Número: 002/100.
Título: La luna de abril [1/?]
Fandom: Kuroko no Basuke.
Claim: Kise Ryouta/Kuroko Tetsuya.
Extensión: 1983 palabras.
Advertencias: Sin editar. Future!fic.
Notas: Para la Tabla Freud 2 de
minutitos¡Feliz día del KiKuro!
01. Tabaco
La luna de abril.
Kuroko Tetsuya sufre de insomnio, aunque éste no es común y corriente. A algunas personas les cuesta dormir; permanecen horas que parecen alargarse como si fueran días dando vueltas en sus camas, perdidos en sus pensamientos. Otras, como él, se despiertan a mitad de la noche y les es imposible recuperar el sueño hasta bien entrada la madrugada, cuando el sol en el horizonte les avisa que ya no queda tiempo, que es demasiado tarde. El insomnio de Kuroko no es crónico y la mayoría de las veces puede remediarlo un poco fumándose un cigarro y leyendo media hora de su libro de turno, pero hay noches en que ninguno de esos remedios funciona y él no tiene más opción que sentarse en la cama, esperando que el nuevo día despunte, trayendo consigo todo su ajetreo.
-No te ofendas, Tetsu-kun, pero te ves fatal -dice Momoi el día en que se encuentran por casualidad en la ciudad. Ahora ella trabaja en un despacho de abogados y se la ve radiante pese a que las jornadas de trabajo son brutales-. Deberías ver a un médico. Todavía eres joven pero si necesitas tomar pastillas o algo así, nada puede hacerse.
-Estoy bien -dice él, componiendo apenas una pequeña sonrisa-. Es sólo que a veces me cuesta trabajo dormir. Es normal, no hay nada de qué preocuparse.
-Aun así... -Momoi hace una mueca, luego revisa su reloj de pulsera, da un respingo y decide dar el tema por zanjado. Se le hace tarde para su reunión con un cliente importante y Tetsu-kun siempre ha sido testarudo, por lo que puede dejar el sermón para después-. Tú ganas -dice, señalándolo con su mano izquierda, en donde descansa un anillo de compromiso, cortesía de Kagami-. Pero si te vuelvo a ver así yo misma me encargaré de llevarte a rastras a un doctor y seguramente Ki-chan me acompañará. Así que cuida más de ti mismo, ¿de acuerdo? Ahora debo irme.
Momoi desaparece antes de que Kuroko pueda decir algo y él se alegra, pues sin duda su respuesta habría sido mordaz. No es que él tenga algún poder sobre su insomnio, si fuera así de fácil el problema habría desaparecido (para él y para muchos) inmediatamente, pero Kuroko también sabe que Momoi tiene razón y que bien podría controlarlo con ayuda de un médico. Cosa que no hace, descartándolo como algo pasajero (de hecho, sólo sucede dos o tres noches al mes), una decisión que lamenta no mucho después, una noche en que se despierta justo a las doce en punto y con el sonido de la lluvia taladrando sus ventanas.
Por supuesto, Kuroko pone en marcha sus remedios caseros inmediatamente, pues no le gusta nada la perspectiva de pasar toda la noche en vela cuando al día siguiente tiene que levantarse temprano para trabajar, pero ni el cigarro, que fuma de pie frente a la puerta doble de cristal que comunica su dormitorio con la azotea, ni el libro, del que sólo consigue avanzar dos o tres páginas antes de desistir, logran regresarlo al mundo de los sueños.
Así pues, Kuroko permanece de pie frente a la cama, mirando la tormenta que se desarrolla afuera y que tiñe el cielo de un color púrpura nada saludable y al que de vez en cuando atraviesa un rayo, iluminando todo a su alrededor. Es verano o está a punto de serlo, pero no lo parece con las grandes gotas que caen del cielo, golpeando los cristales y robándole el sueño. Es verano, la época en que todo mundo se va de excursión a la playa y mira las estrellas, que ahora no están presentes ni se adivinan bajo ese cielo casi apocalíptico.
Pensar en ello le hace preguntarse cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que se dio un placer tan sencillo como mirar las estrellas. Siempre están ahí, pero él no se molesta en verlas, no desde que estaba en Teiko y de eso ya han pasado casi quince años. De hecho, en esa ocasión la iniciativa ni siquiera fue suya, sino de Kise, decidido como siempre a conquistarlo.
