Nos despertamos poco a poco. No recuerdo cuál de nosotros fue el primero en hacerlo pero el Dios Sol nos saludaba aún tímidamente cuando nos pusimos en marcha, tras recoger nuestras armas y las pieles con las que nos protegíamos del frío nocturno. Miré con tristeza el lugar del que nos alejábamos. Era hermoso, un bonito prado al lado de un río
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