Número: 024/100.
Título: Ciclo interrumpido [1/3].
Fandom: Yu-Gi-Oh! GX.
Claim: Johan Andersen/Yuuki Juudai/Yubel.
Extensión: 1092 palabras.
Advertencias: Post-series. Precuela de
La pieza faltante.Notas: Para el Especial del Mes de
retos_a_lacarta 01. Nacer
La exclamación de dos voces al unísono llenó la tarde, reverberando en el amplio y limpio cielo de Noruega, que se mostraba en todo su esplendor. Sin embargo, los tonos adoptados en ambas voces no podían distar más la una de la otra, como el día y la noche, la luz y la oscuridad. Yubel estaba sorprendida, divertida incluso mientras observaba a Juudai. Johan, aunque sorprendido, transmitía su preocupación en su ceño fruncido y su cara larga.
-Juudai -comenzó a decir, con ese tono afectado que tantas veces le había escuchado ya el castaño, ese tono que anunciaba problemas o reclamos, no muy comunes entre ellos, pero exactamente por eso, también fuertes cuando se suscitaban-. ¿Dónde la conseguiste?
El castaño sonrió, haciendo sonar el motor con un movimiento de su mano. El rugido que escapó de la motocicleta se le antojó al noruego como la advertencia de algún animal furioso, amenazador y más que peligroso, un animal al que Juudai había decidido domar.
-En una tienda -contestó como si fuera lo más obvio y lo era. Lo que realmente Johan quería preguntarle era de dónde había sacado el dinero y porqué precisamente una motocicleta cuando tenía a Yubel para trasladarlo hasta donde se le antojara-. ¿No te gusta?
¿Gustarle? Qué pregunta tan complicada. El armatoste lucía totalmente fuera de lugar en la entrada de su casa, aplastando el césped recién nacido de la primavera. Su carrocería roja rivalizaba con el legendario Dragón Osiris y su sonido hablaba más de peligro que de comodidad. ¿Cómo podía gustarle tal armatoste? Quizás era ridículo, pero sentía aversión a los asientos de piel y a la etiqueta que clamaba su marca en la parte delantera. Más que aversión era un mal presentimiento, más que aversión era una advertencia. Aunque claro, nadie más que él podía verla en las luces delanteras y el espejo retrovisor.
-No sé, Juudai, nunca habías tenido una, ¿de verdad la necesitas? -sin darse cuenta había cruzado los brazos como para protegerse, cosa que a Yubel no le pasó desapercibida. Normalmente Johan se unía a las ideas descabelladas de Juudai, pero el verlo dudoso, cauteloso ante un pedazo de chatarra, logró contagiar al espíritu de su ansiedad. Sin duda ambos sentían que había algo mal, pero, ¿qué? Ese era el problema.
-¡Claro que la necesito! -Juudai no podía creer lo que veían sus ojos y tampoco quería verlo. Ese matiz acusador en los ojos de Johan, ese rictus de preocupación en los labios de Yubel. Pero, ¿qué les pasaba? ¿Es que no podía tener un poco de diversión?-. Cuando conocí a Yuusei en esa otra extraña dimensión él me llevó en su D-Wheel. ¡Es el futuro de los duelos!
Johan había escuchado la historia en más de una ocasión y Yubel la había presenciado, pero con todo y la explicación "lógica" del castaño, algo no cuadraba. Algo no estaba bien. Y Juudai por fin pudo leerlo en sus ojos con claridad, aunque eso no lo hizo sentirse culpable, sino más bien un poco enojado.
-¡Vamos, no es nada peligroso! -y comparado con las diferentes hazañas que había realizado en la Academia de Duelo, comparado con los mortíferos enemigos y el Mundo Oscuro, sí, por supuesto que no suponía un gran peligro. Sin embargo, la muerte era certera (¿por qué le había pasado semejante pensamiento por la cabeza?), certera e impredecible... Certera y... (quizás enfundada en carrocería roja, una motocicleta nueva y prometedora)-. Si te hace sentir mejor, tendré cuidado, ¿de acuerdo? -le mostró el casco de color rojo, a juego con esa endemoniada máquina, que pronto cubrió sus cabellos y dejó ante su vista sólo el destello de sus ojos detrás del visor.
-De acuerdo -no tuvo más opción que admitir el de ojos verdes, después de todo, no era su madre (y quizás ni a su madre le haría caso en ese asunto), confiaba en él, ¿y qué podría salir mal?
-Bien -sonrió Juudai, contento de no tener que pelear el último día de su visita a Johan-, ahora es tiempo de dar una vuelta, ¿vienes?
Johan negó con la cabeza, aunque Yubel se adelantó. Juudai le había pedido expresamente que no lo acompañara porque tenía una sorpresa y ahora que se las había mostrado, volvía a ocupar su lugar de honor a su lado.
-¡Vuelvo en un rato! -anunció, haciendo sonar de nuevo el motor con alegría. Salió disparado antes de que Johan tuviera la oportunidad de decir algo, pero antes de que se fuera, el noruego logró retener a Yubel algunos segundos para darle un mensaje.
-Cuídalo.
La mujer espíritu asintió, aunque no hacía falta que se lo dijeran. Sus ojos le transmitieron la respuesta, sin vacilar, pero en su interior no estaba tan segura.
.
Johan cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de los labios de Juudai sobre los suyos. Suaves, invitantes, necesarios. Su mano se deslizó inconscientemente hacia la espalda del joven y éste a su vez correspondió el gesto pasando sus manos por detrás de su cuello. Era fácil perderse cuando comenzaban a besarse, era fácil dejarse llevar por sus necesidades más básicas; sin embargo, Johan sentía algo diferente esta vez, algo mezclado con el miedo que se había apoderado de él al ver la motocicleta, una necesidad de aferrarse, de no dejarlo ir, de (que era la última vez) pedirle que no se marchara.
Cuando se despegaron (y gracias a Dios que Yubel no estaba cerca, que les concedía un poco de privacidad), Johan reprimió la súplica y la convirtió en una sonrisa, aunque no por eso menos temblorosa.
-¿A dónde irás ahora? -preguntó, aún a escasos centímetros de su rostro, que quedaba en sombras debido a la falta de luna esa noche.
-No lo sé -rió el castaño, todavía sin poder superar esa sensación de querer quedarse que siempre lo invadía cuando sus pequeñas vacaciones con Johan terminaban. También él sentía esa urgencia por no despegarse de su lado, pero la atribuía a otros motivos, motivos más prácticos, más hormonales y terrenales que una premonición. Precisamente por eso no deseaba seguir hablando y para distraer a su interlocutor, comenzó a acariciar su nuca y el cabello que descansaba ahí, oculto como algún tipo de tesoro-. Pero eso es lo divertido.
-Lo sé -admitió Johan, que lo había acompañado en diversas ocasiones y conocía a la perfección esa sensación de libertad que proporcionaban sus viajes-. Pues entonces, que tengas buen viaje.
Volvió a besarlo, suprimiendo las palabras con sus labios. La noche aún era larga, perfecta, infinita. Y no quería desaprovecharla, no cuando algo le decía que era la última vez que veía vivo (y sentía vivo bajo sus toques y besos) a Yuuki Juudai.