FMA one-shot: "Reflejo"

Feb 13, 2010 12:51


Title: Reflejo (segunda parte de Una vez al año)
Author: Dikana
Fandom: Fullmetal Alchemist
Pairing: Ling/LanFan
Disclaimer: naaaada de todo esto me pertenece, bien lo sabe todo el mundo XD
Summary: Nunca le habían interesado los espejos. No eran algo que pudiera servir de utilidad a una mujer como ella. Pero aún así Lan Fan no estaba preparada para volver a ver su reflejo en casa del doctor Knox, el día que perdió el brazo.
Rating: G


Reflejo

Nunca le habían interesado los espejos.

De todas formas, no eran algo que pudiera servir de alguna utilidad a una mujer como ella, que se había pasado media vida detrás de una máscara. Su aspecto no importaba en lo más mínimo mientras fuera lo suficientemente ágil, lo suficientemente fuerte y diestra como para defenderse en el campo de batalla. Lo suficientemente hábil para garantizar la seguridad de su señor. Eso era lo único realmente importante.

Sin embargo, el día que cumplió 15 años, las chicas la obligaron a sentarse ante un enorme espejo mientras la ayudaban a arreglarse para la fiesta que había planeado Ling. Y por primera vez en su vida, Lan Fan se encontró frente a frente con su reflejo, que le devolvió una mirada cargada de curiosidad. Aquello bastó para acallar las exaltadas quejas y protestas que le habían resentido la garganta desde que sus compañeras pusieron en marcha aquel ridículo proyecto, instadas por el príncipe. La voz se le perdió en algún lugar de la garganta al contemplarse a sí misma, observando atentamente cómo las demás le cepillaban el pelo, cómo probaban trajes sobre su cuerpo para decidir qué color le sentaba mejor, cómo la ayudaban a vestirse… Y así permaneció hasta el final, muda y tiesa, sin poder apartar la vista de sus propios ojos negros.

- ¡Estás preciosa, Lan Fan! -exclamó Xiang en un momento dado, mientras le decoraba el moño con una fina cadena de perlas.

- ¡Es cierto! -apoyó Jun con entusiasmo-. Ling-sama va a quedarse con la boca abierta.

Lan Fan quiso gritarles que aquello era una estupidez y que le importaba un pimiento. Pero el corazón la traicionó y no fue capaz de replicar nada, agachando la cabeza para evadir por fin su reflejo. Se pasó lentamente una mano por el pelo, ahora sedoso y brillante como el de una dama. Su piel, normalmente oculta por el uniforme, era blanca y suave, como podía serlo la de cualquier joven de su edad, independientemente de su posición o su trabajo. El vestido que habían elegido para ella le sentaba muy bien y se ajustaba a su cuerpo, marcando las incipientes curvas de una mujer. Aquel aspecto no tenía nada que ver con el que lucía normalmente. Era mucho… mejor. Era cierto que se veía hermosa. Y sin recurrir a extravagancias o cosas sobrecargadas.

Antes de salir a reunirse con Ling se miró una última vez al espejo, contrayendo las cejas con desconcierto.

¿De verdad era ella la que se reflejaba allí?

Sí, era una guerrera. Se había pasado media vida detrás de una máscara. Pero eso no impedía que también pudiera verse bonita de vez en cuando, ¿verdad? Eso no impedía que también pudiera ser una mujer…

- Lan Fan… ¡kawaii! -exclamó Ling al verla aparecer, alzando un pulgar.

Y el corazón la traicionó otra vez, temblando dentro de su pecho a pesar del enfado, la irritación y la vergüenza. Con las mejillas ardiendo y el estómago encogido.

No… no era una estupidez.

No era una estupidez poder caminar cogida de su brazo, sintiendo su calor en la piel. No era una estupidez ver cómo la miraba y poder devolverle la mirada directamente, sin ocultarse detrás de la máscara. Sentirse como una mujer por primera vez, sin el peso de las armas ni del uniforme negro. Mirarse a sí misma y verse.

No era una estupidez…

Por eso, cuando Ling se acercó a ella hasta apoyar la frente en la suya, ya de vuelta en casa después de la feria, en la intimidad de los aposentos del príncipe, Lan Fan no pudo reprimir la sonrisa emocionada que se le escapó. Y cuando él acarició su pelo con delicadeza, a ella no le importó alzar la mano y acariciarle el rostro en respuesta también.

- Estás preciosa… -había vuelto a murmurar Ling entonces, con gesto divertido, y plantó un ligero beso en el mechón de cabello negro que sostenía entre sus dedos, como si quisiera inspirar su perfume.

