you think you're moving, but you're going nowhere...

Jul 01, 2008 20:41

OMG GUYS 500th ENTRY

This is the story I sent for the contest!

Monkey Action

Con diecinueve pestañas abiertas en Internet Explorer, Pablo navega y juega al Monkey Action, chatea con cinco compañeros de su curso y con su primo que no va a su mismo colegio, pero con el que se lleva relativamente bien, chequea su mail y escucha a los Rolling a un nivel de volumen demasiado alto en sus auriculares. De esta manera puede callar las risas y los ruidos que provienen del cuarto de al lado, donde su hermana pequeña festeja sus once.
Dos segundos, y pone el juego en pausa, se cambia la canción automáticamente al finalizar la anterior y Pablo ya esta leyendo el por que de la ausencia de Tadeo, su primo, en el festejo del cumple de Sofi.

Santi84: tengo que estudiar geo para mañana y la verdad es que no llegaba si iba para allá

A través de toda la música insoportable que le revienta los oídos y los ping y poings que se escuchan por encima provenientes del juego, pausado o no, Pablo se llega a comunicar con su propio cerebro y no puede evitar pensar en que esta haciendo Santiago en la computadora si tanto tiene que estudiar. Seria más fácil si no metiera una excusa tan barata y tan obvia, sobre todo cuando esta chateando con el hermano de la cumpleañera.

Pero, tampoco hay que olvidarse, Pablo es el mayor y único hermano de Sofi, y aun ahí ni siquiera esta presente cuando ella con ganas sopla las velitas y los aplausos tapan cualquier otro sonido con el que el habría preferido amortiguar.

Santi se despide, explica que necesita irse a estudiar ya mismo, pero cinco minutos pasan y Pablo chequea que sigue conectado. Geo, las pelotas. Santiago es el único primo varón que Pablo y Sofi tienen en la ciudad, y ni siquiera le pintan las ganas para hacer una breve presentación en el cumpleaños de su prima.

Pablo cierra la conversación con un clic mientras que Agustín le escribe un “hola” que a el no le tienta responder. En cambio vuelve a abrir la página de Monkey Action y reanuda su juego que ni siquiera es tan divertido. Si querés saber la verdad, él prefería el Bubble Trouble, pero lo sacaron porque era un poco viejo.

El CD que había insertado en la computadora parece haber llegado a un fin, porque la vez siguiente que se despega del juego, se da cuenta de que no hay otro ruido siendo transmitido por los auriculares que el molesto ping y poing, una y otra vez. Ping, poing, ping, poing, ping, poing. Está un poquito insoportable la musiquita, y con dos movimientos rápidos, casi imperceptibles con el Mouse y unas leves pegaditas en el botón del Mouse, el sonido del juego desaparece a favor del silencio.

En la distancia se escuchan los besos disparatados y los saludos, el ruido distinguible de la puerta de entrada abriéndose: sus tíos yéndose, lo más probable, con Sofi y sus padres saludándolos, dándoles las gracias por haber venido en este día tan especial, que los verían pronto si Dios quería. Lo de siempre. Pablo se rasca el culo, se refriega los ojos, tan cansados que están, y se acomoda en su asiento, pone de nuevo el CD que ya terminó de escuchar hace no se acuerda tanto tiempo una vez más.

No escucha el golpe estruendoso que hace la puerta de la entrada al cerrarse. Tampoco se da cuenta de cuando su madre entra al cuarto de las computadoras, le da un dulce beso en la frente y le aconseja no acostarse tarde. Tampoco ve a su padre yendo de un cuarto de la casa a la otra punta, apagando las luces y avisándole que tiene planeado invitar a comer a la familia a almorzar a un lindo restorán de San Fernando antes de irse a su cuarto en la completa oscuridad.

Lo único que escucha es a Mick Jagger cantar con su voz apagada la canción número trece del CD, y si agudiza los oídos, por ahí el leve ping poing repetitivo que se rehúsa a callar.

