Número: 001/100.
Título: La suma perfecta [04/30].
Fandom: Yu-Gi-Oh! GX.
Claim: Johan Andersen/Yuuki Juudai/Yubel.
Extensión: 1070 palabras.
Advertencias: Post-series.
Notas: Para la Tabla Lolita de
l_tableaux Tiernamente, me preguntó si no me "interrumpía".
Johan observó el panorama más allá de la ventana empañada por los vapores del baño, tras el cristal podían divisarse las formas efímeras de los árboles que rodeaban su casa, los promontorios de nieve brillando a la tenue luz del sol y, aunque no lo sintiera del todo, también se podía percibir el frío propio de la época, principios de enero, donde muchos lo calificarían como un loco al saber que se estaba bañando. Sonrió ante el pensamiento y continuó lavando su cabello, agradecido de cada una de las gotas de agua tibia que acariciaban su piel, pero sobretodo agradecido porque en la otra habitación...
-¿Interrumpo? -lo sobresaltó una voz y no pudo evitar dar un salto, que sin duda alguna se vio ridículo, pues la intrusa se echó a reír inmediatamente. Al parecer Yubel no conocía la palabra privacidad, aunque eso no le sorprendía.
-¿Qué sucede? -inquirió Johan, tratando de dilucidar si todo el asunto no se trataba de una broma de Juudai, quien se estaría riendo en la otra habitación. Sin embargo, la puerta estaba cerrada y a menos que Juudai tuviera poderes de rayos x, era más que imposible que tuviera cuenta de esa pequeña interrupción. Por lo tanto, tenía que ser algo que Yubel quería que él no supiera, pero, ¿qué? El pensamiento le resultaba simplemente absurdo. ¿Yubel escondiéndole algo a Juudai? Al ver que Yubel no contestaba, aún sumida en las grandes convulsiones que trae la risa, Johan añadió, un tanto molesto-: Pues sí interrumpes, debe de ser algo realmente importante, ¿no es así?
Eran las palabras mágicas, Yubel se cruzó de brazos y la risa cesó, aunque sus labios temblaban sospechosamente.
-Es Juudai -explicó la mujer, aparentemente fastidiada, aunque él no podía adivinar por qué. Quizás sólo era el hecho de tener que pedirle ayuda a él, cuando siempre había clamado poder hacer todo por su amado ella sola-. No se encuentra bien. No sé qué tiene, parece enfermo.
-¿Dónde está? -el agua seguía cayendo sobre él, pero dado que su mente estaba concentrada en otro asunto, apenas y la sentía. Ciertamente Juudai no parecía del todo el mismo de siempre cuando apareció en su casa esa mañana, justo antes de que decidiera tomar un baño, pero nunca lo había visto verdaderamente enfermo en su vida, lo cual le extrañaba. Le lanzó una mirada en parte inquisitiva y en parte recriminativa al espíritu por no haberlo cuidado, antes de asentir-. No te preocupes, si no es nada grave, creo que tengo algunas medicinas en el botiquín.
-¿Qué no me preocupe? -Yubel comenzaba a enojarse, no sólo porque le pedían que se tomara la enfermedad de Juudai como algo sin importancia, sino también por las implicaciones ocultas en las palabras del extranjero, quien sin duda le recriminaba esas falsas palabras que ella había pronunciado alguna vez: Puedo cuidar a Juudai sola-. No te atrevas a decirme qué hacer.
Johan suspiró, sabiendo que si seguían con su discusión no conseguirían nada, en su lugar le hizo un gesto con la cabeza para que se retirara por donde había llegado, prometiéndole que una vez terminado su baño los alcanzaría.
-Muy bien -aceptó ella, aunque seguía enfadada. Tenía ganas de sacarlo del baño de un solo golpe y ponerlo a trabajar en SU Juudai, pero eso podría resultar contraproducente si Juudai lo veía-. Aunque la verdad no es que tengas mucho de qué hacerte cargo por aquí -rió por última vez antes de desaparecer, no sin antes lanzarle una mirada que casi lo hizo sonrojarse, aunque más del enojo que de la vergüenza.
-¡Ah, ya verás, Yubel! -juró él mientras se apresuraba a terminar su baño-. ¡Ya verás! -qué bueno que ella no podía ver su sonrisa.
.
Johan estaba buscando su ropa más abrigadora cuando Yubel apareció nuevamente frente a él y por sus brazos cruzados y su ceño fruncido supo que ya había perdido toda la paciencia. Así pues, se dejó arrastrar, todavía medio desnudo hacia el sofá, donde Juudai dormitaba, el sueño plagado de fiebre.
-Está resfriado -declaró el europeo y había un dejo de diversión en su voz, pues Yubel se preocupaba por nada-. Tengo justo lo que necesita en el botiquín de la casa -sólo para asegurarse, le tomó la temperatura con la palma de la mano; efectivamente, su frente ardía debajo de los mechones castaños. Johan se prometió, al verlo así, que le daría ropa extra para su próximo viaje, porque siendo tan descuidado como era, iba a necesitarla.
Yubel, sin embargo, no acotó nada. De algún modo el pensamiento fatalista se había apoderado de ella tras esos años pasados en el espacio y el saber que era un resfriado no la hizo sentir mejor. ¿Y si no lo era? Siguió a Johan como lo haría un perro guardián, como lo hacían sus bestias gema aunque él no lo supiera, hasta el botiquín de la casa, guardado en un rincón del baño aún lleno de vapores. Varios frascos de pastillas se deslizaron por sus manos antes de que él eligiera el correcto, pero fue esto, más que su explicación sobre la penicilina, lo que logró tranquilizarla.
De vez en cuando todavía sentía celos de Johan Andersen, aunque muchas veces sólo jugaba con él, no obstante, algo que era cierto y que la había decidido a aceptarlo en su relación era su genuina preocupación por Juudai, quizás no tan grande como la de ella (nunca aceptaría que así fuera), pero real, palpable como su ceño fruncido al administrarle las pastillas al castaño, como sus cuidados tan perfectos, tan finos, tan... Tan como los daría ella si pudiera.
-Se pondrá mejor -Johan sonrió unas horas después, tras haberle administrado varias dósis y haberlo cubierto con una gruesa manta de su propia cama-. La fiebre ya ha remitido.
La mujer espíritu asintió y se colocó a su lado, ambos observando al objeto de muchas noches felices, sentimientos y recuerdos. Un lazo entre ellos, irrompible, insalvable.
-Gracias -torció el gesto ella, como si la palabra le quemara los labios. Johan se rió y luego, este mismo sonido se convirtió en un estornudo. Se había cambiado en uno de los lapsus de tiempo entre pastillas, pero eso no había aminorado el impacto del frío en su cuerpo, sobretodo después de una ducha. Ahora él estaba enfermo y mientras Yubel agregaba-: Oh, no esperes que te cuide -no pudo evitar reír.
-Tú no lo harás, pero Juudai sí.
Jaque mate, concedió ella sin decirlo y ambos se sumieron en el silencio, alimentado por la oscuridad del crepúsculo.