Kuroko sonríe ante el recuerdo, tan vívido que casi le parece posible transportarse a esos días con tan sólo desearlo. Todavía no era verano, recuerda, mientras enciende el segundo cigarro de la noche y se sienta al borde de la cama, cuidándose de no despertar a Nigou, que duerme en su cama especial. Pero se adivinaba en el aire. Con las preparaciones para el festival cultural, los entrenamientos tan rigurosos de Akashi y la llegada del calor.
De hecho, Aomine-kun...>
.
Aomine ha empezado a faltar a las prácticas, pero la situación todavía no ha derivado en el desastre que todos conocemos. Simplemente a veces no aparece y cuando lo hace, casi siempre exhibe una sonrisa de disculpa, que sin embargo no es suficiente para Akashi, quien siempre lo castiga con entrenamiento extra. Por otro lado, los demás miembros de la legendaria Generación de los Milagros han comenzado a prepararse para el siguiente torneo, aunque la fiebre por la victoria todavía no los ha alcanzado, dejándoles tiempo para tontear. Quizá por eso precisamente nadie se sorprende cuando Kise sugiere que salgan de viaje un fin de semana para entrenar y por la noche mirar las estrellas (esto segundo no lo dice hasta mucho después).
-¡Será divertido! -dice en tono lastimero, cuando Aomine se burla de sus planes, tachándolos de sentimentales y absurdos-. Además todo correrá por mi cuenta. Tengo reservaciones en una cabaña en Kanagawa cortesía de mi agencia de modelaje. Podemos pasar todo el fin de semana ahí y nadie nos molestará. Hay piscina, canchas de juegos y otras cosas. ¿Qué dices, Akashicchi?
Akashi, que en ese momento parece muy ocupado leyendo la lista de participantes al siguiente torneo, se tarda unos segundos en responder, aunque Kuroko bien recuerda que sólo fingía leer, disfrutando un poco (como todos en realidad) de los quejidos de Ryouta.
-Suena como la oportunidad perfecta para perder el tiempo -dice, con tono definitivo y tratando de esconder la sonrisa que le causa ver a Ryouta hacer un puchero-. Ryouta, realmente debo decir que dudo de tus buenas intenciones y no dejo de preguntarme qué podrías ganar al final. Nunca nos has invitado a nada así antes.
-¿Es que no puedo?
-Ya di la verdad, Kise-chin -dice Murasakibara, bastante aburrido de verlos discutir.
-Date prisa. No me gusta perder el tiempo -dice Midorima, uniéndose a la conversación y Kuroko recuerda que en esos momentos solía pensar que les gustaba molestar a Kise, quizá por algún rencor o falta de compatibilidad entre las personalidades, pero ahora, con treinta años, puede ver que era su manera de hacer amistad con él. No del todo bonita o buena, pero su manera.
-Bueno -Kise suspira y observa a sus compañeros, uno por uno, aunque sabe que no va a encontrar apoyo en ninguno, ni siquiera en Kuroko, que se ha mantenido al margen de la conversación-. Esperaba que una vez terminado el entrenamiento pudiéramos ir a ver las estrellas... Dicen que se ven muy bien desde ahí, no como aquí que está todo contaminado, ya saben -dice él, con las mejillas cada vez más rojas y al final su voz se extingue.
-Ya veo -dice Akashi con una sonrisa en los labios-. ¿Tienes algo que decir al respecto, Tetsuya? -pregunta, desviando la vista hacia Kuroko, quien lee sentado a su lado y que se sabe el centro particular de la broma, pues a nadie le han pasado desapercibidos los afectos que le profesa Ryouta.
-Suena como una buena oportunidad para entrenar en un lugar diferente -dice, sin mirar al rubio, aunque siente sus vibraciones a través de la habitación-. Sin embargo, no es una decisión que yo deba tomar, Akashi-kun.
-Por supuesto que no -empieza a decir Akashi, pero es bloqueado por el rubio, que atraviesa corriendo la mitad del gimnasio para abrazar a Kuroko, quien no luce nada feliz, mas sí resignado.
-¡Kurokocchi!
