ai: día cinco

Jan 11, 2012 17:53

Título: Don't think twice, it's alright.
Destinatario: isharayar
Personajes/Parejas:Mark/Eduardo.
Resumen: La familia de Eduardo vive en una furgoneta y en moteles de mala muerte. Es una vida idílica a su manera. No tiene que limpiar habitación propia, ni sacar a ningún perro a pasear.
N/A: Algún lenguaje ofensivo, estereotipos racistas, yo sin saber escribir (?) De todas formas, espero que te guste.


Eduardo es judío. Mestizo. Su nariz no es grande, pero para eso ya está la de su padre. Una vez, cuando era pequeño y aún se meaba en el asiento trasero de la furgoneta familiar, le saltó la curiosidad propia de la edad. Preguntas sobre su origen, sobre dónde había nacido, sobre por qué iban de un lado para otro y no tenía ningún lugar al que llamar hogar. Aparte de recibir unas cuantas collejas cuando lo demandó, sus padres no soltaron prenda. Respondieron a todas sus preguntas con una sencilla palabra; judío. Desde ese momento, cuando Eduardo se define mentalmente, se llama así, judío. Esta palabra para él abarca en toda su extensión como es él. ¿Cuántos años tienes? No importa, eres judío, vívelos y reza por no encontrarte a quién te los quite. ¿Qué quieres ser? Ya soy judío. ¿Por qué Santa Claus no existe? Porque no era judío.

Hasta que ya no sirve para definirse más. Esto empieza cuando al pequeño estúpido le surge la loca idea de que le gustan los hombres. Eduardo no se ha tirado a una mujer en la vida. Su familia no permanece el suficiente tiempo en un lugar como para conocer a alguna. Tampoco le han interesado. Tiene una hermana pequeña, y si ella ya es una cabrona que grita a Eduardo cada vez que toca sus cosas, ¿cómo pueden ser las que tengan más hormonas y más tetas? Prefiere no pensar en mujeres. (Su madre no entra en ello. Es su madre. No una mujer) Los hombres en cambio son diferentes. Conoce a uno muy bien, él. Por lo cual, no se asusta por lo que pueda ver.

Freddie se lo demuestra. Eduardo tiene 17 años y vive de un lado para otro con su familia. Su hogar es una furgoneta, y era de suponer que es el lugar elegido para dejar su virginidad. Para derramarla contra los asientos de cuero y rezar a un Dios, en quién dejó de creer hace muchos años, por no dejar manchas. Todo se resume en manos erráticas y ropa pegajosa.
No es muy digno de recordar, pero como la primera vez nunca se olvida, esta sigue ahí, entre sus momentos penosos y gloriosos.

(No vuelve a ver a ese Freddie)

Eduardo es maricón.

(Hay un Freddie en cada estación de servicios mínimamente presentable)

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Su padre conduce por una carretera en medio de un bosque. Se dirigen a otro pueblito alejados de todos los posibles Freddies de las carreteras principales. Eduardo es un adolescente y tiene sus necesidades, pero no se queja.

- ¿Vamos a quedarnos mucho tiempo? - Pregunta la pecosa mientras masca chicle. No es agradable de observar, ni de escuchar; la mandíbula casi descolocada con cada choque de dientes y el sonido húmedo constante. Eduardo quiere subrayar amor en su libro más cercano y tirárselo en la cabeza.

(Tiene la teoría en que todo libro está esa palabra. Si los Beatles la utilizaron más de 200 veces, ¿por qué no autores que sólo él lee?)

- Una semana o dos - Responde su padre.

Mejor dicho, el tiempo que tarde en timar a algún paleto de pueblo. Judío y timador. No hay ser más despreciable que su padre.

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Eduardo conoce a Mark dos días después de llegar al pueblo.

Pasea por una carretera a las a fueras del pueblo. Granja tras granja, sólo ve árboles y vacas.

Luego, para mejorar el día, llueve. A Eduardo no le gusta el agua; ni la que sale de los grifos, ni la que cae del cielo. Corre tan rápido como le permiten sus piernas y cuando ya se ve en las manos de una pulmonía, encuentra una parada de autobuses. Una de esas paradas que sólo salen en las películas de terror de serie B.

Al menos lo resguarda de la lluvia. Solo falta Noé y su arca.

Lo que ve Eduardo, y pronto llamará 'Mark', es un chico sentado en una esquina del banco, empapado y temblando. Es como un ratón mojado. El chico ni se digna a mirarlo, se limita a encogerse sobre sí mismo y a castañear en un ruido insoportable. (Si se juntan ruidos y partes del cuerpo, Eduardo parece no darse cuenta de otra cosa)

- Hola - dice suficientemente alto. Su voz le tiembla por el frío.