Nunca olvidaría aquella noche, por muchos motivos. Pero el principal sería siempre la forma en la que él la hizo sentir con sólo dos palabras. Preciosa… Aunque siguiera siendo la sierva y él el amo, y aunque tuviera que seguir luchando tras la máscara el resto de su vida… en el fondo, detrás de las barreras, ella podría volver a mirarse al espejo en cualquier momento y saberse hermosa. Y ese furtivo pensamiento, que jamás se había atrevido a compartir con nadie, le arrancaba pequeñas sonrisas cuando estaba sola. Sólo entonces se atrevía a subirse las mangas del uniforme y contemplar de nuevo su piel blanca, acariciándose los brazos lentamente para sentir su suavidad.

No estaba preparada para volver a ver su reflejo en casa del doctor Knox, el día que perdió el brazo.

No se lo esperaba.

La pilló desprevenida.

Algo en su interior se rompió cuando llevó la mano derecha hacia el brazo que ya no estaba. Pero cuando se derrumbó en la cama, incapaz de contener las lágrimas, se sintió culpable por llorar… porque aquel llanto no era sólo por la guerrera que no podría volver a la lucha, sino también por la mujer que no podría volver a sentirse hermosa.

A veces cruzan la mente pensamientos muy estúpidos que no podemos controlar…

¿Acaso no había sido lo suficientemente hábil como para garantizar la seguridad de su señor? ¿Acaso su maniobra no les había salvado a ambos? ¿No era eso lo más importante? Debía ser más consciente de su posición, del cometido que le había tocado cumplir en la vida. Ella era una guerrera y la batalla era lo único que debía preocuparle. Y, sin embargo, no podía parar de llorar, acordándose del vestido rojo sin mangas que había dejado libres sus brazos blancos. Su piel suave. El calor de la carne.

Nunca olvidaría aquella noche… porque fue la más dura de su vida. Su propio reflejo le trajo el shock de la comprensión, haciéndola asimilar lo que había ocurrido realmente. Y al salir de su letargo creció la angustia y se avivaron la fiebre y el dolor, que le embotaron el cerebro, sumiéndola en un sueño inquieto. Las pesadillas la acosaban sin descanso. No lograba despertarse del todo para escapar de ellas y entre el sueño y la vigilia agitaba el brazo sano, palpando la cama con desesperación como si buscase lo que había perdido. Recordaba vagamente haber oído la voz del doctor Knox intentando calmarla, y haber sentido los paños húmedos y frescos sobre la frente para combatir el calor abrasador que le devoraba el cráneo.

No importa lo fuerte que seas o lo férrea que sea tu voluntad. Los momentos de debilidad son fatales para la mente humana y pueden desquebrajar hasta al más íntegro. Y Lan Fan sabía que aquella noche el llanto la retorció con más intensidad que en toda su vida y le hizo gritar cosas que jamás habría consentido en pensar estando lúcida. Miedos acumulados a lo largo de los años, sentimientos prohibidos, ilusiones rotas. Cosas que quedarían para siempre entre el doctor y ella, y que con la salida del sol regresarían al rincón de su alma del que habían salido para no volver jamás.

Se alegraba de que Ling no la hubiese visto en esas condiciones… pero por otro lado hubiese deseado que él estuviera allí, sosteniendo su mano para ahuyentar las pesadillas y decirle que, a pesar de todo, ella seguía siendo hermosa. Que su reflejo no importaba, porque una imagen podía trasmitir mil cosas diferentes según quién la viera. Que…

¿Qué?

¿Qué le trasmitiría a él cuando la viera, mutilada y asimétrica como un muñeco roto?

Sí, la salida del sol le bajó la fiebre y volvió a enterrar esos pensamientos de niña pequeña. Había cosas mucho más importantes de las que preocuparse en aquellos momentos como para perder el tiempo pensando en vestidos rojos y en brazos de piel blanca y suave. Así que Lan Fan hizo un esfuerzo por olvidarse de aquello. Por olvidar la feria, la cena compartida, el tragafuegos, el teatro y su muñeca vestida de emperatriz. Y, sobre todo, hizo un esfuerzo por olvidar la cercanía, el calor y las caricias. La sensación que le erizaba la piel cuando él la tocaba. El simple gesto de poder estirar los brazos hacia él y rodearle…

Pasaron muchas cosas en muy poco tiempo. Habían logrado la piedra filosofal, lo que compensaba cualquier pena y sacrificio. Pero Ling había quedado atrapado en el interior del homúnculo y no volvería, lo que la rompía por dentro al no poder luchar para salvar a su señor. La heredera de los Zhang estaba en Amestris, la salud del emperador empeoraba, se habían metido en medio de una guerra que no les correspondía y Lan Fan seguía allí, postrada en la cama, mirando al techo e intentando con todas sus fuerzas no desviar la vista hacia el espejo que había en el dormitorio del doctor. Haciendo un esfuerzo por mantener la mente en blanco para no romper a gritar y destrozar todo lo que la rodeaba con la frustración y la impotencia que la ahogaban por dentro.

