señor dos puntos- interrumpió Lavi, tratando de calmar la situación y, consiguiendo todo lo contrario, al darle al inspector un apodo que desaprobaba (aunque valía tener en cuenta que Howard desaprobaba cualquier tipo de sobrenombre, fuese dado con cualquier otra intención más cercana y amigable) -. Si Allen hubiese tramado algo en contra de nosotros, ¿no crees que él no estaría flotando en alta mar?
***
La hora del té tocaba ya su punto final, con el sol comenzando a decaer lentamente y filtrando, algunos de sus rayos, por los enormes ventanales de la sala. Tyki y el Conde aún tomaban ese delicioso té pero ahora, Sherril se les había unido. A diferencia de los dos Noés, este último se mordía la uña de su pulgar derecho y caminaba de un lado a otro de la habitación, preocupadísimo por el bienestar de su supuesta hija, pues se había enterado del plan del líder de los Noés. Si él hubiese estado en la mansión, habría impedido que la pequeña Road se enfrascase en tan peligrosa aventura.
- Vas a hacer una grieta en el suelo- puntualizó Tyki, tratando de detener, aunque fuese por un corto periodo de tiempo, aquel paseo frenético y sin sentido de Sherril, que ya le había aburrido hace un buen rato.
- ¡Y eso, ¿qué podría importarme?!- le contestó el aludido, casi en un estado de histeria catatónica- Mi pobre hija, mi linda y pobre hija… ¿cómo se les ocurrió mandarla a hacer algo tan peligroso?- reiteró, mientras se paseaba por la habitación aún a mayor velocidad.
El Conde ante ese espectáculo, sólo suspiró cansado y, notando pequeños pasos provenientes del piso superior de la mansión, giró su rostro para comprobar sus sospechas: en efecto, se trataba de Road.
- Ara, ara, Road~… ¡Buen trabajo!- la felicitó el Conde del Milenio, al verla acercarse, usando un vestido blanco con tirantes. La mayor de los Noé se aproximó, exhibiendo una sonrisa contrariada, cosa que extrañó tanto al Conde como a Tyki-. ¿Salió todo bien?- le consultó, preocupado aunque, por la gran sonrisa que siempre mostraba, no se hiciera explicito ese tipo de sentimientos.
- ¡Road!- chilló Sherril, lloriqueando, mientras abrazaba a Road como si la chica hubiese estado a punto de morir y ésta, al ver la exagerada reacción de su padre adoptivo, no pudo evitar rodar los ojos-. ¡Estaba preocupado por ti!- gritó, abrazándola, posesivo y luego, enfadado, se giró hacia el Conde y replicó-. ¡No quiero que mandes nunca más a MI Road a hacer trabajos tan peligrosos!
- ¿Qué has dicho Sherril?- le preguntó el Conde del Milenio, juguetón, mientras la atmosfera del lugar se iba haciendo más pesada.
- ¡Eek!- chilló el Noé y agregó, riéndose nervioso-. ¡Es que, ¿no es peligroso que ella aún…?!- replicó, tratando de conseguir la aprobación del Conde, pero este le interrumpió.
- Hubiese sido peligroso- explicó, calmado-. Pero nos cercioramos de que no ocurriese ningún tipo de desgracia, antes de llevar a cabo el plan- concluyó, esperando que eso calmara al padre adoptivo de Road y continúo, dirigiéndose a la morena-. ¿Salió todo bien?
- A grandes rasgos, sí- al escuchar eso proveniente de la Noé, todos la miraron sorprendidos, por lo que decidió explicarse-. Todo habría salido de mil maravillas, pero tiene una barrera espacio-temporal alrededor, así que se desviaron un poco del camino, pero no están muy lejos.
- ¡Felicitaciones, Road!- exclamó el Conde-. ¿Qué quieres de premio? ¿Dulces?
- ¡Obvio!- confirmó, emocionada y luego dijo, mirando hacia todos lados-. ¿Dónde está Lero?
