Número: 073/100.
Título: Canciones de la Infancia [12/15].
Fandom: A Song of Ice and Fire.
Claim: Loras Tyrell, Margaery Tyrell.
Extensión: 530 palabras.
Advertencias: Spoilers de Danza con Dragones.
Notas: Para la Tabla de la Infancia de
fandom_insano y el
dekasem Trabalenguas.
La llama de la única vela en la habitación tiembla con el aire, creando figuras fantásticas en la pared de su habitación (de su lecho de muerte) en Rocadragón. Esto es precisamente lo que más recuerda Loras de su niñez, aunque ahora se encuentre en un lugar completamente diferente y bajo un cielo estrellado distinto, frío como el invierno: esas noches aparentemente tétricas en el jardín de rosas de su familia, resguardado únicamente por una pequeña vela, su maestre y panquecitos de miel. El ingenuo preludio de los años por venir, el primer paso de su perdición. Pero es eso precisamente lo que más añora ahora, años después, cuando la guerra consume la tierra y a los hombres (a él mismo), cuando no hay más cuento al anochecer que el número de muertos y caídos, historias sobre un distinto rey.
Margaery y él solían sentarse juntos esas noches, fuertemente abrazados mientras el maestre desgranaba alguna historia, acompañándola no sólo por su voz ronca y fuerte, sino también por las figuras mágicas creadas por sus manos, sombras en la pared nacidas de la luz de la vela.
-Aegon subió a su Dragón cuando sus planes estuvieron consumados, cuando no hubo más qué jugar en su tablero de madera, cuando los peones estuvieron listos -sobre la única pared del lugar aparecía un hombre fornido subiendo a un dragón de grandes y poderosas alas, momento en el que ellos siempre retenían la respiración, extasiados-. Quería Westeros y hasta aquí se dirigió, surcando los cielos junto con sus hermanas. Ellas serían reinas y él su rey. Aegon lo tenía todo muy bien planeado.
Les encantaba esa historia, podían escucharla noche tras noche, bajo un cielo de verano interminable e infinito a los ojos de su niñez. Las figuras se convertían en tres dragones montados por sendos jinetes, valientes jinetes de brillantes armaduras y grandes alas. Luego Aegon I conquistaba seis de los siete reinos, en cruentas batallas que el maestre explicaba a la perfección, creando sombras que se atacaban unas a otras o dragones lanzando ríos de fuego a la desamparada multitud. Por último, la historia concluía en la fundación de la ciudad, Desembarco del Rey, tan lejana para ellos en esos tiempos como un cuento de hadas.
Sí, Loras lo recordaba todo a la perfección, incluso cómo Margaery y él solían reunirse en secreto tras esos añorados cuentos para hacer planes, escondidos en la habitación del uno o del otro, sintiéndose de pronto Aegon y Visenya, hablando de dragones, planes secretos, victoria y aventura. Un trabalenguas para niños como ellos, un desafío que no podrían superar, pues participar en el Juego de Tronos -lo comprobarían dolorosamente años después-, no es tan sencillo como sombras en la pared ni cuentos de hadas.
Y aunque Margaery será reina, Lannister y no dragón, Loras sabe que no puede cumplir su promesa de reinar con ella, no cuando, después de la muerte de su príncipe (Renly, una extraña ironía en un cuento que pensó era de hadas y terminó siendo maldición), ya no le queda nada más que la guerra y el odio. La ambición, pero sólo de la muerte y rendición. No, por supuesto que él no es Aegon. Perdóname, Margaery.