-Vaya, pues yo no estoy seguro de querer ir para ver como Tetsu y Kise se besuquean -dice Aomine, haciendo una mueca de asco y haciendo ademán de levantarse para comenzar con los calentamientos, la parte más tediosa de todo en su opinión.
-No sé de qué hablas, Aomine-kun -dice Kuroko, sacándose de encima a Kise con la maestría que sólo da la práctica y dirigiéndose también a calentar, dejando al rubio solo.
-Si podemos entrenar, entonces da igual -sentencia Midorima, que ya ha calentado y ahora se dedica a practicar sus legendarios tiros de tres puntos cada vez desde mayor distancia con resultados bastante locos.
-¿Es que nadie está contento de que podamos ir? ¿Es que nadie va a darme las gracias? -pregunta Kise, todavía de pie donde Kuroko lo dejó mientras sus compañeros se avocan a sus propias rutinas; hace mucho que dejaron de entrenar con el equipo de reserva o entre ellos, dicho sea de paso.
-¿Habrá buena comida? -pregunta Murasakibara, dándose la vuelta para encararlo.
-Sí. Habrá un buffete -responde él, no muy seguro de dónde viene la pregunta.
-Entonces yo lo estoy -dice Murasakibara, encogiéndose de hombros.
-No lo pareces.
-¡Ryouta deja de hacer el tonto y ponte a practicar! -grita Akashi, ya cansado del tema-. Iremos. ¿No te es suficiente? Y si no lo es, tengo un menú especial preparado para ti.
-¡Lo es, lo es! -dice Kise, comenzando a calentar los músculos aunque sin dejar de fruncir el entrecejo. Sin embargo, Kuroko lo ve sonreír unos segundos después y no le es difícil adivinar lo que está pensando y que en esos momentos le hace sentir escalofríos: Seguro que lo es.
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El viaje se lleva a cabo dos semanas después, en los últimos días de mayo y como Ryouta aseguró, todo corre por su cuenta, desde la limusina (no tan lujosa como las que tiene Akashi, pero lo suficiente) que los recoge en la entrada de la escuela (un lujo innecesario, en opinión de Kuroko) hasta las habitaciones a las que llegan, tras un viaje de tres horas, atravesando grandes extensiones de bosques e internándose finalmente en las montañas.
-Debo admitir que no está nada mal, Kise -dice Aomine, dejándose caer sobre el sofá en la sala de estar, toda de madera y suaves acabados-. De algo tenías que servir.
-¡Oye!
-No se pongan tan cómodos -ordena Akashi, al ver que Kise hace ademán de dejarse caer sobre Aomine y Murasakibara se ha sentado en un sofá aledaño para rebuscar algún dulce entre sus pertenencias-. Venimos a entrenar y eso haremos. Guarden sus cosas y alístense, quiero verlos aquí dentro de media hora, a menos que deseen un castigo.
Todos se ponen de pie inmediatamente y a Kuroko, al recordar esos días, todavía le causa un poco de gracia la manera en que alguien tan pequeño, en apariencia, pudiera controlar a un montón de adolescentes en teoría más altos y fuertes que él. Sin embargo, Akashi también es un adolescente, como lo demuestra el placer sádico que le causa verlos pelear por la distribución de las habitaciones, un tema en el que no dio instrucción alguna. Y es que Kise quiere dormir cerca de Kurokocchi, mientras que éste prefiere mantenerse alejado del rubio por su propia seguridad, Aomine se ríe y Midorima quiere alejarse de los tres, al mismo tiempo que a Murasakibara le interesa tener la habitación más cercana a la cocina, por si necesita algún refrigerio nocturno.
Al final la cuestión se resuelve a través de la mediación de Akashi, quien decide dejárselo todo a la suerte. Hay tres habitaciones con dos camas cada una y tras jugar piedra-papel y tijeras queda decidido que Aomine comparta habitación con Kise, Murasakibara con Kuroko (sí, cerca de la cocina) y Akashi con Midorima, un arreglo que no podría resultar más benéfico para la paz entre ellos, pero que a Kise no le gusta en lo absoluto; se nota en su expresión.
-Todavía me queda la lluvia de estrellas de esta noche -murmura Kise, pensando que nadie lo ha escuchado, pero Kuroko lo hizo y todavía lo recuerda, en su habitación, casi quince años después.