La tensión que crecía día a día no se alivió hasta que su abuelo volvió, a pesar de la bofetada y la regañina. O quizá precisamente por eso. Necesitaba espabilarse y pensar con claridad, empezar a moverse. No importaba la debilidad que pudiera quedarle aún o lo mucho que le temblara el alma ante lo que se avecinaba. Se avergonzaba de sí misma por haberse permitido aquellas lágrimas vanidosas, vertidas por una estúpida ilusión infantil. Ya no había vuelta atrás y lo que importaba ahora era ser fuerte. Así que apretó los dientes, frunciendo el ceño hacia el iluminado cielo nocturno de la ciudad, y emprendió el viaje junto a Fuu sin volver a mirar atrás.

Pero a veces no importa lo fuerte que seas o lo férrea que sea tu voluntad…

Tardaron dos semanas en encontrar un ingeniero que les atendiera correctamente. Algunos se negaron a realizar la cirugía por considerarla demasiado precipitada, otros fueron descartados porque no les daban buena espina. Y Lan Fan, aunque se mantenía firme en su determinación, empezó a darse cuenta con temor de que su reflejo la perseguía constantemente. La seguía por las calles, a través de los escaparates de las tiendas o los cristales de las puertas. La seguía por el suelo, en los charcos de agua. Cuando se alojaban en algún hostal, las habitaciones siempre tenían un espejo que la acechaba desde la pared, devolviéndole la sombría mirada que ella misma llevaba grabada en el rostro.

Estaba segura de que su abuelo captaba a la perfección su creciente nerviosismo, pero Fuu se limitaba a mirarla en silencio sin hacer ningún comentario al respecto. Buscaba al mecánico con más ahínco, preguntaba en más talleres, se movilizaba cada vez más deprisa. Hasta que la espera terminó y por fin pudieron instalarse en un discreto pueblo del oeste que parecía ofrecer un buen servicio.

- Pienso que la cirugía es precipitada -había dicho el mecánico con gesto circunspecto-, y que la señorita necesitaría reposar un poco más de tiempo. Pero tampoco soy quién para cuestionar la prisa que tengan o dejen de tener. Eso sí, quiero que comprendan que en caso de producirse alguna complicación con respecto a eso yo me eximo de cualquier responsabilidad.

- Lo comprendemos -accedió Fuu, con la mano sobre el hombro sano de su nieta-. Usted ocúpese de la cirugía lo mejor que pueda, por favor. De la recuperación ya nos encargaremos nosotros.

Lan Fan no hizo ningún comentario. Veía por el rabillo del ojo cómo la miraba su reflejo desde el cristal de una vitrina cercana en la que el mecánico guardaba sus herramientas. Y volvió a fruncir el ceño, apretando los dientes. No podía seguir así. Necesitaba dejar de sentirse incompleta, lisiada y rota.

No se arrepentía de lo que había hecho. Volvería a cortarse el brazo para proteger a Ling si fuera necesario. Por él sacrificaría todos sus miembros, aunque tuviera que arrastrarse como un gusano para poder sobrevivir. Además, las heridas que Bradley le había provocado eran demasiado severas. Ya había perdido la sensibilidad en el brazo, de todas formas no iba a volver a servirle para nada…

Pero cuando caía la noche y todo se quedaba en silencio, cuando su abuelo se dormía y ella permanecía despierta en la cama, su determinación se quebraba y empezaba a pensar que había sido una estúpida, una insensata. Quizá el rentanjutsu de Xing hubiese podido restaurar sus nervios y devolverle la movilidad al brazo. Quizá hubiese podido recuperarlo. No habrían gastado ni la mitad de tiempo que requeriría ahora su rehabilitación y hubiese podido volver a incorporarse a la lucha mucho antes. Quizá hubiesen podido encontrar alguna otra solución, alguna otra escapatoria que no les arrastrase hasta ese punto…

Y entonces los ojos volvían a llenársele de lágrimas y giraba el rostro lentamente hacia el espejo para mirarse en él.

No, no podía soportar seguir viéndose tan patética y lamentable, buscando tontamente excusas para arreglar lo que ya no tenía solución. No podía soportar aquellos pensamientos ni un momento más. No podía soportar el acoso de su reflejo desde cualquier rincón. Así que se enfrentó a la cirugía sin pensárselo dos veces, casi embargada de alivio.

Aquel dolor no pudo compararse con nada que hubiese vivido hasta la fecha. Ni el filo del kunai hundiéndose en ella, llevándose a su paso carne y hueso, ni la intervención de emergencia del doctor Knox en aquella casa abandonada. Y Lan Fan estaba segura de que sería muy difícil vivir algo que pudiera superarlo. Fuu permaneció a su lado durante la operación, sujetando con firmeza su mano derecha mientras el ingeniero abría de nuevo la carne, preparaba las conexiones nerviosas e instalaba la placa que serviría de base al automail. Su cuerpo entero se convulsionaba y retorcía, apretando los dientes para no gritar, la piel empapada de sudor. Las lágrimas se escapaban de sus párpados cerrados. Pero se obligaba a sí misma a pensar en Ling, atrapado en Central, esperando. En la promesa que hicieron antes de salir de Xing, y en la que hicieron antes de separarse la última vez que se vieron. Pensaba que el dolor no importaría si ella recuperaba su brazo y podía volver a luchar.