***
- ¡Yo te quiero! ¡Siempre estaremos juntos!
- Yo nunca te abandonare… nunca… así que no te preocupes por eso.
El viento golpeaba el rostro del menor de los exorcistas, raspando con su fría temperatura la punta de su nariz. Allen recordaba que, la última vez que disfrutó la sensación de una suave brisa marina, había ocurrido hace varios años atrás, trabajando en un barco de carga, en la habitación de calderas. Obviamente, la mayor parte del día, se la pasaba sumergido en aquel calor infernal pero, antes de dormir, se asomaba a cubierta a tragar ese aire salado y fresco.
Rememorando esos días, la estancia en ese pequeño barco era como una especie de crucero personal. Huelga señalar que Walker tenía por sabido que ese viaje no era por placer y que eso no era un crucero, pero soñar no costaba nada: por lo menos esa ilusión lo ayudaba a olvidar esas voces y el sueño tan extraño que lo acosaba hace tiempo, sin contar con el extraño comportamiento del Arca, el cual también le preocupaba.
- Allen…- le llamó Lenalee, al verlo sumergido en sus pensamientos, mirando por el borde de la barcaza la infinitud del mar. Era extraño que el peli blanco estuviese así por nada. De seguro aquel desperfecto en el Arca lo tenía sumamente preocupado. Tal era el extremo de su ensueño que no se había percatado que Timcampy, posado arriba de su cabeza, devoraba feliz un dango-. Allen…- volvió a llamarlo, pero el albino ni siquiera se giró a la demanda de la china.
- Así no se hacen las cosas, Lenalee- le regaño Lavi, con un dejo cariñoso, susurrando para que Allen no se percatase de lo que estaba a punto de hacer: cosa innecesaria, pues el albino se encontraba totalmente sumido en sus pensamientos. Kanda se limitó a lanzar una mirada de reojo, mientras Link anotaba cosas en su libreta, al ver que Lavi se acercaba, juguetón al albino-. Allen~…- susurró, demasiado cerca del oído del menor, para gusto de este ultimo.
- ¡¿Q-Qué haces Lavi?!- gritó, sonrojado, volteándose con brusquedad para identificar al responsable de la jugarreta.
- Te traigo de vuelta a este mundo, Allen. Deberías agradecérmelo.
***
Un par de kilómetros más allá se encontraba la ya citada y resabida isla de Rokkenjima, con su abandono y pequeña potestad. La brisa marina la acariciaba suavemente, delineando sus formas con una paciencia infinita. Si se hubiese tratado de cualquier día, esa pequeña rutina no se hubiese visto afectada para nada. Sin embargo, hoy se llevaría a cabo la solemne reunión anual de los miembros de la familia Ushiromiya, por lo que había gran agitación en la playa de dicha isla. Los invitados recién arribaban y el preludio de la congregación ya podía dejarse saber por sí mismo.
Apenas el pequeño barco atracó en el puerto minúsculo de Rokkenjima, Battler, un joven pelirrojo que rondaba por los dieciocho años, y María, una pequeña niña de tan sólo nueve años de edad, bajaron del bote jugando aún el juego que habían comenzado en altamar.
Aunque Battler no lo exteriorizase, sentía un gran alivio al estar, finalmente, pisando tierra firme. Si no hubiese sido por el poco orgullo que le quedaba- gracias al hecho de haber estado gritando casi la mitad del camino, temeroso de caer al mar o que el barco naufragase- se encontraría a sí mismo, casi llorando y besando la salada arena de mar. Tratando de actuar con normalidad, decidió continuar con el juego sostenido entre María y él.
- ¡Te haré el ataque del gran monstruo del bosque!- vociferó, persiguiendo a la pequeña María Ushiromiya a través de la playa, siendo golpeados por la salada brisa marina, cosa que poco les importo.
