Jul 02, 2015 12:56
No me gusta el frío pero este otoño me enternece. Las hojas de algunos árboles sangran en distintos tonos, pero también vi otras de color del mango, verde y naranja. Mañana quizá ya sangrarán ellas también. ¿Cómo frenar el tiempo? ¿Y si agarro una, la meto en un frasco de vidrio, quedará roja? ¿Quedará inmune al paso del tiempo, mi pequeña hoja color mango casi roja, casi madura, casi mujercita?
*
- No quiero olvidármelo.
Me lo dice entre sorbos de vino. Levanta la copa, empañada y sucia, y toca el líquido con los labios. De fondo: luces de colores, banderines, cháchara, bocas que tocan otras bocas, una rubia comiendo pizza. Cloé está en su salsa y la noto más alta, con el pelo suelto y la espalda recta. Habla como una adulta de veintidós años, que es un tipo de adultez, y que me gusta mucho.
Pruebo mi vino y pienso: me encanta esto por primera vez en tanto tiempo que me sorprende. Esto. No el gusto ácido del tinto, porque deja mucho que desear, pero este momento, esta sensación de tomar vino con mi amiga en un lugar que no conozco, una noche de miércoles, viéndola tan grande y tan chica al mismo tiempo, con esa postura erecta y esa bufanda gris.
A la salida se me viene a la mente esos artículas que inundan Internet - 10 cosas que le pasan a todos los veinteañeros o Cosas que no te dijeron sobre tener 23 - y me sentí adentro de ellos, un item en su lista. Así se siente. Mi cuerpo cálido descansa en la actuación del cliché.
Duró lo mismo que un pestañear. Fue suficiente. Nos vi en el reflejo de un vidrio, tan diferentes a quién éramos y tan iguales, y me sentí feliz, tan dueña de todo lo que está pasando.
Todo esto es mío. Toda mi vida es mía.
*
Domi y Santi y yo lo vimos, cada uno por su cuenta. Sobre la vereda, un árbol calvo, erigido firme y noble sobre una alfombra de hojas amarrila. Decenas y decenas de hojas más chicas que la palma de mi mano, amontonadas, un colchón, y todas amarillas pero no cualquier amarillo, amarillo patito.
El nombre de la víctima de otoño es el árbol Gingko biloba. Es uno de los árboles más antiguos que hay, según Santi, y sus hojas tienen forma de abanico.
Le saqué una foto. Frené en mi caminata, busqué mi celular y probé distintos ángulos y ver cuál representaba mejor el momento de un árbol que me quería apropiar, el de un Gingko biloba que tuvo la belleza y la dignidad de pararme en seco.
Ahora me pregunto si es que ese árbol ese día era excepcional o si es que no miro lo suficiente. Voy a estar más atenta a ver si más cosas me encuentran que me hagan buscar el celular.
*
Me confundí. ¡Es invierno! ¡Ya es invierno!
*
Hola Julio, llegaste y casi ni me dí cuenta. ¿Dónde quedó Enero? ¿Te sorprende verme acá, en Buenos Aires? Y bueno, vos sabés cómo son las cosas, los planes van y vienen, se arman y se desarman, se mezclan y se forman nuevos. Lo importante es estar abierto a los cambios y a dejar tranquila la cabeza que no siempre puede controlar todo. Estoy aprendiendo a dejar de querer controlar todo, como ya sabrás, porque no es más que una ilusión y porque de a poco me doy cuenta de que es más fácil y más divertido y más inesperado todo cuando fluyo.
Quiero decirte una cosita antes de que te vayas, porque sé que antes de que me dé cuenta, te habrás escabullido por l puerta de atrás sin haberme dado la oportunidad de decirte las cosas de frente. Sos frío, Julio, y no me gustan las cosas frías, en general no me gustás mucho y hasta pensé que te iba a desencontrar - pensé que estaría veraneando en Barcelona y no tapada con vos - pero hoy y solo hoy te tengo aprecio, así que aprovechame.
Para que se caigan las hojas y para que surjan las flores tenés que aparecer. Sos un mal necesario, pero por el necesario te agradezco, porque me gusta ver las hojas de colores en el piso y me gusta ver nacer a la primavera.
Así que hoy te quiero un poquito.
Sos parte del paso del tiempo y el tiempo está pasando, el tiempo nos está pasando y yo y nosotros le estamos pasando a él.