Porque si él no volvía… ¿qué importancia tendría entonces el vestido rojo, o la feria, o el teatro que vieron juntos? ¿Qué importaría entonces mirarse al espejo o sentirse hermosa? ¿Qué valor tendría ser libre una vez al año, poder ser una mujer sin máscara y celebrar su cumpleaños como una persona más?

¿Qué demonios habían importado todas esas cosas desde el principio…?

Lo único que importaba era él. Sólo él.

El proceso fue largo. Tuvo que permanecer varios días conectada a una máquina que preparaba su cuerpo para el implante. Y volvieron la fiebre y las pesadillas, y los paños húmedos en la frente. Pero esta vez Lan Fan no lloró ni gritó ni se dejó vencer. Apretaba con todas su fuerzas la mano de su abuelo hasta sentir los dedos rígidos y agarrotados, y buscaba febrilmente en su memoria recuerdos felices que ahuyentaran la oscuridad. Los campos verdes de Xing, en las tierras del clan Yao. El aire fresco de otoño. Los fuegos artificiales de la ceremonia de Año Nuevo. Los jardines de la residencia de los Yao en primavera, con los árboles en flor. Los rostros de todos sus compañeros de la guardia de élite, que tantas veces habían luchado a su lado…

No necesitaba un brazo de carne para disfrutar de todo aquello nuevamente. Qué pérdida tan ridícula era aquélla en comparación con la propia vida. Estaba preparada para los sacrificios.

Le había pedido incontables veces a Ling que no se rindiera nunca, que fuera fuerte. ¿Acaso tenía derecho ella a no serlo?

- Debes ser fuerte, Lan Fan -le había dicho su abuelo muchos años atrás, siendo aún una niña, cuando empezó a entrenarse parar ser la futura guardia personal del príncipe-. La más fuerte. Entrena sin descanso, lucha sin descanso. Mejora cada día hasta que nadie pueda igualarte. Porque tu misión es la más importante de todas…

Cuando las conexiones nerviosas estuvieron listas, el ingeniero terminó de instalar la placa del automail. Los tornillos se hundieron en su carne, el metal comprimió la piel. Y entonces empezaron a diseñar lo que se convertiría en su nuevo brazo, mientras ella se recuperaba de la cirugía. Era necesario que los empalmes cicatrizaran correctamente y la carne volviera a cerrarse antes de acoplar el automail. Así que Lan Fan se encontró de nuevo postrada en la cama de su habitación del hostal, rehuyendo el espejo y visitando al mecánico cada dos por tres para comprobar cómo avanzaba su trabajo.

- Necesitamos el material más ligero que pueda conseguirnos…

- Cuanto más ligero, menos resistente, se lo advierto.

- Mi nieta tiene un trabajo muy especial, para ella es más importante poder moverse con agilidad que tener un puño letal, no sé si me explico.

- Quizá instalar algún tipo de arma estaría bien, abuelo…

- Cierto, como vimos en Rush Valley…

- ¡Oigan, si quieren un arma de destrucción masiva dentro de brazo váyanse a Rush Valley directamente y dejen de fastidiarme!

- No, yo estaba pensando más bien en un arma blanca… Alphonse me dijo que Edward trasmuta su automail para crear una punta de espada con la que poder luchar, pero yo no soy alquimista.

- Tienes razón, sería de gran ayuda llevar algo instalado que pudieras utilizar para compensar los kunais…

- Esperen un momento, ¿qué tipo de trabajo tiene la señorita exactamente?

Pasó un mes hasta que Lan Fan volvió a tumbarse en la sala de operaciones para la instalación final. Había visto cómo iban construyendo el brazo mecánico paso a paso y lo vio también terminado ya en manos del ingeniero justo antes de la operación. Sentía la boca seca de impaciencia. Quería empezar a entrenar y ponerse en forma cuanto antes. No podían seguir perdiendo tiempo con estupideces.

- Como ésta es la primera vez que se instala tu automail, al principio puede producirse un rechazo por parte del cuerpo -explicó el mecánico mientras encajaba cuidadosamente la prótesis en la placa del hombro de Lan Fan-. Pasará un tiempo hasta que los nervios empiecen a recuperarse lo suficiente como para que puedas empezar a moverlo, y varios años hasta que la adaptación sea total. Pero es mejor ir con calma o el dolor será insoportable, ¿de acuerdo? Prepárate, voy a conectar los nervios.

Y, tras intercambiar una ceñuda mirada con la joven, giró con firmeza una tuerca.