- ¡Uu~… no podrás atrapar a María, porque Beatrice me va a proteger!- le gritó la castaña, deteniéndose a mirar a su primo, él que sólo se pudo mofar ante su comentario. María infló sus mejillas, con un pequeño mohín, antes de seguir corriendo para alejarse más de su primo.
Battler por su parte, se detuvo solo un momento, a aspirar el aroma de Rokkenjima, casi olvidado, para continuar su persecución a orillas del mar.
- ¡Ella no evitara que yo te atrape!- replicó Battler, imitando los gruñidos de un supuesto monstruo y moviendo las manos de manera histriónica, tratando de darle algo de sentido de verosimilitud a ese juego de niños.
Varios metros más allá, bajando del barco para reunirse con los demás miembros de la familia, se encontraba Rosa Ushiromiya, quien no pudo evitar observar la loca carrera de su hija con una mueca desaprobatoria surcándole el rostro.
Ciertamente, de camino al aeropuerto, la había regañado bastante, pues la niña no se había cansado de repetir, una y otra vez, que vería a Beatrice, seguido de ese molesto ruidito que no había podido extirparle de los labios. Estuvo a punto de golpearla pero, ese día, había resistido las ansias casi asesinas de abofetearle, porque no deseaba sentir, por hoy, el dolor del remordimiento y la angustia insoportable que la acometían cada vez que violentaba a su pequeña hija.
- ¡María no corras! ¡Te puedes caer!- le gritó, apenas hubo pisado tierra firme. La brisa comenzó a mecer suavemente sus cabellos, al igual que al resto de la familia y habitantes de Rokkenjima.
Esperando, en el pequeño ancladero de la costa de Rokkenjima, a los huéspedes de la conferencia anual se encontraban Gohda, la abuela Kumasawa y Jessica Ushiromiya, luciendo amplias sonrisas, las que contrastaban con esa brisa que, de un tiempo a esta parte, se había hecho un poco más intensa.
- ¡Uu~… María no se caerá… uu~!- gritó María, contradiciendo a su madre, girándose y dándole la espalda para continuar huyendo del ataque de Battler, quien observó un poco contrariado la expresión de su tía, para luego seguir con el juego.
Ante la terca negativa, Rosa se enfureció lo suficiente como para perder la compostura. Rabiosa, al notar como María hacía caso omiso a su mandato, le gritó- ¡María, detente ya! ¡Y deja de hacer ese sonido! ¡¿Cuántas veces te…?!
- Déjalos, Rosa- murmuró Rudolf, detrás de ella, tratando de calmarla. Rosa sorprendida, se giró hacia su hermano mayor, mostrando en sus facciones el estado alterado en el que se encontraba. Rudolf, al notar esto, suavizó su voz, tratando de hablar en un tono despreocupado-. Solo están jugando…
- Pero…- balbució la hija menor de Kinzo, mordiéndose el labio y, con ello, tratando de contenerse, pues no sería nada bueno perder los estribos en la isla. Cuando volviesen a casa, habría tiempo para regañar a María.
- Battler, no cambia. Sigue siendo solo un niño- murmuró Jessica, al ver como su primo intentaba atrapar a la menor. Sin siquiera haberse dado cuenta, esa pequeña intromisión había ayudado a calmar los ánimos de su tía, quien se limitó a suspirar para serenarse.
- Qué extraño- interrumpió George, mirando al cielo y cambiando totalmente de tema-. No se ven las gaviotas hoy.
- ¿Las gaviotas?- preguntó Eva, su madre, algo escéptica, contemplando el cielo y agregó, con sorna-. Tal vez va a llover. De todos modos, prefiero este silencio a sus molestos graznidos…
- Recuerdo haber visto en el reporte meteorológico que estos días habría un buen tiempo- interrumpió Kirie y concluyó, cerrando los ojos-. Supongo que, de vez en cuando, los reportes del tiempo pueden estar un poco errados.
