Número: 051/100
Título: Por correspondencia [4/7]
Fandom: Yu-Gi-Oh! GX
Claim: Marufuji Ryou, Yuuki Juudai
Extensión: 748 palabras
Advertencias: Post-series. Spoilers S4.
Notas: Para el Prompt Manía de San Valentín de
histeria_fandom Felicidad
Los pasos de Ryou resonaron en las paredes, escucharlos era un placer para él, a quien los doctores habían pronosticado bajas esperanzas de recuperación, una vida atado a la silla de ruedas y no más duelos. Les había demostrado que estaban equivocados y mientras caminaba, aún cuando no fuera frente a sus asombrados ojos, llamándolo milagro o fuerza de voluntad, se sentía satisfecho de poder hacerlo, de dejar de depender de su hermano menor, de Fubuki o de las enfermeras a su cuidado para poder hacer lo que le placiera, incluso si eso conllevaba un riesgo para su salud. Él era Marufuji Ryou y no se amedrentaba ante tales cosas, quería un duelo y saldría a buscarlo, aunque antes, claro está, tenía que conseguir su deck.
Su hermano lo había escondido como si él fuera un niño pequeño, lejos de su alcance y por su bien, como le había dicho, al menos hasta que se restableciera por completo. Sin embargo, él ya se sentía completamente bien y totalmente dispuesto a comenzar su nueva carrera, su nuevo camino, que había comenzado a forjar cuando le dio el Cyber deck a Shou y él empezó otro, carta por carta, mientras duraba su rehabilitación. En cuanto lo había completado y junto con él la maravillosa hazaña de ponerse de pie por sí mismo, Shou se lo había arrebatado de las manos, murmurando disculpas rápidas y excusas, pero él sabía dónde lo escondía e incluso llegó a preguntarse, mientras se detenía frente a su puerta, si no lo había dejado ahí a propósito para probar su determinación.
Abrió la puerta de la habitación con cuidado, deteniéndose en el umbral para observar la pulcritud del lugar, las sábanas limpias, los libros y cartas ordenados, las cortinas abiertas a una noche despejada y limpia, como la luz de la luna. Shou había salido corriendo gritando de felicidad apenas hacía unas horas y no había regresado, aunque no le había dicho ni el por qué ni a dónde iba, intuía que estaría con algunos amigos, quizás con Asuka si no tenía demasiada tarea. Esos impulsos eran dignos de él, podía imaginarse alguna cosa sencilla que lo hiciera así de feliz y aparte, no era de su incumbencia. Así que sin buscar nada en particular, salvo sus cartas coronadas con un ángel como primer monstruo, comenzó a remover con cuidado libros, carpetas y cuadernos, pero sin encontrarlo.
Tardó al menos una hora en registrar la habitación, preguntándose si no se habían equivocado sus instintos, si empezaba a desconocer a Shou, si éste había cambiado más de lo imaginado, cuando abrió el último cajón de su escritorio, donde lo recibió una gran variedad de hojas de papel rotas, borradores de palabras que no le habían gustado demasiado y justo debajo de ellas, como protegido por alguna absurda trampa, su deck descansaba, llamándolo. Cuando lo tomó entre sus manos, dispuesto a irse y encontrar un oponente digno con quien probarlo (quizás también iría a ver a Asuka, pero por un motivo diferente), una carta completa apareció en el fondo del cajón de madera, con letra deshilvanada y un nombre conocido, que logró ponerlo en tensión.
Yuuki Juudai. El chico terco y lleno de potencial que había conocido en su último año en la Academia, aquél que estuvo a punto de vencerlo una vez, cuando sus poderes estaban apenas surgiendo y que, después, en el Mundo Oscuro, causaron la destrucción de muchos, miles, cuando ya no eran iguales, cuando él se divertía junto con Edo Phoenix derrotando a monstruos de rangos menores, siempre el mismo deck, el mismo potencial.
Pero ahora ambos eran diferentes, habían cambiado y a Ryou le interesaba saber qué había sido de él, en qué usaba ese desbordante poder sin límites que ahora lo sobrepasaba, lo ponía en tensión, deseoso de enfrentarlo. Juudai no contaba demasiado, cosas triviales de amigos que el mayor de los Marufuji no se avergonzó por saber, cosas tan simples como las que imaginaba harían feliz a Shou. Contaba un poco de sus duelos, de sus viajes, de cómo estaba, de los lugares que había visitado, pero sólo una cosa le importaba al Káiser de todo ello y cuando guardó la carta en su lugar, teniendo la total certeza de que su hermano no se daría cuenta siquiera de que la había leído, era su paradero.
Se preguntaba dónde estaba Juudai, dónde podía encontrarlo y sus manos temblaban en anticipación a su duelo, pues si se daba prisa podría alcanzarlo, aunque fuese en el fin del mundo.