Lan Fan había estado huyendo de su reflejo desde el inicio de la cirugía. Sabía que su determinación flaquearía si volvía a mirarse a sí misma antes de recuperarse y veía una vez más su cuerpo incompleto. No quería pensar nunca más en lo que había quedado atrás. Cuando recuperase su brazo podría mirarse sin miedo a la cara antes de colocarse de nuevo la máscara. Y volvería a ser la guerrera, la escolta sin rostro del príncipe Ling. Lucharía hasta el final de sus días sin descanso. Dejaría de ser dos cosas para quedar convertida en sólo una. Porque, a fin de cuentas, estaba preparada para los sacrificios…

Por eso se tragó el grito que le acudió a la garganta cuando conectaron los nervios y entró en contacto por primera vez con su nueva extremidad. Era como sentir mil agujas clavándose en una herida abierta. Arqueó el cuerpo, sudando, pero siguió apretando los dientes con obstinación, sin emitir sonido alguno.

Los pinchazos no desaparecieron durante semanas. La incomodidad era constante. Por las noches no podía dormir a causa del dolor. Y para intentar mover las puntas de los dedos tenía que soportar unos horribles calambres que le cruzaban el cuerpo entero como cuchillas. A veces se le agarrotaba el corazón o se encontraba a sí misma jadeando, incapaz de respirar. El automail era como un peso muerto insoportable y el metal helado parecía entumecerle la carne, como si seres diminutos la estuvieran carcomiendo. Le dolía el hombro, la espalda, el pecho y las costillas. Y vomitó sangre, por supuesto. Vomitaba sangre casi todos los días.

- ¡¿Qué parte de "es mejor ir con calma" no entendiste, mujer?! -le gritaba el mecánico exasperado, cada vez que la veía en esas condiciones-. ¡Te he dicho que necesitarás años para poder moverte con soltura!

- ¡Ni siquiera puedo mover los dedos! -protestaba a su vez Lan Fan con terquedad-. ¡Revísemelo otra vez! ¡Quiero asegurarme de que todo está bien conectado!

- ¡Te lo he revisado mil veces, no es cuestión de conexiones! ¡Tu cuerpo tiene que acostumbrarse a la prótesis y eso lleva un tiempo! ¿Acaso pretendías estar tan normal nada más salir del quirófano? ¡Sólo hace 10 días que te lo instalé, maldita sea! ¡Confórmate con los ejercicios que te mandé y no intentes ponerte a hacer piruetas de la noche a la mañana!

De verdad no importa lo fuerte que seas, porque, a pesar de todo, las cosas no siempre salen como tú esperabas…

Lan Fan odiaba aquellos ejercicios. Ejercicios para aprender a mover los dedos, uno a uno. Ejercicios para aprender a flexionar la muñeca y para girar la mano. Para flexionar el codo. Para girar el hombro. Las tablas estaban planeadas para que el paciente pudiera aprender a realizar todos los movimientos básicos en aproximadamente un año, aunque después se continuaba la rehabilitación durante otros dos para alcanzar plena soltura.

Pero ella no tenía tres años por delante. Se había marcado seis meses y ése era el tiempo que pensaba gastar allí, ni un segundo más. Así que, cuando terminó el segundo mes y no vio ningún avance, se derrumbó.

Fuu había salido a buscar algo para cenar y ella estaba sola en la habitación, andando de un lado a otro como una fiera enjaulada. Sentía ganas de vomitar por lo encogido que tenía el estómago a causa de los nervios. Y entonces, al darse la vuelta, el espejo salió a su encuentro como si tuviera vida propia, repentinamente plantado ante ella sin piedad. Allí pudo verlo. Vio en su cara que la frustración y la impotencia que la habían asfixiado en casa del doctor Knox seguían allí, empalideciendo su rostro, marcando unas ojeras cada vez más profundas. Seguía exactamente igual que al principio. Y, llevada por la desesperación, se acercó al espejo en dos zancadas, arrancándose al mismo tiempo la camisa para desnudarse el torso.

No estaba preparada para ello. Aún no…

… ¿De verdad era ella la que se reflejaba ahí?

Las cicatrices aún frescas que le cruzaban el hombro y el pecho. El contraste entre el color de la piel y el del metal. Los tornillos, los engranajes… Los dedos le temblaban cuando alzó la mano derecha para acariciar el automail. Y sólo sintió frialdad y dureza. Sus ojos buscaron inconscientemente su reflejo y lo único que encontró en ellos fue miedo. Miedo y desolación. Y una oleada de rabia la invadió, odiándose a sí misma por ser débil, blanda y estúpida. Odió su reflejo más que en toda su vida.

Fue la primera vez que logró alzar su automail… para estrellar el puño contra el espejo, que se rompió en mil pedazos.

El dolor por el gesto consiguió doblarla por la mitad y Lan Fan cayó postrada al suelo, gritando. Se agarró fuertemente el pelo con la mano sana, encogiéndose. Y volvió a gritar, y siguió gritando hasta que su garganta chilló también de dolor.

- ¡Lan Fan! -exclamó Fuu, irrumpiendo en el cuarto con la bolsa de la cena aún entre los brazos-. ¡¿Qué haces?! ¡¿Qué pasa?!