- Entonces, ¿no sería mejor ir caminando a la mansión?- sugirió Hideyoshi, el esposo de Eva, al escuchar semejante pronósticos. Sabía que su comentario era un poco apresurado pero, el largo viaje, también la había agotado, por lo que su aporte era una excusa para llegar pronto a algún lugar en el cual descansar.
- ¡Kya!- se escuchó (a lo lejos) el grito de la menor de los nietos de Kinzo, provocando que todos volvieran las miradas, preocupados por el chillido de la niña-. ¡Uu~… María quedó totalmente empapada!
- ¡¿Qué te dije?! ¡Beatrice no te pudo ayudar porque no existe!- hizo notar el pelirrojo, burlándose de la infante y, acto seguido, tendió su mano, para ayudarla a levantarse, pues las pequeñas marejadas empapaban aún más a María, quién había caído cerca del mar.
- ¡Uu~! ¡Beatrice existe!- gritó su prima, rechazando la ayuda de su primo mayor y poniéndose de pie por su cuenta-. ¡Beatrice es real! ¡Te castigara por no creer en ella!
Rosa Ushiromiya no pudo evitar mirar con fastidio a su pequeña hija mientras hervían, por dentro, unas ganas casi incontenibles de golpearla por su desobediencia. ¿Por qué María nunca le hacía caso cuando se lo ordenaba?
Apretando los puños se acercó a ella, para asirla de la mano y no soltarla hasta llegar a la mansión. Lo primero era cambiarle de ropa para que no enfermase, luego habría tiempo de regañarla.
***
- ¿Piensan ir a Rokkenjima?- les preguntó uno de los dueños del bote al grupo de extravagantes jóvenes que habían rescatado, hace poco de alta mar.
Al principio, cuando vio a la jovencita aproximarse al barco, VOLANDO, claramente quedó atónito y perplejo. ¡¿Cómo podría ser eso posible?! Aún así, la chica (que era toda una lindura) le pedía desesperada ayuda, pues sus amigos estaban flotando en altamar, por lo que fue incapaz de negarse, aunque esa situación fuese suficientemente irreal como para dudar de ella.
Grande fue su sorpresa, al dirigirse al lugar que le señalaba la muchacha, encontrarse con cuatro jóvenes, tres de los cuales usaban un uniforme similar al de la chica. Dos de ellos, no sabía cómo, se peleaban ahí mismo, mientras que los otros dos intentaban detenerlos.
A juzgar por la vestimenta que usaban, los jóvenes pertenecían a una misma institución (que hasta el momento desconocía cual pudiese ser) y, al parecer, los habían enviado a Rokkenjima, en una especie de misión importante, que también ignoraba.
- Si- respondió Lavi y agregó, levantando el índice-. Es una misión que nos asignaron.
- ¿Una misión?- consultó uno de los dueños del barco, con extrañeza, sentado al frente de los exorcistas. No podía creer que unos niños fuesen asignados a una misión, siendo que sólo parecían estudiantes de colegio. Curioso y, tratando de averiguar algo más, decidió continuar con su interrogatorio-. ¿Quién?
- La Orden Oscura- contestó Link, con orgullo y, al ver la cara perpleja del hombre decidió completar la información-. Estamos bajo la orden directa de la Iglesia, por lo que somos enviados del Vaticano.
- ¿Del vaticano?- murmuró el otro hombre, algo confuso-. No será que los enviaron por… ¡Imposible!- se negó a sí mismo, sonriendo ante la improbable posibilidad que se le había venido a la mente.
Sabía exactamente, gracias a los registros históricos que, hace siglos, la Iglesia Católica tenía una institución a su cargo. Esta institución se preocupaba de castigar a los herejes, sodomitas y a los que no cumplieran los mandatos de Dios y el Vaticano. Pero era imposible que la Inquisición existiese aún.
