Número: 039/100.
Título: Canciones de la infancia [08/15].
Fandom: A Song of Ice and Fire.
Claim: Tommen Baratheon, Shireen Lannister.
Extensión: 606 palabras.
Advertencias: Pre-series.
Notas: Para la Tabla Infancia de
fandom_insano Pintar con las manos.
El eco de sus pasos resuena por los pasillos olvidados del castillo, dejando tras de sí nubes de polvo difíciles de sortear. Sin embargo, ellos apenas les prestan atención mientras siguen persiguiéndose, con la luz matinal como único testigo de su amistad, pues si alguien los viera los separaría inmediatamente, para ser recluidos en sus habitaciones con un aburrido septón y muchas lecciones que estudiar.
-¿Falta mucho? -inquiere Shireen, que se ha quedado sin aire de tanto reír y correr al mismo tiempo. Si se tarda demasiado su madre mandará a buscarla y su padre se pondrá enojado, aunque sólo ligeramente, pero lo suficiente para entristecerla. Y no quiere eso, pero tampoco quiere perderse el espectáculo del que le ha hablado su amigo.
-No, ya falta poco, ¿los oyes? -Tommen se detiene al pie de una escalerita que lleva a una oscuridad rota por fugaces rayos de luz llenos de partículas de polvo. Se lleva una mano al oído para enseñarle cómo se hace y tras un instante de silencio entre ambos, en el que la chiquilla se pregunta si no la estará engañando como Caramanchada a veces hace, empieza a escuchar los maullidos, con lo cual sus ojos azules se abren, brillantes y fascinados ante el hecho.
-¡Sí, sí, los escucho! -apretando el paso, la chica lo hace a un lado y toma la delantera, adentrándose en la oscuridad a tientas, pero sin dejar de reír y exclamar. Gatitos. A su padre no le gustan mucho, aunque le deja tener uno de cuando en cuando, hasta que el pobre minino se aburre y escapa. Pero siempre son gatos grandes, de ojos brillantes y más sabios que ella. Éstos son pequeños, por lo que le ha contado Tommen, recién nacidos.
A pesar de que se los ha imaginado en su camino hacia el lugar, un ala olvidada del castillo donde le han dicho esconden huesos de dragones, Shireen no puede evitar una exclamación de asombro al verlos, cuatro pequeñas bolitas de pelo acurrucadas alrededor de su madre, una gata de pelaje blanco como el invierno que nunca ha llegado a conocer.
-¡Son tan bonitos! -exclama la pequeña, acariciándolos cuidadosamente bajo la atenta mirada de su madre-. ¿Tienen nombres?
-Aún no he pensado en ellos, quería que me ayudaras, ¿te gustaría?
Tommen la ve asentir, sonriendo. Le gusta Shireen, aunque no le guste mucho el tío Stannis o la tía Selyse, además de Myrcella, es la única niña con la que puede jugar y comparte sus aficiones, los gatitos, los cuentos, las escapadas y el pan de vainilla. Le gusta Shireen y el secreto que comparten, que lo hace sentir un poco como los caballeros de los libros, viviendo aventuras a cada segundo. Le gusta Shireen, aunque su rostro tenga una mancha oscura en la mejilla y sus orejas sean un poco grandes, grandes para despertar las burlas de su hermano.
Le gusta Shireen porque en secreto le ha prometido que algún día van a casarse, como lo hicieron su padre y su madre, aunque él ha jurado nunca golpearla y dejarla tener muchos gatitos en su lugar.
Por eso, cuando se la llevan lejos, cuando los gatitos desaparecen y se marchan con su madre a un lugar más seguro y Tommen se encuentra solo, sentado sobre el trono de hierro con una corona que no sabe cómo ostentar, no puede evitar pensar en ella con una triste sonrisa en los labios, preguntándose si se acordará de su promesa y de aquél día en que, tras haberle puesto nombre a los gatitos de colores, ambos recibieron un castigo juntos por haberse escapado. Un castigo que ahora que estaban separados, muy difícilmente podrían volver a superar.
La soledad.