Pero no pudo contestar. Sólo pudo estallar en llanto, tirándose del pelo y cerrando los ojos para no ver el brazo metálico derrumbado en el suelo, inmóvil. Sentía la cabeza a punto de estallar. La oscuridad se la tragaba como si estuviera precipitándose al interior de un pozo sin fondo.

- ¡Esto es un engaño! -lloró a voz en grito, agarrándose la prótesis-. ¡No sirve para nada! ¡No puedo volver a luchar! ¡NO PUEDO RESCATAR A LING!

Fuu tiró la comida sobre la cama y se acercó rápidamente hacia su nieta, quitándose el abrigo para cubrirla a ella y agachándose a su lado, sujetándola por los hombros.

- Lan Fan…

- ¡No soy la más fuerte! -siguió gritando ella, sacudiendo la cabeza-. ¡Es inútil! ¡Ya no soy de utilidad! ¡Os he fallado a todos, abuelo! ¡Lo siento! ¡Maldita sea, maldita se…!

Las arcadas la acallaron y Fuu apenas tuvo tiempo de arrastrarla al baño para vomitar. Le temblaba el cuerpo entero y el sudor se mezclaba con las lágrimas, cruzando su rostro marcado por la tristeza y la derrota.

- No puedo… más… -musitó jadeante-. Estaba preparada para los sacrificios… Estaba preparada… puedo dejar de ser una mujer, y no pensar nunca más en aquel vestido… no me importa no ser bonita… pero si no puedo luchar… ¿qué haré, abuelo? Si tampoco puedo ser de nuevo una guerrera, ¿qué va a ser de mí?

Notó cómo Fuu se tensaba a su lado y por un segundo pensó que volvería a abofetearla para hacerla reaccionar. Ella deseaba abofetearse a sí misma. Pero lo único que hizo el anciano fue envolverla en sus brazos lentamente y estrecharla contra su pecho, como cuando era una niña.

- Siempre serás la más fuerte -murmuró, y a Lan Fan le sorprendió oír su voz quebrada-. Por eso nunca dejarás de ser hermosa… Tu cuerpo y tu alma están agotados, ya basta de esfuerzos. Nunca te recuperarás si tu mente no encuentra el descanso primero. Tienes que dormir.

Aquella noche soñó con Xing. Con algo que había ocurrido un par de años atrás y que casi había olvidado. Podía ver con nitidez el cuarto de Ling, iluminado por la clara luz de la mañana de primavera, y al príncipe sentado a estilo indio frente a una mesa baja, rodeado de papeles con aspecto concentrado pero aburrido.

- Waka -dijo ella, sentada formalmente a una distancia prudencial. Sus manos se agarraban con fuerza a los pantalones del uniforme negro-, creo… creo que debería considerar la idea de solicitar a otra persona para que sea su escolta personal.

Ling frunció el ceño, pero no la miró. Apenas unos días antes habían sufrido un atentado en la propia residencia de los Yao y todos ellos habían luchado contra los asesinos enviados por alguno de los príncipes. No habían tenido que lamentar ninguna baja, pero Lan Fan fue la única que resultó herida durante el ataque. Aunque sólo había sido un rasguño, la joven se lo había tomado tan a pecho que ahora dudaba seriamente de sus capacidades en el campo de batalla. Ella era la primera que no toleraba el más mínimo rasgo de torpeza, sobre todo con respecto a sí misma.

- No -contestó el príncipe secamente-. Te he dicho ya que no cinco veces, y la respuesta va a seguir siendo no.

- ¡Pero waka, cualquier fallo podría ser fatal y yo…!

- Tú eres la persona perfecta para el puesto -atajó Ling, tamborileando en la mesa con el pincel-. No quiero ningún otro escolta personal.

- Por favor, no sea irracional, yo no estoy suficientemente preparada aún para protegerle con propiedad…

- Eso es una estupidez. Eres una buena guerrera, sólo que demasiado impulsiva. Entrena más y punto.

Lan Fan compuso una mueca exasperada, pero hizo un esfuerzo por tragarse la respuesta que le vino a la boca. Sin embargo, Ling siempre parecía captar ese tipo de cosas mejor que las propias palabras y se volvió de golpe hacia ella para mirarla, haciendo que la chica brincara del susto y se apresurara a intentar disimular lo que sin duda consideraba una falta de respeto.

Ling se limitó a sonreír.

- ¿Qué crees que significa ser la mejor, Lan Fan? ¿Sólo ser la más fuerte?

Ella no supo qué contestar, de modo que guardó silencio, agachando la cabeza.

- Si te digo que tú eres la persona perfecta para el puesto, ¿por qué no confías en mi criterio? -el chico se acodó en la mesa, apoyando la cabeza en una mano-. Acércate, por favor.

