068/100

Mar 09, 2012 19:58

Número: 068/100.
Título: Sín título [1/1].
Fandom: A Song of Ice and Fire.
Claim: Arya Stark.
Extensión: 802 palabras.
Advertencias: Spoilers hasta Festín de Cuervos. Implícito Gendry/Arya.
Notas: Para la Tabla Abecedario de retos_a_lacarta


51. Nieve

Arya avanza con cuidado entre los pasillos del templo, apoyándose con firmeza en las paredes frías y bastas. Poco a poco y paso a paso, como siempre ha sido, como siempre será desde que su familia desapareció. El suelo está frío y le araña los pies con ganas, como si tratara de impedir su marcha, aunque bien sabe ella que no hay camino qué seguir y que por lo tanto el suelo no tiene de qué preocuparse. Aún así, sigue avanzando. Descalza entre los pasillos del templo, descalza mientras tantea en la oscuridad.

Acostumbrarse a la oscuridad no es una tarea sencilla, no para alguien que ha conocido las delicias del sol en el rostro y los vívidos colores de los árboles, de la sangre y ese brillo efímero en los ojos del enemigo antes de apagarse. Arya supone, de alguna manera, que se lo tiene bien merecido, pero nunca lo expresa frente al hombre bondadoso, nunca lo expresa ante nadie, salvo las figuras difusas que se mueven bajo sus párpados, recuerdos, sombras, colores.

Acostumbrarse a la oscuridad no es fácil, aunque ella se dice que es una loba y que ha superado pruebas mucho más difíciles; pero aún así se siente asfixiada, pequeña como un cachorro en un mundo grande, inmenso y negro. Tan grande que es fácil perderse entre los laberintos de los recuerdos y la realidad, mezclar caminos y cambiar patrones. Pero, ¿qué más puede hacer una ciega como ella? Ahora que el mundo exterior no interviene con su vida, ahora que no puede distraerse con el espectáculo que es el puerto lleno de marineros o el olor a podrido del pescado que no se llega a vender, los recuerdos la envuelven entre sus garras afiladas, apretando un poco aquí y allá nada más llega la noche, exprimiendo memorias como si éstas fueran desechables.

Por ejemplo, por las noches cuando el hombre bondadoso comienza a apagar las luces innecesarias, aquellas que no provienen de las velas en los altares del templo, similares en la oscuridad a centenares de estrellas, el sonido de sus pasos retumba por todo el lugar en quietud, retumba con fuerza, hace eco en las paredes y en su memoria, en su cabeza, que trata de esconder bajo las mantas para no recordar. Esos fuertes golpes le recuerdan a Gendry, Gendry en Harrenhal, día y noche dentro de la herrería, golpeando, formando, dando vida a nuevas espadas. Se acuerda del día en que le pidió que se escaparan, cogieran a Pastel Caliente de las cocinas y buscaran a su madre, se acuerda siempre que el hombre bondadoso pasa junto a su lugar de descanso, con los pasos firmes y fuertes más cerca que nunca de su oído. Ese día Gendry estaba enfadado por sus estrambóticos planes y había golpeado el fuelle de más, produciendo un eco que aún resonaba en su memoria, que la hacía pensar que nada más con abrir los ojos, como si fuera un parpadeo, podría encontrarlo mirándola con sus ojos azules anegados de incredulidad, furia y en el fondo, quizás un poco de satisfacción.

Pero aunque Arya siempre abre los ojos, nada salvo la oscuridad la recibe. No está Gendry, ni su rostro enojado, ni Pastel Caliente con harina hasta en las cejas, mucho menos se desdibuja ante ella el camino a seguir, uno que habría dado todo por cambiar. No hay nada. Sin embargo, ese recuerdo no es nada comparado con otro que la asalta nada más sale el sol y tiene que hacer los recados, un recuerdo envolvente como el aire a su alrededor, húmedo, salado y frío, como las murallas de Invernalia, las guerras de bolas de nieve en el bosque de dioses y los entrenamientos a la luz de la luna con Jon Nieve, tras haberse cerciorado de que todo el castillo dormía.

Jon... Nieve. Una mañana tras despetarse, este recuerdo relampaguea con fuerza bajo sus párpados, en sus ojos velados, muertos para no buscar más enemigos, para no localizar puntos débiles ni regodearse ante la vista de la sangre. El suelo está frío y húmedo, le produce un latigazo de dolor y de placer al mismo tiempo nada más pone los pies sobre los escalones que dan hacia el exterior. Nieve. El invierno ha llegado, llegó desde mucho antes de que estuviera preparada, loba estúpida e ingenua.

Nieve como la sonrisa de Jon Nieve y el último abrazo de despedida que habían compartido, lo único que tiene en ese mundo de oscuridad. Porque en la oscuridad sólo se vive de recuerdos y de olvido. Y mientras se apresura a hacer los recados del día, Arya se da cuenta de una cosa nueva: que quizás haya vivido en la oscuridad todo ese tiempo, incluso antes de quedar ciega. La oscuridad plagada de recuerdos, mismos que no volverán, ni por mucho que se les evoque.

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