- ¿Pasó algo en Rokkenjima?- aventuraron Lenalee y Lavi al unísono, mientras que Kanda, apoyado en el umbral de la puerta, se giraba, interesado ante el rumbo que había cogido la conversación.
- No es que pasará algo realmente…- contestó el otro y continúo, quitándole importancia al asunto-. Lo que sucede es que ha habido ciertos rumores sobre el dueño de la isla. Dicen que logro su fortuna gracias al pacto que hizo con una bruja.
A cada palabra que escuchaban los exorcistas, más abrían los ojos. Esa historia sonaba meritoria de atención, porque era un hecho inverosímil y, por lo mismo, cabía una gran posibilidad de que hubiese Inocencia en la isla, lo que eran muy buenas noticias. El sol ya comenzaba a alzarse, lentamente, mientras el mar se movía suave por su inmensidad. En el interior del yate, los exorcistas tomaban café, preparado por los dueños del bote hace un rato atrás.
- ¿Y esa leyenda es muy reciente?- le interrogó Allen, que se había mantenido en silencio todo ese rato. Sus amigos se giraron impresionados, al verlo inquirir con una seriedad impropia de él.
- Bueno, el tipo ya es muy viejo. Dicen que ya esta desahuciado y que, como es obvio, sus hijos lo visitan más seguido para asegurarse la herencia- le contestó el otro y continuó, tratando de hacer memoria-. Según lo que dicen, el viejo habría hecho el pacto con la bruja después del terremoto de Kanto.
- ¿Y cuando fue eso?- inquirió Lavi, totalmente perplejo al no saber ese nimio e insignificante dato. No podía creer que no lo tuviese en algún recoveco de su memoria. Si él iba a ser el próximo sucesor de Bookman, ¿cómo podría haber obviado esa fecha?
- En 1923…
- ¡Ah!! ¡Ya sabía yo que…!
- ¡¿Qué?!- exclamaron Allen, Lavi y Lenalee, al unísono, seguido por la caras sorprendidas de Kanda y Link. ¡Esos hombres debían de estar bromeando, ¿no?! ¡Era totalmente ridículo que ese hecho hubiese ocurrido en 1923, si ni siquiera habían llegado al siglo XX!
- Eso es una broma, ¿cierto?- le preguntó Lenalee, riendo nerviosa, rogando que sólo fuese una mentirilla por parte de aquellos amables hombres, para distraerlos.
- No…- negó el otro, extrañado por la reacción de los muchachos-. Después de todo ese terremoto ocurrió hace tiempo… es obvio que el dueño de la isla este viejo, ¿no?- preguntó a su compañero, quien le dio la razón.
- ¿E- en qué año estamos?- expresó Lavi, con cierto tinte de tragedia en sus palabras, bañadas de tartamudeos, mientras trataba de procesar esa información lo más rápido posible. Era increíble que eso estuviese pasando y ridículamente imposible que un hecho como el que ahora llegaba a sus oídos, pudiese ocurrir.
- En 1986…- murmuró el hombre, un poco fastidiado, pues parecía que aquellos jovencitos, bastante sospechosos, le estaban jugando una broma excesivamente infantil.
- Oi, no está jugando, ¿cierto?- azuzó Kanda molesto, sin creer que fuese verdad lo que los dueños del bote le estaban informando. Sin embargo, estos, para demostrar la veracidad de lo que decían, señalaron un calendario colgado en la sala del barco, el que rezaba “1986” en letras negras, y, bajo este título, se veía un paisaje de algún lugar campestre que señalaba el mes de octubre.
Lavi, al ver el calendario, se acercó, lentamente a él, impactado. ¿Cómo habían podido viajar en el tiempo? Era realmente absurdo. La única explicación que conseguía formular era que el Arca, además de transportarlos a diversos lugares, era capaz de viajar a través del tiempo. Pero, ¿cómo nadie se había percatado antes de esa habilidad?