Apretando los labios hasta convertirlos en una línea finísima, Lan Fan se puso en pie y se acercó hasta él, sentándose de nuevo con formalidad a su lado. Ling la miró en silencio seriamente.

- ¿Qué es lo que ves cuando te miras al espejo?

- Yo nunca me miro al espejo -gruñó la chica, como si él acabara de insultarla.

- Pues deberías, porque hasta que no aprendas a verte a ti misma tal y como eres no serás capaz de apreciar lo que vales.

Aquello la pilló por sorpresa. Parpadeó desconcertada, con gesto interrogante, pero Ling se quedó de nuevo callado, mirándola fijamente a los ojos antes de añadir:

- No me interesa en absoluto si eres o no la más fuerte físicamente. Yo sé que eres la más fuerte aquí -y colocó la punta del pincel en el centro de su frente-. Sé que eres la que tiene las ideas más claras y la mayor fuerza de voluntad. Y la que mejor me conoce también. No te cambiaría por nada y por eso no quiero que vuelvas a pensar jamás en abandonar tu puesto o en que cualquiera podría hacerlo mejor que tú. ¿Acaso crees que alguien querría tener de escolta personal a otro que no fuera su siervo más leal y cercano? No confundas las cosas, Lan Fan. Mientras tengas claro eso seguirás siendo mi guerrera más fuerte y yo seguiré queriéndote a mi lado. No lo olvides.

No lo olvides…

Lan Fan guardó cama durante casi tres días. Pero cuando volvió a levantarse se dio cuenta de que el peso en su corazón había desaparecido. La frustración y la impotencia ya no estaban. Y cuando se miró en el espejo comprobó que su mirada había cambiado también, y que en sus ojos ardía la determinación.

Empezó a practicar con los ejercicios de las tablas que el ingeniero le había recomendado. Dedo por dedo. Desde que salía el sol hasta bien entrada la noche, sentada en la habitación del hostal con el ceño fruncido, concentrada en aprender a sentir su nuevo miembro, en acostumbrarse a las conexiones y a los movimientos. Para año nuevo ya era capaz de mover todo el antebrazo, flexionando y estirando no sólo los dedos sino también la muñeca y el codo. El juego del hombro fue lo peor, porque ahí entraban en contacto los huesos y los músculos de carne con la prótesis de metal, pero no bajó el ritmo y seguía practicando constantemente, hasta que los calambres empezaron a remitir y el dolor punzante se apaciguó.

Las palabras de Ling se repetían en su mente todos los días, como un escudo invisible contra el desánimo. Conforme iba pasando más tiempo, más le echaba de menos. Echaba en falta la convivencia diaria, sus bromas, su forma de reír, y también los momentos serios en los que, en la intimidad, se permitían un alto en las formalidades y hablaban de tú a tú como viejos amigos. Echaba de menos las partidas de damas antes de irse a dormir, los entrenamientos e incluso aquellas veces en las que él se aburría de hacer sus tareas y le pedía a Lan Fan que le echara una mano. Por la noche, de nuevo en esos ratos de vigilia, añoraba especialmente sus consejos, sus palabras de aliento y la forma en la que siempre conseguía hacerla sentir importante, aun cuando ella se veía a sí misma como una guerrera mediocre… o una mujer mediocre…

Pero la nostalgia, lejos de volver a hundirla, afianzaba sus fuerzas y avivaba su ánimo. No volvería a olvidar, ni volvería a rendirse. Su misión era la más importante, y sólo ella podía cumplirla. Y seguía practicando con más ahínco que nunca, convenciéndose de que lo lograría.

A finales de invierno, a pesar del frío, empezó a salir al bosque que había junto al pueblo para entrenar allí. No sólo necesitaba ejercitar el brazo, sino también el resto del cuerpo, bajo de forma por todo el tiempo que llevaba en rehabilitación. El hombro seguía doliendo y dándole problemas, pero pronto comprobó que a pesar de eso ella conservaba su agilidad. El automail era pesado, pero no demasiado. Podía seguir trepando casi con la misma facilidad de antes. El nuevo brazo le aseguraba mantener el equilibrio a la hora de saltar o esquivar, y le bastaba únicamente el derecho para apoyarse al realizar algún giro o voltereta. Podía funcionar, aunque no estuviese al 100%.

Las últimas tres semanas las empleó en aprender a manejar la larga daga que el ingeniero le había instalado en el antebrazo. Los movimientos bruscos agarrotaban el resto de articulaciones y el hombro se resentía más de lo normal, pero aquello no suponía un verdadero problema mientras pudiera controlar el ángulo y la inclinación del brazo. A la práctica de katas en solitario siguieron las pruebas de reflejos a las que la sometía Fuu, lanzándole cosas que ella debía cortar. Y por último llegó el sparring, que enzarzaba a abuelo y nieta entre los árboles del bosque durante horas.

El inicio de la primavera trajo consigo el final de la rehabilitación que Lan Fan se había propuesto.

Y también trajo su decimosexto cumpleaños.

