Número: 095/100.
Título: Cielo de papel [18/30].
Fandom: Tiger & Bunny.
Claim: Keith Goodman/Ivan Karelin.
Extensión: 992 palabras.
Advertencias: Semi-universo alterno.
Notas: Para la Tabla Fantástica de
30vicios 29. Festival.
El comedor está lleno a reventar, pues es uno de esos días feriados y especiales de la ciudad, en los que incluso la vigilancia de las cárceles se relaja. Ivan se encuentra rodeado de todos los integrantes de la prisión, algunos de los cuales nunca había visto en su vida, en lo que parece un ambiente de algarabía general. Día de Acción de Gracias o algo así se llama, y aunque sabe que ninguno de ellos tiene nada qué agradecer, pues se encuentran encerrados en ese horrible lugar, el joven no puede evitar que un poco de ese ambiente festivo se le contagie. Y una sonrisa, tan esquiva desde que quedó recluido, adorna sus facciones mientras revisa unas revistas que le ha traído su madre en su última visita.
-¿Qué es eso? -inquiere Antonio, que está sentado a su lado en una de las muchas largas mesas diseminadas por el comedor, que parece más una fiesta que una prisión. Come con bastantes ganas de un pollo frente a él, como si nunca lo hubiese probado en su vida.
-¡Ah, esto se llama manga! -dice Ivan, enseñándole la portada a su amigo. Nadie parece fijarse en ellos, los únicos que comen de manera decente y tampoco nadie parece a punto de desatar una pelea. Quizá después de todo, un poco de libertad no hace mal, incluso para gente recluida y visiblemente peligrosa-. Me lo trajo mi madre hace unos días, no había podido verlo bien.
-¿Y qué más te gusta hacer? -inquiere el hombre, que parece haberse saciado por fin, pero que mira cauteloso hacia los costados, por si hay problemas-. No sé mucho de lo que hacías antes de llegar aquí.
-Estudiaba, trabajaba, nada importante -responde Ivan y aunque su voz transmite el pensamiento de que su vida era patética, sin duda la prefiere a las noches frías y horribles en esa prisión.
-¿Y no tenías novia? -Antonio le da unas palmaditas en el hombro a su interlocutor, que ante su pregunta empieza a atragantarse con un poco de agua. Pasan varios minutos antes de que recupere la compostura, aunque el color rojo no ha abandonado sus mejillas.
-No -confiesa. Un elemento más añadido a la impresión que da su vida de haber sido y seguir siendo miserable.
-Pero, ¿te gusta alguien? -Ivan finge otro ataque de tos ante la pregunta. ¿Que si le gusta alguien? Si se lo hubieran preguntado hace unos meses, habría negado la cuestión con rapidez y seguridad. Ahora no está tan seguro. Bueno, gustar es una palabra muy fuerte. Pero siente cierta admiración por Keith, tras su pelea y reconciliación. Cierta seguridad que le da su fachada de héroe y su sonrisa inocente. Pero eso no es gustar, ¿verdad?
-Eh... -no sabe cómo zafarse de la cuestión y justo cuando cree que está acabado, que los ojos penetrantes de Antonio podrán leer su mente para encontrar una respuesta que ni él mismo quiere dar, se ve súbitamente distraído por Edward, que lo observa desde el otro lado de la habitación. Se encuentra recargado sobre la pared y a sus costados hay varios esbirros, sin duda compañeros, más no amigos, en aquél podrido lugar.
-Eres demasiado inocente, chico -ríe el mayor de los hombres, dejando el asunto por la paz, porque además su pregunta ha quedado más que contestada-. No entiendo cómo terminaste aquí.
-Por eso mismo -suspira Ivan y aparta los ojos del que alguna vez fue su mejor amigo-. Por inocente.
-Vamos, vamos, no te desanimes. Lo siento, no fue mi intención -hay diversas actividades llevándose a cabo en el lugar e incluso los guardias han despejado el camino hacia el gimnasio, rara vez usado por más de cinco personas a la vez. Antonio parece tener intención de dirigirse hacia allá, pero Ivan lo detiene, pues no quiere quedarse solo. No de pronto, no con todas esas personas.
-Antonio-san, ¿puedo hacerle una pregunta? ¿Bueno, otra? -un pequeño rastro de humor aparece en las facciones del ruso, que no sabe muy bien cómo proseguir. Le parece extraño que entre toda esa masa de gente, criminales de alto riesgo, él haya encontrado a una buena persona, a alguien con quién hablar.
-Claro, claro -el hombre vuelve a tomar asiento a su lado, interesado en lo que pueda suceder.
-¿Por qué está en prisión? ¡Ah, bueno... Comprendo que es algo muy personal! Así que si no desea decírmelo... -podría haber arruinado una amistad, la única amistad que tiene. Pero se sorprende cuando Antonio ríe ante su pregunta, como si la considerara un juego de niños.
-Antes era un héroe, ¿puedes creerlo? Sí, resulta difícil -su voz se traslada al pasado y aunque Ivan no lo expresa, no duda ni un sólo momento de sus palabras. ¡Un héroe, claro! ¿Qué más podría ser? Pero, ¿por qué ha terminado allí?-. Un día... Bueno, me encontré con algo horrible. Un grupo de personas que... No querrás saberlo, chico. Lo único que puedo decirte es que había niños involucrados, mucho más de lo que yo puedo soportar. Cuando los encontré, después de meses de desapariciones extrañas, tenían a un niño. Un cadáver, para ser exacto. Mutilado como un pedazo de carne, inservible. No pude aguantarlo, maté a esos bastardos. A todos y cada uno de ellos. Y por supuesto, la ley me condenó. Héroe o no, hiciera yo un bien o no. Y es que no se resume en bien o mal, no ante la ley, que es justa e imparcial. Aparentemente. Terminé aquí y aquí seguiré en diez años, hijo. Pero tú... -Antonio se pone de pie nuevamente, haciéndole una seña para que lo siga, pues tiene ganas de un buen partido de basketball, uno de esos placeres de los que ha sido privado-. Tú eres inocente y saldrás libre. Te lo prometo.
Ivan quiere creerle, desea creerle. Pero dado que su caso no avanza, dado que no ha podido siquiera acercarse a Edward para corroborar si lleva un tatuaje o no, lo ve muy difícil. Extramadamente difícil.
De pronto y ante el pensamiento, el festival parece haberse esfumado.