- Oi Brote de habas, ¿qué diablos hiciste?- preguntó el japonés, dejando su seriedad e indiferencia a un lado, ante tan sorprendente situación.
La peli verde miraba, por su parte, nerviosa al inglés, esperando que el quinceañero tuviese algún tipo de explicación ante este hecho, sin que estas lo expusiesen a más acusaciones. Link, sin embargo, estaba expectante, mientras Lavi acariciaba, una y otra vez, el calendario, sin creerse aún haber viajado más de ochenta años al futuro.
- Yo… no sé…- balbució Allen, tratando de asimilar en la situación en la que se encontraba-… sólo hice lo mismo de siempre.
- Esas solo son excusas que no te salvaran, Walker- clavó Link, serio, tratando de recuperar la compostura que la situación le había hecho perder.
- A- A lo mejor Allen aún no sabe usar-sarla bien- tartamudeó Lenalee, tratando de apoyar a su conmocionado amigo.
Los hombres miraban a los muchachos discutir sin entender nada de que hablaban. De pronto, Lavi dejó de ver el calendario y se dirigió nuevamente al grupo, sentado en el sillón blanco de cuero. Tenía que calmarse. Si quería documentar todo esto y estar preparado para lo que viniese, tenía que enfriar su cabeza. Si Allen afirmaba que él no había hecho nada fuera de lo usual, ¿cómo habían viajado desde finales del siglo XIX a 1986? De seguro tendría que haber alguna explicación.
- ¿A cuánta distancia se encuentra Rokkenjima de aquí?- interrumpió, tratando de cambiar un poco el rumbo de la conversación.
Sus amigos lo miraron, sorprendidos ante la pregunta que el pelirrojo estaba haciendo pues, aunque tenían por sabido que debían realizar una misión en esa isla, creían que ahora- bajo las nuevas circunstancias en las que se encontraban- era mucho más importante saber cómo diablos habían viajado al futuro que preocuparse de la misión.
- Una hora más o menos…
- ¿Podría llevarnos hasta allá, por favor?- preguntó el pelirrojo, juntando sus manos y exhibiendo su típica y despreocupada sonrisa y agregó, al ver la reticencia de uno de los hombres-. Le prometo que no molestaremos más.
- Pero… esa isla es propiedad de la familia Ushiromiya. No sé si se pueda atracar el barco en su puerto- murmuró el hombre, preocupado-. De seguro el viejo de Kinzo, va a tomar algún tipo de acción…
- ¡¿Cómo dijo?!- chilló Allen, saltando de la silla, con una puntada en el pecho. Esta situación era demasiado sospechosa para ponerse aún peor. Su corazón latía a mil por hora, esperando haber escuchado mal y que, todo lo referente a las fechas, sólo fuese una broma-. ¿Dijo Kinzo?
- Sí. Kinzo Ushiromiya- confirmó el hombre-. Es el dueño de la isla.
***
- Kukuku~… esto será muy entretenido- murmuró un ser deforme, escondido entre los arbustos, observando a los miembros de la familia Ushiromiya subir por el escarpado camino a la mansión de la familia.
- No vayas a lastimar a Allen…- recordaba que le había advertido la más pequeña de las Noé-. Sólo yo lo puedo herir, ¿me entiendes?
El akuma tembló. No quería recordar como la señorita Road castigaba a los akumas desobedientes. Si fuese por él, ya estaría matando a esos insignificantes humanos, pero le habían advertido que esperara la señal. El akuma ignoraba completamente todas las consecuencias que conllevaría su ataque, ya que no solo tendría efectos dentro del tablero, sino que, también, fuera de él.
Mientras tanto, el reloj de la mansión principal continuó moviéndose: las manecillas apuntaban, con su ruidoso tic tac, las diez de la mañana, con cuarenta minutos.
Este era el punto consabido, entre Battler y Beatrice, para comenzar un nuevo juego.
Fin Noche I-II: Point of Inflection
By: Nana Walker