Nada.

Quizá no lo haya visto o en estos pueblos no se saluda normalmente. Se siente tentado a darle un golpe en señal de integración.

- Hola - dice más alto y esta vez consigue una señal de vida. Pero ninguna respuesta. Eduardo se acerca al chico y le toca el hombro.

Recibe un golpe en la mano.

Se queja como el maricón que es.

- ¡Que coño! - masculla. Al final será verdad que se dan golpes como saludos.

- No me gusta que me toquen - dice el chico con voz baja.

- ¿Y por eso debes pegarme? - Exclama estúpidamente.

- Me llamo Mark. - dice en vez de disculparse.

- No te he preguntado tu nombre

- Lo sé. Has preguntado si el hecho de que me tocaras ha sido la razón por la que te pegué. He supuesto que era una pregunta a la que no debo responder, ya que te he dicho anteriormente que no me gusta que me toquen - Eduardo frunce el ceño - ¿Cuál es tu nombre? - pregunta. Su rostro demuestra incomodidad.

- Eduardo.

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Salen vivos de ahí. Mark camina hacia una de las entradas que se encuentran entre los miles de árboles que decoran el camino. Eduardo decide olvidarse de él y volver a casa.

La mancha verde que aparece en su brazo por la mañana no se lo permite.

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La segunda vez que se encuentran, Eduardo está de buen humor. Mark sigue siendo raro y un poco capullo. No entiende las bromas que Eduardo suelta entre cada silencio incómodo, y cuando Eduardo tropieza y se agarra a él, este lo empuja.

- No me gusta que me toquen - vuelve a decir.

Por lo demás, Mark se comporta como alguien que tiene cerebro y habla sobre el antiguo Egipto y momias. Eduardo solo se fija en el movimiento de sus labios, piensa en lo aburrido que está y así se distrae.

Es un chico sencillo.

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La tercera vez que se encuentran, ninguno dice nada por un rato. Mark parece distraído o incómodo. Eduardo tiene a su hermana al lado y su silencio lo asusta. Posiblemente esté planeando cómo avergonzarlo. En cambio, hace preguntas sobre de dónde se conocen, si son amigos, si es otro Freddie, y Eduardo no responde porque conoce a Mark desde hace poco y ni el mismo sabe cómo llamar a lo que tienen. (¿Tienen algo?)

Mark tiene cara de querer soltar la bilis.

Cuando su hermana se presenta, Mark empieza a responder y la cara de vomito desaparece. Eduardo suspira aliviado.

- Dios - se queja en voz alta.

- ¿Qué le pasa a tu Dios? - pregunta su nuevo amigo.

Su hermana se ríe como la perra que es.

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Las siguientes veces no son dignas de mención. No hacen nada interesante más que hablar y hablar, o Mark habla y Eduardo se imagina historias sobre tíos en mallas, drogadictos y la matanza de Texas.

Se encuentran donde sea. A veces Mark aparece en el motel, su madre lo mira mal y él no responde mucho mejor. Hasta que su madre se presenta, claramente. Su nuevo amigo tiene una tendencia a tener cara de estreñimiento si no conoce el nombre de la persona con la que habla.
Penoso.

Ese mismo día por la noche, su madre habla como una madre por primera vez. Comenta que Mark es raro de cojones, y que teniendo tanta labia que tiene Eduardo, ¿por qué no se consiguió alguien más normal?

- Lo de la labia es una broma ¿no?

Nunca ha tenido un amigo de verdad. Su amigo imaginario con el aspecto de River Phoenix no duró mucho. Tanta melenita de un lado a otro. A Eduardo le extraña no haber descubierto su orientación sexual antes de que la imaginación se esfumara.

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Hay una vez que su encuentro es especial. Eduardo tiene las manos en los pantalones del hijo de un paleto del pueblo. Está a punto de dar una mamada magnífica (se siente orgullosa de su boca), pero Mark los sorprende y Eduardo debe haberse vuelto monja o rabino, porque tiene ganas de rezar a Dios y a su hijo, y a la madre, y a la puta paloma de la paz. ¿Por qué le pasan estas cosas a él?

Se separa del hijo del paleto como si fuera la peste e ignora los gritos de protestas, para coger la mano de Mark y aguantar una sarta de golpes hasta salir de ese escondrijo detrás del motel.

- Ya, idiota. - Lo suelta brusco y lo mira fijamente.

- Tu hermana me dijo que estarías ahí detrás.

Por supuesto.

