Apr 20, 2008 23:32
Título: Es primavera
Reto: #2
Advertencias: ninguna
Resúmen: sin resúmen
Palabras: 509
Ciento diez años de aquello, más de un siglo.
Sus manos arrugadas y marchitas recorren sin prisas la portada de aquel viejo álbum de fotos, ese álbum que a veces le parecía una puerta al pasado y que si viajaba su alma se volvería a romper en mil pedazos. Porque su pasado no fue el mejor, porque duele recordar los prados que alguna vez fueron verdes, estuvieron llenos de miseria y destrucción, y duele aún más saber que aquel prado ahora desapareció, siendo sustituido por rascacielos de una ciudad que crece y crece sin parar, sin respetar las fronteras del mar y la tierra.
Duele. Duele saber que tu juventud fue desperdiciada en una guerra inútil y sin sentido.
Cierra los ojos y deja caer el viejo libro, las fotos se dispersan a los pies de la mecedora.
Una batalla. Keiko gritando su nombre, llorando, su sangre derramándose a sus pies. Su madre. Sus propios ojos chocando con los profundos azules de un soldado de occidente, él dudando en dispararle. Él estaba llorando y no entendía por qué, ella también lloraba porque podía escuchar los sonidos de la muerte. Es la primera guerra mundial y ella tiene que sufrirla. Se sorprende que, con la increíble edad de ciento dieciséis años -siendo catalogada como la mujer más vieja de todo Japón-, recuerde con tanta claridad una batalla que sucedió en su niñez.
La sangre, la miseria, la estupidez de un gobierno que se la hacía aún más estúpido que el actual. Quisiera no tener que recordar y se pregunta cómo es que no ha roto su promesa. Aquel soldado, de cabellos dorados, le había salvado la vida. Huye, escóndete. Mantente viva y recuerda este momento para siempre, porque eres de los pocos que sobrevivirán y te mereces una oportunidad.
A veces, cuando le recuerda, siente rencor. Ella no quería vivir, ella quería estar con su familia. De repente, deja de estar en esa habitación y los gritos de sus bisnietos se hacen lejanos y distantes. Ahora hay un prado.
Ese enorme y extenso prado, con aquel verde jade que venía con el verano y el colorido conjunto de flores en primavera. Recuerda a su hermana, a su familia. Y todo es tan realista que incluso juraría que puede sentir el tacto suave y cálido de Keiko, jura poder escuchar su dulce voz preguntando por qué llora y que por qué no viene a jugar.
Es primavera, vayamos a recoger flores.
Sí, recoger flores. Como en los viejos tiempos.
También escucha los pasos de su madre. Aquella mujer, delgada y bajita, con su larga cabellera cayendo sobre sus hombros. De repente siente que no le duele la espalda, ni las rodillas, se siente capaz de volver a correr y brincar como una chiquilla. Sonríe. Su hermana mayor le había prometido que volverían a recoger flores y volverían a ir a la pequeña quebrada a jugar con el agua cristalina al medio día, justo cuando hace más calor.
Es primavera Yue, vayamos a jugar.
Juraría que, de repente, Japón vuelve a ser la pequeña isla de su niñez.
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