Aquella tarde llenó la bañera y se hundió en el agua caliente, suspirando, para aliviar el cansancio de los últimos meses. Su hombro izquierdo se contrajo un poco al principio, pero el calor terminó por relajarlo también, y permaneció un largo rato así, cómodamente recostada con la vista clavada en el techo, viendo cómo el vapor iba nublando poco a poco el cuarto de baño. Cuando la somnolencia empezó a amenazar con adormecerla, volvió a incorporarse y agarró el jabón del hotel. Se lavó el cuerpo y el pelo con esmero, disfrutando del agradable aroma, y después se aclaró con una ducha fría que se llevó por el desagüe la espuma de su piel y la morralla de su mente.

Se secó con cuidado, poniendo especial atención en dejar impecable el automail, repasando mentalmente todos los pasos de mantenimiento que el ingeniero le había obligado a memorizar. Luego se cepilló el pelo húmedo hasta devolverle ese brillo que aún recordaba. Volvió a ponerse el vestido que su abuelo le había comprado en Amestris. Se subió con delicadeza las medias. Se calzó las botas de tacón.

Y al terminar se miró en el espejo.

El pelo le había crecido en aquellos meses y suelto sobrepasaba ya la mitad de su espalda. El vestido negro le recordaba a su propio uniforme de combate, dándole un aspecto pálido y sombrío. Pero era elegante y también se ajustaba a su cuerpo, marcando las curvas de una mujer. Las mangas le llegaban hasta las muñecas, aprisionando su piel… pero esta vez las llenaba las dos y su silueta volvía a estar completa. Preparada. Sin desviar los ojos de su reflejo, alzó la mano izquierda y se acarició con ella el rostro, sintiendo el tacto gélido del metal. No era como la de carne y hueso, pero aquella mano también servía para acariciar. Aquel brazo también servía para abrazar. Y ella se encargaría de que transmitiera calor en vez de frío.

Porque aún podía ser las dos cosas… aunque sólo fuera una vez al año.

- ¿Vas a salir? -se sorprendió Fuu al verla salir arreglada del baño.

- Sí -Lan Fan asintió, cogiendo la chaqueta-. No te preocupes, sólo será un momento. Volveré pronto.

Dio la impresión de que el anciano iba a replicar algo, pero en su rostro se dibujó una expresión de repentina comprensión y se limitó a asentir también con la cabeza. Lan Fan cruzó el cuarto en silencio. Pero antes de abrir la puerta que daba al pasillo, musitó, ya con la mano en el pomo:

- Abuelo… mañana volveremos a Central.

- De acuerdo -replicó Fuu, lacónicamente.

E intercambiando con él una elocuente mirada, Lan Fan abandonó la habitación.

En cuanto su nieta empezó a encontrarse mejor, Fuu se dedicó a hacer periódicos viajes a la capital para recabar información y mantenerse al tanto de lo que iba ocurriendo, de modo que Lan Fan había pasado la mayor parte del tiempo sola en aquel pueblo. No había sido un problema, porque la rehabilitación había acaparado toda su energía, pero ahora se le hacía un poco extraño pasear por las calles del lugar en el que llevaba viviendo meses y darse cuenta de que no las conocía en absoluto. Sin embargo, el inicio de la primavera traía consigo un ambiente animado cargado de un olor a flores que le resultaba muy familiar y la noche era realmente agradable. Muchas familias salían a pasear también, aprovechando el clima, y el pueblo parecía lleno de vida.

Lan Fan inspiró profundamente, llenándose con todo aquello, y entonces esbozó una sonrisa que ya no volvió a abandonar su rostro.

Curioseó por los escaparates de las tiendas, acercándose sin miedo a verse reflejada en ellos. Se compró un helado en un pequeño puesto que estaba siendo acosado por un grupo de niños. Contempló a la gente que caminaba a su alrededor, pensando que los habitantes de Amestris en realidad no era tan distintos a los de Xing. Se topó por casualidad con un pequeño festival de barrio que celebraba algo relacionado con las cosechas y se quedó un rato a ver los juegos y los bailes. Las esposas de los granjeros de la zona habían organizado un concurso de tartas y los puestos rebosaban comida de aspecto delicioso. Acercándose con cautela, Lan Fan terminó animándose a probar un poquito de todo. Aquello le habría encantado a Ling y quería poder contárselo con todo lujo de detalles cuando se reunieran.

Los árboles de Amestris también estaban en flor. El cielo oscuro también estaba plagado de estrellas. Y antes de volver al hostal, Lan Fan se detuvo un momento, alzando la vista para contemplarlas.

- He cumplido mi promesa, ¿lo has visto? -musitó, y su sonrisa se afianzó con determinación-. El año que viene volveremos a celebrarlo juntos. Yo me encargaré de ello.

Cerró los ojos, sintiendo cómo la brisa le acariciaba el pelo y el rostro.

Feliz cumpleaños, Lan Fan…

- Gracias, Ling…


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