- Estaba aliviando un dolor. - Sonríe irónico, aunque no sirve para nada. Mark le devuelve la mirada, pero como siempre, Eduardo debe tener los ojos en la nariz.

- Ese era el hijo del pastor. ¿Es tu amigo?

¿Perdón?

- ¿Hijo de quién?

- Del pastor.

- No es mi amigo.

- ¿Qué... - Eduardo se da la vuelta, sin escuchar más a Mark, y toma rumbo a su habitación.

(Escucha los pasos de Mark detrás de él) Trauma de por vida. Acaba de perderse lo más parecido a tener sexo en una iglesia. Dios mío. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Hacerse una paja leyendo el Torah?

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Dos días después (Eduardo no los ha contado), Mark vuelve a aparecer y no comentan nada sobre la situación de Eduardo y el hijo del pastor. Él supone que Mark se ha olvidado o no vio nada malo en ello. Ninguna de los dos pensamientos le agradan.

Uno significaría que Mark es un idiota sin cerebro, y el otro, que Mark es un idiota y encima cínico.

Los dos son un puñetazo contra su entrepierna.

Pero él se calla. Es un maricón, no una mariquita. Para el único amigo que tiene, ahora no se pondrá con mierdas sentimentales sobre la comunicación y la confianza. Si alguna vez se casa, ese será el momento.

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Eduardo besa a Mark en el mismo lugar dónde le iba a chupar hasta el cerebro al hijo del pastor. Es seco y se hacen daño en los labios. No es un roce. No hay suavidad. No hay calidez. Es parecido a tirar una piedra contra otra. Así se define su primer beso con Mark. Él se tira hacia adelante y choca sus labios contra los de su amigo. Emite un quejido y solo por dos segundos Mark no hace otra cosa que quedarse quieto. Luego lo empuja bruscamente y Eduardo se cae de culo.

- No me gusta que me toquen - Exclama Mark.

- Era un beso.

- Me has tocado.

- Era un beso - Eduardo se pone de pie. Su orgullo sigue en el suelo - Te estoy enseñando a categorizarlo. ¿Qué era?

- Era un beso.

- ¿Te gustó?

- No me gusta que me toquen.

Al día siguiente Mark tiene un moretón verde en la barbilla. Eduardo se siente extrañamente orgulloso.

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Su padre anuncia que se irán mañana.

Las repentinas salidas nunca han sido un problema para Eduardo. Sus estadías no duran lo suficiente como para encariñarse con el lugar, y menos aún, son en lugares que le puedan gustar. Está acostumbrado a coger su mochila y sin meditar, subir a la furgoneta con lo puesto. A cualquier hora del día, como si esta en pijama o calzoncillos, como si huyeran de la policía. (Alguna vez lo ha hecho)

Mamá asiente, su hermana murmura por lo bajo y rueda los ojos, y Eduardo...

Se enfada. Siente ira, las manos le tiemblan, y no tiene la mochila lista, ni los pies preparados para correr a la furgoneta.

Pelea con su padre. Se tiran montón de mierda. Eduardo saca al hijo rebelde que toda persona lleva dentro. Por primera vez quiere quedarse. Quiere averiguar qué pasaría si...

Terminan bebiendo cerveza en la moqueta de la habitación.

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Por la mañana, Eduardo ve llegar a Mark. Corre hasta cogerlo justamente cerca de la furgoneta encendida de su familia.

Llena sus pulmones.

Mark mira como su madre entra en el vehículo.

- Me voy

Mark asiente.

- ¿No vas a decir nada?

Mark frunce el ceño.

- ¿A dónde vas?

- No lo sé.

- ¿Vas a volver?

- Lo dudo mucho.

Mark se queda callado un momento y finaliza con un:

- Vale. Adiós.

A Eduardo le hubiera gustado que mostrase un poco más de vida. No pedía una despedida al estilo Casablanca. Pero esperaba algo más. Tal vez un 'quédate' u otro golpe.

Mark mira su nariz por última vez, Eduardo lo mira a los ojos.

- Has sido un buen primer amigo, Mark.

- Gracias.

Se despiden con un movimiento de mano.

Cuando entra en la furgoneta, su hermana le sonríe suavemente.

- Lo volverás a ver - sentencia.

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Miente.

No se vuelven a ver.

Mark se convierte en un Freddie más.

Solo que en realidad no lo es. (Y no sólo porque no cumple el requisito más importante de un Freddie. Sexo)

Tiempo después, Eduardo le echará la culpa a la suerte, al destino, a cosas que él no domina y antes no le importaban una mierda. Mark es más realista; simplemente no le da nombre.

Fin.

Don't think twice, it's alright.

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