Título: Cazadores Y Brujos.
Autor:
Juanita_starPareja o personajes: Sin ningún orden en especial: Argentina, RD, Bolivia, México, Haití, Puerto Rico, Venezuela, Brasil, Uruguay, Honduras, Perú, España.
Género: Fantasía, AU, drama, comedia.
Advertencias: Violencia, Yaoi.
Clasificación: Mayores.
Resumen:Sin mediar palabras y sin un conflicto que pudiese definirse como la causa inicial, los brujos y los humanos entraron en guerra. Nadie sabe quien atacó primero. Lo que es parte de la historia es que los brujos, amparados en su magia y habilidades sobrenaturales, pronto obtuvieron la ventaja. Los humanos estaban al borde de la derrota, hasta que aparecieron los cazadores de brujos. Humanos con habilidades especiales que les permiten combatir el fuego con fuego. Para un grupo de cazadores, los brujos son los menores de sus problemas. Para otros, su principal.
Notas: So, esto es un culebrón que ni yo entiendo, pero hey, me entretuve haciendo esto. You know, cuando no estaba sufriendo por hacer esto. Gracias a Cherriku por los comentarios y Haruko por insistir en que hiciese esto a pesar de que cuando le pregunté “¿Cuál de estos fics?” le estaba dando como mil hints para que me dijese el contrario.
En LlamasLa carreta avanzaba rápidamente. O lo más rápido que podía avanzar una carreta con tres personas en medio de un pueblo bastante deteriorado y casi abandonado.
Martín estaba al frente, dirigiendo los caballos por el camino mientras que sus compañeros descansaban en la parte trasera.
Gregorio dormitaba ligeramente, y en una soltó un gran bostezo, estirando los brazos.
-Me sorprende la tranquilidad con la que te estás tomando esto -mencionó Martín, mirando de reojo a Gregorio, quien se encogió de hombros.
-Que te puedo decir, considerando que entramos por la puerta de la ciudad y no hay nada raro, significa que nuestro brujo de turno es una porquería. Digo yo, si fuera fuerte ya habría algo de caos.
-Ja, considerando que es tu primera misión luego de estar un mes casi muerto en la enfermería, deberías agradecerlo.
Gregorio gruñó de mala gana.
-Ni siquiera recuerdo como terminé ahí -murmuró el muchacho.
-Necesitamos ir al centro del pueblo -habló Julio de pronto, dirigiéndose a Martín-. Recuerda que es en donde puedo escanear mejor.
-Sí, lo recuerdo -respondió Martín.
-No creo que haga falta tanto esfuerzo -intervino Gregorio, estirando sus brazos antes de continuar-. Nos ha tocado un debilucho. Debe estar corriendo a casa mientras hablamos o mojando los pantalones.
Julio emitió un suspiro desganado. Aquí venia de nuevo…
-Te digo, la tienen contra mía. Hace un mes, un puto mes en la enfermería, salí de ese lugar hace una semana, pero me siguen dando misiones que ni que fuera conserje. Mira a tu alrededor, ¿de verdad crees que un brujo que se respete se metería en semejante chiquero?... um, sin ganas de ofender a los lugareños.
Julio miró a su alrededor. Las casas de madera se apilaban una a otra, y el camino estaba en mal estado. Y el sucio parecía decorarlo todo. Pero vamos, ¿Qué pueblo era diferente? Gregorio sabía esto, pero Julio supuso que solo quería quejarse
Martín por su parte, pidió información a un residente y enfiló el caballo hacia el lugar indicado. Estaban cerca.
-¿Notan como todos pasan de nosotros como la mierda? -inquirió Julio, para cambiarle el tema a Gregorio.
-Sí, oye, ¿seguro que tenemos que mantener nuestra identidad en secreto?
-Sí, es para evitar ser localizados -habló Martín.
-Sí, sí, pero eso también evita que nos den…propinas -comentó Gregorio, como quien no quiere la cosa.
-Querrás decir pagos extra -le corrigió Julio de buen humor.
-Yo lo llamo ganancia colateral -dijo Martín con una risa en su tono de voz.
Numerosas formas para llamar la misma cosa: extorsión. Los ricos podían pagar generosas cantidades para asegurarse de que sus bienes fuesen protegidos del daño colateral. Y había cazadores que eran lo suficientemente desalmados para sacar provecho de ello. Por ejemplo, estos tres.
