Fanfic.
Título: Mas que palabras.
Personaje / Parejas: Venezuela/Colombia. Insinuacion de Cuba y nombramiento de Ucrania y Bielorusia.
Clasificación: Mas de trece~
Advertencias: Palabrotas, quiza talvez OoC.
Ella tenía copias de las llaves de la casa, así que entro. Todo estaba oscuro.
Rogó por que Catalina no estuviera acompañada esa noche.
Camino en silencio por los pasillos de la casa. Abrió una puerta, pero ella no estaba en su habitación. Camino un poco mas y abrió otra puerta.
La oficina personal de Colombia.
Y allí se encontraba la susodicha, en su escritorio, dormida sobre un montón de papeles. María suspiro y sonrío de puro alivio. Estaba dormida. Eso le daría tiempo.
Bueno, primero lo primero.
Levanto con sumo cuidado a Catalina y la apoyo contra si, haciendo un gran esfuerzo por levantarla. La llevo con calma hasta su cuarto y la acostó en la cama, le quito los zapatos y la arropo. Se tomo dos segundos para mirar su seria y cansada cara y luego volvió al despacho. Tomo las tazas de café vacías de la salita y limpio los papeles arrugados que había alrededor de la mesa. Fue veloz a la cocina, limpio las tazas y las guardo. Volvió al despacho dispuesta a limpiar el escritorio y lo que vio sobre este la hizo taparse la boca con las manos para no reír.
Era un dibujo muy mal hecho, de esos que no veía desde que Colombia aun no se llamaba así, cuando su estilo de dibujo dejaba mucho que desear. Un rayo salía desde una nube, apuntando a una persona que, al parecer por la flor, era Venezuela, y estaba decorado con un montón calaveras piratas diminutas alrededor y flechas.
Siguió ordenando ese caos de papeles mientras a cada tanto veía un dibujo de ese estilo. Llego a un
momento en el cual ya no se sentía divertida si no mas bien irritada. Si estaba tan molesta con ella, por lo menos hubiese tratado de hacer dibujos más decentes. No es que un croquis de un circulo con palitos y una flor en la cabeza, apunto de ser devorado por un tiburón fuera algo digno de mirarse. Aunque sin embargo, le dio cierta ternura. La oficina de Colombia estaba mucho mas desordenada de lo usual, y eso sumado a los horribles e infantiles dibujos significaba que Colombia de verdad estaba afectada.
Cuando no podía gritarle a la cara, tratar de matarla o algo parecido, Catalina enfocaba su rabia infantilismos como estos.
Ella creía que María no se daba cuenta, pero hay cosas que simplemente no le puedes ocultar a quien te conoce de toda la vida, y que además tiene la potestad de entrar a tu casa por las noches. Ya casi amanecía. Se dio cuenta por que ya podía distinguir la hora en el reloj de pared. Seis y media.
Volvió al cuarto de Catalina.
Se veía ahora mucho más cómoda y relajada. María sonrío.
Noto que el cuarto también estaba desordenado y lo arreglo. Antes de salir, le echo otro vistazo a su hermana.
De nuevo en la cocina, María hizo una de las cosas que mejor sabia hacer, aparte de ser hermosa. Arepas. Las hizo pequeñas pero en cantidades, para poder rellenarlas de cada manera posible. Sabía que eso le encantaba a Catalina.
Siete y quince de la mañana y la cocina y la casa olían a gloria. O, lo que es lo mismo, a arepas y café recién hechas en una mañana fría.
Catalina se despertó alegre, alrededor de las nueve. Y la casa aun olía bien. Se sentó y estiro, tan a gusto estaba que tardo un momento en darse cuenta de que estaba en su cama.
¿Cómo…?
Ah, bueno, no importa, pensó, seguro que he caminado dormida o algo así.
Se puso una franela y un short de estar en casa. Estaba apunto de comenzar a ordenar su cuarto, cuando se dio cuenta que estaba impecable. No es que ella no mantuviese estricto orden normalmente, pero ayer…
Abrió la puerta de su cuarto y sintió un olor divino. Se le hizo agua a la boca. No es posible.
Corrió hasta la cocina y no había nadie a la vista, pero el paisaje era sin duda todo lo que alguien pudiese desear: un plato rebosante de arepas, una taza grande de café marrón y jugo. Aunque también habían otras cosas que entorpecían el aspecto de desayuno de ensueño: unos papeles apilados bajo un abrelatas a un lado de la mesa.
El primero de ellos era una nota, escrita con una letra que a Catalina le era fácil de reconocer.