Como le había prometido el viejo, Pablo se encuentra en un estado similar al de una bolsa de papas mientras Sofi lo mueve de un lado al otro en su cama en un intento de despertarlo para ir a almorzar. Su reloj de mano indican las doce y media pasadas, y diez minutos después, una vez que Sofi ya se fue, Pablo escucha los gritos de su padre desde el piso de abajo dirigidos a el.

-Dale, hijo, que si no te apurás no vamos a llegar. ¡Sabés que después de la una el lugar va a estar repleto!

Sin inspiración y con su nivel de motivación equivalente a cero, Pablo se arrastra afuera de la cama, se pone unos pantalones y se cambia la remera, usa la misma que usó el día anterior.

Ni se mira en el espejo y aun menos se detiene a cepillarse los dientes. Así como está, baja las escaleras, agarra una campera del perchero y va al auto. Sofi lo sigue atrás, gritando tonterías que a nadie le importan; su mamá ya está sentada en el auto y su papá los espera ahí cerca.

No tardan mucho en llegar, pero como había temido su viejo, el lugar estaba bastante lleno. Un mozo vestido de blanco se acerca y va directo hacia donde esta parada su madre, intercambian algunas palabras que Pablo no llega a escuchar y el mozo los lleva hacia una mesa de no fumador, para cuatro, al lado de la ventana. Se retira el mozo y vuelve tan solo unos segundos después, con cuatro menús en la mano. Sin ganas, y sin estar leyendo de verdad, los ojos de Pablo rondan todos los platos que el restorán ofrece, los precios ridículamente caros y las palabras incluidas en inglés que solamente agregan mas desprecio en el interior del chico hacia el lugar.

Es que la verdad es que esto es un desperdicio de tiempo. Ya hace media hora había empezado el partido de Estudiantes vs. Racing, y hace cuarenta y tres minutos el programa especial de su banda preferida, U2, que ya se había visto dos veces pero seguía teniendo ganas de verlo.

En vez, estaba estancado acá, teniendo que escuchar a la imbécil de Sofía tararear sobre lo que le había pasado en el colegio en la semana. Que lastima que tuvo que dejar cargando su celular en casa.

Afuera, a través de la ventana, había un grupo de nenes de alrededor diez años jugando a la mancha, o al fútbol, o lo que sea que juegan los chicos a esa edad; él ya dejo de prestar atención hace tiempo.

Al final se decide por los ñoquis de papa con fileto, y para que, si llegan veinte minutos después, fríos y sin queso. Unos gritos lo sacan momentáneamente de su desgracia, y de nuevo mira en la dirección de los chicos, jugando sin parar. Con razón todos los pendejitos son flaquitos, hacen actividad física todo el día.

De postre no piden nada y la cuenta sigue siendo tan grande como si lo hubieran pedido. Agarran los abrigos, se dirigen los cuatro hacia la puerta pero la madre tiene que volver porque casi se olvida de la cartera. Ahora si, ya todos listos, se despiden del mozo que los atendió y cierran la puerta al salir. Una ráfaga de viento lo despeina todo a Pablo y él, ya de mal humor, deja salir un insulto bien bajito para que el viejo no escuche nada. Casi sin querer, jura que no fue intencionalmente, mira para atrás una ultima vez para ver a los chicos jugando. Jugaban a la mancha al final, se da cuenta Pablo. Y antes de volver a mirar adelante, Pablo descubre a un nene, de la misma edad de aquellos que juegan tan divertidos bajo el calor del sol, apoyado en el tronco de un árbol, jugando con el celular. Si presta la atención debida, hasta puede escuchar la musiquita que larga el celular.

Quitando rápido la mirada, se da cuenta de que ya están a dos pasos de donde estaba estacionado el auto, y Pablo no puede evitar estremecerse al sentirse identificado con el idiota que se embriagaba con una tecnología innecesaria cuando podría haber jugado a la mancha. O haber jugado a la vida.

Dos días después, ya se olvidó de todo, y siguen siendo las doce y diez de la noche, la madre saludándolo y aconsejándole no quedarse en la computadora jugando al Monkey Action hasta muy tarde, que a la mañana siguiente tiene colegio.

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