Por supuesto, el daño colateral no era algo que ellos controlaban. Las pertenencias podían sufrir daño o no dependiendo del brujo, no de los cazadores. Precisamente por eso cobraban por adelantado y salían de escena a la primera oportunidad.
Pero Antonio había sido muy insistente últimamente en eso de proteger la identidad, en especial luego del suceso con Gregorio, que fue la razón por la que estuvo en la enfermería un mes. O algo así de vago le había dicho.
-Llegamos -anunció Martín, tirando de las riendas para detener al caballo y bajando a su lado.
El centro del pueblo era un espacio abierto, en el cual se juntaban todos los caminos. Un lugar ideal para que Julio hiciera su trabajo.
Los otros dos saltaron de la carreta, y Martín aprovechó para darle una palmada al animal, haciéndolo trotar lejos de ellos. No quería que saliera lastimado en la pelea que tendría lugar.
-Bien, empecemos con esto -Julio caminó un par de pasos y tomó el bastón que llevaba sujeto a la espalda y lo extendió verticalmente.
El bastón se transformó en medio de chispazos eléctricos en una afilada lanza, apuntada hacia el suelo. Julio la alzó por encima de su cabeza.
-Escaneo Relámpago -dijo para luego cerrar los ojos y clavar su arma en el suelo.
El escaneo no era algo que se pudiese sentir. Sin embargo, las personas voltearon a ver a estos chicos. Algunos se acercaron curiosos, la mayoría ya intuía quienes eran, a pesar de que para los ojos normales, el uniforme de los cazadores no eran más que ropajes viejos.
-Todo el mundo atrás, estamos trabajando -les dijo Gregorio, viendo algunas miradas incrédulas y hasta sospechosas.
Por dentro se lamentó que esta gente no pudiese ver sus uniformes. Eso les quitaría las dudas.
Mientras que los tres usaban los pantalones negros estándar, casi como todo el resto del planeta, habían re decorado un poco en la parte superior por gusto.
La chaqueta de Martín lucía un sol a la espalda. La suya era desmangada, y las acompañaba con unos guantes del mismo color, mientras que la de Julio estaba decorada con unas formas extrañas, hechas especialmente para él por su hermano.
-No se preocupen, somos más o menos profesionales -les tranquilizó Martín con tono bromista-. ¿Julio?
El joven sacó su arma del suelo y volteó a verlos, negando con la cabeza.
-Nada.
-¿Nada de nada? -quiso saber Gregorio.
Julio arqueó una ceja.
-¿Qué otro tipo de nada hay?
-Ja. Bueno, al parecer nuestro brujo y/o bruja de turno huyó antes de llegar aquí. ¡O quizás nunca hubo brujo! Solo un estúpido rumor que Antonio nos hizo atender porque desde que pasé un rato enfermo…
-En coma -le corrigió Martín.
-Un rato en coma, ya está que no me deja ni ir al baño. Joder que…
La voz de Gregorio fue acallada cuando Martín se echó contra él, tumbándolo al suelo y haciéndolo rodar consigo.
Se oyó una explosión, acompañada de una onda de calor. Lo demás fueron gritos de las personas que huían en busca de refugio.
-Aaaah, claro -dijo Julio con calma, mirando el lugar donde antes había estado Gregorio, ahora cubierto en llamas. Luego miró hacia el cielo-. Si están volando, mi escaneo no sirve.
En cuanto se incorporaron, Martín y Gregorio miraron hacia arriba, localizando al brujo parado en su escoba, con una mano abierta hacia ellos. Sonriéndoles con arrogancia.
-¡Oye! -le gritó Gregorio-. ¡Eso es jugar sucio!
El brujo soltó una carcajada mientras descendía. En cuanto tuvo a una distancia decente, los tres jóvenes se tensaron al notar que usaba: Pantalones negros, con rayas que venían desde los muslos, cruzándose en forma de X varias veces hasta llegar al final, junto con una chaqueta del mismo color y mangas largas.
-¿Un cazador clase A? -balbuceó Gregorio, confundido-. Pero que…
-Mira de nuevo -sugirió Martín con tono serio, sacando la espada que estaba sujeta en su costado de su vaina.
-Hola -saludó el muchacho, saltando de su escoba al suelo, tomándola y haciéndola desaparecer en medio de una gran chispa.