Espero que no estés arrecha ya, decía la nota, mira que te he arreglado el zaperoco y te he hecho el desayuno. Pero solo por si acaso, no me voy a encontrar en el continente para cuando estés leyendo esto. Y que conste que no es por que parezcas Chuqui cuando te enojas, si no que tengo trabajo. NO ME LLEVARE EL TELEFONO.
Con amor, el ser mas bello del universo.
Catalina se echo a reír. Esa María…
PD:
Creí que habías mejorado con los dibujos, mi vida. Aunque me hizo
gracia ese en el que me pusiste el cartelito “Colonia colombiana”, creí
que el único que usaba el chiste del bigote era el primo Lovino.
Frunció el ceño un segundo, pero luego negó con la cabeza y sonrío.
Tomo un sorbo de café y le dio un mordisco a una arepa. Deliciosa. Aunque no tanto como las suyas, claro. Pero no iba a despreciar el desayuno, de todas maneras.
Se sentó a comer y mientras tanto miro los dibujos que había garabateado ayer con malhumor. Distintas maneras (imposibles todas) de humillar y torturar a Venezuela. Bueno, algo de razón tiene, pensó avergonzada. Hace mucho que no dibujo tan mal.
Se levanto y tomo el teléfono de la cocina. Marco el número y espero.
No había sonado ni el segundo timbre cuando una voz le hablo, y sonaba muy estresada.
-¡Coño, ya te dije que yo también lo odio con toda mi alma, pero no tengo ganas de lanzarle un ataque terrorista! -Dijo Venezuela- ¿Recuerdas la cantidad de territorio que tiene? Y deja de llamarme, hermano, que ahorita estoy en una reunión con las hermanas de Rusia y no quiero quedar mal con ellas, ¿si?
-Soy Colombia -dijo Catalina, tratando de mantenerse seria y ocultar las risas.
Al otro lado de la línea, silencio.
Colombia escucho unas voces y también como su hermana decía “No, en absoluto, ¿me disculpan un segundo?” Y después de eso, otros segundos más para que
su hermana preguntara:
-¿Cómo estas?
-Bastante bien, la verdad -le respondió con calma.
-¿Ya no estas enojada?
-No, pero, ¿sabes algo?
-¿Qué?
-Eres ridícula.
-¡¿Ridícula?! -pregunto indignada.
-Si. ¿Por qué no me esperaste y hablaste cara a cara?
-Bueno, tengo trabajo -dijo altiva- Que, por cierto, acabas de interrumpir.
-Mas ridículo todavía. ¿Tuviste tiempo de hacerme todo este desayuno estrafalario y de limpiar la casa pero no de hablar con migo? -dijo incrédula.
-Bueno, ya se para contenerme la próxima vez que quiera hacer algo por ti -murmuro amargadamente- que malagradecida se ha vuelto la gente…
-Tienes una manera extraña de pedir perdón. -Dijo Catalina, ahora con una voz dulce- No hacia falta todo esto, ¿sabes? Es lindo, y lo agradezco, pero hubiese preferido que hablaras con migo.
-¿Y que te pusieras obtusa de nuevo? No gracias -dijo sarcásticamente- Y además, yo hago lo que quiero.
-Si, lo se. -le respondió con cansancio- Gracias. Te perdono.
-… No hay de que.
-Pero sigues siendo ridícula.
-Soy la ridícula que te acomodo en tu cama, te limpio la casa y te hizo de comer, no obstante.
-Me di cuenta -sonrío Catalina- Espera… ¿tu me acostaste en mi cama?
-Si. Y pesas que jode.
-…
-¿Qué?
-Que eso no lo haces desde que éramos más pequeñas.
-Bueno, por lo general tú eliges mejores lugares en los que dormir y te aseguras de acobijarte. Ya parecía que te fuese a dar torticolis ahí como estabas.
-… Tienes instintos maternales -murmuro Catalina con sorpresa- quien lo diría.
-Bueno, parece que ya acabaste de hablar en serio -dijo María, irritada- chao, nos vemos.
-¡Eh, María, un segundo!
-Dime.
-Que no se te suban los humos, pero te quiero, brutita.
-¡Que bruta ni que ocho cuartos…! pero yo también te quiero, chiflada. Regreso mas tardar a las cuatro de la tarde. Prepárate.
Y ahí se corto la llamada.
Catalina sonrío, y mientras le daba otro mordisco a la arepa, pensó distraídamente en lo divertidas que eran las reconciliaciones con Venezuela.