-Hola Pedro -saludó Julio con tono serio-. Veo que no pierdes el tiempo.
El joven ladeó el rostro, sonriendo.
-¿Te conozco?
-Oh cierto -rememoró Julio-. Itzel nos dijo algo de que no puedes recordar nada. No que eso haga esto menos desagradable.
-¿Itzel? -El tono de Pedro tono era animado, pero extraño. Y bastante honesto.
-Sigue siendo un traidor -intervino Martín con tono serio.
-Digamos que hay diferentes tipos de traidores -le respondió Julio, mirándole con algo de sorna.
Por un segundo, intercambiaron una mirada que a Gregorio le pareció demasiado agresiva.
-Saben, me lo habían dicho, pero esto es surrealista de todas formas -comentó Gregorio.
Durante el mes que estuvo en coma, hubo deserciones. Cuatro cazadores que se pasaron al bando de los brujos, no sin antes causar diferentes grados de daños. Gregorio se había perdido de algo grande, y por las caras de los cercanos a esos desertores, al parecer estaba mejor sin saber demasiado, excepto lo esencial. Claro, había intentado informarse a fondo, pero al parecer el tema no era algo que nadie quería hablar, al menos no con él.
Y había gran diferencia entre ser informado y ver a su antiguo compañero frente a ellos con honesta intención de quemarlos vivos. Y eso que Pedro no era un brujo cuando lo conoció.
-Cuando regresemos, quiero todos los detalles de esto, no un informe tan plano como el de la otra vez -les dijo a sus compañeros-. ¡Que yo quiero saber, joder! Ahora…
-Oh, ¿Ya se acordaron de que estoy aquí? -Dijo Pedro con sarcasmo-. En fin, ya me aburrí ¿Por qué no mueren quemados?
Pedro extendió su mano hacia ellos y sonrió con malicia.
Un sello mágico se formó al frente de la mano extendida de Pedro y de este salió una pequeña flama, que viajó a gran velocidad hacia sus oponentes, creciendo rápidamente hasta convertirse en un monstruoso perro de fuego.
El familiar del brujo, con forma canina y que doblaba el tamaño de los cazadores, rugió a los cielos antes de encarar a los enemigos de su amo. De su hocico salió una llamarada infernal que calcinó todo a su paso.
El brujo no le dejó todo el trabajo a su familiar. Volvió a pararse en su escoba, alzándose por sobre su bestia y alzando sus manos al cielo.
-¡Catástrofe! -exclamó, conjurando una gran bola de fuego sobre su cabeza, la cual lanzó a sus enemigos.
Por supuesto, el ataque del familiar, tampoco el de su amo pudieron tocar a los cazadores, quienes se desplegaron a diferentes direcciones.
Martín tomó la derecha del perro de flamas, mientras que Julio se fue a la izquierda. Gregorio se las arregló para escabullirse hasta detrás de Pedro, sobre el techo de una casa. Encerrando tanto a Pedro como a su mascota en una formación triangular.
Gregorio dio un paso al frente, y el piso bajo su pie se resquebrajó, mientras el desaparecía.
-Rompehuesos -dijo, cuando volvió a aparecer en frente a Pedro, con su puño cargado de una energía amarillenta, listo para estrellarse contra el cuerpo del brujo.
-¡Cuidado! -gritó Julio.
La prioridad de todo familiar era su amo. En cuanto la bestia sintió a Pedro en peligro, se volteó y escupió una nueva llamarada, que estaba a punto de impactar a Gregorio.
El joven cazador oyó el grito de advertencia, pero no alcanzo a reaccionar. Justo cuando estaba por impactar a Pedro, fue impactado por la llamarada, la cual lo lanzó lejos del brujo, rodando por el suelo envuelto en llamas.
-¡Gregorio! -gritó Julio, para luego saltar por encima del familia, apuntando su lanza hacia él-.¡Alto voltaje!
De la punta de la lanza, salió disparado un poderoso rayo, que impactó al familiar, haciéndolo aullar de dolor mientras se desplomaba en el suelo.
-Siempre odié a ese maldito perro -comentó Gregorio, mientras se volvía a poner de pie. Ese familiar había sido anteriormente un perro del tamaño de una rata que Pedro siempre llevaba encima-. ¿Alguien me pasa un periódico enrollado?
-¿Uh? -Pedro le miró con curiosidad-. ¿Por qué no estás hecho cenizas?
Gregorio le miró con una sonrisa torcida. Su cuerpo no tenía ningún rastro de la más leve quemadura.
-¿Y tú? ¿Por qué sigues consciente?
Gregorio dio un paso para volver avanzar contra Pedro, pero se detuvo cuando Martín se puso frente a él.
-Yo me encargo de esto -le dijo el rubio, y agregó antes de que Gregorio pudiese protestar-: Tengo algo personal para preguntarle.
-Claro… -accedió Gregorio, sin necesitar más palabras para entender a Martín.
Julio evadió un golpe de las garras del familiar, lanzando un silbido al ver como el frente de una casa fue destruida en su lugar.
-Esta cosa está golpeando cada vez más fuerte.
-El brujo debe estarle pasando de su poder mágico -comentó Gregorio, quien apareció a su lado.
Julio asintió.
Ciertamente, la ventaja de tener un familiar, era que al pasarle poder mágico, su poder aumentaba considerablemente. Se decía que hasta diez veces la magia original del brujo.
-Y que dices Gregorio, ¿suficiente caos para ti? -comentó Julio burlescamente.
Gregorio sonrió.
-Sí, nada mal.
-No dejes que te vuelva a pegar con su aliento. Sería un problema -comentó Julio-. Ahí viene.
-Ya sé.
Martín no se inmutó cuando detrás de él se oyó una gran explosión. Tampoco cuando escuchó a sus compañeros contraatacar. Con su espada en mano, sus ojos estaban puestos sobre el brujo, quien le miraba sin parecer bastante preocupado.
-¿Y bien? -dijo Pedro-. ¿No vas a atacarme?
-Solo una pregunta. ¿Dónde está Sebastián?
Pedro pareció extrañado por la pregunta. Luego miró a Martín con desagrado.
-Ugh, a mí que mierda me importa que esté haciendo ese marica.
-Pero que lenguaje -comentó Martín-. Ustedes se fueron al mismo tiempo. Los cuatro abandonaron a los cazadores para irse con el mismo grupo, ¿no es así?
-Estoy aburrido -contestó Pedro, alzando una mano hacia Martín-. Hazte cenizas.
Pedro creó una bola de fuego del tamaño de de la palma de su mano, la cual salió disparada hacia su enemigo.
Martín blandió su espada, impactando la bola de fuego con el lado plano de esta, haciéndola impactar contra una edificación cercana.
-Doble filo -murmuró Martín, y un brillo se paseó por la hoja de su espada hasta la punta.
-Supongo que tendré que golpearte hasta que decidas decírmelo -le dijo, mientras caminaba hacia él.
Pedro sonrió con malicia.
-Elemental… -empezó a decir Martín.
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El enorme castillo se alzaba imponente en medio de las montañas. Era una fortaleza admirable, una obra maestra llena de pasadizos y trampas, un digno hogar para los brujos que apoyaban la causa.
Colgado desde una ventana de una de las torres, René miraba hacia la lejanía con aire ausente. Aun así, sintió a Sebastián venir desde el fondo del pasillo.
-¿Qué ocurre? -le preguntó, mirándolo por encima de su hombro.
-Tenemos un problema -respondió el joven, con expresión seria-.Pedro volvió a extraviarse, está haciendo destrozos en un pueblo mientras hablamos. Blanco desea que te encargues de ello.
-¿En serio? -dijo René, dejando notar su molestia-. ¿No hay nadie más que yo para actuar de niñero? Cuando no es uno, es el otro. Ahg, necesito un día libre. O un hechizo que los convierta a todos en Sebastianes.
El chico le sonrió comprensivamente.
-Me ofrecí para ir por él, pero me dieron otro encargo. Debería haberme ido hoy, pero será para mañana.
-¿Y los otros dos?
-Irán conmigo.
-Ya veo…
René se volteó por completo, entrando de nuevo al castillo y caminando hacia Sebastián, poniendo una mano en su hombro.
- Te los encargo.
Del suelo, salieron tentáculos negros que envolvieron a René por completo, fundiéndose con el suelo y desapareciendo junto con él.
Sebastián sonrió, dando media vuelta. Debía hacer los preparativos necesarios.